El miércoles 20 de enero, el día del cambio de mando presidencial en Estados Unidos, Donald Trump salió de la Casa Blanca acompañado de su esposa Melania a las ocho de la mañana rumbo a la base aérea Andrews, a las afueras de Washington. Antes de partir a su nueva vida, el exmandatario dio un discurso de despedida frente a un pequeño grupo en el que prometió volver “de alguna forma” y subió al Air Force One rumbo al “estado del sol”, mientras de fondo se oía el tema My way, la balada inmortalizada por Frank Sinatra en 1969 y que cuenta la historia de un hombre que hizo las cosas a su manera.
Trump pisó la losa del aeropuerto de West Palm Beach, Florida, cerca de las 11 de la mañana, una hora antes de que el demócrata Joe Biden fuera proclamado como nuevo Presidente de Estados Unidos. Camino a su nuevo hogar, un grupo de eufóricos seguidores vestidos de rojo y con banderas estadounidenses lo vitoreó. “Bienvenido a casa” y “Keep America Great Again” se escuchaba entre los gritos de los fanáticos, felices de que el exmandatario eligiera su estado para residir. Trump se limitó a sonreír y saludar desde el interior de su auto.
Sin embargo, la llegada del republicano a Florida ha causado polémica. Pasó sus últimos minutos a la cabeza del gobierno en Mar-a-Lago, su lujoso club privado ubicado en Palm Beach, el mismo que escogió como lugar para vivir tras sus cuatro años en la Casa Blanca. Desde ese día se ha mantenido silente, a pesar del inminente juicio político en su contra y de que gran parte de sus vecinos no lo quiere cerca. De hecho, planean acciones legales para que se vaya. Durante su primer fin de semana allí fue visto jugando golf y saludando a un grupo de personas mientras, cerca de su nueva casa, volaba una avioneta con un mensaje: “El peor presidente de todos”.
“Su hogar espiritual”
En 2019, el ahora expresidente cambió su residencia permanente desde la Torre Trump en Nueva York al lujoso club privado Mar-a-Lago, ubicado a 112 kilómetros al norte de Miami. Este recinto es considerado uno de los clubes más exclusivos. La membresía subió de US$ 100.000 a US$ 200.000 según confirman algunos medios estadounidenses.
Actualmente, ocupa el lugar 18 entre las residencias más grandes de EE.UU., donde Trump y su familia tienen reservado un sector para su uso personal. El exmandatario se casó ahí con su esposa Melania en 2005 y durante un par de ocasiones fue utilizada para visitas oficiales de su gobierno, como la del primer ministro japonés, Shinzo Abe, y del Presidente chino, Xi Jinping.
“Es su hogar espiritual. El lugar que ama y en el que prefiere estar sobre cualquier otro del mundo”, comenta a La Tercera Laurence Leamer, periodista estadounidense y autor de Mar-a-Lago: dentro de las puertas de poder en el palacio presidencial de Donald Trump, un libro donde cuenta la historia del complejo y su relación con el empresario.
La propiedad, de ocho hectáreas y 128 habitaciones, fue construida por la magnate de los cereales Marjorie Merriweather Post en la década de 1920. Como era muy cara de mantener, trató de donarla al gobierno con el propósito de que la usaran como una “Casa Blanca de invierno”, debido a la templada temperatura de la zona en esa época del año. Tras ser devuelta por la administración de Jimmy Carter, Trump la compró en 1985 por cerca de US$ 10 millones. Hoy se estima que la propiedad vale 10 veces más. Tenía ambiciosos planes para el recinto.
En 1993, Trump decidió transformar el recinto en un club privado. The New York Times afirma que fue el primer club en aceptar judíos y parejas gay. Para transformarlo de propiedad privada a club, el exmandatario tuvo que negociar con el municipio de Palm Beach. Por esa razón firmó un Acuerdo de Declaración de Uso, donde se norma que ningún miembro, incluido Trump, puede permanecer en el lugar más de 21 días al año, distribuidos en semanas no consecutivas. El recinto se transformó en club un año después. Hoy, los vecinos reclaman que con la decisión de usar Mar-a-Lago como residencia definitiva, Trump estaría violando el acuerdo, firmado hace 28 años.
El acuerdo y la fuga de miembros
En diciembre, un abogado -en representación de una familia que vive cerca de la nueva casa de Trump- mandó una carta al municipio de Palm Beach, en la que expuso que legalmente el expresidente no puede definir Mar-a-Lago como su residencia definitiva por violar el acuerdo entre él y el ayuntamiento firmado en 1993.
The Washington Post afirma que Trump visitó Mar-a-Lago 130 días durante su administración, casi el doble de los 84 legalmente permitidos en cuatro años, según el documento.
Pero el exmandatario aparentemente no tiene intenciones de trasladarse. Tras la carta, la Organización Trump publicó un comunicado diciendo que “no existe ningún documento o acuerdo que prohíba al Presidente Trump utilizar a Mar-a-Lago como su residencia”.
Es más, durante esta semana, Trump anunció la apertura de la “oficina del expresidente”, un lugar que, según un comunicado, cumplirá el objetivo de “promover los intereses de Estados Unidos y continuar con la agenda de la Administración Trump a través de la promoción, la organización y el activismo público”. Estará ubicada en Palm Beach y será la responsable de administrar las declaraciones públicas y actividades oficiales del exmandatario.
Hans Hassell, director del Instituto de Política de la Universidad Estatal de Florida y profesor asociado de la misma institución, explica a La Tercera que es común que un presidente abra este tipo de oficinas una vez abandonada la Casa Blanca. “Como está vetado de las redes sociales, obviamente ya no tiene el mismo mecanismo para exponer sus puntos de vista”, comenta el académico. Y agrega: “El juicio político será realmente útil para Trump, porque le permitirá permanecer en las noticias y seguir influyendo en la política”.
“Sé que mucha gente por aquí no quiere que sea residente”, dijo Alex Rubino, que trabaja en una boutique de Palm Beach, al medio local The Palm Beach Post. “Es muy demócrata aquí abajo”, apuntó.
Si bien en las elecciones presidenciales el republicano ganó en Florida con un 51,2%, Palm Beach es territorio demócrata. El año pasado Joe Biden se impuso allí con un 56% y Hillary Clinton, en 2016, lo hizo con un 57%.
Un grupo de vecinos que se hace llamar “Comité de Palm Beach” también envió una carta a la alcaldesa de la ciudad, Gail Coniglio, diciendo que “los vecinos de Mar-a-Lago tienen un mensaje para el comandante en jefe saliente: no queremos que sea nuestro vecino y que infrinja nuestras leyes”, publicó The Palm Beach Post. Todavía no hay detalles sobre la identidad de los miembros de esta agrupación.
Además, varios vecinos han argumentado que la presencia de Trump perturba la calma característica de Palm Beach, lo que podría afectar la plusvalía del sector. Además de su tranquilidad, este lugar es conocido por su exclusividad y para algunos de sus residente la llegada del expresidente es sinónimo de un aumento del control policial, tacos y desvíos obligatorios.
En una entrevista con MSNBC, Leamer aseguró que tras la llegada de Trump al complejo, varios miembros del exclusivo club decidieron darle la espalda al exmandatario y anularon sus membresías. “Es un lugar desanimado”, comentó. El inminente juicio político derivado del asalto del Capitolio el 6 de enero, donde se le acusa de “incitar la insurrección”, también podría ser un motivo clave para esta fuga de miembros del club. “Desde la insurrección muchas personas se han vuelto en su contra. Ya ni siquiera es bienvenido aquí, excepto por sus seguidores acérrimos”, dice Leamer a La Tercera.
“La mayoría de las personas tiene membresías en clubes porque es útil para ellos social o profesionalmente. Ahora que Trump dejó la presidencia, una gran cantidad de esos beneficios profesionales desaparecieron”, asegura Hassell. “Después de los eventos del 6 de enero, su índice de aprobación bajó y sospecho que hubo una gran cantidad de personas que dijeron que esa marca ahora es tóxica y, por lo tanto, no quieren estar asociadas con ella”, concluye.