La última vez fue hace ocho años, y como referencia para la senatorial de noviembre no sirve de nada. Bajo el extinto sistema binominal -sus defensores decían que daba “estabilidad”-, los partidos tradicionales aseguraban escaños compitiendo dentro de sus coaliciones en dos mitades de la capital y esos antiguos bloques se los terminaban repartiendo. No existía el Frente Amplio ni otras fuerzas, Chile no había estallado ni despertado, no había virus y la Constitución era intocable.
El 2013 corrieron 8 nombres por Santiago Poniente y 10 por la Poniente; quedaron dos y dos (1 PPD, 1 PS, 2 RN). Todo era más seguro, predecible. Ahora, por primera vez desde 1990 sin el binominal y bajo el sistema proporcional ideado por el belga Victor D’Hondt (1841-1901) y la nueva realidad, 30 o más postulantes de partidos de todas las tallas e independientes podrían terminar batallando por la circunscripción más poblada del país, sin orientes ni ponientes. Sobrevivirán cinco.
Con el zangoloteo político, sorpresas elección tras elección y la Convención marchando, en los ocho días que restan para cerrar las inscripciones parlamentarias otra vez puede pasar de todo con el sube y baja de aspirantes. Los de un bando tratan de averiguar a quiénes llevarán los otros para sacar cuentas. Dentro las mesas negociadoras de algunos pactos reportan pokeristas que blufean con que “tengo un nombre”.
Bajo el nuevo mapa y reglas está lioso predecir resultados. Las encuestas no garantizan nada (¿recuerdan eso de “el candidato mejor posicionado”?), pero algunos partidos y pretendientes igual las siguen encargando para decidir nombres. Varios -casos críticos son la UDI, el PPD y el PS, entre otros- todavía no pueden completar nóminas con postulantes fuertes que acumulen votos y no sean mero relleno.
Un pacto entre partidos debe inscribir listas de hasta seis nombres y cada una necesita alcanzar cerca del 16% de los votos (ver infografía) para asegurar un senador o senadora; con el doble, dos. Al morir la noche del lunes 23 sabremos cuántas se matricularán con qué candidatos a senador para La Metro. Al menos serían cinco.
Unidad Constituyente (PS, PPD, DC, PR, PRO, Nuevo Trato, Ciudadanos) todavía no cierra nombres y cupos exactos. Una tesis es que cada uno lleve uno hasta completar los seis, pero están muy cortos, y los partidos que defienden los curules que dejan Guido Girardi y Carlos Montes ya casi vacían los bolsillos buscando, como ya veremos.
En Chile Vamos (RN, UDI, Evópoli, PRI), los incumbentes Manuel José Ossandón y Marcela Sabat -nominada por RN cuando Andrés Allamand por fin llegó a la Cancillería- van, pero los otros cuatro cupos aún no tienen dueños. La UDI fue desalojada el 2013 de la plaza que les legara Jaime Guzmán y volver no está fácil.
Los dos bloques que se llevaron los cuatro escaños el 2013 tienen harto flanco. Por la derecha va el Frente Social Cristiano, pacto entre los Republicanos de José Antonio Kast y el Partido Social Cristiano; hasta ahora suena Rojo Edwards y la gente del ex UDI quería pactar con su excasa para meterse solamente en su lista de senadores. Pero los gremialistas dicen que -tras consultas suyas y de RN al Servel- legalmente no se puede. El cuartel general de Sebastián Sichel dice que eso no va a ocurrir.
Por la izquierda y otros lados hay un bosque. En Apruebo Dignidad, de Chile Digno se descolgó el Partido Igualdad, que va con el Partido Humanista en una lista aparte, la anti Gabriel Boric, y la duda es si Pamela Jiles (o bien Pablo Maltés, dicen en el PH) se anota o no en la papeleta senatorial. Ya volveremos a eso.
La otra lista, la del grueso de Apruebo Dignidad, debiese ser la del PC con los partidos del Frente Amplio (RD, CS, Comunes, Unir) y el FRVS; en los dos últimos dicen que ya negocian detalles con ellos. El FA de Boric llevará a Karina Oliva y piden tres cupos de seis, pero en RD están liados entre Miguel Crispi y otros nombres. Los Regionalistas Verdes quieren ir con Flavia Torrealba (esposa de su presidente, Jaime Mulet) y de los comunistas -que ayer tuvieron su comité central- se habla de su líder, Guillermo Teillier, pero eso sigue nebuloso.
Camila Vallejo (33), Giorgio Jackson (34) y otros no pueden. Esto es solo para gente de 35 para arriba.
Una quinta lista sería la del Partido Ecologista, donde pese a haber llegado terceros en la Gobernación con Nathalie Joignant (391.276 votos) no la llevan de candidata a senadora -ni diputada-, sino que llevarían a Fernando Neira, que salió cuarto de seis (10.717) en la Municipal de Santiago.
Se supone que una sexta la anotaría el polémico Partido de la Gente, que pretende ir a la presidencial con Franco Parisi (vive en Estados Unidos), pero vaya a saber uno cómo termina ese lío con Gino Lorenzini. Han dicho que llevarán candidatos.
Unión Patriótica (UPA, casa del PC-Acción Proletaria) suele no perderse elección y ahora que van a meterse de nuevo a la pelea por la tricolor con Eduardo Artés, el resto de las fuerzas cree que podría inscribir una séptima. Con 7 listas a tope serían 42 candidaturas.
Servel sigue registrando en su web como “partido en formación” a Centro Unido, al que Cristián Contreras (Dr. File, a quien han pifiado porque no le gusta y predica no usar mascarilla) dio por legalizado. Habrá que ver si alcanzan a participar.
Hay cinco independientes que juntan vía Servel y notarías las 13.686 firmas para poder inscribirse. Fabiola Campillai está a 2 mil, con el apoyo de la revuelta Lista del Pueblo. Si va fuera de pacto (la LdP condena alianzas con partidos), para elegirse tiene que alcanzar por sí misma, sin que nadie más le sume, el barrio del 16%.
Podría conseguirlo (la LdP sacó un % parecido en constituyentes) y mejores chances tendría yendo en un pacto, pero en el PH dicen que “ninguna posibilidad”. La víctima icónica del estallido es una amenaza para Jiles -quien aún no decide- y para todo lo que esté de Apruebo Dignidad hacia la izquierda, zona que horquilla a los restos de la ex Concertación.
“No”, ¿es no?
Volvamos al drama de la UC. El PRO pidió un cupo para el senador Alejandro Guillier, el nuevo aliado de Marco Enríquez-Ominami que dejaría así Antofagasta, donde la cosa está en brasas. Nuevo Trato (Partido Liberal y ex RDés) quiere el suyo pero no está claro si se anotará el diputado Pablo Vidal u otro. Si fuera así, quedan cuatro.
La DC marcó a Eugenio Ortega Frei, pero el nombre no convence y algunos narran que se inquirió a la senadora Carolina Goic (que no va de nuevo por Magallanes), con un no de vuelta. Y a Alberto Undurraga, que perdió la senatorial el 2013; también rehusó. Él va a defender el escaño que deja en el Distrito 8 (Maipú, Pudahuel, Estación Central y otras comunas) Gabriel Silber -único diputado del partido en la RM- para luchar por el Senado en el Biobío.
El PS tiene un problemón. Habían anotado a Maya Fernández, pero la diputada y nieta de Salvador Allende que apoyó a frenteamplistas y comunistas en mayo, o habría declinado o estaría dudosa. Muy dispuesto está el diputado Leonardo Soto, pero en la cúpula no se conforman y siguen buscando. Han intentado convencer al doctor Sebastián Ugarte, quien gracias a ellos llamó a votar por Claudio Orrego y que ya había rechazado ofertas hasta de derecha para esa gobernación. Pero sacarle un sí para el Senado “está muy difícil”, confiesan.
A los socialistas les pasa lo mismo que al resto: sus objetivos son reacios a ir a una campaña cara (en el PPD algunos calculan al ojo $ 500 millones por lo bajo, otros mucho más) y hostil, con el lastre de la etiqueta partidaria de los mismos de siempre. Y el muy extendido temor que el próximo Senado no dure 8 años, sino que 4, 3 o 2 si la nueva Constitución deja un Congreso unicameral. “De cada cinco, tres lo dicen”, cuentan.
¿Paula Narváez? “Ni siquiera permite que le toquen el tema”, cuenta su gente.
Al final completarán la lista; otra cosa es con quién. Misma aflicción en el PPD, donde se confiesan “desesperados”. Francisco Vidal avisó el viernes 6 que se baja porque -dice- el colmo fue “la conducta de mi partido de no cumplir su compromiso con Narváez” luego de que algunos parlamentarios se cuadraran con Yasna Provoste. Heraldo Muñoz ha dicho que no y dudan que lo haga recapacitar una carta que movió la semana pasada Víctor Barrueto para pedírselo, con decenas de firmantes.
Una de ellas es la exministra Helia Molina, a quien también le ofrecieron ir al Senado y a defender el cupo que tiene que dejar Cristina Girardi en el Distrito 9 (Conchalí, Renca, Cerro Navia, Recoleta y otras). No ha decidido, dicen unos; otros, que ya declinó. Tucapel Jiménez está que se aburre de responder que no y asume cerrada su era parlamentaria. Y varios dirigentes PPD tratan de persuadir a la nueva presidenta Natalia Piergentili, que se resiste.
Van a tener que inscribir a alguien sea o no potente. Si no -y esto les pasa a todos-, pierden el anticipo fiscal que el Servel paga a los partidos que lleven candidatos, que es mayor si el 2013 postularon en la RM, hayan ganado o no. Por los 360.949 votos que sacó Girardi, calculan, les tocarían unos $ 180 millones. Si quedan fuera de la plantilla, además se castigan para la próxima vuelta.
La UDI padece algo similar. Su candidata ideal era Marcela Cubillos, pero se fue a una Convención donde no influye, con el sector arrinconado lejos de ese tercio que nunca llegó. Y el partido erró -creen muchos- al confiar en que ganaba Joaquín Lavín la primaria y llevaban a Sichel a la RM.
Jorge Alessandri aún no decide porque no hallan una dupla que asegure al partido; Chile Vamos tendría que inscribir dos UDI, dos RN y dos Evópoli. De lo contrario se bajará y repostulará a diputado. Volvieron a insistirle a Jaime Mañalich la semana pasada y les volvió a decir que no. Ni la secretaria general María José Hoffmann ni Macaya (no pueden repetir de diputados) marcan lo suficiente. El jefe UDI tiene un lío aparte si es que peligra a manos de su rival interno Ramón Barros en la senatorial de la VI.
Algunos hasta han pensado en traer a Ena von Baer desde Los Ríos ante la supuesta amenaza de la excandidata a gobernadora RN María José Gatica (que aún no decide a qué Cámara postular). Pero a la senadora -que no es de la facción de Macaya- no se lo han planteado. No aceptaría: echó raíces allá y prefiere defender su escaño.
Estela Lavín León, hija mayor del vencido, podría ser. La están midiendo y sus números se sabrían el miércoles, dice una versión. El comando presidencial comenta que el cuadro UDI “es un desastre”, pero ellos dicen que miran más nombres.
Los dos restantes tendrían que salir de Evópoli y están encuestando a Francisco Undurraga; Luciano Cruz-Coke está con pie y medio en Ñuble. Si se lanza al Senado, el diputado tiene que fichar una dupla y a alguien que conserve su escaño en el D11 -sería la secretaria general Luz Poblete-, donde sacó primera mayoría el 2017. Pero si no, la plantilla sería de 3 RN y 3 UDI: la gente de Macaya dice que no estarían afligidos si no fuera por el éxodo de Cruz-Coke.
Por encima de los dramas de cada partido en la RM y aunque el sector teme elegir acá solo 1 ó 2 de los 5 escaños, el anillo de Sichel lee que la derecha no arriesga demasiado en esta senatorial. Tendrían que quedarse con al menos 5 de los 27 que se eligen en noviembre para que -sumados a los 12 que tienen en las circunscripciones en que no toca elección- lleguen a 17 y con eso impidan una mayoría de dos tercios (el Senado sube de 43 a 50 integrantes) que legisle más poder para la Convención.
Es lo que más les importa.
*Este artículo se actualizó a las 13:40 del domingo 15 de julio de 2021.