“Así dicen”, responde Eduardo Vergara (43), consultado si su aspecto rudo –cuerpo fornido, cabeza rapada, cejas gruesas, barba, brazos tatuados y rostro serio- le ha ayudado en su rol de subsecretario de Prevención del Delito, en un momento especialmente sensible, por el incremento de la violencia armada en las calles del país.

Más aún -como cuenta-, está visitando las comunas del país que más necesitan la presencia del Estado. “Eso es lo que nos ha pedido la ministra del Interior, Carolina Tohá. He estado en barrios bien complejos -y expuestos al crimen organizado- que incluso las policías me han dicho que les ha llamado la atención... La gente lo valora mucho. Dirigentas vecinales me han comentado que es la primera vez que una autoridad relacionada con la seguridad entraba a ese lugar”, cuenta el cientista político y militante del PPD, desde su oficina en el quinto piso del edificio Bicentenario en calle Teatinos.

¿Ha sentido miedo en algunos lugares?

La responsabilidad que tenemos como gobierno en el momento que estamos viviendo en seguridad es demasiado grande como para andar con miedo. Esa sensación de urgencia va acompañada de la sensatez necesaria para entender que la única forma de enfrentar la situación es en conjunto con todos los actores de nuestra sociedad. Este no es un problema de un gobierno. La inseguridad es un dolor de Estado y requiere de una solución de Estado.

Esta fue justamente la mirada que Vergara transmitió, de partida, a Gabriel Boric, cuando días después de pasar a segunda vuelta -el 21 de noviembre del año pasado- lo invitó a sumarse a su nueva campaña (el politólogo había elaborado el programa de seguridad de la candidata Yasna Provoste).

El entonces candidato presidencial comprometió su apoyo a Vergara y a sus ideas para enfrentar uno de los temas que marcarían el balotaje, y donde su contendor, José Antonio Kast, con un discurso en favor de aplicar “mano dura”, tenía todas las de ganar.

Subsecretario de Prevención del Delito, Eduardo Vergara en sobrevuelo de la Región Metropolitana en el marco del Plan Antiencerrona.

Aunque hoy, por razones obvias, lo matice, Vergara llegó al comando –y posteriormente al gobierno- con la compleja tarea de imponer un enfoque distinto al de sus compañeros frenteamplistas y comunistas, quienes seguían siendo muy críticos al actuar de Carabineros durante el estallido social y se habían opuesto a un conjunto de iniciativas con que el gobierno de Sebastián Piñera intentó controlar la delincuencia y criminalidad.

“En la campaña de segunda vuelta (de Boric) se puso el énfasis en la seguridad. Hicimos un diagnóstico para abordar el tema si es que llegábamos a gobernar y acordamos tres definiciones para -a partir de ellas- diseñar propuestas: había un incremento de delitos violentos y homicidios. La inseguridad estaba marcada -territorialmente- por los grados de desigualdad, particularmente por los dispares recursos de los municipios y la desbalanceada presencia del Estado. Y la continuidad del proceso de reformas a las policías. Con ese diagnóstico llegamos al gobierno”.

Pero al asumir, en marzo, el gobierno dio señales equívocas. Priorizó el retiro de las querellas por Ley de Seguridad del Estado contra presos del estallido y anunció suma urgencia al proyecto de amnistía para ellos...

Al hablar con Boric -cuando me sumé al comando- tuve la claridad de que me encontraba ante un proyecto político que iba a ser capaz de transitar en una lógica sustentada en la evidencia y experiencias que existen en la materia, pero, por sobre todo, poniendo sobre la mesa resultados y acciones, más que promesas. Es decir, dejar la política fuera de la discusión y anteponer la urgencia nacional buscando la colaboración del gobierno, la oposición y (remarca con la voz) de los privados... Acabo de reunirme con los representantes de las compañías telefónicas y el subsecretario de Telecomunicaciones (Claudio Araya) para abordar el robo de celulares que va en una fuerte alza en los países de América Latina. También estamos trabajando con los centros comerciales, terminales de buses, autopistas, bancos, etc. para intentar adelantarnos a nuevas formas de delincuencia que puedan venir.

La derecha ha manifestado incredulidad ante el gobierno, al recordar la postura que las actuales autoridades tuvieron como diputados en contra de iniciativas presentadas por el gobierno anterior para enfrentar, por ejemplo, el robo de madera en La Araucanía, la proliferación de armas, el uso ilegal de fuegos artificiales...

Creo que a los gobiernos se les debe juzgar por cómo gobiernan, no por... Claramente, quienes somos parte de este gobierno venimos de diferentes rutas, caminos y espacios, y hoy estamos gobernando juntos por primera vez. Dicho eso, cuando me sumé al comando estaba convencido de que este gobierno, liderado por el Presidente Boric, y no otro, era el correcto para enfrentar hoy el problema que tenemos como país.

¿En qué basaba su presentimiento?, porque hasta ese momento Boric no había tenido una postura clara de condena a la violencia tras el 18/O.

Porque, a mi juicio, él (Boric) sería capaz de dar un giro sustantivo en la forma y la lógica en que se había abordado el tema de la seguridad hasta ahora, saliendo del facilismo, la obsesión con la mano dura y los rasgos de populismo penal que hemos visto por décadas, por un lado. Y de la sobreexplicación y sobreinterpretación de las causas de la inseguridad, por el otro.

O’Higgins, la Iglesia y Francia

Hijo de un exfutbolista –que marcó su vida profundamente- y una contadora, Vergara creció en la población O’Higgins de Rancagua, una villa de casas pareadas de un piso construida en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Esa realidad distaba del nivel de varios de sus compañeros en el Instituto O’Higgins, de la congregación de los Hermanos Maristas, donde estudió becado.

El subsecretario cuenta que su padre, Eduardo Vergara Cabas, apodado “Carmona”, jugó en O’Higgins y Universidad Católica, pero debió dejar el fútbol tempranamente, sin ahorros y sin saber cómo ganarse la vida. Por eso, agrega, no se cansó de repetirle a su primogénito que la vida sin estudios era muy cuesta arriba. Y que muchas veces el talento -que él veía que su hijo tenía- no era suficiente para salir adelante.

“En ese tiempo -a mediados de los años 60- el fútbol profesional era muy distinto al de hoy. Mi padre buscó reinventarse como comerciante y terminó su vida laboral cuidando autos en un estacionamiento del centro de Rancagua”, cuenta el subsecretario con cierta resignación.

“Carmona” falleció el pasado 16 de agosto y días después fue despedido con un minuto de silencio en un partido del O’Higgins en el Estadio El Teniente, y con su imagen en el marcador de goles (que su hijo tiene guardada en su teléfono). Se emociona al contarlo y al mostrar su grueso antebrazo izquierdo, donde tiene tatuado a su papá en forma de tigre, con una pelota de fútbol entre sus pies y su apodo.

El papá del subsecretario de Prevención del Delito Eduardo Vergara fue jugador de Ohiggins en los años 60 y en agosto pasado recibió un homenaje póstumo en el estadio Teniente de Rancagua, tras fallecer. Su nombre y rostro apareció en el marcador de goles para brindarle un minuto de silencio.

Quizás marcado por la ingrata apuesta de su papá, Vergara cuenta que nunca quiso jugar fútbol ni acercarse a él como hincha. “Busqué lo opuesto, el básquetbol en el colegio, el rugby en la universidad y luego el surf (por su relación con Pichilemu)”.

Lo que siguió al pie de la letra fue su consejo sobre los estudios. Al salir de cuarto medio un sacerdote salesiano lo contactó con el exrector del Colegio Saint George Claude Pomerleau, quien le consiguió una beca para estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Portland (Oregón, Estados Unidos) de la Congregación de Santa Cruz.

Luego hizo un magíster en la Universidad de California, donde conoció a la entonces decana de Economía, la chilena Alejandra Cox (actual presidenta de la Asociación de AFP), con quien se inició en el tema de la investigación, cruzando cifras económicas con diversas realidades sociales. Estaba en eso cuando ganó otra beca más, la Eiffel, que otorga el gobierno francés, y partió a París a estudiar Seguridad Humana.

Al regresar a Chile fue fichado por el entonces diputado PPD por Rancagua Aníbal Pérez. Le tomó el gusto al trabajo en el Congreso y a la política, desde donde comenzó a transitar a partir de sus conocimientos sobre seguridad.

Participó con entusiasmo en la primera aventura presidencial de Marco Enríquez-Ominami (2009) y ocupó varios cargos en el PRO, hasta su renuncia e incorporación al PPD en 2013. Desde entonces ha intentado en dos oportunidades ser diputado por su ciudad natal.

“Este gobierno está acercando a las policías con la ciudadanía”

Con una panorámica de La Moneda de fondo, Vergara recalca que en estos casi nueve meses, el gobierno ha dado señales certeras de que están enfrentado la crisis en seguridad desde una “lógica de Estado”.

Menciona el anuncio hecho por Boric hace unos meses en Arica, de crear una nueva política nacional de seguridad pública (la actual se hizo en el gobierno de Lagos), la decisión de la ministra Tohá de convocar a todas las fuerzas políticas a un compromiso nacional -que hoy se encuentra en pleno desarrollo- y los esfuerzos (que a continuación enumera) que están haciendo para volver a acercar a los carabineros con la ciudadanía.

30/11/2022 FOTOGRAFIAS A EDUARDO VERGARA, SUBSECRETARIO DE PREVENCION DEL DELITO FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

“Este gobierno está acercando a las policías con la gente, desde el proceso de reforma que está en marcha, con la redistribución, los patrullajes mixtos, el proyecto de Ministerio de Seguridad y la histórica inyección de recursos que habrá en 2023 con un aumento de un 4,4 % del presupuesto en seguridad recién aprobado por el Congreso.

¿Hay agua en la piscina para un pacto que vaya desde el PC a los Republicanos?

Creo que hoy como nunca antes en Chile están dadas las condiciones para un acuerdo nacional por la seguridad. ¿Implica generosidad de las partes? Sin duda, pero por sobre todo implica tener la capacidad política -lo que ha demostrado Tohá- para sentar a todas las voces a la mesa.

Es optimista.

Mi relación principal es con los municipios , y en los alcaldes de izquierda, de centro, derecha e independientes hay conciencia de que ahora es el momento de llegar a un acuerdo para dar respuesta a la primera preocupación que tienen hoy los chilenos. Esa misma certeza la he visto en mis conversaciones con diputados, senadores y gobernadores. El éxito de la estrategia de seguridad para el 2023 está directamente relacionada con el acuerdo.

Pero a diferencia de temas como la política exterior -donde hay una continuidad en el trabajo más allá de los gobiernos-, en materias de seguridad pública todos los gobiernos han actuado según sus convicciones políticas…

Ni las leyes anti, ni las promesas de mano dura, ni el populismo penal, ni las promesas de guerra a la delincuencia y el fin de la fiesta, que se vienen haciendo por décadas, lograron cambiar el panorama. Tampoco lo hicieron las acciones que se centraron meramente en las causas del por qué aumentaban los delitos y crecía el crimen organizado. Una de las determinaciones que tomamos como ministerio cuando llegamos al gobierno fue que las cosas que estaban funcionando bien las potenciaríamos, que con la seguridad no se juega y menos se hace borrón y cuenta nueva, porque las acciones no se miden en el día a día, ni de un año para otro. Tienen que tener sostenibilidad en el tiempo. Hay que dejar de apuntar con el dedo a los gobiernos anteriores y a nuestras instituciones y poner sobre la mesa la realidad y trabajar sobre ellas. Por ejemplo, recibimos el gobierno con un gran déficit automotriz en las policías del cual nos hemos tenido que hacer cargo. Pero este se produjo por distintas razones, entre ellas, porque durante la pandemia hubo muchos problemas para comprar vehículos.