El destacado cientista político y experto en relaciones internacionales, el estadounidense Francis Fukuyama, alcanzó fama mundial cuando a comienzos de los 90 declaró el “fin de la historia”, después de la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. Desde entonces, su visión y perspectiva son consideradas un referente a nivel mundial.
Estudió en la Universidad de Cornell. Obtuvo su doctorado en Harvard y luego trabajó en la Corporación RAND y en el equipo de planificación de políticas del Departamento de Estado norteamericano. Actualmente es profesor en la Universidad de Stanford.
Su último libro, El liberalismo y sus desencantados, de 2022, es una defensa del liberalismo clásico, un ajuste de cuentas con el sueño neoliberal del Estado pequeño, el conservadurismo populista y la izquierda identitaria.
Fukuyama es un férreo defensor de Ucrania. De hecho, participa como asesor de un programa en Stanford que busca formar a los futuros líderes de ese país y ha calificado la invasión a gran escala de Rusia contra su vecino, ocurrida en febrero de 2022, como “un ataque directo no solo a un país, sino a los valores liberales en todas partes”,
Y a mediados de este mes participó en la cuarta Cumbre de Primeras Damas y Caballeros que se llevó a cabo en Kiev, impulsada por la primera dama de ese país, Olena Zelenska. En esa oportunidad, conversó con La Tercera sobre la guerra de Rusia en Ucrania, además de otros conflictos.
Occidente ha mostrado reticencia para autorizar a Ucrania a usar armas en sectores estratégicos de Rusia, algo similar a lo que ocurrió al comienzo de la invasión, cuando no querían suministrar armas por temor a una respuesta aún mayor de parte de Moscú. ¿Cree que se justifica esa cautela, ese miedo a la reacción del Presidente Vladimir Putin?
Creo que han estado excesivamente preocupados por la escalada, especialmente la escalada nuclear, que es algo que no creo que vaya a estar nunca en el interés de Rusia. Ha sido un proceso de aprendizaje, porque cuando empezó la guerra, todo el mundo se sorprendió de que Putin asumiera un riesgo tan grande como el de invadir toda Ucrania. Así que no creo que fuera irracional que la gente fuera un poco cautelosa al principio, pero hemos cruzado todo tipo de líneas rojas que la gente suponía que estaban ahí. Por ejemplo, al enviar tanques Abrams o aviones F-16, entrando en la propia Rusia (en referencia a la incursión ucraniana en Kursk que comenzó el 6 de agosto pasado). La gente había predicho que esto, sin duda, causaría que los rusos se volvieran locos y que podían hacer algo realmente imprudente. Y eso no ha sucedido. Así que creo que en este punto hemos aprendido lo suficiente acerca de dónde están esas líneas rojas reales. Así que podemos darnos el lujo de tomar mayores medidas (para ayudar a Ucrania) sin preocuparnos por la escalada, especialmente la escalada nuclear.
También Occidente ha impuesto una serie de sanciones a Rusia por la invasión a gran escala a Ucrania. Sin embargo, hasta ahora no parece tener grandes efectos. ¿Siguen siendo las sanciones una buena herramienta en la actualidad?
Las sanciones han tenido algún efecto, pero no tanto como para hacer que los rusos cambien realmente su política, porque han sido evadidos con mucha eficacia. Así que los rusos han encontrado mercados alternativos para su petróleo y su gas, en India, China, otros lugares del Sur global. Y creo que los rusos no entienden realmente lo que está pasando en la guerra, porque no reciben información completa, por ejemplo, sobre el extraordinario nivel de bajas que están sufriendo. Quiero decir, individualmente, las madres saben cuándo sus hijos no vuelven a casa. Pero creo que, en general, no se ha hecho un recuento real de lo costosa que ha sido esta guerra. Y eso es lo que puedes hacer si tienes un gobierno autoritario como el de Moscú.
Y en términos de realineamiento de los países a nivel mundial, ¿cómo la guerra en Ucrania y el conflicto en Medio Oriente han alterado esto? ¿O se sigue manteniendo el equilibrio actual?
Ya ha habido un realineamiento. Quiero decir, hay un eje de países autoritarios que incluye a los habituales, como son Rusia, China, Siria, Nicaragua, Cuba, y así sucesivamente. Sin embargo, a diferencia de la Guerra Fría estos países no se encuentran unidos por una sola ideología. Así que, por ejemplo, tienes un país fundamentalista religioso, como es Irán, el que se encuentra vinculado a un país comunista como China. Y esa suerte de vinculación no tiene ningún sentido ideológico. Pero esta situación lo que sí refleja es una oposición común a la democracia occidental y al propio Occidente. Y creo que así es como está dividido el mundo ahora mismo.
El próximo 7 de octubre se cumple un año del ataque de Hamas contra Israel, que desencadenó un conflicto que ha ido escalando al punto que ya ha desestabilizando a la región. ¿Cómo ve usted este conflicto? ¿Qué perspectivas considera?
He estado involucrado en este conflicto desde cuando me desempeñaba en el Departamento de Estado en la década de 1980, en momentos en los que trabajaba en las cuestiones árabe-israelíes. Y creo que, desde entonces, ha empeorado a lo largo de las décadas. Desde entonces he podido ver los aciertos y los errores de ambos lados. Y puedes ver que el ataque del 7 de octubre fue realmente horrible. Y lo que Hamas hizo a Israel no tiene excusa, y creo que los israelíes no han sido en absoluto cuidadosos en la forma en que han perseguido a Hamas en represalia por esos ataques. Así que creo que, moralmente, es un conflicto muy complicado en el que hay errores por ambas partes. Y no creo que haya ningún bando que tenga el monopolio del bien o del mal.
Desde hace bastante tiempo existe la amenaza de que China pueda invadir Taiwán. ¿Cree que debe existir preocupación de que Beijing siga adelante con estas intenciones?
Creo que es algo de lo que todos tenemos que preocuparnos. Hay que disuadir a China y hacerle ver que invadir Taiwán va a tener un costo. Pero creo que el Presidente chino, Xi Jinping, es menos arriesgado que su par ruso, Vladimir Putin, y espero que siga dándose cuenta de que emprender una acción militar contra Taiwán es arriesgarse a una guerra mucho más amplia y costosa.