Cristián Ogalde tenía que encontrar una forma de seguir en el fútbol. Era 1999. El abogado, de 28 años entonces, tenía que salir del área formativa de la UC. Ahí un amigo le dio un consejo que le cambiaría su vida: transformarse en agente de jugadores, para ayudarlos con sus carreras. El primero fue Rodolfo Moya, un delantero de Concón que Ogalde puso a jugar en Austria. Durante los siguientes veinte años, estrellas como Mark González, Eduardo Vargas y Claudio Bravo dieron saltos, hacia y dentro Europa, gracias a su gestión. Desde esa posición, empezó a observar cómo y quiénes gestionaban los clubes de fútbol. A veces con reparos.
Para el empresario, la oportunidad de hacerse de un club vino en 2016, con Santa Cruz de la Segunda División.
–¿Por qué te interesó? Se gana más plata representando a jugadores.
–La explicación no tiene mucha lógica. Porque al final es salir de una zona de confort, para ir a sufrir. Más encima en esos años a Santa Cruz ni siquiera le ingresaba plata por televisión. O sea, era siempre colocar y colocar dinero. Pero era cumplir un sueño y se volvió adictivo. Te gusta ganar, estar en el estadio, darle un salto de calidad. Eso lo logramos en 2018, cuando salimos campeones y subimos a Primera B. Ahí yo ya había tomado la decisión de comprar otro club, que era Magallanes y vender la propiedad de Santa Cruz.
–Eso fue problemático.
–En Chile no había prohibición, por ley, de tener un club en una división y en otra. Nunca fue mi intención tener dos clubes. Lo que pasa es que cuando ya estaba con Santa Cruz me ofrecen comprar Magallanes y justo Santa Cruz sube.
–¿Cómo te ofrecen tomar el 98% de Magallanes?
–Fue el antiguo presidente, Anselmo Palma, que me dijo si lo podía ayudar a vender el club. Hicimos algunas gestiones en el extranjero, pero no prosperaron. Ahí me dijo: ¿por qué no lo compras tú? Yo le dije que no tenía ninguna intención, que estaba con Santa Cruz. Me insistió. Al final hice un par de llamados y tomé la decisión medio de guata.
–¿Por qué?
–Por el nombre de Magallanes, por la marca. Quería rescatar a un club medio insípido, que no ganaba, que era pura nostalgia.
–Te acusaron de tener dos clubes, de una misma división, al mismo tiempo.
–Yo no tuve nunca los dos clubes. Por ley tenía seis meses para deshacerme de uno de los dos y lo hice antes de los seis meses, con la documentación correcta, con las escrituras pública perfectas. Todo en regla.
–¿Qué fue lo más feo que te dijeron?
–Que controlaba casi todo el fútbol chileno y que esto era casi un tema de conflictos de intereses que yo estaba teniendo. Pero yo la verdad que nunca mi intención fue meterme en este lío de controlar al fútbol chileno ni mucho menos. Lo único que quería era probar si era capaz de mejorar un club y gestionarlo de una manera distinta que el resto de los clubes.
–¿Qué fue lo más difícil de tu instalación?
–Eso duró unos dos años. Había que renovar a las personas que estaban ahí. Incluso funcionarios, que eran buenos, pero no tenían esta mirada. Y al final yo no quería convencer a nadie si no quería. Mi idea era que volviéramos a sentirnos importantes.
–¿A cuánta gente tuviste que cambiar?
–Yo creo que a lo largo de los cuatro años ya hemos cambiado el 70%.
–¿Y los primeros dos?
–Creo que cambiamos el 50%.
–¿Qué errores cometiste en esos primeros dos años?
–Creo que quise hacer muchas cosas en dos años y nos faltó establecer prioridades más claramente. Cuando me enfoqué en que el primer equipo tenía que ganar para poder ascender, nos tardó dos años y lo logramos. Y si no hubiese puesto esa prioridad de ascender, probablemente el club me hubiese costado más tirarlo de abajo hacia arriba. Porque no había éxito deportivo.
–¿Nunca pensaste en que te habías equivocado al tomar el club?
–Muchas veces pensé que yo era el que estaba frenando la posibilidad de crecer. Porque pensaba que no le encontraba la vuelta a esta situación de dar un cambio tan fuerte. Pero tampoco tenía ningún problema en reconocer mis errores y tenía claro no quería dejar de pelear.
Los lujos y la autoestima
Parte del aprendizaje de Ogalde fue encontrar a un entrenador. Cuando tomó a Magallanes, sacó a Hugo Valladares del cargo y pasó por cuatro nombres en tres años, antes de firmar con Nicolás Núñez en 2021: un ex lateral de Magallanes que se había retirado dos temporadas antes y que Ogalde conocía desde los 13 años, cuando era un cadete en la UC.
–¿Cómo le explicaste a los jugadores que ya no bastaba con presentarse en la cancha?
–Lo primero es que hay que estar. Yo no puedo ir al camarín de los jugadores a saludarlos los fines de semana, si no he estado con ellos en la semana. O no puedo ir solamente cuando ganamos, sino que cuando se pierde hay que ir al camarín también
–¿Sólo eso?
–No tratando a los jugadores como empleados. Cuando los tratas como seres humanos y le demuestres que es genuina tu intención de ayudar, el jugador se compromete y te lo ganaste para siempre. Pero cuando lo tratas como un fusible, el jugador, naturalmente, pone una coraza.
–¿Cuánto te involucraste en la vida de los jugadores para ganar esa confianza?
–Mucho. Había un jugador que tenía una situación médica bien compleja con su hija. Yo me involucré muchísimo y traté siempre de contenerlo. Él, como padre de familia y viviendo esta situación, le costaba mucho estar bien. Y yo me preocupaba mucho de él, porque si estaba bien, su mujer iba a estar mejor y su hija iba a ver un padre que estaba fuerte. También hay jugadores que quieren tener su primer auto y no es por lujo. Lo necesitaban porque son profesionales y no pueden estar dos horas arriba del transporte público para llegar a entrenar, porque entonces no descansan. Pero yo les prohíbo que tengan un auto nuevo: tienen que partir desde abajo, con uno usado.
–¿Por qué?
–A veces pasa que el jugador de 18 años, por entrenar dos horas, gana más que su padre que se saca la mugre todo el día. Y eso puede generar un conflicto familiar, porque la pirámide familiar se invierte. Entonces hay que saber administrar eso.
–¿Cómo convences a un cabro de 18 que no quiera lujos?
–Hay que decirle no te compres el bolso Louis Vuitton. Cómprate un bolso bonito, pero no con el que sale Cristiano Ronaldo debajo del brazo. Creo que esa es la gran deuda que tenemos, la formación. Porque cuando los ves en la cancha, parecen bestias jugando. Pero después se duchan, se visten y son niños chicos de 18 años que necesitan mucho cariño, mucha contención, mucho rigor y, sobre todo, herramientas.
–Un futbolista joven muchas veces construye su autoestima a partir de esos objetos.
–La autoestima es un tema tremendo. En general el futbolista no viene de situaciones tan acomodadas. Por eso es tan importante el trato de las personas hacia el futbolista. De respeto, de no estigmatizarlo. Los tratas con un poquito de desprecio y es duro para un chico.
–Por lo que dices, en Magallanes la autoestima no estaba muy alta.
–Si jugábamos contra la Católica, pensaban por cuánto íbamos a perder.
–¿Cómo se le sube la autoestima a un futbolista?
–Mira, hoy mandé a comprar butacas para todo el estadio de San Bernardo. Llegan a fines de febrero y se instalan en marzo. Eso mejora la autoestima del hincha, del jugador que sale a la cancha. Tener una buena cancha para los jugadores, es el mínimo, es el respeto al jugador. Yo no le puedo faltar el respeto, no le puedo exigir que juegue bien si no le doy las mínimas condiciones. Tener una buena cancha es como tener buen internet en la oficina.
–¿El pasto no estaba a nivel?
No, cumplía, pero después se echaba a perder. Nosotros tuvimos que invertir el año pasado. Para jugar cuatro partidos, invertimos 25 millones de pesos en la última etapa del torneo. Tuvimos que salir a hacer de local en Rancagua para que pudieran sembrar. Eso se llama competir. Porque cuando los jugadores ven que la cancha está impecable, que la pelota corre, sienten que está a la altura de lo que ellos son como profesionales.
La cofradía
Luego de terminar le temporada 2021 en el séptimo lugar, Magallanes armó un plantel que mezclaba jugadores jóvenes, con antiguos nombres grandes de primera división. En el equipo estaban César Cortés y Albert Acevedo, con pasos por la Universidad de Chile; Carlos Villanueva e Iván Vásquez, extitulares de Católica, y figuras como Felipe Flores y Luis Jiménez.
–¿A quién se le ocurrió traer a esa gente?
–Fue 100% intuición mía. Quería rodearme de gente que yo quería y confiaba. Sabía que, si montábamos una cofradía que tirara el carro de Magallanes, con esta gente, no tenía dudas que íbamos a conseguir el ascenso.
–¿Qué les ofrecías?
–Pasarlo bien. A César Cortes le dije reencántate con el fútbol, juega a lo que te gusta jugar. A Nico le ofrecí la oportunidad de ser técnico y demostrar todas sus capacidades y lo ha demostrado con creces. A Pupi Vásquez lo mismo. Me pasó con Albert, que se reencantó con el fútbol a los 39 años. Después viene Luis Jiménez, que estaba retirado. Le pregunté ¿por qué sus últimos años de carrera los tenía que pasar amargado? Le dije que lo pasara bien con nosotros. Con Carlos Villanueva fue lo mismo. Son mentores de los jóvenes dentro de la cancha. Incluso se quieren vestir como ellos.
–Después de ganar 16 de 17 partidos, cayeron en una mala racha y perdieron el liderato. ¿Qué pasó con el equipo?
–Me acuerdo que nos juntamos con el plantel. Los invité a mi casa, hice la masa y empezamos entre todos a hacer pizza y a conversar. Empezamos a preguntarnos qué habíamos hecho mal, o dejado de hacer. Nos dimos cuenta de que habíamos perdido un poco el nivel de comunicación. Que ya no nos comunicamos tan fácil porque estábamos pensando en el teléfono. Dejamos de hablarnos en el camarín y en las concentraciones. Entonces decidimos volver a comunicarnos. Dejamos los teléfonos de lado, nos pusimos a hacer una actividad juntos, cocinábamos juntos, y decidimos que este era nuestro aprendizaje.
–Les resultó. Salieron campeones.
–Logramos el objetivo de ascender después de 36 años y eso fue un envión gigantesco de confianza para todos. De autoestima, de sentirnos importantes. Ganar la Copa Chile a Unión Española después, fue como alucinante que llegara. Ahí nosotros dijimos podemos ganarle a cualquiera, porque como equipo estábamos convencidos. Y eso fue lo que pasó en la Supercopa contra Colo Colo.
–¿Cuánto era la diferencia de presupuesto entre el plantel de Colo Colo y el de ustedes?
–El de nosotros era, por lo menos, 20 veces menor. Con ese tercer título en 75 días, como que ya ratificamos que no éramos una casualidad. Que Magallanes no es una casualidad. Como club ya no tenemos problemas de autoestima. Ahora vamos a Copa Libertadores y queremos competir, queremos ganar.