Tres años pasaron desde que un desconocido diputado opositor, Juan Guaidó, con 35 años de edad, asumió el liderazgo de la Asamblea Nacional de Venezuela y tan solo días después, el 23 de enero de 2019, en una masiva protesta en Caracas, se autoproclamó “presidente encargado” del país, jurando en la calle frente a cientos de venezolanos y con una imagen de Simón Bolívar de fondo. Antes de finalizar aquella jornada, una veintena de países respaldaron que el líder opositor antichavista asumiera las riendas del Ejecutivo, proponiendo una ruta de salida a la crisis social y política que desestabilizó y dejó de rodillas al país petrolero. Esa hoja de ruta incluía el “cese a la usurpación” de Nicolás Maduro al desconocer su reelección de 2018, un gobierno de transición y elecciones libres, una estrategia que sigue sin rendir frutos.
El desgaste de los liderazgos políticos opositores ante la persecución, la falta de resultados, la fragmentación y la suspensión de la mesa de negociación en México comienza a desmovilizar a los venezolanos, agobiados por la pobreza y la inflación. Sin embargo, por tercer año consecutivo, Guaidó fue ratificado en el cargo este mes por unanimidad opositora, lo que entrega una esperanza de avanzar en bloque para lograr las esperadas “elecciones libres y justas”. En conversación con La Tercera vía Zoom desde Caracas, el político, ahora de 38 años, señala que “la democracia no la podemos dar por sentada ni en Venezuela, que es un ejemplo evidente de cómo se perdió, pero tampoco en la región, ni en el mundo. La democracia es una lucha constante de cada uno de los pueblos, entendiendo cómo estas dictaduras evolucionan, aprenden y se retroalimentan entre ellas”.
Después de años sin que la oposición apareciera en las papeletas, este mes vivieron un inédito y simbólico triunfo al ganar la gobernación de Barinas, estado gobernado históricamente por la familia de Hugo Chávez. ¿Es posible retomar la vía electoral como salida al chavismo en Venezuela o lo que ocurrió en Barinas fue un hecho aislado en un sistema electoral amañado?
Nuestra petición principal es lograr elecciones libres y justas como mecanismo de solución al conflicto. El reto es poder replicar esa fuerza y ejercer esa mayoría con los menores contratiempos posibles, para definitivamente retomar la democracia en Venezuela. El sistema electoral venezolano está lamentablemente cooptado por la dictadura de Maduro y su régimen, como también lo está el sistema judicial. Buscando una solución al conflicto es precisamente por lo cual estamos, por ejemplo, procurando un acuerdo integral a través de la mediación de Noruega, diálogo hoy congelado lamentablemente por responsabilidad de la dictadura. Más que un simbólico triunfo en Barinas, fue uno muy contundente, una mayoría votó pacíficamente de manera constitucional, a pesar de estar en dictadura en Venezuela y de las constantes violaciones de derechos humanos. En 22 años no había ganado alguien diferente a la familia Chávez en la gobernación de Barinas y en 50 días ganamos dos veces, porque recordemos que el 21 de noviembre, lamentablemente, la dictadura nos arrebató el triunfo y se tuvieron que repetir nuevamente las elecciones en esa entidad federal.
La ruta opositora no ha sido fácil y la fragmentación en al menos cinco facciones antichavistas es una de las debilidades del sector. Julio Borges se distanció de su administración denunciando un mal manejo de dinero de los activos estatales venezolanos en EE.UU. y Colombia, una baja legitimidad ante los escasos resultados de la hoja de ruta y solicitó una urgente reestructuración de la dirigencia. ¿Tiene algún mea culpa frente a estas divisiones internas?
Más allá de las posiciones personales o desde el rol de jefe de un partido u otro, el hecho político en Venezuela fue la ratificación del Parlamento Nacional por unanimidad, con el apoyo de todas las fracciones que son más de nueve partidos y me ratificaron de manera unánime. Ahora, sin dudas hay cosas que corregir, precisamente distanciarnos de posiciones partidistas en un momento que debe ser de unidad y articulación no solamente entre partidos políticos, sino también con la sociedad civil. Para lograr avanzar en algo muy concreto en el país que es lograr elecciones libres y justas hemos emprendido el mecanismo de lograr un acuerdo a través de una negociación y para eso queremos ejercer la mayoría de manera segura. Lo digo porque el ser mayoría política en Venezuela es un riesgo constante. No en vano, Maduro está señalado por delitos de lesa humanidad, no por crímenes que se cometieron hace algunos años, sino que se continúan perpetrando en este momento.
¿Sigue siendo factible lograr un acuerdo transversal entre las fuerzas de oposición, como para juntos avanzar, por ejemplo, en un referendo revocatorio contra Maduro?
Eso puede ser parte de una elección para salir de esta dictadura. Lamentablemente, en 2016, la dictadura bloqueó ese mecanismo, incluso ilegalizando la tarjeta electoral de los partido políticos que impulsamos esa opción, que es constitucional en Venezuela. Pero también está la elección presidencial que nos deben desde 2018. Incluso, con todo en contra, Maduro también tiene fecha de vencimiento. Estos escenarios nos deben encontrar fortaleciendo las bases que significan las comunidades, los partidos políticos que están desgastados por la persecución política. Tenemos que incorporar a sectores de la sociedad civil, gremios, sindicatos que están muy activos buscando soluciones para este terrible conflicto.
En el discurso anual, el sábado pasado Maduro aseguró que permanecerá en el poder hasta 2030. ¿Es posible verlo como candidato presidencial en 2024 o preferiría dejar la oportunidad a otros dirigentes antichavistas, como Henrique Capriles?
Henrique (Capriles) fue candidato hace una década. Lo que sí te puedo decir es que vamos a tener un candidato electo por primarias de unidad para enfrentar a esta dictadura. En el pasado esto nos ha garantizado buenos resultados, como en 2012-2013, cuando Henrique fue candidato. Después, en 2015, cuando en unidad logramos arrebatar el Parlamento al régimen, también en condiciones muy desiguales, y alcanzamos dos terceras partes del Parlamento. También, por cierto, para el referendo revocatorio en 2016. Nosotros hemos aprendido de estas experiencias en el pasado y lo que te puedo garantizar es que va a haber una alternativa unificada.
Estados Unidos aseguró que revisaría sus sanciones contra Venezuela si avanza el diálogo entre el chavismo y la oposición. ¿Cómo evalúa el rol de la administración del Presidente Joe Biden en la búsqueda de una salida a la crisis venezolana?
De manera muy concreta, hay que evaluar opciones y tener alternativas. La administración Biden ha sido muy firme en el respaldo no solo a la presidencia encargada, sino también en la posible solución. Hace casi un año propusimos la posibilidad de un acuerdo de salvación nacional, un acuerdo integral que genere garantías a todos los sectores que proponen una elección libre y justa en Venezuela. Hablamos también de la posibilidad del levantamiento progresivo de sanciones de cara al cumplimiento de un acuerdo. Recordemos que Nicolás Maduro no solamente es una amenaza a los venezolanos, sino también a la región por amparar grupos irregulares en el caso de la disidencia de las Farc o el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que ha denunciado Colombia y nosotros. Por la migración que se ha desatado en la región, producto de la persecución y la falta de oportunidades, pero también la amenaza de Rusia, que de manera irregular y soberbia busca colocar bases militares en Latinoamérica, no solo en Venezuela, sino también en Cuba.
¿Cuánto complica el proceso de diálogo la sugerencia de Moscú de desplegarse militarmente en Venezuela si siguen altas las tensiones con EE.UU.?
Paradójicamente, Rusia además acompaña al proceso de negociación y diálogo. Trasladar el conflicto de Rusia, amenazando y revelando que Maduro es un títere, es bastante grosero no solamente para los venezolanos, sino también para la región, por lo que implica trasladar un conflicto como ese a territorio latinoamericano. Todos en la región debemos rechazar ese tipo de conductas, como demócratas y, sobre todo, como quienes estamos buscando una solución a un conflicto y no agravarlo por pretensiones geopolíticas. Lo que nos corresponde es no complejizar aún más un problema social muy doloroso para los venezolanos, que tiene más de seis millones de refugiados, que tiene al 90% de los venezolanos en la pobreza. Hay que distanciarse y exigir respeto como país soberano.
“La solución a la situación en Venezuela no está en Washington”, expresó Juan González, director del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. para el Hemisferio Occidental...
Lo vinculó estrechamente con la posibilidad de levantar sanciones de manera progresiva, del apoyo diplomático que hemos tenido directamente, pero significando esas palabras. La solución está en Venezuela, hemos construido mayorías, hemos ejercido nuestra Constitución, hemos buscado respaldo diplomático para enfrentar y contrarrestar a una brutal dictadura que viola los DD.HH., que persigue, asesina, tortura, censura medios de comunicación y financia grupos irregulares. Así que sí, somos los venezolanos los que queremos una elección libre y justa. La democracia no la podemos dar por sentada ni en Venezuela, que es un ejemplo evidente de cómo se perdió, pero tampoco en la región, ni en el mundo. La democracia es una lucha constante de cada uno de los pueblos, entendiendo cómo estas dictaduras evolucionan, aprenden y se retroalimentan entre ellas.
El drama de los venezolanos en Chile
En septiembre pasado, en medio de la crisis migratoria en el norte de Chile que coincidió con la pandemia del Covid-19, un grupo de manifestantes en Iquique protestó contra el ingreso ilegal por pasos no habilitados de extranjeros, en su mayoría venezolanos, que caminan miles de kilómetros hasta a más de 3.600 metros de altura para cruzar a Colchane y luego adentrarse en el país buscando una mejor vida. Las imágenes de la quema de colchones, carpas y coches de los niños migrantes recorrió el mundo y evidenció la desesperación tanto de los migrantes como de los chilenos. Entre noviembre y diciembre pasado, un promedio de 500 venezolanos cruzaban diariamente desde Bolivia a Chile.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) emitió un informe en diciembre en el que advirtió de un alza de venezolanos que intentan ingresar a Chile por el norte, a pie y bajo condiciones climáticas extremas con -20ºC en la noche, lo que genera deshidratación, hipotermia y que causó el fallecimiento de al menos 21 personas en la frontera el año pasado. La crisis migratoria también desató una molestia en los chilenos, que denuncian el colapso de servicios asistenciales, aumento de la inseguridad y la pérdida de espacios públicos. ¿Cuál es su mensaje para los venezolanos y chilenos?
Las imágenes que vimos y la migración es una consecuencia muy dolorosa de una terrible dictadura. Nadie camina miles de kilómetros por gusto, sino que significa desesperación, lejanía con la familia, con los seres queridos, con la tierra que te vio nacer. Yo sé lo difícil que es para los países receptores de esta cantidad de migrantes por el shock que genera a los servicios públicos, probablemente a la seguridad social, pero está absolutamente demostrado cómo en el corto plazo es beneficioso para el país receptor. Regularizar a estos migrantes como el ejemplo que ha dado Colombia, o también países como Ecuador y Perú , va a ser beneficioso para la región. Ahora, lo más beneficioso para el continente es tener una Venezuela democrática, en la que los venezolanos tengan la oportunidad de regresar a su país en un espacio de refugio a demócratas, a los que trabajan por un mejor país y un mejor continente, como lo que hizo Venezuela para Chile en su momento, o para Colombia, o para muchos países que nos visitaron. No vemos esto como un favor por otro, sino como una necesidad del momento. Agradecemos lo que se ha hecho y hacemos un llamado sencillamente a la reflexión, a buscar mecanismos no solamente de regularizar, sino también de subsanar lo que generó esta terrible ola migratoria que fue la dictadura de Maduro.
Hace un mes, usted felicitó al presidente electo de Chile, Gabriel Boric, y señaló que “confiamos mantenga el apoyo en la defensa de los DD.HH. en nuestro país y realice una buena gestión por el bienestar de los venezolanos en Chile”. ¿Cuál es el vínculo que le gustaría impulsar con el nuevo gobierno?
Me gustaría poder compartir muy buenas relaciones con Chile y, por supuesto, con el presidente electo Gabriel Boric, con el que no solamente nos une un elemento generacional, sino también la defensa por los DD.HH. y el origen de la lucha estudiantil. Estoy seguro de su lucha por la defensa de los DD.HH., en contra de la corrupción, origen de la crisis en Venezuela que desencadenó una terrible dictadura y la impunidad. La defensa de estos valores también nos une como continente, como región, y confío plenamente en que se va a hacer con el respeto a la dignidad del ser humano.
La crisis venezolana ha sido utilizada en las campañas políticas conservadoras. En Perú, Chile y esta semana Donald Trump, en Estados Unidos, han hecho llamados a los electores a no votar por la izquierda para evitar “ser la nueva Venezuela”. Siendo usted venezolano, ¿cómo ve la utilización de la crisis social para sacar réditos políticos?
Hoy, Venezuela lamentablemente es un mal ejemplo con todos los indicadores: flujo de migrantes y refugiados; la pobreza extrema generada; la pérdida en PIB del 83% o un poco más en los últimos ocho años, solamente comparado con países en guerra. Según el Programa Mundial de Alimentación, más de nueve millones de venezolanos en este momento están en hambruna. Lo que sí debo decir es que esta es una lucha en contra de una dictadura, es democracia versus autoritarismo. Hay que enmarcar este debate y este dilema mundial, porque no solamente es de Venezuela, sucede en Nicaragua, en Bielorrusia, pero también en países como Myanmar, producto de la escalada represiva y autoritaria. Solamente por nombrar algunos países con los que hemos tenido relación y estamos luchando por recuperar nuestra democracia. Nos debe llamar a la reflexión permanente cómo contrarrestar estas dictaduras. Debemos innovar como democracias para poder no solamente preservarla, sino garantizar la dignidad del ser humano, el respeto a los derechos y, por supuesto, procurar prosperidad y felicidad.