El jueves pasado, cuando la primera ministra francesa Élisabeth Borne aprobó la reforma de pensiones pasando por encima de la Asamblea Nacional, hubo un punto de quiebre: las marchas contra el proyecto del Ejecutivo, que hasta el momento se habían llevado con relativa paz, empezaron a devenir más violentas, y la huelga ya no se trató solo de viajes en tren cancelados o kilos de basura en las calles de París.
Dominique Albertini trabaja en la sección política del diario Libération, uno de los más importantes a nivel francés. También escribió un libro siguiendo la segunda campaña de Emmanuel Macron, el año 2022. En esta entrevista con La Tercera, el periodista analiza la situación del presidente y los escenarios posibles para la crisis actual en Francia.
Este miércoles el Presidente Macron concedió una entrevista televisiva, dos días después de que su gobierno se salvara, por nueve votos, de dos mociones de censura. ¿Cuáles fueron los principales puntos que tocó? ¿Qué sensación quedó después de su intervención entre los franceses?
El punto principal que se esperaba tocar en esa entrevista era saber si Macron iba a cambiar o retirar la reforma de pensiones. Desde ya, no hizo nada de eso. Declaró que era una reforma necesaria, indispensable, y que la haría aplicar de todos modos. También criticó a los sindicatos por no proponer otras soluciones a esta reforma. Criticó y atacó a los manifestantes que han estado más violentos en las calles estos últimos días, y anunció algunas medidas aparte que están en su agenda en el mediano plazo.
Lo que se retuvo de todo esto fue, para la gente que se ha estado manifestando, que el presidente no cambió su postura, que no ha escuchado ni quiere escuchar, y que, por lo mismo, hay que seguir manifestándose. Muchos manifestantes que hablaron a los medios, y en particular al diario en el que trabajo, Libération, declararon sentirse no solo no escuchados, sino también “despreciados” por el presidente.
Desde luego, lo que piensa el conjunto del país es mucho más difícil de medir. Lo que sabemos es que, en los sondeos, hoy, Macron está en una muy mala posición. Su popularidad es muy baja, inferior al 30%, y sigue existiendo una gran mayoría de la opinión pública que se opone a la reforma, y una gran mayoría que apoya a los manifestantes. Con todo esto, es difícil calcular de qué habrá servido entonces esta intervención del presidente: si quería tranquilizar las cosas, nada de eso parece haber pasado.
¿Qué representa en este momento la reforma de pensiones para Macron?
Hay que ver las cosas en distintos planos. En el político, es una de sus principales promesas de campaña. Es una reforma importante, que no había logrado realizar durante su primer mandato, aunque lo intentó. Y eso se vio interrumpido por la pandemia del Covid-19 y la oposición política de entonces.
Financieramente, Macron ve esta reforma como algo indispensable para salvar el sistema de pensiones, que hoy está en déficit, y en un mayor ámbito, reequilibrar las cuentas públicas. Hay que recordar que el Estado francés gastó sumas astronómicas durante la crisis del Covid: hubo millones de asalariados y millones de empresas que recibieron dinero estatal para que no muriesen durante ese tiempo. El gasto fiscal explotó en ese entonces, y eso sumado al aparato estatal en general, la educación, la salud pública, se mantuvo como un gasto importante.
Y en un tercer plano, el simbólico, también se trata de demostrar que Macron aún puede impulsar reformas importantes. Macron fue electo en 2017 con la promesa de cambiar un montón de cosas, un montón de reformas. En su primer lustro hubo un par de accidentes: la crisis de los “chalecos amarillos”. Todo eso le impidió hacer muchas cosas. Y su última campaña presidencial fue muy superficial, muy vaga, no se comprendía mucho lo que quería hacer durante el siguiente quinquenio, y al final quedó esta idea de que el “presidente reformador” había pasado a ser un “presidente conservador”. Y, sin duda, Macron quiere demostrar, al inicio de su nuevo lustro, que él está aún en posición de impulsar grandes reformas, aún si estas son impopulares.
Este es el segundo mandato del presidente, que por lo demás no tiene la posibilidad de hacerse reelegir. ¿Qué se espera de este quinquenio?
Es difícil saber eso, porque incluso el mismo Macron no ha dado muchos indicios de hacia dónde irán las cosas. Su campaña se desarrolló marcada por la guerra en Ucrania, así que él pasó casi todo el tiempo ocupándose de los asuntos internacionales, y nadie entendió mucho el sentido o filosofía de su segundo mandato.
Sabemos que quiere dejar una Francia con una tasa baja de desempleo, y es cierto que la tasa ha bajado en el último tiempo. Sabemos que quiere dejar un Estado con una situación financiera en mejor estado que la de hoy. Y este miércoles, Macron citó tres ámbitos prioritarios de trabajo: la salud, la escuela y el medioambiente.
Pero en el conjunto, es un quinquenio que comienza mal, y de hecho, muy mal. Macron no cuenta con una mayoría absoluta en la Asamblea, y hay que saber que en la historia política francesa es muy raro que un presidente no tenga la mayoría absoluta. Su primera ministra está muy debilitada, y su gobierno está liderado por muchas personas que la mayoría de los franceses no conoce para nada. Él es un presidente impopular, y la gran pregunta que todos nos hacemos es qué pasará después de él. Estamos en un momento en que la mayoría de los analistas ve que la favorita para la próxima elección presidencial es Marine Le Pen.
Respecto a la crisis de la reforma de pensiones y la situación de Élisabeth Borne, ¿es probable que la primera ministra continúe largo tiempo en el cargo?
Ella va a continuar: Macron declaró el miércoles que ella continuará en el cargo. Es difícil saber hasta qué momento. Borne es una figura que se ha debilitado muchísimo cuando aún no lleva ni un año en el cargo. Mucha gente le reprocha haber presentado mal la reforma, de haber cometido errores a la hora de hablar a la opinión pública, y de no haber podido conseguir el apoyo de toda la derecha junta en la Asamblea.
Lo que al final pasa con Borne es poco significante, en un sistema francés donde todo viene de, y vuelve a, el presidente. En ese sistema, el primer ministro es un simple ejecutante sin mucha autonomía política. A pocos manifestantes hoy les importa el destino de Borne, todos hablan de Macron.
Se dice que los sindicatos han perdido mucho poder en Francia en las últimas décadas y, sin embargo, son ellos los que están liderando el movimiento este año. ¿Cuán importante son hoy en la discusión política francesa?
Es cierto que los sindicatos franceses no tienen el poder efectivo de sus homólogos alemanes, por dar un ejemplo. Estas últimas décadas, la mayoría de las confrontaciones con el poder político han terminado en una victoria para este último. Y en esta crisis, parece que será el mismo caso. Y sobre todo con el Presidente Macron, que está más aferrado a la buena ejecución de su programa que a la negociación con sindicatos o no importa qué otro cuerpo intermediario.
Y en este caso, cuando las personas se dan cuenta de que los sindicatos tienen problemas para conseguir “victorias” en lo político, se puede decir que al final el mejor medio de acción termina siendo, para ellos, el de saltarse los sindicatos, hacer un poco “lo que uno quiera”, y por eso mismo ocurre que las manifestaciones comienzan ahora a radicalizarse, porque la gente ya no quiere respetar la organización propuesta por el sindicato. Y eso fue lo que sugirió también la crisis de los “chalecos amarillos”, donde los sindicatos no tuvieron ningún rol.
Ahora bien, hoy son los sindicatos los que animan este movimiento social tan importante, el más importante en décadas. Esto, en la unidad entre sindicatos más bien “duros” y otros “reformistas”, y se registran nuevas adhesiones a estos. Veremos entonces si esto podrá cambiar de manera duradera la posición de los sindicatos.
¿Qué salidas o resultados le ve a la crisis actual? ¿Será que con el rechazo de las mociones de censura se dé por cerrado el tema de la reforma de pensiones?
Hay dos escenarios principales posibles. El primero es imaginar que el movimiento social siga desarrollándose, que la gente esté cada vez más enojada, que las manifestaciones se vuelvan cada vez más violentas, y sobre todo con el tema que está subiendo ahora, que es el de la violencia policíaca, con videos que muestran a oficiales maltratando a los manifestantes. Ese es el escenario más del tipo “chalecos amarillos”, un movimiento fuera de control, cada vez más fuerte, y que termina sobrepasando a todo el mundo.
El segundo escenario es que, ahora que la reforma fue adoptada, y que poco a poco el número de manifestantes disminuye –porque, claro, hacer huelga no es gratis–, muchos dirían que ahora que la ley se aprobó manifestarse no sirve de nada. Además, con una deriva más violenta de las marchas, habrá gente que va a dejar de ir. Ese escenario al final es el de un movimiento que se apaga. Dicho eso, aun si el movimiento desaparece, hay una cosa que va a quedar en la gente, y será el resentimiento, la amargura y quizás la cólera en relación con la manera en que Emmanuel Macron gestionó todo este episodio. La pregunta, entonces, es: si este resentimiento sigue existiendo, ¿cuál será el próximo episodio en el que se va a manifestar y cuándo provocará una nueva crisis?