Históricamente se ha dicho en la DC, frente a diversos momentos críticos, que la sangre no llega al río. Pues bien, capaz que en esta crisis la sangre sí llegue al río”, advierte el expresidente del partido Ignacio Walker (sep. 2010-abril 2015), quien esta semana se sumó a sus hermanos -Patricio y Matías- y renunció a la colectividad, incrementando una nueva fuga de figuras emblemáticas gatillada -esta vez- por las distintas posturas frente al plebiscito.
Los Walker pusieron fin a una histórica relación con el falangismo iniciada por sus padres a mediados del siglo pasado, sumándose al éxodo o a la desintegración de otros clanes, como los Aylwin, los Frei, los Zaldívar, los Rincón y los Martínez-Alvear.
Y es que cuando parecía que la DC lograba administrar el trance de ser un partido con distintas visiones frente al gobierno de Gabriel Boric, el proceso constituyente volvió a transformar al partido en un ring de boxeo o, mejor dicho, de todo vale.
Mientras la directiva liderada por el alcalde Felipe Delpín y la senadora Yasna Provoste se la jugó para que el partido respaldara el Apruebo, los senadores Ximena Rincón y Matías Walker -que abandonaron la DC hace un par de semanas para conformar el Partido Demócrata- lideraron el Rechazo junto al exconstituyente Fuad Chahin, a quien el Tribunal Supremo suspendió por 60 días por “contravenir la disciplina partidaria”.
Este hecho fue uno más que empujó una serie de renuncias producidas en las últimas semanas, entre ellas, la de los gobernadores Claudio Orrego (RM) y Patricio Vallespín (Los Lagos) y de los exministros René Cortázar, José Pablo Arellano y Alejandro Ferreiro.
Aunque no lo dicen abiertamente, según los renunciados, el ala de izquierda de la tienda vio en el plebiscito una inmejorable oportunidad para “sacar de una vez por todas” al sector más liberal, de centro y opositor al bloque Frente Amplio-PC, con el cual se han enfrentado en las últimas décadas.
Sostienen su tesis en un hecho indesmentible: la carta enviada a mediados de junio por nueve expresidentes del partido -encabezados por Eduardo Frei (dic. 1991-mayo 1993), pidiendo a la directiva que se decretara libertad de acción en el plebiscito, lo cual fue rechazado. “Los invitamos a combatir el miedo a debatir”, les respondió la mesa.
En medio de este clima contaminado y de una serie de dudas institucionales y denuncias de irregularidades, se reunió ayer en forma virtual la junta nacional, con el objetivo de frenar el desangramiento. La primera señal fue ratificar a Alberto Undurraga en la presidencia, que había dejado vacante Delpín tras su renuncia en septiembre.
“Soy creyente, pero ahora no espero un milagro. Lo único que pido y los convoco es a que pongamos nuevamente a la DC de pie con la mayor unidad posible”, dijo el diputado al abrir la instancia.
Pese a los esfuerzos del exministro de OO.PP. por encauzar la crisis, la tensión se mantuvo durante toda la junta que continúa hoy. Incluso un grupo de 70 dirigentes, entre ellos Chahin y los diputados Joanna Pérez y Jorge Saffirio, se restaron de la instancia argumentando “graves irregularidades”.
Un dato que revela la magnitud de la crisis en que se encuentra el partido fundado en 1957 por Bernardo Leighton y Eduardo Frei Montalva, entre otros, es que Undurraga es el noveno presidente de la DC en siete años. Los últimos tres elegidos por las bases -Jorge Pizarro (abril 2015-abril 2016, Chahin (junio 2018-mayo 2021) y Delpín (abril 2022- sept. 2022)- debieron dejar sus cargos en forma anticipada, dando paso a una serie de interinatos que no han logrado enmendar el rumbo del barco.
Pizarro dio un paso al costado al aparecer ligado al escándalo de financiamiento irregular de la política SQM, Chahin tras el fracaso en la elección de constituyentes, y el edil de La Granja, tras la derrota del Apruebo.
La pregunta del millón que hoy ronda en el mundo democratacristiano es si esta crisis posplebiscito y la actual fragmentación del centro político esta vez sí podría derrumbar a la DC.
Pese a los claros síntomas de descomposición nadie se atreve a decretar la muerte de la colectividad.
Saben que en sus 65 años de historia, la tienda ha sobrevivido a tres grandes quiebres: en 1969 un grupo formó el Mapu, en 1971 otra facción creó la Izquierda Cristiana y en 2007 Adolfo Zaldívar fundó el PRI.
Y sobrellevado descarnados enfrentamientos internos, como el de Patricio Aylwin y Gabriel Valdés en 1988 para convertirse en el líder de la transición, incluido el Carmengate; el de Adolfo Zaldívar versus Soledad Alvear en 2005 para competir con Michelle Bachelet, o el duelo presidencial protagonizado el año pasado por Rincón, quien había sido electa en primarias, y Provoste, quien finalmente fue la candidata.
Pero para Isabel Torres Dujisin, académica del Departamento de Ciencias Históricas de la U. de Chile, la gran hazaña de la DC fue haber revertido su imagen de un “partido golpista”, transformándose en la principal fuerza en la recuperación de la democracia en los 90. “Es Frei Montalva, con su discurso en agosto de 1980 en el Teatro Caupolicán, quien inicia el camino. Luego está el rol del partido en la Vicaría de la Solidaridad y la postura de Aylwin de pactar con los partidos de izquierda, salvo con el PC, lo que hace renacer a la DC”, dice la historiadora.
Pero sería justamente el coqueteo de sectores DC con la izquierda, versus los que han defendido el centrismo y la moderación, el fantasma que ha perseguido al partido en los últimos 30 años, hasta hoy.
El lento deshojamiento
Como un abedul en otoño, la DC se ha ido deshojando lentamente a través de desafiliaciones de militantes y de sus figuras.
La anterior estampida fue liderada -en enero de 2018- por Mariana Aylwin junto a un grupo de dirigentes del entonces movimiento Progresismo con Progreso (Clemente Pérez, Hugo Lavados y Álvaro Clarke, entre otros), que no fueron partidarios de respaldar la candidatura de Alejandro Guillier en segunda vuelta, como había definido la junta.
La tentación de arrimarse a la izquierda o mantenerse al centro, e incluso votar por Piñera, volvía a hacerse presente.
Meses después seguirían el mismo camino otros dos referentes: Soledad Alvear y su marido Gutenberg Martínez que, junto a Jorge Burgos, Sergio Micco, Andrés Jouannet y otros excamaradas, hoy son parte del partido Amarillos.
Mariana Aylwin no descarta que este fin de semana, una vez más, la DC logré capear el temporal, aunque lo ve más difícil: “Esta crisis es más grave que las anteriores, porque se han ido muchos dirigentes y se aprecia un clima demasiado roto en su interior”.
En la DC hasta la muerte
Con la misma certeza hablan los dirigentes que se mantendrán en la DC.
“Mi convicción es permanecer y colaborar activamente para enfrentar esta crisis. Lo peor que nos puede pasar es seguir como si no pasara nada, sin asumir lo que significa la dramática pérdida de militantes”, señala Carolina Goic, quien lideró una lista (opositora a la trenza que hoy existe entre Provoste, Carmen Frei y la secretaria general Cecilia Valdés) al nuevo consejo nacional
. “Hay que reconstruir una nueva institucionalidad y renovar las estructuras partidarias que están vencidas con la participación de todos los militantes”, agrega la exsenadora y ex presidenta de la DC, entre abril de 2016 y noviembre de 2017.
“Voy a intentar resistir hasta mi muerte si es posible”, señala otro exjefe del partido, Enrique Krauss (mayo 1997-mayo 1999), sobre su permanencia y, siguiendo su analogía, dice que su deseo es que sobre su féretro esté la bandera con la falange junto a la chilena. “Hay que tratar de salvar y fortalecer a la DC y a todos los partidos tradicionales, incluidos los de derecha”, agrega.
Andrés Zaldívar es otro de los líderes históricos que no piensan en abandonar el barco. Más aún si por estos días se encuentra terminando sus memorias, cuyo eje narrativo es su militancia en la DC. “Creo que los que se han ido se equivocan, porque las rectificaciones hay que hacerlas desde adentro y no de afuera”, señala el “chico” Zaldívar.
¿En qué momento se jodió la DC?
La célebre pregunta ¿en qué momento se jodió el Perú?, con que el protagonista (Zavalita) abre la novela Conversación en La Catedral, del Nobel peruano Mario Vargas, es una de las cuestiones que hoy rondan en la DC a la hora de analizar qué momento o episodio marcó el desplome de la otrora fuerza más poderosa del país tras la recuperación de la democracia.
Hay una diversidad de respuestas.
Un hecho objetivo es que en 2001, durante el gobierno de Lagos, la DC perdió su condición de principal partido de Chile.
En 2000, obtuvo el 21% de los votos en concejales; en 2012, el 13%, y en 2016, el 12%. Y, desde fines de los 90, todos sus candidatos presidenciales han fracasado.
La Nueva Mayoría -creada en 2013- continuó con el mismo problema: las diferentes visiones dentro del partido sobre cómo llevar las relaciones con el PC generaron nuevas divisiones.
Atrás quedaban los grupos que se habían disputado el poder en las últimas dos décadas en el partido y en los cargos del Estado: los “guatones” (centroderecha), “chascones” (centroizquierda), “príncipes” (profesionales jóvenes provenientes de familias con historia) y “colorines” (que lideró con mucha mística Adolfo Zaldívar) y freístas (escuderos del exmandatario), entre otros subgrupos.
Ahora nacía una división más tajante entre izquierda y derecha.
“A partir del primer gobierno de Bachelet, el partido comienza a ser ingobernable por la convivencia de dos fuerzas irreconciliables en su interior: una izquierda más bien testimonialista, y quienes defendían una posición de centro”, señala Genaro Arriagada, otro histórico que hoy mira desde fuera de la cancha.
Según la académica Torres Dujisin, el gran punto de inflexión se produce con el segundo triunfo presidencial de Piñera. “En 2017, mientras la centroderecha recoge una votación democratacristiana, la aparición del Frente Amplio le quita espacio por otro lado a la DC, que queda dando vueltas. No son socialdemócratas, no son liberales, tampoco reformistas, unos critican a la derecha y otros a la izquierda, y no son una alternativa de ideas de centro para los chilenos”.
El paupérrimo desempeño de Provoste en la primera vuelta presidencial de 2021, con un 11,6% de votos, volvió a ahondar el quiebre, ahora entre quienes apoyaron a Boric y se sumaron a su campaña, y los que se declararon anticipadamente opositores a su eventual gobierno. Tan surrealista fue a ratos el panorama, que días antes de la elección un grupo de exDC, entre quienes figuraban el exedil Sergio Puyol y el exdiputado Eduardo Díaz, llamó a votar por J. A. Kast.
Para Sergio Bitar (PPD), en cambio, la declinación está asociada al ocaso de la Concertación: “Mi interpretación es que la Concertación se acaba durante la ruptura de sus expartidos y sus exdirigentes entre el Apruebo y el Rechazo. El golpe mortal para la DC es el plebiscito”.
¿Brilla el sol?
Finalmente, Krauss advierte que la ausencia de nuevos referentes y la incapacidad de atraer jóvenes, como lo hizo la otrora fuerte JDC en los inicios de la transición, también son aspectos que llevan al desmembramiento.
Pero con el mismo estilo humorístico que caracterizó su trayectoria política, el exvicepresidente de Aylwin califica como “una bullanga” el surgimiento de partidos y movimientos que hoy buscan situarse en el centro. “Veo una competencia de quién da más, pero sin ninguna ideología ni pensamiento propio. Todos los partidos cuentan con sus himnos que en cierto modo resumen un poco el sentido y la pertenencia, el nuestro es Brilla el sol, creo que el de estas nacientes agrupaciones debería ser La banda está borracha, de Los Wawancó, porque al verlos y escucharlos pareciera que están todos curados”.
Está por verse si volverá a “brillar el sol” en la DC, como reza su himno.