España acude hoy a las urnas. Se trata de las segundas elecciones generales en menos de seis meses. El 28 de abril pasado salió ganador el PSOE con escaños insuficientes para gobernar en solitario. Y unas negociaciones fallidas con Unidas Podemos obligaron a la repetición de los comicios. En este breve espacio de tiempo, varios factores han cambiado el tablero de juego. A la incertidumbre de un posible acuerdo se le han sumado el problema independentista de Cataluña -avivado por la sentencia de entre nueve y 13 años de prisión a sus líderes políticos-, el hastío ciudadano y el impulso de la extrema derecha.

Ninguno de estos ingredientes despeja el panorama. Desde que surgieron nuevos agentes políticos como Ciudadanos, Unidas Podemos o Vox, hace menos de un lustro, las mayorías absolutas han desaparecido. La costumbre a alternar el poder entre dos únicos partidos se ha convertido en una lucha de bloques. Aunque ni siquiera esta agrupación en bandos de derechas o izquierdas ha dado viabilidad a un gobierno desde que en 2018 se llevase a cabo una moción de censura al anterior presidente, Mariano Rajoy. Por eso, los sondeos sobre la cita electoral de hoy siguen dando una mayoría simple a los socialistas con un 27%, seguido del PP (derecha) con un 21% y el resto de grupos entre el 9 y el 12%. La mayor diferencia es un probable incremento de la abstención, que ya en la pasada llamada a las urnas rozó el 30%.

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La conclusión, por tanto, parece simple: esta convocatoria podría terminar siendo más de lo mismo. Y en la gente se percibe el hartazgo. El desprecio a la política cada vez es más patente: según un informe del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en diciembre del año pasado, el 31,1 % de la población española creía que la clase política era el segundo mayor problema del país, por detrás del desempleo y por delante de la corrupción. Desde que se anunciaron las elecciones, han crecido las voces que instan a no votar o incluso a enarbolar una campaña en la web Change.org solicitando que los responsables de la situación dejen de cobrar del erario público hasta que hicieran su trabajo.

"Nos tienen hasta las narices", exclama al respecto María Luisa Andreu, una desempleada de 56 años que en este lapso de tiempo entre elecciones ha alcanzado un nivel "elevado" de indignación. "Es que estamos muy cansados. Por mucho que nos llamen para votar, va a ser igual. Salvo con la amenaza de que suba Vox, el resto es similar. No se ponen de acuerdo y nadie cede", analiza. Ella reconoce que se ha pensado en no ir a votar –"como muchas amigas y familiares"- pero al final acudirá, con el desencanto de saber que "todos los políticos van a la suya". "¿A qué juegan?", se pregunta, "lo único que van a conseguir es que crezcan los extremismos y el odio".

Vox, el partido al que se refiere, es el mayor beneficiado, según las encuestas. Su discurso xenófobo y centralista -contra la inmigración irregular y el sistema autonómico- o contrario a definir la violencia contra las mujeres como "machista" o "de género" ha alentado a muchas personas descontentas con la tibieza de los gobernantes actuales y deslumbradas por la rotundidad de unos argumentos sin datos firmes (esta semana, más de 1.700 investigadores han firmado un manifiesto en contra del "falseamiento" y la "manipulación" de este partido).

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FOTO: REUTERS[/caption]

"Yo no voy a ir porque estoy muy cabreado. Y si fuera sería para votar a Vox, y no quiero", adelanta Antonio Gálvez, pensionista de 70 años, que ha cambiado su voto en varias ocasiones. "Estamos hartos de este atajo de políticos y creo que la abstención va a subir bastante. No me extraña", arguye, acusando a "todos" de un mal ejercicio público y excusando el conflicto catalán de la fórmula: "Eso es algo endémico con muchos años de historia. Lo de ahora es aburrimiento hacia los líderes. Nos han defraudado repetidamente", asegura. "Son una panda de irresponsables", añade a su lado Francisco P. M., estudiante de 25 años que prefiere no aparecer en las fotos ni dar sus apellidos. "Yo nunca había votado. Lo hice en las elecciones pasadas por la amenaza de la extrema derecha y creo que me va a tocar ir de nuevo, aunque la mayoría de partidos no se centra en ofrecer soluciones", responde.

Con una tasa de desempleo del 13,9% (la menor en una década, pero por encima de la mayoría de países de la Unión Europea) que llega al 31,68% en el caso de menores de 25 años, los más jóvenes se sienten desplazados de los representantes políticos. "Me gustaría votar, pero luego no cumplen lo que prometen, así que me da igual", suspira Juan Hidalgo, un aprendiz de hostelería de 19 años. "Creo que no se fijan en nosotros, pero que votar sí que sirve de algo. Por lo menos, hay que mantener alejados a quienes no defienden lo público", arguye Wanda, de 20 años. "Ni he votado ni votaré jamás", zanja con vehemencia Carmen, una madre de 28 años que pasea a su hija por el sur de Madrid.

Una posición que se escucha a menudo. "Es normal: se va perdiendo la esperanza", cavila María Isabel Scholl, de 60 años, en su tienda de moda. "Llevamos dos años de elecciones y campaña, oyéndoles decir lo mismo todo el rato, y eso cansa. Pero estoy convencida de que ya han hablado para que no se repitan más", indica. "Todos los españoles estamos muy hastiados. A este paso, solo irá a votar los de derechas, que nunca faltan. Esta vez será igual: ninguno va a ganar con mayoría y tendrán que pactar", apunta Gloria Serrano, óptica de 34 años que desea "pasar página" y que la vida continúe sin tanto espacio mediático dedicado a mítines y debates políticos.

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FOTO: EFE[/caption]

"Vivimos un momento en que los derechos y las libertades individuales están en peligro. Si no tomamos conciencia de lo que está ocurriendo, todos los elementos democráticos que conocemos podrían desaparecer", reflexiona Omar Jerez, alarmado por la ruptura entre comunidades autónomas como Cataluña, donde los disturbios han tenido a Barcelona y otras ciudades en vilo durante días. "Estamos viendo un ataque salvaje contra las minorías. Y criminalizarlas, ocultando mientras las verdaderas necesidades de la población, es un error táctico. Hay que protegerlas, porque no son quienes están destruyendo la economía ni aprovechándose del estado. Debemos ir hacia la cohesión y no hacia la desunión", concede.

Postura que respalda Juan Alonso Talavera. Este funcionario de 32 años ha apoyado tradicionalmente a la derecha, pero la nueva deriva le hace dudar. "Hay cosas que me interesan de todos los partidos, pero ninguno me atrae al 100%. Además, tengo la sensación de que todos han fallado", apunta. "Enerva la falta de entendimiento. No esperamos nada porque el desatino es palpable", sostienen J. A. y J. G., dos amigos de 31 y 46 años. "El problema es que aunque los líderes sean más jóvenes, aún se han liberado de las estructuras del bipartidismo. Y eso significa que nada va a cambiar", sentencian.