Cientos de miles de trabajadores -la mayoría jóvenes profesionales- han dejado Rusia en estos últimos dos meses, acelerando un éxodo que ha sido llamado “fuga de cerebros”, en una economía amenazada por las sanciones que le ha impuesto Occidente. Estudios apuntan a que la mayoría de los nuevos migrantes rusos son trabajadores del ámbito tecnológico, científicos, banqueros y doctores.
A pesar de ser un número opaco frente a los 5,1 millones de ucranianos que han dejado su país por la guerra, la cifra de rusos sigue siendo importante: se estima que cerca de 200 mil partieron tan solo en los primeros 10 días de la invasión. Una investigación de OK Russians, una organización que ayuda a sus compatriotas a salir del país, estimó a mitad de marzo que 300 mil trabajadores ya habían dejado Rusia. Comparado con todo el año 2020, donde medio millón de rusos emigraron, según la agencia de estadísticas estatal, el aumento del flujo es notorio.
La economista del Instituto de Finanzas Internacionales Elina Ribakova explicó a The Wall Street Journal: “Las personas que están yéndose, o planean hacerlo, son altamente preparadas y, por lo general, jóvenes. Precisamente la parte más productiva de la fuerza de trabajo es la que está desapareciendo”.
Katya Shabalina, de 28 años, reside actualmente en Tiflis, Georgia. “Me fui de Rusia a principios de marzo, un poco después de que empezara la invasión a Ucrania. Mi esposo y yo decidimos en los primeros días que sería mejor irse lo antes posible, así que intentamos arreglar las cosas, comprar los pasajes, preparar todo para irnos”, cuenta la desarrolladora web y exabogada en entrevista con La Tercera.
“No sé qué fue lo que nos apuró tanto, creo que fue una respuesta emocional. Sencillamente quería dejar de estar físicamente en este Estado, que se lanza en una guerra así con un país vecino. Pero, claro, había también motivos racionales para irse del país”, comenta Shabalina. Entre ellos, el miedo a que las autoridades rusas implantaran “visas de salida”, impidiendo un viaje al extranjero por vías legales. También se temía una conscripción obligatoria para los hombres rusos. “Esto, porque mi esposo sirvió en las tropas de artillería, y habría salido sorteado de los primeros si hubieran hecho el llamado. Ni él ni yo lo imaginamos peleando contra los ucranianos”, explica la joven, originaria de Nizhny Novgorod, pero que llevaba años viviendo en San Petersburgo.
El éxodo posinvasión es uno de los últimos desarrollos en una historia mayor, de los millones que han abandonado Rusia bajo el mandato de Vladimir Putin. Si a principios de siglo los rusos migraban principalmente a Europa y América del Norte, desde el 2014 -año de la anexión de Crimea- en adelante, muchos jóvenes comenzaron a irse a las exrepúblicas soviéticas, como Georgia y Armenia.
A partir de la invasión, una encuesta hecha por el Levada Center señala que dos tercios de los rusos sienten “orgullo, inspiración o alegría” respecto de la guerra en Ucrania, mientras que solo el 18% dijo sentir “rabia, vergüenza o depresión”.
“No es fácil hablar por todos, pero al menos la gente que yo conocía estaba impactada cuando empezó la guerra. Incluso mis padres y abuela, con quienes tenemos distintas opiniones políticas, estaban tristes y shockeados en los primeros días. Creo que esto fue así porque casi todos tenemos conocidos, familiares o colegas en Ucrania, y es imposible verlos como enemigos nazis”, cuenta Shabalina. Sin embargo, con el paso del tiempo la propaganda comenzó a funcionar, “y ahora se ven más y más personas que respaldan abiertamente la guerra, usan el símbolo de la Z, atacan por internet a quienes están en contra de la invasión o a los ucranianos”.
Uno de los principales miedos entre las personas que rechazan la invasión en Rusia es estar siendo vigilados y terminar en la cárcel: analistas independientes fijan en 15 mil el número de personas que han sido detenidas por protestar contra la guerra. Del mismo modo, se fijaron penas de hasta 15 años por “difundir noticias falsas”, que en este caso serían aquellas que contradigan la propaganda del Kremlin.
Una gran porción de las personas que han migrado pertenecen al rubro informático. “Personalmente, conozco muchas personas que han decidido irse de Rusia desde que la guerra empezó, y entre los que conozco, la mayoría son desarrolladores web. Como entenderás, es fácil para ellos cambiar la residencia y trabajar desde cualquier parte”, indica Shabalina, que también conoce abogados en su situación: “Estaban comprometidos en actividades por los derechos humanos, y peleaban contra la arbitrariedad de las autoridades, así que se fueron por razones de seguridad”.
La industria tecnológica, que hasta hace poco era de los sectores con mayor crecimiento en la economía rusa, habría perdido ya entre 50 mil y 70 mil trabajadores, de acuerdo a la información presentada por la Asociación Rusa de Comunicaciones Electrónicas, durante una audiencia en la Duma el 22 de marzo. La misma asociación esperaba entonces que 100 mil obreros más se fueran en abril.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, se refirió a esta situación en una conferencia de prensa: “Por supuesto, esta movilidad de trabajadores continúa y puede que hasta acelere, pero el gobierno ya ha tomado medidas”. Entre estas medidas para detener el éxodo de profesionales se cuenta un decreto de exención al servicio militar para los empleados del sector tecnológico que firmó Putin en marzo, además de exenciones fiscales, préstamos más baratos e hipotecas preferenciales para mantener a los trabajadores en el país.
A pesar de esto, se espera que el gasto en tecnologías de la información caiga dramáticamente en el país, y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo señaló que es probable que la economía rusa se contraiga en un 10% este año, a causa de las sanciones occidentales.
En Georgia -aunque sus locales prefieren llamar al país Sakartvelo-, Katya no ha tenido problemas para encontrar trabajo. “Me ayuda a no caer del todo en la ansiedad y el miedo. Este es un país maravilloso, sobre todo en primavera, pero para ser honesta, no es fácil estar disfrutando de la vida ahora mismo. Pienso mucho en la guerra, porque no es una que esté ocurriendo muy lejos y no te concierna. Es una guerra que tu país empezó contra su vecino, una guerra en la que no hay ni sentido ni motivo”, indica Shabalina.
Ya fuera de Rusia, es más fácil para Katya dar su opinión respecto de la guerra, pero en general los emigrados prefieren mantener, por la seguridad de sus familias, el anonimato. “Estoy trabajando mucho ahora mismo, pero también comparto información sobre la guerra con mis conocidos. Por lo demás, mi esposo y yo vamos a todas las protestas anti-guerra que se hacen en Tiflis. Es extraño cuando estás en una manifestación y ves a los policías, y no corren directamente hacia ti con varas para meterte a un auto, sino que protegen la marcha”, comenta Shabalina.
Según una encuesta de OK Russians, el promedio de edad de quienes se han ido está en los 32 años, y al menos el 80% cuenta con educación superior. Solo el 3% declaró que pretende volver a Rusia en los próximos meses, y cerca de un tercio se mostró indeciso al respecto. Entre los principales motivos para esto, está su oposición a la guerra, miedo a la represión y la falta de oportunidades económicas.
“Para ser honesta, no creo que vaya a volver a Rusia, al menos mientras Putin esté en el poder. Mis planes incluyen migrar a Canadá, y creo que volveré a Rusia solo como última opción, cuando no haya absolutamente ningún otro lugar donde ir”, concluye Katya.