Para muchos chilenos su nombre era desconocido y posiblemente distante, tanto como la palabra interculturalidad o la historia de los pueblos originarios. Muchos la vieron por primera vez asumiendo la presidencia de la Convención Constitucional, en la imagen de una mujer vestida de manera distinta, con una lengua distinta, haciendo el discurso de inicio. ¿Pero quién era esta mujer con traje mapuche que hablaba de la interculturalidad y del multilingüismo, que habló de un país diverso y de la riqueza que esto representaba? Muchos pensaban que era una dirigente social, ignorando su título como profesora de inglés de la Universidad de La Frontera o sus postítulos en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya (Países Bajos) y en la Universidad de Regina (Canadá). A muchos les sorprendió que tuviera un Magíster en Lingüística de la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa UAM-I (México), un PhD en Humanidades de la Universidad de Leiden (Holanda) y un Doctorado en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Poco a poco su currículum académico comenzó a circular. Aun así, muchos ignoraban el trabajo político por más de tres décadas en organizaciones mapuches. Participó en la elaboración de un grafemario mapuche, con don Anselmo Ranguileo (tal vez el intento más importante de unificación escrita de la lengua hasta la fecha), durante la década de los 80, y en proyectos artísticos teatrales en el Taller Cultural Mapuche. En esa misma época fue parte de la juventud que dio vida al proyecto del Consejo de Todas las Tierras, siendo vocera de esta organización a inicios de los 90. También es una de las primeras investigadoras mapuches en trabajar los neologismos para que el mapuzungun tuviera una proyección y una cotidianidad.
Cuando hablamos de esta lideresa, debemos contemplar cómo construyó su camino. A muchos les resultó extraño que la revista norteamericana Time la nombrara uno de los personajes más influyentes a nivel mundial en el 2021, ya que desconocían o siguen desconociendo cómo se han creado ciertos liderazgos en la sociedad mapuche. Por lo tanto, para quienes conocemos su trabajo académico y político nos resultaba coherente el encabezamiento de la mesa que dirigió en la primera etapa de la Convención o recibiera distintos reconocimientos e invitaciones de diversos países para hablar sobre la actualidad chilena.
Pero la historia nos hace ser cautelosos. No hay que enaltecer a nuestros líderes a un nivel donde no podamos someterlos a las críticas, en el buen sentido de la palabra. Un primer escollo que tuvo que lidiar, al igual que muchos convencionales de pueblos originarios, fue el racismo dentro y fuera de la Convención, o las tan populares fake news, que queramos o no significaron un peso suplementario a la gestión. Otro gran desafío era plantear que los pueblos originarios tenían derechos individuales, pero también colectivos. Esto significó un desgaste, pues tuvo que desarrollar una pedagogía política dentro y fuera de la Convención, además de esquivar los reparos de organizaciones de su propio pueblo y de convencionales de los escaños reservados para pueblos originarios al interior de la Convención. Su trabajo estuvo lleno de complicaciones y debió cubrir diversos frentes y aristas que estaban fuera de su competencia, pero impactaban su quehacer.
Pero hay que señalar una situación estructural del pueblo mapuche: que los liderazgos mediáticos se ven lejanos o ajenos. Esto no quiere decir que no tengan representatividad, sino que una vanguardia no necesariamente está en total y pleno contacto con los sectores que representan.
Cuando hablamos de esta situación estructural, hay que considerar aspectos como la heterogeneidad que posee un pueblo originario, donde hay sujetos que se sienten representados con las ideas de la derecha o con las del centro o las izquierdas, además de profesar diversas religiones, o situaciones culturales como la urbanidad o ruralidad. Construir una sincronía con esa diversidad era sumamente difícil y que escaparía de las manos de cualquier líder mapuche.
La construcción de un imaginario sobre la Convención como un producto de las izquierdas radicales arrastró a los representantes de los pueblos originarios adentro del mismo paquete. El poco tiempo en que se realizó la Convención no ayudó a destrabar imaginarios falsos o desmentir totalmente las fake news que se generaron ni, sobre todo, lo que se habló sobre el indigenismo y las caricaturas de un montón de situaciones que circularon por las redes sociales y que incluso llegaron a la franja electoral.
Como podemos concluir, el liderazgo de Elisa Loncon estaba limitado, no es cuestión ni de género, ni de etnia, ni de clases, ni menos de capacidades, sino de algo que sobrepasa hoy a todo el movimiento mapuche, la falta de un proyecto que involucre a la diversidad al interior del mundo mapuche.
Hay que agregar otro aspecto estructural: la cultura conservadora chilena, que pivotea entre el clasismo y el racismo. Chile ha creado un polo negativo y uno positivo, en el negativo están los pueblos originarios, los pobres, las diferencias sexuales, y en otro positivo, donde están la cultura estadounidense-europea, las religiones judeo-cristianas, el consumismo capitalista. Ningún liderazgo puede desmantelar una construcción cultural de siglos.
Por último, frente a todo este contexto, Elisa Loncon estuvo a la altura, mantuvo la serenidad como presidenta de la Convención para avanzar en el proyecto de un Chile distinto. Ese proyecto fue derrotado el 4 de septiembre de este año, pero las ideas que existen detrás se mantienen y seguirán avanzando. Y así como los historiadores vemos las cosas, esto ha sido una coyuntura en un trayecto en marcha hacia ese nuevo Chile, y cuando se escriba esa historia el nombre de Elisa Loncon tendrá su sitio correspondiente.
*Sergio Caniuqueo es un historiador mapuche, e investigador adjunto de CIIR-PUC. También doctorando en Ciencias Sociales UFRO.