No saben si se van a resetear, reiniciar, reformatear, liberar espacio, borrar algunas aplicaciones que estorban o instalar nuevas, quizá incompatibles. Lo único en que están de acuerdo las innominadas facciones de la UDI es que algo de fondo han de cambiar para salir de su añosa y abisal crisis. Tras tanta derrota electoral -lápida, la primaria presidencial- esto es un mamut lanudo que ya no cabe en ningún cuarto.

Diagnósticos hay y muchas voces que hablan de “supervivencia”. A lo perdido en las votaciones de constituyentes, gobernadores, municipales, el lastre del gobierno saliente y quedar de nuevo fuera de la presidencial, sigue ahora el temor a otro fracaso, en la parlamentaria.

Hace rato que algunos dirigentes advierten que una devastación en noviembre sepultaría “nuestro proyecto de toda la vida”. Si de los 29 diputados que eligieron el 2017 caen a menos de los 17 constituyentes que sacaron en mayo, o a 15, capaz que se abra la discusión de si fusionarse con otro(s) partido(s) u otras salidas.

Todo esto y más apura la discusión UDI sobre qué hacer, hasta dónde llegar, a qué costo y cuándo. De ahí para adelante es un embrollo, porque uno, no hay mucho tiempo si mañana en la noche arranca la carrera de apenas tres meses por salvar la estantería en el Congreso; dos, el desenlace dirá qué queda en pie del partido, y qué bando, el de su directiva o sus rivales; tres, el calibre de los cambios no saldrá gratis.

Mientras los lotes sacan sus cuentas, el mando de Javier Macaya encara este tablero y se juega harto en estos 90 días. La primera movida de piezas dejó la tendalada y sus enemigos internos entre que toman y no toman palco. Queda todavía.

1 Directiva nacional de la UDI, liderada por su presidente Javier Macaya. FOTO: FRANCISCO CASTILLO /AGENCIAUNO

Con el caso Penta no, pues

Julio Dittborn -el mandamás que sucedió a Jaime Guzmán- debe haber estado mosqueado con el debut público del ‘Comité de Identidad’ que armó la directiva para encarar este proceso. En el grupo de mensajería móvil de la comisión política (CP) narran que ahí tecleó que por primera vez había pensado en renunciar al partido.

Es vox pópuli que en ese chat se armó una grande cuando leyeron al constituyente Ricardo Neumann decir (La Tercera, 12 de agosto) que hay cosas que el partido “ha ido dejando pasar, como el caso Penta. A la UDI le falta una catarsis donde pueda decir esta huevada fue impresentable”. Que “el candidato presidencial debió haber sido Jaime Bellolio” en vez de Joaquín Lavín. Y un largo e irritante etcétera.

Neumann es la cabeza que eligió la mesa para el mentado comité, que sesiona hace dos o tres martes, y que trata de dibujar este reseteo en el que un hipotético cambio de nombre es el desde nomás.

Fue como una afrenta. Testigos cuentan que los reclamos partieron con “¿Era necesario pegarle a Lavín? ¿Era necesario exponer incluso a la directiva (por lo del caso Penta)?”, del exsecretario general Felipe Salaberry. El subsecretario de Bienes Nacionales, Álvaro Pillado, tipeó que compartía el fondo, no las formas.

El microescándalo llegó a la vieja guardia, fuera de los chats. A unos les molestó que el mensajero sea “un exmilitante casi desconocido” (renunció el 2005, desencantado), a otros que acusara de “lógica feudal” al diputado Ramón Barros, rival del presidente Macaya. Él fue parte de la lista que perdió la interna el año pasado -junto a Jacqueline van Rysselberghe y Víctor Pérez- y con Macaya se disputarían la senatorial de O’Higgins.

Al día siguiente de la entrevista y con los reclamos en el WhatsApp, Macaya explicó allí que habían fichado en el comité a Neumann y al alcalde Rodolfo Carter -también renunciado hace rato-, como muestra de la gente a “reconquistar” y porque ambos ganaron sus recientes elecciones. Y que el trabajo encargado no está ni por lejos listo.

Todos leyeron que el presidente le quitó el piso cuando ahí llamó a cuidar el tono en entrevistas así; después se supo que el constituyente se llevó una reprimenda suya. Pero el tropezón -ciertos dirigentes hablan de un error político de la mesa y vaticinan corta vida al comité- parece haber servido para quitarles un poco de niebla a los límites que podría tener este proceso.

Partiendo por el caso Penta, la única crisis que ha derribado una directiva, la de Ernesto Silva el 2015 (Pablo Longueira dejó el mando el 2004, pero porque se lo pidió Lavín en el tramo más negro del caso Spiniak). Macaya era su secretario general y quedó de interino, y el viernes 13 también recordó a la comisión política que lo había “sufrido en carne propia como una operación maquinada para destruir el partido”.

En la UDI hay muchos que siguen convencidos de que el caso Penta fue un atentado y no un pecado por expiar. Les costó condenas a dos militantes, al fallecido exsenador y dos veces presidente Jovino Novoa (delitos tributarios) y al exsubsecretario Pablo Wagner (delitos tributarios y enriquecimiento injustificado).

Varios ven que resetear la identidad es necesario, pero no así. Otros, que como los más jóvenes -que están de acuerdo con Neumann- “no lo vivieron, no lo entienden” y que hay un corte generacional en este debate por sincerar.

Neumann supo de las críticas. Él se lo ha tomado -dicen en la UDI- como una buena señal; lo triste habría sido que esto pasara sin pena ni gloria y el ruido demuestra que hay un tema por encarar. Y que su trabajo en este contexto entre generaciones no pretende llegar a conclusiones de fondo antes de la campaña porque sus tiempos son distintos.

En el comité, además, están Macaya, la secretaria general María José Hoffmann, la alcaldesa de Las Condes, Daniela Peñaloza, y el expresidente de Nuevas Generaciones o Juventud UDI, Marcelo Rojas.

¿Partido único? ¿Otra vez?

15.11.2016. Los ex coroneles de la UDI, todos senadores entonces.

Dar con una nueva identidad para un partido que nació bajo Pinochet, que sobrevivió al asesinato de su fundador, que le disputó “palmo a palmo las poblaciones a los comunistas”, que se hizo fuerte y feroz opositor a Frei, Lagos y Bachelet, y que decae desde que por fin llegara al gobierno secundando a su antes eterno adversario, pinta para Tetris. Hay generaciones, bandos cruzados; cargarse mucho para un lado podría derivar en fugas. Y hay cuentas por cobrar.

Macaya lleva ocho de los 24 meses que dura un período al mando de la UDI. Nunca conoció a Guzmán ni fue su discípulo. No le agrada la autoflagelación que desparramó este episodio ni que se sigan exacerbando las ya viejas riñas intestinas. El viernes pidió a la CP “levantar la mirada para encontrar ese relato que converse con nuestra historia”, siempre con “principios y valores compartidos”, pero “con respeto y amistad”.

Sabe que este proceso supera los 90 días que quedan para las elecciones. Su primera meta de corto plazo con el comité de identidad es que éste aterrice trabajo para la campaña; se reuniría con los candidatos. La plantilla -repiten los suyos- tendrá harto independiente, pero rescatando la “épica fundacional” gremialista, que muchos de sus críticos internos echan de menos.

Están apurando la propaganda electoral con agencias. Pese a que los focus group y mediciones de hace semanas arrojaron que la marca UDI está desprestigiada (han perdido militantes), en el mando dicen que no van a esconder el logo ahora.

“Hay un problema de marca, pero no hay que pasarse 10 pueblos haciéndose eco de la izquierda”, dicen en ese hemisferio. Y que “no hay futuro si no peleamos esta elección”.

El lote de la mesa, aliado con ministros como el vocero Jaime Bellolio, tiene encima las miras de otros. Uno es el de Pablo Longueira. Asiduos suyos cuentan que ha transmitido creer que la directiva habría maquinado para impedirle votar, ser candidato a la presidencia UDI y a constituyente, que fue la inhabilidad dictaminada en noviembre por el Servicio Electoral a consecuencia del para él aún abierto caso SQM.

“Quienes urdieron esta vergonzosa maniobra no me conocen (...), el tiempo se encargará de desenmascarar a los articuladores de esta oscura operación”, gruñó entonces. Después renunció al partido. En la trinchera de la directiva niegan con capitulares cualquier rol en eso.

Longueira demandó el miércoles (y no le hicieron caso) que los diputados del distrito 11 (Vitacura, Las Condes, Lo Barnechea, La Reina, Peñalolén) postularan por otro lado. Al día siguiente, cuentan en la UDI, pidió ser candidato a diputado por ahí; “fue para mosquear a la mesa”, dicen. La semana pasada, después de visitar a Barros en la VI, fue a ver a la II al exdiputado Manuel Rojas para persuadirlo de postular al Senado; le fue mal. En la IV se juntó con el diputado y aspirante a senador Sergio Gahona.

Lo de la identidad está cruzado con el resultado de la parlamentaria y con la guerra fría entre la mesa, el grupo que dicen que está detrás de Longueira (otros, que juega solo en esto), y el de la exjefa JVR. En el de ella aclaran que si bien el año pasado tuvieron nexos con el ingeniero, hoy no están juntos en esto. En realidad tienen un adversario común -la directiva- y comparten elementos, como Víctor Pérez.

Varios especulan con que los rivales de Macaya y Hoffmann querrán cobrarles con sus cargos un eventual costalazo en noviembre. Ellos lo saben. JVR ya criticó hace dos viernes que la UDI estaba “extremadamente atrasada, es una frivolidad gigante” con la plantilla de candidaturas. Pero en su bando juran que no están urdiendo nada, que una reyerta ahora les costará caro a todos.

La senadora UDI, Jaqueline Van Rysselberghe y Joaquín Lavín. FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

La facción de la senadora no respalda apurar el reseteo identitario en plena campaña, porque -y esto estiman otros gremialistas- a la UDI no le van a creer. Después, creen ahí, sí hay que buscar causas y banderas nuevas, como el medioambiente, el desarrollo sustentable y otras que atraigan gente. JVR algo lo ha conversado informalmente con Ena von Baer, Claudio Alvarado y el mismo Pérez. Y también piensa que dependerá de cómo termine noviembre.

La tesis del partido único, que la UDI se fusione con el resto de Chile Vamos o que se arme un solo colectivo electoral, se le atribuye a Longueira. Uno de sus interlocutores explica que eso prenderá si “nos va pésimo, la UDI cayendo a 15 diputados, RN a unos 10, pulverizados como la derecha del 65”.

Otra vez 1965: había una vez tres partidos que se disolvieron y fundaron uno nuevo luego que dos de ellos fueran aniquilados (un dígito porcentual) en la parlamentaria.

Fusionarse sería otra voltereta histórica. En 1988 los gremialistas renunciaron en masa a RN -entonces el partido de derecha- luego de que Guzmán acusara fraude en unas internas, que lo expulsaran y al final esa legendaria escena de Longueira llegando con una iracunda masa a protestar a la casona sede de Suecia 286 (que después recuperaron). De ahí salió la “UDI por el Sí” al plebiscito que perdió Pinochet.

La gente de Macaya bromea: su rival -no se hablan hace siete meses- podría reeditar ese acto si esto escala. Reiteran que está fuera del partido y con “ansias de poder”.

El longueirismo, si hay tal, insiste en que él algo trama o al menos conversa con Andrés Chadwick sobre el partido único (que lo planteó el ingeniero y Andrés Allamand años atrás). Hay versiones que indican que coinciden en el diagnóstico. Otras, que lo han hablado con otros históricos que lo comparten, como el exdiputado Cristián Leay. Y terceros agregan que habrían charlado también con el exsenador Carlos Bombal.

Y otros aseguran con Leay y Bombal han sido solo pláticas sociales y que estos no están armando nada. Ambos desaprueban el manejo y desorden UDI y no es por mera nostalgia. Del primero dicen que cree que ahora la transición sí se acabó y que un colectivo bajo una nueva estructura uniría a sectores que han corrido por carriles separados desde 1990. Pero antes el sector ha de sobrevivir a noviembre. Al segundo no le desagrada la fusión, pero se inclinaría por una UDI fiel a su historia y gravitante, aunque sea reducida.

Chadwick piensa en la salida del partido único -al menos- desde la desastrosa elección de constituyentes. Querría imitar lo que hizo la derecha española (pero el Partido Popular tiene a Vox por el flanco, como acá con los Republicanos).

Lo habló con Carter a fines de julio (otros dicen que Longueira también), pero a éste no le gusta un “partido del orden” supeditado a Sebastián Sichel. Sí cree en simplificar la ideología y ampliarse, pero no un tinglado instrumental al servicio del gobierno de turno.

Una pista identitaria podría darse cuando el matrimonio igualitario llegue a la sala de la Cámara. Un tercio de sus diputados lo votaría favor. La Fundación Jaime Guzmán -formadora de cuadros- ya alertó en una carta a este diario que Neumann dijera que hay “bastante consenso” preguntando si “¿este nuevo relato aspira a reemplazar o contradecir los principios fundamentales del partido?”, y recordando que la declaración doctrinaria habla de “entre un hombre y una mujer”.

Se vota en septiembre o en octubre. A un mes de las elecciones.