Primero fue el sonido de la camioneta acelerando a fondo. Luego vinieron los gritos, el golpe y después todo quedó en silencio. Esa es parte de la secuencia que recuerda la mayor de Carabineros Carolina González, sobre lo ocurrido la tarde del 3 de noviembre de 2019. Un día, dice, que lo cambió todo en su vida.
Con 23 años de servicio, la mayor González recorrió distintas unidades de Carabineros: 10 años en Tránsito, un paso por Viña del Mar, otros tantos años en Fuerzas Especiales e, incluso, viajó en misión de paz al extranjero. Su experiencia en la calle -o en tareas operativas, como lo llaman en la institución- la había preparado para hechos de violencia aislados, pero no para un ataque como el que la afectó durante el estallido social del año pasado.
Nunca habíamos visto ese grado de violencia tan constante. Yo creo que a todos, no solamente a los carabineros, sino al resto, ver todo lo que pasó nos dejó impávidos
La oficial detalla las consecuencias de la agresión: una sordera del lado izquierdo, algunos medicamentos permanentes para no dañar su oído derecho y otros para superar las crisis de pánico. También aborda el temor que sintió su familia y su actual rol en Carabineros, lejos de las calles, que hoy la mantiene al frente de la sección de docencia del personal que realiza tareas de control de orden público a nivel nacional, una de las áreas estratégicas de la policía, ante el incremento de manifestaciones e incidentes, desde abril a la fecha.
¿Qué ocurrió esa tarde del 3 de noviembre de 2019 en el centro de Santiago?
Coincidió que a una taxista se le reventó un neumático producto de un ‘miguelito’ que estaba en el lugar, por lo que me acerqué a ver qué le había pasado. Logramos orillarla un poco. Cuando pasó esto, pasa una camioneta blanca y desde el pick-up de la camioneta una persona me lanza una piedra bastante grande, diciéndome que ojalá me muera, en términos un poco más coloquiales. Esta piedra me llega directamente en el casco (…) y me bota el suelo. Tratamos de dar con la camioneta, no pudimos.
¿Qué sintió en ese momento?
Llegó una ambulancia. Yo hasta ese momento lo único que sentía era un pito y la sordera. Después me llevaron al hospital pensando siempre que no había sido algo tan fuerte, y llamaron a la especialista, a la otorrino. Ella me dio la noticia de que tengo que quedarme hospitalizada porque mi lesión es grave. Ahí, en ese momento, mi preocupación era que mi gente había quedado sola, que mis carabineros estaban solos, sin su jefe, sin su líder en ese momento. Y yo le dije no, que voy a volver, y ella me dijo que no podía. Estuve hospitalizada tres semanas, empezó a afectarme cada vez más, perdía el equilibrio. Finalmente me lesioné el oído medio y me disloqué la articulación de la mandíbula, también producto del piedrazo. Me intervinieron tres veces el oído y tratando de salvarme la audición. Finalmente terminé con una sordera permanente en mi oído izquierdo. Una hipoacusia profunda, era el diagnóstico médico.
Quizá en ese momento no dimensioné la gravedad, porque no era la primera piedra que había recibido. Pero el diagnóstico fue tan fuerte, que ya pude ver que iba a quedar sorda.
¿Qué pasó por su cabeza después de escuchar el diagnóstico médico?
Uno ha estado lesionado en otras oportunidades y cuando el diagnóstico es tan fuerte, yo creo que ninguna persona está preparada emocionalmente para recibirlo así, a secas. Pero también me sirvió para darme cuenta de la realidad que vivía mi familia. Mi hijo mayor en una oportunidad me dijo que prefería que yo estuviera en el hospital, a que estuviera exponiéndome en la calle. Uno se preocupa de muchas cosas, pero el darse cuenta de que nuestra familia tiene miedo de que nos pase algo... O sea, en ese momento mi hijo tenía miedo de que me pudieran haber matado. También fue complejo. Y quizá si no hubiese pasado esto no me hubiese dado cuenta de lo mucho que ellos temen.
Al principio uno lo toma con resiliencia. Después viene un proceso triste, pero afortunadamente no fue un proceso solitario, fue un proceso acompañado de mi familia, acompañado de mi mando, que en ningún momento me dejó sola, y también acompañado de mis subalternos, lo que fue tremendamente importante: me fueron a ver al hospital, me llamaban, me whatsapeaban. Y sentí la obligación de pararme y seguir.
¿Con qué secuelas quedó después de este hecho?
Fue un proceso bastante largo, de muchos meses. Me reincorporé hace poco al trabajo. Sigo con la misma rehabilitación. Hoy en día tengo que usar un audífono, que debido a la pandemia no lo he podido (comprar). Ahora ya está en trámite de fabricación, pero no lo he podido realizar porque, justamente, estaban cerrando los lugares donde tenía que comprarlo. Y pasé de ser una persona que no tomaba más que una vitamina C, a tomar pastillas para todo. Actualmente me tomo unas 10 pastillas diarias, entre pastillas para el vértigo, vitaminas para no dañar el otro oído que tengo bueno, algún otro tipo de pastilla para la ansiedad, porque no solamente hubo problemas auditivos, sino también me empezaron a dar crisis de pánico, cosa que nunca había vivido. Hoy en día, como digo, mis ganas de volver a estar 100% con mi gente me han llevado a ser una paciente sumamente obediente, y en eso estoy todavía.
Usted mencionaba que no era la primera vez que recibía una agresión en la calle…
A lo largo de mi carrera sería impensado contar todos los moretones que he recibido en diferentes actuaciones, no solamente en Fuerzas Especiales. El carabinero que hace servicio en la población está expuesto siempre a algún tipo de lesión, y no solamente lesiones físicas, sino también lesiones emocionales. Porque a nosotros los carabineros también nos duele cuando nos agreden emocionalmente. Lo que pasa es que nosotros tenemos sobreponernos porque tenemos ser el roble de la ciudadanía, pero también nos afecta. Una vez en Tránsito me llegó un piedrazo también de frente, me rompieron la quijada, andando en moto. Eso no es habitual. No debiera ser habitual. Pero uno está preparado para eso. Yo creo que lo que más nos afecta son las lesiones emocionales, pero tenemos la fortaleza. Yo no sé de dónde la sacamos, a veces.
Somos muy especiales los carabineros, porque cuando pasan este tipo de cosas, sacamos una fuerza interna entre nosotros y nos unimos. Es increíble. Por eso digo, por muchas lesiones que uno pueda tener, ahí van a estar los carabineros siempre, de pie.
¿Qué funciones cumple hoy en Carabineros, al no poder estar en la calle?
Me han entregado la gran responsabilidad de estar a cargo de la Sección de Docencia de todo lo que es el control de orden público a nivel nacional. Esto quiere decir que nosotros capacitamos. Empezamos con los cursos de capacitación para todo el personal que presta funciones de control de público y capacitaciones en el uso de la escopeta antidisturbios y el uso de la carabina lanzagas, el manejo de los vehículos tácticos que tiene el Departamento de Control de Público, que son más conocidos como el ‘guanaco’ o el ‘zorrillo’, así que esa es mi responsabilidad actual. Es una tremenda responsabilidad. Y me siento muy a gusto porque mi jefatura ha tenido la confianza en que tengo las habilidades para desarrollar eso, y eso también me ha motivado a seguir con más ganas.
¿Estas capacitaciones buscan que no ocurran hechos como los que pasaron en octubre del año pasado, con Carabineros implicados en situaciones de abuso policial?
Yo creo que todas las capacitaciones son con la finalidad de brindar las herramientas para que quien las reciba lo desarrolle una manera óptima. Ese siempre ha sido el fin en general de todo lo que es capacitación, pero sí, claramente tomando en cuenta todo lo que se ha coordinado, todas las reuniones que se han tenido con los estamentos.