A Víctor Pulgar no le gustaba trabajar los sábados. Menos aún temprano, como le tocó el 18 de junio de 2016, cuando salió manejando su micro 192 con destino a El Melón, desde la garita de la empresa limachina Comercial Guerra a las 7:06. A esa hora era poca la plata que se ganaba, porque no había mucha gente en las calles. Quizás algunos trabajadores, quizás mujeres que venían regresando a sus casas después de la fiesta. Víctor Pulgar, de 37 años entonces, veía en esas pasajeras una oportunidad.
Eran, como declaró el 1 de octubre de 2019, “mujeres que venían de carretes o mujeres que se amanecían en la calle. Estas ultimas son mujeres que andan de un lado para otro durante la noche, hasta que les da el amanecer. Así fui conociendo varias mujeres, no recuerdo cuántas, con las cuales llegué a tener relaciones sexuales”.
“Me comentaban que andaban mareadas o me pedían que las llevara. De esta forma se generaba confianza y terminaba en una relación sexual” agregó Pulgar después.
A veces el chofer pagaba: nunca más de 8 mil ó 10 mil pesos. Tampoco iba a moteles, porque le gustaba aprovechar el espacio del bus. A lo largo de su ruta decía tener sus rincones favoritos para estacionar la micro cuando esto pasaba y, además, se lee en su testimonio judicial, no le gustaba usar condón: “En cuanto a la relación sexual, no eran muy largas por la adrenalina (…) Quiero señalar que yo mantenía siempre el deseo sexual, pero no generaba las condiciones de los encuentros. Más bien aprovechaba las circunstancias que se daban”.
A las 7.40 de ese sábado, en el paradero 7 de su recorrido, se subió Nicole Saavedra: una estudiante de 23 años que quería regresar a su casa.
“Ella estaba bajo la influencia del alcohol, venía de un carrete”, agregó Pulgar el 29 de octubre de 2021. Ese día, durante su juicio, el chofer dijo que Saavedra intentó pagar con pasaje escolar. Y que eso le dio risa, por la hora. Entonces empezó a molestarla. Cuando estaban por llegar a La Calera el bus quedó vacío y sólo estaban los dos. Mientras hablaban, Saavedra le dijo que no le gustaban los hombres, que era lesbiana. Ahí fue cuando Pulgar se aprovechó del estado de ebriedad de su pasajera y empezó a preguntarle que cómo le podían gustar las mujeres, si nunca había estado con un hombre. Ella le dijo que pararan, porque se sentía mal. Pero Pulgar, según su relato, siguió con la idea.
“¿Cómo vas a saber quién tiene la razón, si no has probado con un hombre?”
Nicole Saavedra, según Pulgar, cedió. Tuvieron relaciones sexuales dentro del bus. Cuando terminaron, dijo el chofer en el juicio, ella le comentó que no sentía nada. Que le seguían gustando las mujeres y eso no iba a cambiar. El le respondió que ya no podía llevarla al Melón, porque lo multarían por el atraso. Así que la dejó en La Calera y él regresó por la carretera.
Los cuadernos de Comercial Guerra que registró la PDI, muestran que ese 18 de junio Víctor Pulgar regresó a la garita a las 16:49: casi nueve horas después de haber salido. Durante los días que siguieron hasta el 24 de junio, las antenas muestran que su celular se movió entre Limache y Villa Alemana. De Nicole Saavedra, en cambio, no se volvió a saber.
—Amigos de ella le mandaban mensajes a su teléfono por Facebook y WhatsApp. Le preguntaban qué le había pasado, porque estaban todos preocupados. La persona que tenía su celular vio esos mensajes, porque a sus amigos los mensajes les salían como vistos —indica Silvana del Valle, abogada de la familia de Nicole.
El 25 de junio, a las 10:45, apareció en un descampado. Estaba en el Lote 7 del sector Los Laureles de Limache, sin vida. El dueño de ese terreno la encontró con el rostro golpeado, sus manos atadas con cordones y las zapatillas separadas del cuerpo. Durante su autopsia los médicos detectaron 1.96 grados de alcohol en la sangre, su estómago vacío, que la habían estrangulado y una data de muerte de unas 30 horas. Por la coloración del pasto donde yacía podía decirse que Saavedra no había fallecido ahí, sino que alguien la fue a dejar.
Eso no era todo: Nicole Saavedra también había sido violada.
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La vida de Víctor Pulgar Vidal no es común, incluso desde sus inicios. Cuando nació, durante 1979 en Concepción, fue reconocido legalmente por sus abuelos, Víctor Pulgar Pulgar y Orfilia Vidal, y no por sus progenitores. Entonces sus padres y tíos, también eran sus hermanos y, por lo mismo, sus primas también eran sus sobrinas. Ni él ni ningún miembro de su familia quiso participar de este reportaje.
Luego de educarse en Hualpén, se fue a Limache. Trabajaba conduciendo camiones de día y pasaba por los Teletrak en la tarde. Tenía una pareja y un hijo con ella, nacido en enero de 2001. Cuando el niño cumplió 6 años, Pulgar se separó de esta pareja. Su trabajo muchas veces lo llevaba al norte. Ahí, en Illapel, el 6 de marzo de 2009, está el primer registro de él en los tribunales: le robó un bolso a una persona, y la golpeó, luego de estar escondido detrás de unos arbustos. Lo condenaron a una pena remitida.
En 2014 comenzó una relación sentimental con su sobrina/prima, Gicella Pulgar. Al año se fue a vivir con ella y su hija, al condominio Brisas del Norte de Limache. Ella trabajaba en un supermercado de Valparaíso, era la principal sostenedora del hogar. Cuando la llamaron a declarar, Gicella dijo que su familia materna se negaba su relación con Víctor. Rechazaban que fuesen parientes. Por lo mismo, tenían pocos amigos. Quien sí la aceptaba era su prima, Karen Pulgar. Ella vivía con su pareja en Quilpué. El 2015 ellos le vendieron un auto a Víctor y, cuando tenían que ir a cobrar las cuotas, los iban a visitar a Limache.
“En una de esas ocasiones que le fui a cobrar, cerca de septiembre de 2016, le comento que mantenía malo mi equipo celular. El me señala que se había encontrado en la micro un celular, ya que en esa época Víctor trabajaba como chofer de una micro en Limache. Me lo vendió en 25 mil pesos (…) Era un equipo de color negro marca LG, el cual estaba pagado. Lo prendí y no tenia nada de información. No tenía números, fotos, nada. Estaba como nuevo”, declaró Karen Pulgar.
Ese era el celular de Nicole Saavedra.
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Víctor Pulgar siguió trabajando la micro 192. El 9 de diciembre de 2016, alrededor de las 18.45, una niña de 12 años y estudiante del Colegio El Melón, de la comuna de Nogales, se subió a su bus para llegar a su casa.
“Cuando llevaba como 10 minutos en la micro, el chofer paró frente al colegio que está cerca de los carabineros de Nogales y se fue a mi asiento (...) Me dijo que me ofrecía dinero si es que lo empezaba a masturbar. A lo cual yo le decía repetidamente que no. El me empezó a pedir por favor que lo masturbara y me tomó de la polera y empezó a levantármela. Yo le pedía que me dejara, pero él no me hacía caso. Después me me empezó a sacar los cordones de los zapatos. Yo traté de arrancar, pero el me dijo ‘no me hagai que te pegue’. En un momento yo intenté zafarme de él, pero me tomó por el cuello y me intentó sofocar. Después me soltó y me amarró ambas manos con mis cordones, mientras yo estaba sentada en el asiento del bus. Después empezó a decirme que por favor lo hiciera y me decía que no me iba a dejar tranquila hasta que lo masturbara”, declaró esa menor.
Victor Pulgar se bajó los pantalones y obligó a la niña a hacerle sexo oral.
“Yo lloraba y le pedía que parara. Pero él no se detenía. Me amenazaba, me decía que si es que no paraba de llorar, me iba a pegar. Después se subió el pantalón, sacó mi mochila, tomó mis cuadernos donde estaba mi dirección y le sacó una foto. Luego me dijo que si yo le decía a alguien, me iba a ir a buscar. Me toqueteó el pantalón y ahí creo que me metió 10 mil pesos, porque cuando me revisé después tenía esa plata”.
Cuando terminó, Pulgar desamarró a la niña y la soltó en La Calera. Esa misma tarde la menor lo denunció en carabineros.
El problema fue que nadie en la familia de Pulgar le creyó a esa niña.
“Primero lo detuvieron, pasó a una audiencia y le dijeron que tenía que estar en la cárcel. Se contrató un abogado, apeló y lo dejaron con reclusión total en la casa como cuatro meses. Después el abogado hizo su intervención y él volvió a hacer su vida normal”, declaró Gicella Pulgar, repasando las medidas cautelares que enfrentó su pareja.
Esa no fue la única vez que lo defendió. En 2018 una hermanastra de Gicella, de 12 años, denunció a Víctor Pulgar por violación y abuso sexual reiterado, cometidos entre 2012 y 2014. Cuando se enteró de la acusación, en abril de ese año, Víctor Pulgar fue a esconderse al sur. Regresó el 21 de septiembre a visitar a Gicella para su cumpleaños. Cuando lo vieron, los conserjes de su condominio, que estaban advertidos, llamaron a la PDI. Dos patrullas llegaron a detenerlo. Terminó en la cárcel de Limache, cumpliendo prisión preventiva.
Su juicio, por supuesto, reunió a toda su familia. La mañana del 29 de junio de 2019, Karen Pulgar llamó a su madre desde el teléfono que le había comprado a su primo. Le dijo que se viniera para el tribunal y le explicó que la denunciante contó que “le tenía terror al Víctor”.
Dos días después, usando el mismo teléfono, Karen Pulgar llamó a otra persona. Quería saber si a Víctor Pulgar lo habían declarado culpable de la violación de la hermanastra de Gicella.
Ella no lo sabía, pero la PDI la estaba escuchando.
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César Astudillo era el cuarto fiscal que tomaba la causa de Nicole Saavedra. Hasta 2019, ninguno de sus predecesores había logrado avanzar demasiado. Astudillo, revisando la carpeta, tenía su propia tesis para esos pasos en falso:
—Se siguieron distintas pistas, todas aportadas desde el entorno familiar de la víctima, y siempre sobre la base de buscar un agresor sexual que estuviera motivado por la orientación sexual lesbiana de la víctima.
Por lo mismo, el fiscal tomó otro camino: buscar el celular de Nicole a través del IMEI: el código que identifica a cada celular. Así llegaron al teléfono que usaba Karen Pulgar y a la llamada en la que decía que alguien de su familia, de nombre Víctor, estaba acusado de violación en Quillota.
La PDI no se demoró demasiado en descubrir que se trataba de Víctor Pulgar Vidal.
César Astudillo fue a ver las causas judiciales en las que estaba imputado. Vio que, además de la denuncia de la hermanastra de su pareja, estaba el relato de la niña de 12 años que había sido atacada en la micro. Las similitudes eran evidentes. El mismo recorrido que tomaba Nicole, las manos atadas con cordones y el estrangulamiento del cuello: Víctor Pulgar podía ser el asesino.
Los detectives fueron hasta la casa de Karen Pulgar y se llevaron el teléfono que antes había sido de Nicole Saavedra. Ella ya no lo usaba, estaba guardado en un mueble.
El 12 de agosto de 2019 los mismos detectives fueron a a la cárcel de Limache a sacarle una muestra de ADN bucal al chofer, para ver si coincidía con el que encontraron en Saavedra. Tuvieron la respuesta diez días más tarde: era el de Pulgar Vidal.
Una semana antes ya lo habían condenado a 10 años y un día en la causa donde la hermanastra de Gicella lo había denunciado. Y el 27 de noviembre, sumó 8 años más por la denuncia de la pasajera de 12 años.
La perito criminológica de la PDI que realizó un perfil a Pulgar basado en el caso de Saavedra, anotó lo siguiente: “las características del delito dan cuenta de autoestima pobre, así como predominio de elementos ansiosos en la personalidad”.
—Este fue un delito motivado por deseos de dominación y poder. Esas son las características de los sicópatas sexuales. Lo que más les satisface, ademas del deseo sexual, es tener sometida a la víctima —asegura el fiscal Astudillo.
Por este caso, Víctor Pulgar fue formalizado el 6 de enero de 2020. En esa audiencia, el fiscal narró cómo el chofer habría azotado la cabeza de su víctima mientras ella estaba ebria, cómo le amarró las manos con sus cordones y cómo le habría fracturado el hueso hioides del cuello con sus manos, mientras la violaba.
Tanto Pulgar como Patricio Jimenez, su defensor público, siempre sostuvieron su inocencia. En su alegato de clausura, Jimenez dijo que la fiscalía no había sido capaz de probar dónde Pulgar habría retenido a Saavedra entre el 18 y el 24 de junio de 2016. Porque durante durante esos seis días siempre llegó a la casa: “¿Una persona que comete tan atroz crimen, mantiene la rutina común diaria?”, preguntó Jiménez.
La sentencia se leyó el 29 de octubre de 2021: lo condenaron a presidio perpetuo calificado, que deberá cumplir en la cárcel de Valparaíso. A esas alturas, ni Gicella creía en él. Para su último cumpleaños, de hecho, Víctor Pulgar le mandó un mensaje de Whatsapp.
Ella le respondió que estaba con alguien más. También le dijo otra cosa: que ya no quería saber más de él.