La relación entre Sebastián Piñera y Evelyn Matthei es de larga data. Quizá eso explique que, a pesar de los quiebres y tensiones, lograran mantener el vínculo. Un vínculo que nunca fue una amistad personal, pero sí una relación cercana y de confianza que eclipsó en los 90 con el llamado “Kiotazo”, pero que ambos recuperaron años más tarde.
Se conocieron cuando Matthei era estudiante de Economía en la Universidad Católica y él le pidió que fuera su ayudante. Eso fue en 1977 y, en ese mismo tiempo, le solicitó que fuera su ayudante de investigación en la Cepal.
“Conocí a Piñera cuando todavía no era nadie en el campo empresarial y cuando estaba muy lejos de la política. Era un alumno de doctorado recién llegado a Chile. Estaba casado, tenía una o dos niñitas, no recuerdo bien. Ya era hiperactivo, un gran jefe, y yo admiraba su capacidad de trabajo, su rigor. A los pocos años me propuso trabajar en Bancard -una empresa que estaba formando- y me fui como subgerenta. En ese tiempo venía el fin del régimen militar y teníamos posturas bien distintas. Él estaba por el ‘No’. Yo estaba por el ‘Sí', pero seguíamos conversando, riéndonos…”, rememora Evelyn Matthei al mirar por el espejo retrovisor.
¿Fueron amigos?
Diría que éramos súper cercanos, que nos teníamos una enorme confianza, pero no éramos amigos de juntarnos a comer. Puede haber sido porque yo, en general, soy muy reservada y de pocos amigos. En cambio, él tenía muchísimos amigos del colegio, de la universidad. Pero nosotros conversábamos de todo, nos reíamos mucho. Me acuerdo que al día después del plebiscito me invitó a almorzar. Y cuando llegó mi plato, con el puré habían diseñado con un gran No. ¡Típico de Piñera! Al año siguiente, vinieron las elecciones…
Y comenzó un ciclo más político. De hecho, él pensó en entrar a militar a la DC…
Creo que lo estuvo pensando, pero nunca me lo dijo. Mi impresión es que él debe haber pensado que para seguir desarrollando una política y economía sana, como la que había implantado Hernán Büchi, era importante mantener ese camino. Piñera siempre fue un gran economista. Bueno, finalmente entró a militar en RN y fue candidato a senador y yo era candidata a diputada. Me la jugué completamente por él y creo que eso le sirvió…
¿Por qué?
Porque él venía del ‘No’.
¿Usted fue como una suerte de pasaporte para entrar a un mundo que era del ‘Sí'?
No sé si fui el pasaporte, pero probablemente ayudó. Luego, cuando llegamos al Congreso, trabajamos mucho juntos. A los dos nos importaba mucho el devenir económico del país.
En esos años usted, Piñera, Allamand y Espina constituyen la “patrulla juvenil”. ¿Qué significaba la figura de Piñera? Para muchos del sector, él generaba una cierta incomodidad…
Él siempre tuvo ese rol. Nosotros estábamos de acuerdo con que cumpliera ese rol. Por lo menos yo. Teníamos una mirada común sobre una economía con tejido social, más comunitaria que el individualismo de Chicago. De hecho, él puso ese énfasis y se abrió inmediatamente a negociar una reforma tributaria con el gobierno de Patricio Aylwin. Eso nos valió el título de traidores, de que éramos unos vendidos… Nosotros entendíamos que Chile estaba creciendo, pero también había que ocuparse de aminorar las diferencias sociales.
¿Piñera siempre fue un extraño en la derecha?
Inicialmente, despertaba muchas sospechas en la derecha más tradicional. Fundamentalmente, por esto de venir de la DC y por haber votado por el ‘No’. Pero casi todos sus grandes amigos de la vida eran de derecha. Entonces, él se movía en forma cómoda entre ambos mundos.
El quiebre
Esa ‘patrulla juvenil’ competía con la UDI popular. ¿Fue un tiempo en que se enfrentaron dos derechas jóvenes?
Éramos brutalmente competitivos. De alguna manera, casi enemigos. Había una rivalidad fuerte. Reconozco que yo admiraba el despliegue que tenía esa generación de la UDI liderada por Pablo Longueira y en que también estaban Andrés Chadwick, Juan Antonio Coloma. Estaban haciendo muy bien la pega.
Ustedes eran un grupo muy afiatado también..
Sí.
Pero vino el quiebre. Hubo una traición. Estaba el llamado caso “Kiotazo”. ¿Cómo se vivió ese quiebre más profundamente?
… Muchas veces he tratado de entender qué pasó. En el fondo, creo que ahí hubo una realidad que a mí me tenía incómoda. Se suponía que éramos cuatro, pero en realidad eran tres. Ellos se ponían de acuerdo en todo.
¿Eso era bajo el liderazgo de Allamand más que el de Piñera?
Probablemente. Pero, en el fondo, yo sentía que era la carita bonita que adornaba. Era tratada un poco así... Había un apetito por el poder de ellos tres que era muy fuerte y, en el fondo, las decisiones las tomaban entre ellos.
¿Y usted fue acumulando resentimiento?
No, no resentimiento. Por favor, no quiero ser injusta ni decir que me dejaban afuera. También es posible que yo misma haya sido más retraída. Soy más sola, más de tomar decisiones propias. Pero lo que sí es obvio es que, efectivamente, cada vez más las decisiones las tomaban entre ellos tres.
En el fondo, había una suerte de competencia entre ustedes, ¿no?
Claramente, había una competencia con Piñera en algún minuto. Eso fue lo que desató todo. Y en esa competencia, yo sentía que lo que se decía no era lo mismo que lo que se hacía. Se decía que había igualdad de competencia, pero en la realidad eso nunca fue. Estaban todos absolutamente jugados por Piñera y, bueno, finalmente pasó lo que pasó y se produjo un quiebre humano muy fuerte.
¿Siente que el costo de ese episodio lo pagó usted o todos por igual??
Mira, al final las cosas son como son. Él se quedó con Allamand y con Espina, y yo me fui a la UDI, donde fui muy acogida, y donde he hecho grandes amigos. Al final, esto fue malo para todos.
¿Lo conversaron alguna vez?
Con Piñera sí. Absolutamente. Pasaron varios años, muchos, en que sencillamente no nos hablábamos… Yo, de verdad, estaba muy enojada con él. Pero años después, cuando falleció mi hermano, él me mandó un mensaje muy cariñoso. Piñera sabía lo importante que era mi hermano para mí. Y ese gesto, obviamente, aplacó cualquier molestia. Además, el tiempo empieza a bajar las cuitas, las rabias…
¿Es verdad entonces que Piñera no era nada rencoroso?
Nunca lo fue.
¿Y cómo se reconciliaron?
Nos topamos en alguna parte y decidimos tomarnos un café. Ahí se recompuso la relación genuinamente, como si nunca se hubiese quebrado. Fue un encuentro profundamente humano.
¿Ese nivel de relación nunca lo tuvo con Allamand ni con Espina?
Mi vínculo más profundo siempre fue con Sebastián Piñera. Es posible que habernos conocido desde antes haya influido. Probablemente, yo me sentía más cómoda con un liderazgo no tan político, sino más hacedor de cosas, de una mirada de políticas públicas para procurar crecimiento, equidad. Nuestro origen de economistas hacía que siempre viéramos las reformas -laboral, tributaria- con proyección de país.
Mejor lectura del país
¿Qué cree que permitió que de los cuatro de la ‘patrulla juvenil’ sólo Piñera haya logrado ser Presidente? ¿Por qué Allamand no, por ejemplo? Tenía más trayectoria política y más ascendencia en la derecha…
A ver, mucha gente cree que Piñera tenía un déficit en su relación humana. Era mítico escuchar a gente que decía “no saluda”. “No escucha, está en otra”. Sin embargo, era mucho más capaz de armar equipos. Esa es la gran diferencia.
¿No más ambición o más capacidad de gestionar esa ambición?
Tengo la impresión de que Piñera tenía una mejor capacidad de lectura de lo que necesitaba el país y de cómo armar buenos equipos. Además de tener una capacidad de gestión legendaria.
¿Más que usted, Allamand o Espina?
Más que cualquiera. Claramente, tenía una ambición mayor a la mía, por lo menos. Y la gestionaba. Se la creía. Pero yo destaco, por sobre todo, su aguda capacidad para leer el momento político. Y otra cosa: en política, los tiempos son todo. Lo que tú puedes negociar hoy día, si te demoras tres días, el precio es el triple. Tú puedes tener una muy buena idea, pero si la lanzas antes de tiempo, no cuaja.
¿Piñera tenía más sentido de la oportunidad que ustedes?
O sea, Piñera tenía un sentido de oportunidad impresionante. Y era igual en los negocios. Ese olfato lo tenía muy marcado.
¿Y eso permaneció siempre o fue cambiando?
La única vez que eché de menos ese olfato fue durante la pandemia.
¿No en el estallido social?
No. En la pandemia. En ese momento, él se preocupó enormemente del tema sanitario. Pero también había que llegar con ayuda financiera rápida a las familias que lo estaban pasando muy mal. Esa fue la única vez que sentí que ese sentido de oportunidad no estuvo al tope. Ahora, obviamente que había un ambiente de hacerle la vida imposible y si él daba 10, le iban a exigir 100.
El único de la derecha que logró llegar a la Presidencia dos veces fue Sebastián Piñera. Y lo hizo a pesar de que muchos desconfiaban de él. ¿Cómo lo hizo?
Justamente por eso. Porque la derecha nunca fue el 50%. En el fondo, Piñera agregaba una llegada al centro político que nunca nadie había logrado.
Pero había una derecha dura, fáctica, que no lo quería…
Hay mucho de caricatura en eso. Es verdad que hay sectores muy de derecha, pero no son todos. Además, y en primer lugar, él tenía dinero propio. Eso hacía una enorme diferencia. Lo segundo, es que en la centroderecha sabíamos que para llegar a la Presidencia necesitábamos un candidato que no fuera de la derecha tradicional. Entonces, no es que Piñera haya irrumpido o que él se haya impuesto. Fue la fuerza de la realidad. Con una figura tradicional del sector no se llegaba.
Pero convengamos que él mismo abrió el camino…
Piñera siempre se abría el camino solo. Se abrió camino en los negocios y se abrió el camino solo en la política. Eso es muy claro. Pero junto con esa decisión, con esa capacidad, tenía un gran talento para armar grandes equipos y era incansable trabajando.
Su muerte
En esa trayectoria, en la manera en que muere Sebastián Piñera…
(interrumpe) No pudo haber tenido una mejor muerte. En primer lugar, porque no me lo imagino soportando una enfermedad grave, una vejez frágil. Piñera no era para eso. En segundo lugar, porque una persona que se va de improviso, en un accidente trágico, a una edad en que no era esperable de que se fuera, todo eso causa una reacción fuerte en los demás. Es lo que hemos visto estos días. Entonces, desde el punto de vista del legado, de lo que él significa para Chile, esta muerte agiganta su figura.
¿Por qué?
Porque se va de manera trágica, inesperada. Eso despierta un sentimiento de pena, pero también de solidaridad con su familia. Pero hay que decir que hace rato que los chilenos venían sintiendo que habían sido especialmente severos y duros con él. Se venía revirtiendo en las encuestas.
¿Se revaloriza su figura?
Absolutamente. La caricatura de ese hombre desalmado, violador de derechos humanos, tirano que quisieron hacer de él, no les funcionó. Y el propio Piñera tuvo actos de mucha humildad. Fue a Paraguay con el Presidente Boric y se subió al avión sin quejarse, sin decir nada. Eso que mucha gente criticó, a mí me pareció un simbolismo espectacular para el país. Y luego, poner a sus equipos a disposición para reconstruir un Chile golpeado por los incendios demostró, en los hechos, que no era ese ser que sólo pensaba en sí mismo, sino un Presidente con un amor inmenso por Chile.
¿El Sebastián Piñera que entró a la política es distinto del que salió del gobierno?
Es muy distinto al que murió. Bueno, siempre quería ganar en el paddle, en el tenis, en natación, en todo. Era su naturaleza. Pero todos los golpes, todos los problemas que vivió, el terremoto, el estallido, la pandemia, el haber visto a tanta gente pasándolo mal, lo cambió.
¿En qué sentido?
En que todas esas experiencias lo volcaron desde un autointerés en sí mismo por llegar a una meta a un interés hacia lo colectivo y de hacerlo bien por el país. Ese es el cambio más notable e importante que vivió. Pasó de tener su atención centrada en cómo llego a cómo lo hago a cómo les doy a los demás. Todavía no sabemos bien cómo fue el accidente, pero si fuese cierto que él hizo todo lo posible para que se salvaran sus pasajeros, esa sería la muestra más palpable de este cambio de un Piñera centrado en sí mismo a un Piñera centrado en los demás y en el bien común. Por eso es que siento que esta muerte que él tuvo, de verdad, es como un regalo de Dios.
¿Dice que es la mejor muerte que pudo haber tenido?
Es la mejor muerte que pudo tener. Tanto para él como para su familia. Es importante hablar de su familia. Siempre los tuvo cerca, son muy apoyadores. Cecilia Morel es una mujer muy extraordinaria. Y todos los momentos más duros que él tuvo -como cuando cayó muy fuertemente en las encuestas-, ella no sólo fue un apoyo personal, sino que también un apoyo político. Donde ella iba generaba cariño. Cecilia tiene una conexión muy fluida y natural con la gente. Por lo tanto, creo que para ella, para sus hijos, todo el cariño de estos días, a la larga va a ser un gran consuelo. A ellos que les tocó sufrir y pasar por muchas cosas.
Se dice que Piñera deja a la derecha en una orfandad. Muchos la miran a usted como su sucesora política…
Quiero dejar muy en claro que este es el momento de Sebastián Piñera y de su familia. Cualquier intento de aprovechamiento sería visto con muy malos ojos por todos los chilenos. Pero, además, hablaría de una miseria humana inaceptable, de una falta a la ética. Y lo segundo, es que la muerte tan inesperada del Presidente Piñera nos recuerda lo frágiles que somos todos.