Cuando el Presidente estadounidense, Donald Trump, llegó a la Casa Blanca en enero de 2017, el conflicto en Medio Oriente se encontraba entre sus puntos de interés y lo hizo notar casi de inmediato con una serie de medidas que inquietaron a la comunidad internacional y que ahora podrían tener consecuencias mayores si la administración de Benjamin Netanyahu -que acaba de estrenar un gobierno de unidad nacional con el principal líder opositor, Benjamin Gantz- concreta el plan que se presentará el 1 de julio de anexar el Valle del Jordán y los asentamientos, dejando a Cisjordania en pequeños territorios disgregados, prácticamente sin conexión entre sí. Esta situación y el deteriorado panorama económico han hecho crecer los temores de una nueva ola de violencia.
Una de las primeras medidas de Trump sobre este tema y que daba luces de cuál sería su política sobre el conflicto palestino-israelí, llegó en diciembre de 2017, cuando Estados Unidos reconoció a Jerusalén como la capital de Israel. Un acto simbólico que echaba por tierra cualquier posibilidad de reavivar el proceso de paz. Finalmente, pese a los reclamos de los países árabes y de la comunidad internacional, en mayo de 2018 la embajada estadounidense se trasladó a Jerusalén. La legación fue inaugurada en una ceremonia que contó con la presencia de Ivanka, la hija de Trump, que está casada con Jared Kushner, cercano al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y que asumió como enviado especial de la Casa Blanca para Medio Oriente. La embajada se encuentra en un moderno edificio, ubicado en lo alto de en una suerte de colina en la calle David Flusser, en la parte oeste de la ciudad, alejada del centro y fuertemente custodiada. En su entrada hay una placa con el nombre del mandatario republicano.
Luego, ese mismo año, el gobierno de Trump anunció el recorte de US$ 500 millones de ayuda para Gaza y Cisjordania. Ese monto fue destinado a otros proyectos, aunque no se especificó cuáles eran. Entonces, las organizaciones de ayuda reclamaron por esta medida, ya que indicaron que iba a empeorar la situación de los palestinos. Previo a esto, Washington congeló el envío de US$ 65 millones a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
Meses más tarde, en marzo de 2019, EE.UU. reconoció la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán -territorio capturado por Israel durante la guerra en 1967 y que fue anexado en 1981, un movimiento que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas declaró ilegal-, justo a dos semanas de que se realizaran las elecciones en el país, lo que fue interpretado como una acción muy favorable para la reelección de Netanyahu.
Finalmente, en enero de este año, Trump dio a conocer lo que llamó “el acuerdo del siglo”, un plan que con la grandilocuencia que lo caracteriza señaló que sería el “mejor y más grande acuerdo” que jamás se haya imaginado para alcanzar la paz. La propuesta ideada por Kushner establece a Jerusalén como la capital “indivisible” de Israel, mientras que Palestina tendría su capital en una zona de Jerusalén Oriental, ubicada fuera de la barrera de seguridad instalada por Israel. Asimismo, niega el derecho al retorno a los refugiados palestinos, y contempla la anexión del Valle del Jordán y de los asentamientos israelíes.
Es en este contexto y con esta base que Netanyahu debería presentar el 1 de julio su propuesta de anexión para que sea votada en el gabinete y en el Parlamento. El diario israelí Haaretz ha señalado que hasta ahora se desconocen los detalles específicos de lo que contempla este plan. Sin embargo, esto ya provocó el enojo de los palestinos y llevó a que el primer ministro, Mohammad Shtayyeh, advirtiera que la Autoridad Palestina declarará un Estado independiente si Israel lleva a cabo esa iniciativa.
A finales de mayo, el Presidente palestino, Mahmoud Abbas, ya había dicho que su gobierno dejaba de cumplir con “todos sus acuerdos con los gobiernos estadounidense e israelí”. A ello se suma que la Autoridad Palestina afirmó la semana pasada que trabaja en un nuevo procedimiento administrativo para entregar a su población documentos oficiales, sin tener que pasar por Israel, que hasta ahora validaba esos documentos.
Según los acuerdos de Oslo de 1993, la Autoridad Palestina entrega actas de estado civil a los cinco millones de habitantes de Cisjordania y de la Franja de Gaza, pero esos documentos deben ser convalidados por las autoridades israelíes. Entre esos documentos, por ejemplo, están los que permiten a los palestinos viajar al extranjero. Los palestinos deben presentar documentos de viaje aprobados por Israel para cruzar las fronteras de Cisjordania y el paso fronterizo entre Gaza y el territorio israelí, lo que, a su vez, les permite salir al extranjero.
Anexión y pandemia
Para el gobierno palestino la propuesta de Trump no es un acuerdo, ya que sostienen que no fueron invitados a negociar. Para ellos el único camino posible es mediante la solución de dos Estados en base a las fronteras de 1967, el retorno de los refugiados palestinos, el reconocimiento de Jerusalén Oriental como capital del Estado palestino y el fin de los asentamientos.
“El plan de Trump es básicamente todo lo que los israelíes querían. Lo que hay que entender de esto es que los israelíes obtienen todo lo que quieren y los palestinos quizás obtengan algo después de un número de condiciones que nunca serán capaces de cumplir. Cuando Bibi (Netanyahu) dice que van a aplicar la ley israelí en los asentamientos, eso significa anexión. Eso es lo que es una anexión”, explica a La Tercera Frank Lowenstein, quien se desempeñó como enviado especial para las negociaciones entre israelíes y palestinos del gobierno de Barack Obama.
“Los palestinos tienen la posibilidad de tener negociaciones, de tener alguna versión de Estado, siempre y cuando ellos desarmen a Hamas, lo que para ellos es imposible de hacer. Israel tampoco puede hacerlo. Los palestinos sin un Ejército, claramente no pueden hacerlo. Si uno lee la letra chica del mapa que enviaron, dice que Palestina tendría su capital fuera de la barrera de separación. Es todo lo que cualquiera alguna vez podría considerar como parte de Jerusalén. Si uno habla de la parte este de la barrera de separación es absurdo, eso no es Jerusalén Oriental”, añadió.
Para Samuel Feldberg, profesor de la Universidad de Tel Aviv, las relaciones entre israelíes y palestinos ya estaban deterioradas mucho antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca. “Hace mucho que no existe un movimiento político y sigue funcionando muy bien la cooperación de seguridad, de la que el gobierno de la Autoridad Palestina depende mucho más que Israel. El plan del siglo suena muy negativo hacia los palestinos, pero ha sido rechazado también por los colonos israelíes, porque propone la creación de un Estado palestino”, señaló en conversación con La Tercera.
Este panorama de planes de anexión israelíes, sumado a las dificultades económicas de los palestinos -y ahora al ingrediente del coronavirus-, han preocupado a los funcionarios israelíes, dice el diario Haaretz, que piensan que esto puede ser una “mezcla explosiva”. “Un brote de protestas podría pronto extenderse en la región, teniendo como blanco las fuerzas israelíes y socavado la estabilidad del Presidente Abbas”, indicó el periódico, citando comentarios de funcionarios israelíes a políticos.
La pandemia del coronavirus es un punto de preocupación, porque dañaría aún más las finanzas de los palestinos. El diario Haaretz estima que Israel retiene a la Autoridad Palestina US$ 203 millones en impuestos. Israel ha congelado parte de estos montos en respuesta a las ayudas pagadas a las familias de palestinos encarcelados o muertos tras haber cometido atentados.
Así, los funcionarios señalaron que en el último tiempo los palestinos solo han protestado por temas económicos y que evitaron la violencia cuando se trasladó la embajada de Estados Unidos a Jerusalén y también cuando estallaron las protestas en la frontera con Gaza. Sin embargo, varios analistas temen que la posible anexión israelí podría gatillar una tercera Intifada (levantamiento). “Una anexión más amplia podría llevar a una ola de violencia. Esto conlleva el gran riesgo de que Hamas se fortalezca en Cisjordania”, indicó Feldberg.
“No tengo miedo de lo que vaya a ocurrir. La situación económica se está deteriorando y es porque Israel está reteniendo el dinero que le debe a la ANP producto de los impuestos. Llevamos meses en esta situación. Eso hace que la economía retroceda, porque no hay sueldos, no hay consumo. Nunca he pensado en irme de Palestina. No es tiempo de irse, ahora hay que volver”, dice Ahmed, un vendedor de café en Ramala.