Si la semana pasada las miradas estuvieron en Perú tras la disolución del Congreso -lo que provocó una alta polarización que tuvo a Martín Vizcarra contra las cuerdas aunque por ahora logró sobrevivir-, los últimos días han estado marcados por el estallido social en Ecuador. Ambas crisis han desnudado la fragilidad de las democracias regionales y sus respectivas instituciones.
Lo ocurrido en Ecuador tiene su origen en un decreto del Presidente Lenín Moreno para poner fin al subsidio estatal a los combustibles, con el objetivo de reordenar las finanzas del país y ahorrar unos US$ 1.400 millones. Eso, en el marco de un acuerdo con el FMI suscrito en marzo pasado. Pero como muchas otras veces, este "paquetazo" cayó como dinamita entre los sindicatos y agrupaciones indígenas, que se movilizaron durante toda la semana para que el mandatario suprima el decreto o renuncie.
Lenín Moreno, que fue el delfín político de Rafael Correa hasta que ambos se pelearon a muerte en 2017, culpó precisamente al exgobernante autoexiliado en Bélgica de intentar derrocarlo, con la "ayuda" de Nicolás Maduro. El Presidente ecuatoriano, que rompió con el correísmo y sacó a su país de la órbita chavista, intenta dialogar con los sectores indígenas y sindicatos, los mismos que en su momento complicaron o derribaron a los gobiernos de Jamil Mahuad, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio.
Los "gasolinazos" son cosa seria en América Latina. Pasó en 1989 con el "Caracazo" en Venezuela, cuando el gobierno de Carlos Andrés Pérez anunció una serie de medidas económicas, entre éstas un alza del 100% en el precio de la gasolina; en 2005 en Bolivia, cuando Carlos Mesa debió renunciar tras la polémica Ley de Hidrocarburos y movilizaciones de indígenas y campesinos liderados por Evo Morales; en 2010 contra el propio mandatario boliviano por un alza del 83% del precio de los combustibles y en 2017 en México luego de una abrupta subida de la gasolina anunciada por Enrique Peña Nieto.
En otra latitud, Turquía inició el miércoles una ofensiva militar en la frontera con Siria, que amenaza con una nueva crisis de refugiados y también con un eventual "retorno" del Estado Islámico. El plan del gobierno turco es controlar en la frontera con Siria una franja de 32 kilómetros de ancho y 480 km de largo, donde operan rebeldes sirios y kurdos, éstos últimos, clave en la lucha contra el EI. En su momento, Washington apoyó a las fuerzas kurdas, aunque éstas ahora se sienten a la deriva.
Pero esta semana no todo fue guerra. El Nobel de la Paz premió al primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, por su esfuerzo para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea.