Este 24 de febrero marcará una fecha importante. Se cumplen dos años desde el inicio de la invasión de Rusia contra Ucrania, y el presente de los líderes de ambos países, Vladimir Putin y Volodymyr Zelensky, respectivamente, se perfila como uno de los más dispares en lo que va de guerra.
En Moscú, Putin se alista para una muy probable victoria en marzo de este año, cuando entre el 15 y el 17 de ese mes los rusos asistan a las urnas en lo que se prevé sea una reelección por seis años más. Con una guerra que parece estar dominando como telón de fondo, índices de aprobación cercanos al 80% según encuestas, los opositores presos, fuera del país o incluso muertos, como ocurrió el viernes con el destacado activista Alexei Navalny, el tercer año se ve como uno auspicioso para el político de 71 años. Ni una serie de sanciones económicas por parte de Occidente ni un golpe de Estado liderado por el Grupo Wagner y el fallecido Yevgeny Prigozhin parecen moverlo de su sitial en el Kremlin.
Kiev, en tanto, proyecta una imagen muy distinta. Con el país en Ley Marcial, por lo tanto, imposibilitado de realizar elecciones como correspondía para este año, Zelensky empieza a mover las piezas del tablero de guerra cuando las críticas políticas se hacen cada vez más evidentes. La fallida contraofensiva -que, entre otras cosas, explica la salida del popular comandante en jefe del Ejército ucraniano, Valery Zaluzhny– y el escaso avance en el frente, le han valido una importante disminución en el apoyo popular. Si en el verano europeo de 2022 ostentaba un 92% de aprobación, según el Centro de Investigación de Encuestas del Instituto Republicano Internacional, para julio de 2023 ya caía al 62%, una merma importante para un país unificado moralmente por la guerra.
Pero no solo se presenta como dispar en el ámbito político, sino que también en el campo de batalla. Reportes del Ministerio de Defensa a los que accedió Bloomberg indican que, a fines de enero, Ucrania se enfrentaba a una importante escasez de proyectiles de artillería, donde su rival dispara tres veces más municiones que ellos; el servicio de inteligencia de Noruega advirtió que Rusia estaba “ganando ventaja” en la guerra gracias a su mayor número de tropas y material bélico suministrado por Irán, China, Corea del Norte y Bielorrusia, y EE.UU., otrora incondicional pilar de apoyo a Ucrania, dio muestras de dudas cuando los congresistas del Partido Republicano se opusieron a la entrega de paquetes de ayuda económica, los que finalmente se aprobaron y entregarán 95.300 millones de dólares a Ucrania, Israel y Taiwán.
En conversación con La Tercera, Rafael Loss, investigador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) y especialista en seguridad y la defensa en la zona euroatlántica, planteó que, de momento, “2024 parece un buen año para Vladimir Putin. El Congreso estadounidense es incapaz de aprobar más ayuda militar para Ucrania, Donald Trump parece convertirse en el candidato republicano a la presidencia y los europeos tardan en ampliar su capacidad de producción industrial de defensa”.
Pero, además, “la política está volviendo a Kiev”, añadió. Y advierte: “Los dos últimos años han demostrado que es imposible hacer predicciones firmes sobre el curso de esta guerra, y así seguirá siendo en el tercer año”.
José Ignacio Torreblanca, director de la oficina en Madrid del ECFR, argumentó –al igual que los tres consultados para este reportaje– que las elecciones estadounidenses, donde probablemente compita Donald Trump, así como las decisiones que se tomen en Europa, serán claves para Putin. Esto, puesto que la “promesa de la UE de un millón de proyectiles de artillería y de otro tipo de materiales va más lenta de lo que pensamos”.
“El debate en Europa en estos momentos es qué puede pasar si Trump es reelecto y, por lo tanto, se dará una discusión muy profunda sobre la necesidad de aumentar los gastos de defensa y reforzar la política de la industria de defensa”, aseveró.
El hombre fuerte de Rusia
Los 24 años en que Vladimir Putin ha liderado a la Federación de Rusia no parecen ser suficientes para él y, por lo que indican las encuestas locales, tampoco para sus electores. Ni una guerra de dos años –extensible hasta los 10 si se considera el conflicto en Crimea, en 2014– ni las numerosas sanciones económicas impuestas por Occidente han hecho mella en la popularidad del exoficial de inteligencia exterior de la KGB.
Un sondeo realizado entre el 29 de enero y el 4 de febrero por el Centro de Investigación de la Opinión Pública Rusa (VTSIOM), planteó que el nivel de confianza en Putin alcanza el 79,1%. Un dato interesante que reveló es la importancia de la figura del mandatario, considerando que la aprobación de la actuación del gobierno ruso es solo del 55,3%, consignó la agencia estatal TASS.
Las elecciones de marzo no son una más. Se enmarcan en una guerra en la que muchos creyeron que el país de Eurasia arrollaría a Ucrania rápidamente, pero que se ha alargado a tal punto que la iniciativa o liderazgo ha pasado de manos de un país al otro, decantando en un aparente punto muerto.
En concreto, Rusia sigue en control de casi el 18% del territorio ucraniano, equivalente a unos 60.000 kilómetros cuadrados de tierras ocupadas desde febrero de 2022, señaló en la revista Foreign Affairs el catedrático de Política Mundial en la Universidad de Exeter, David Lewis.
En todos esos lugares, que incluyen una franja en el suroriente de Ucrania y poco más de la mitad del Donbás, es muy posible que se realicen votaciones como si fueran parte de suelo ruso, aseguró The Guardian. Según datos rusos citados por Lewis, casi el 90% de los residentes de los cuatro óblast que el país invasor anexó –ilegalmente, según Occidente–, es decir, unos tres millones de personas, ya tienen pasaporte ruso. No hay muchas opciones. Sin él, no se pueden abrir cuentas bancarias, dirigir un negocio u optar a las ayudas sociales.
Pero, por otro lado, las elecciones le vienen como anillo al dedo a Putin, afirmó Andrei Kolesnikov, investigador principal del Carnegie Russia Eurasia Center, a The Guardian. “Estas elecciones son un medio para que Putin legitime su decisión de ir a la guerra en Ucrania”, explicó.
Y el mandatario lo sabe. Con una copa de espumante en la mano, y en medio de su anuncio de la nueva candidatura presidencial, Putin dijo: “Se están quedando sin armas... No tienen nada, no tienen futuro. Pero nosotros sí tenemos futuro”. Ucrania había fallado rotundamente en su esperada contraofensiva del verano de 2023, mientras que Rusia emprendió su propio ataque tanto en los frentes del sur como del este del país invadido, justo cuando el apoyo de Occidente parece tambalearse.
“El mero hecho de que se celebren elecciones pretende demostrar a los rusos que la vida sigue con normalidad. Putin quiere proyectar un aura de calma”, dijo al mismo medio Marat Gelman, uno de sus antiguos asesores que ahora es crítico con el líder del Kremlin.
De hecho, la oficina de campaña anunció a mediados de enero que ya habían reunido más de dos millones de firmas en apoyo a su candidatura, pese a que la ley exige solo 300 mil partidarios registrados, consignó Euronews. “Si se desea, se pueden recoger muchas más firmas para Putin”, añadió el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. “Porque el nivel de apoyo al presidente, el nivel de consolidación de la sociedad en torno a él, que incluye una amplia variedad de categorías de edad, difícilmente puede exagerarse”, agregó.
La ausencia de contrapeso político se volvió a graficar tras la muerte del líder opositor Alexei Navalny, quien falleció en la prisión ártica de máxima seguridad, IK-3, una de las más remotas e inaccesibles del país. “El recluso Navalny A.A. se sintió mal después de un paseo y casi inmediatamente perdió el conocimiento”, comunicó el Servicio Penitenciario Federal.
Sin embargo, no todas son buenas noticias para Putin, porque las muestras de cansancio ya se hacen notar. Levada Center, una organización independiente de sondeos citada por The Guardian, reveló que la pregunta que a los rusos más les gustaría hacer a su mandatario fue “cuándo terminará la invasión de Ucrania”. Otro sondeo mostró que, por primera vez, son más los que quieren que Putin inicie conversaciones de paz para poner fin a la guerra en Ucrania que los que no.
Tara Varma, investigadora en Brookings Institution, disiente de que el mandatario ruso esté en su mejor momento. “La economía de su país se ha visto seriamente dañada. Sus principales socios son China, Irán y Corea del Norte y está cada vez más aislado en la escena internacional. Rusia es el país con el mayor arsenal nuclear del mundo y debía derrotar a Ucrania en 2022, en el lapso de unos días, y no lo consiguió”, señaló a este periódico.
“Por desgracia, lo que se espera por parte de Rusia es que prolongue lo que ha venido haciendo: atacar a Ucrania a diario, intentar interferir en los procesos electorales en Europa y tratar de desestabilizar el continente todo lo posible”, cerró.
Un presidente en aprietos
El inicio de 2024 no fue uno sencillo para Volodymyr Zelensky. De hecho, partió con una dura decisión. El 8 de febrero, el mandatario destituyó al popular general Valery Zaluzhny, comandante en jefe del Ejército ucraniano con el que por meses llevaban una tensa relación.
No fue una medida sencilla. De hecho, algunos sondeos posicionan a Zaluzhny con mayores índices de aprobación que el propio presidente, consignó BBC, principalmente debido a su labor en la inesperada y celebrada neutralización del ataque ruso inicial, hace ya dos años. Según el medio Politico, incluso se le considera como un posible rival político de Zelensky en las hipotéticas elecciones que se debían celebrar este año. Pero las discrepancias no solo eran con el mandatario.
La anticipada contraofensiva de 2023, que se esperaba permitiera, al menos, recuperar parte importante del territorio controlado por Rusia, resultó en una ruidosa decepción. En Washington hubo tensiones con el entonces general luego de que este discrepara de los líderes militares estadounidenses, quienes aconsejaban una aproximación distinta a la que, efectivamente, luego fracasó.
Para Rafael Loss, “los dirigentes ucranianos se enfrentan a decisiones difíciles y las están tomando. Me da la impresión de que la remodelación de la cúpula militar, la movilización y la rotación de tropas son los siguientes pasos en la agenda”, por lo que hay una reacción en el país gobernado por Zelensky, cree el experto.
Sin embargo, es innegable que por primera vez “vemos desacuerdos entre varias facciones, las que se manifiestan en público. Esto era impensable en 2022. Pero giran en torno a la mejor manera de defender el país y a su pueblo, y no sobre si hay que tirar la toalla”, agregó. Sintomático es que, a principios de diciembre pasado, el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, acusara públicamente a Zelensky de autoritario.
“La gente se pregunta por qué no estábamos preparados para la guerra, por qué Zelensky negó hasta el último momento que era posible que ocurriera, o por qué los rusos consiguieron llegar tan rápido a Kiev. Hay tanta información que no era verdad”, dijo al medio suizo 20 Minutos.
En el ámbito internacional, si bien la ayuda sigue fluyendo, ha enfrentado numerosas trabas en el último tiempo. En el Congreso estadounidense, entre los legisladores republicanos crecen cada vez más las dudas sobre la cantidad de dinero destinada al exterior en vez del propio país, como se vio en la reciente votación en el Senado. En Europa, en tanto, lograron despachar 54.000 millones de dólares en nueva ayuda a Ucrania de forma unánime, pese a la posición de Hungría y su primer ministro, Viktor Orbán.
Durante el Foro Económico Mundial de Davos, el propio Zelensky hizo un llamado a Occidente para continuar con las ayudas, en la misma tónica que se ha dado desde el inicio de los apoyos internacionales. “Putin encarna la guerra. No va a cambiar. Todos debemos cambiar hasta el punto de que la locura que reside en la cabeza de este hombre o en la de cualquier otro agresor no prevalezca”, dijo en la instancia.
“En la Unión Europea se han saltado esos escollos sorteando el veto que puso el premier húngaro, Viktor Orbán, pero la realidad es que el armamento europeo tampoco está llegando con la celeridad que se pensaba o se querría, especialmente en la cuestión de proyectiles de artillería, donde los cuellos de botella de producción se han mostrado más importantes de lo que se pensaba”, detalló José Ignacio Torreblanca a La Tercera.
Sobre un potencial término del conflicto, el analista español añade: “No esperamos que Putin vaya a negociar. Más bien da la impresión de que está esperando a que Trump le ayude a consolidar su victoria, retirando la ayuda a los ucranianos”.