Gabriel Boric no quiso un pedazo de torta, ni tampoco tomar una taza de té o café el día en que fue a visitar al decano de su facultad, Roberto Nahum, hasta su casa. Era mayo de 2009 y habían pasado dos semanas desde el inicio de la emblemática toma de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, que marcó un verdadero cisma en el cuerpo de profesores. Llegó acompañado de los alumnos Sebastián Aylwin y Branislav Marelic. Los tres eran los principales líderes de la toma, aunque la idea de conversar con el decano no había sido muy popular. Fue el propio Boric, por esos días presidente del Centro de Estudiantes de Derecho (CED), quien quiso llamar a Nahum para pedirle una reunión, pese a que los otros dos dirigentes se habían opuesto. “Todos teníamos dudas de si serviría, pero a él le parecía que era algo que había que hacer”, recuerda Aylwin.

Para el sobrino nieto del expresidente Patricio Aylwin no era el camino más indicado, pero hoy le ve otro significado: que, hasta ese momento, de los tres dirigentes de la toma, él era el que estaba siendo más dialogante.

Roberto Nahum no recuerda ese día de la misma forma. Para él, la visita de diálogo no tenía nada. Y así se lo contó a Alfredo Jocelyn Holt -férreo contrario a la toma-, quien, a su vez, lo dejó por escrito en su libro La escuela tomada, publicado el 2015. La escena, según Jocelyn Holt, era esta: “Los dirigentes presentes se sientan y de inmediato pretenden entrar en materia, pero Roberto los para y les ofrece un café o quizás quieren un té, o una torta, y de inmediato dicen que no, e intentan seguir con lo que traían en mano”. Tras varios ofrecimientos, el momento termina con Nahum diciéndoles a los tres estudiantes que “lo perdonaran, pero él sí se va a tomar un café y comer un pedazo de torta primero”. Solo cuando termina de hacerlo, les pregunta a qué vienen. “El objetivo era pedirle la renuncia al decano, a eso venían”, recuerda un profesor de la época.

Branislav Marelic, Gabriel Boric y Sebastián Aylwin. Los tres líderes de la toma de la Escuela de Derecho de la Chile en 2009.

El debut

La toma del 2009 en Pío Nono tuvo varias razones: la primera y más inmediata, que había dos acusaciones de plagio de tesis en contra de Roberto Nahum. La segunda, la intención de llevar a cabo una reforma académica profunda para cambiar el orden de las cosas dentro de la facultad, que según los dirigentes de ese momento seguía siendo el mismo desde la vuelta a la democracia y tenía a la Escuela de Derecho deteriorada. Por eso, según explica Davor Harasic -entonces detractor de Nahum y posterior decano de la escuela-, esta fue tan emblemática: “La facultad tenía muchas tomas y uno termina olvidándose de todas. Pero de esa no, porque tenía un tono muy ético, carecía de un contenido político partidista, y eso ya era bastante extraño”. Una visión muy distinta a la que recuerda José Rodríguez Elizondo, profesor cercano a Nahum. “Fue un pésimo momento, hubo una colusión entre profesores y alumnos para acabar con el período del decano. Y para eso la toma resultó, porque uno de esos profesores después fue decano de la escuela”, dice en alusión a Harasic.

De hecho, una de las escenas que más se recuerdan de esa época es cuando este abogado les mandó pizzas de regalo a los alumnos parapetados en las aulas de Pío Nono.

Para Gabriel Boric la toma fue decisiva en su vida. En su entorno coinciden en que fue la puerta de entrada para que su nombre comenzara a sonar en la opinión pública. No era para menos: duró 44 días y las portadas de diarios mostraban a los tres dirigentes saliendo a dar declaraciones a la prensa. Durante ese período, además, intensificó sus lazos con otros mentores políticos, como el constituyente Fernando Atria -a quien más tarde se le atribuiría cierta paternidad sobre el Frente Amplio-, el cual asistía a la toma para dar charlas a los estudiantes y era un ferviente detractor de Nahum. En una carta pública enviada a Boric en mayo de 2009, se lee: “Nadie puede, desde luego, celebrar el hecho de que las actividades académicas de la facultad estén suspendidas por ya dos semanas. Esto, en términos de competencia en el mercado, afecta desde luego la imagen de la universidad. Pero esta consideración, aunque debe estar presente, no puede ser decisiva. Lo que anima al movimiento de los estudiantes de Derecho es algo que está demasiado cerca del núcleo de la idea universitaria. Sus demandas identifican de modo demasiado certero lo que la facultad necesita corregir para proyectar en el futuro su liderazgo actual. Por eso reciba usted, y a través suyo los estudiantes que se han movilizado con usted, todo mi apoyo”. No era raro, entonces, que algunos pensaran que el movimiento fuese articulado con los profesores. Así lo cree un exalumno de Derecho y contrario a la movilización: “Esto parecía orquestado desde otro lado, mucho de lo que se atribuía era que Atria en ese momento tenía una influencia importante”, cuenta.

Durante esos casi dos meses que duró, Boric aparecía como el líder indiscutido. Un artículo de este diario publicado en junio de 2009 relataba que “ninguna decisión importante se ha adoptado sin la presencia de este dirigente, que fue electo en su cargo en septiembre de 2008. Él tampoco ha dado el espacio para que ocurra lo contrario, dicen sus pares, pues siempre ha mantenido una actitud vigilante ante todo lo que sucede al interior de la Escuela de Derecho. Incluso ahora, que la toma fue depuesta el miércoles 10, votada por la mayoría de los estudiantes, él no ha querido bajar la guardia”. Boric, agrega esa misma nota, por ejemplo, ordenó que nadie debía celebrar el momento en que finalmente Nahum sale de su cargo y se pone al penalista Luis Ortiz Quiroga como decano suplente. Para Boric, entonces representante de los “estudiantes autónomos”, primero había que ratificar el petitorio de los estudiantes. Tampoco, en 44 días, nadie hacía declaraciones a la prensa. Solo Boric, Aylwin y Marelic.

“La Facultad de Derecho de la Universidad de Chile tiene un rol fundamental que jugar en la sociedad y había sido paulatinamente dejado de lado. Se necesitaba un reimpulso y un shock muy grande, que finalmente derivó en la toma. Yo sólo fui el vocero, no había intereses personales jugados en esto. Siempre actué bajo el mandato de la asamblea, institucionalidad a la que respeto mucho’', decía entonces Boric a un blog de la época. El mismo en el que se definía como un “racionalista revolucionario con tintes románticos” y en el que declaraba que “no creo en las estructuras centrales, no creo en los partidos, no creo en la democracia representativa, porque me parece que fomenta una disociación entre representantes y representados que finalmente termina aislando las grandes decisiones de la gente. Creo en el empoderamiento del individuo y eso claramente no se logra a través de la actual institucionalidad’'.

El inicio del giro

Era mayo de 2011 y tanto en las calles de Santiago Centro como en regiones la demanda por una educación gratuita y de calidad volvía a cobrar fuerza en los estudiantes universitarios y secundarios después de lo que había sido la Revolución Pingüina de 2006. La cara más visible de este proceso era la entonces presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) y alumna de Geografía, Camila Vallejo. Pero detrás de ella, Gabriel Boric aparecía con un rol importante como senador universitario de la UCH y miembro de Izquierda Autónoma -misma época en que ya estaba egresado de Derecho, pero luego reprobó su examen de grado-. Su papel en las movilizaciones fue desde ahí, en un espacio en donde existían varias izquierdas, pero en un momento en donde definirse era fundamental.

Fue entonces que el estudiante de Derecho empezó a tener problemas con los sectores más duros: “Era un tipo más moderado que las posiciones que sosteníamos nosotros. En ese minuto había diferencias que tenían que ver con discursos y con el tipo de relato que construimos. Nosotros hablábamos desde una izquierda mucho más radical y ellos hablaban de una izquierda más académica”, recuerda Felipe Ramírez, por ese entonces miembro del Frente de Estudiantes Libertarios y, más tarde, secretario general de la Fech. Ramírez grafica esa idea con un ejemplo claro que, recuerda, les molestó en ese minuto: cuando en medio de las movilizaciones, el movimiento de Boric sacó un afiche que decía “los problemas no son de izquierda ni derecha, son de todos”.

Con el tiempo, Boric fue acumulando popularidad. Por ese entonces conoció al sociólogo Carlos Ruiz, quien se convertiría en su mentor más cercano desde la Izquierda Autónoma. Ruiz recuerda que antes del 2011 ya se había acercado a él para pedirle que se postulara como candidato a presidente de la Fech, pero el magallánico se negó por razones personales. Insistió para la siguiente elección, porque, dice, Gabriel Boric tenía algo distinto: “Era de una posición clara, pero estaba dispuesto a actualizar la izquierda al siglo XXI. Estaba muy abierto a replantear, cuestionar y revisar”.

Quizás por eso es que, dos semanas antes de que Vallejo apareciera como la “manifestante del año” en el diario británico The Guardian, Gabriel Boric le ganó sorpresivamente con más de cuatro mil votos la disputa por la presidencia de la Fech. Pese a todas las críticas por ser más moderado en su discurso, había algo que hacía que se valorara su liderazgo. La diputada Gael Yeomans, que por ese tiempo era estudiante de Derecho en la Chile y participaba del mismo movimiento que él, lo explica así: “A nivel estudiantil se requería una visión más por fuera del mundo político tradicional y eso Gabriel lo reflejaba de manera fehaciente”. De hecho, en el último debate Boric encaró a Vallejo: “¡Ustedes han ofrecido un pacto de gobernabilidad a la Concertación y están negociando a espaldas del movimiento estudiantil a través del PC!”, le reprochó ante la audiencia estudiantil. Y le ganó.

Amarillo

Pero a medida que iba avanzando en su carrera política, Boric tenía cada vez más contacto con la institucionalidad. Eso le trajo costos: navegar en las aguas del mundo político y no fallar a las expectativas que la izquierda universitaria había puesto en él.

Un ejemplo de eso fue la toma de la Casa Central en agosto de 2012. Según recuerda Felipe Ramírez, en principio todos estuvieron de acuerdo con realizarla, de nuevo abogando por las demandas del movimiento estudiantil. Sin embargo, a medida que pasaban las semanas y el plazo de la toma se extendía, Gabriel Boric comenzó a sentirse incómodo. “Los estudiantes de la toma le hicieron una crítica injusta de que era amarillo y por eso estaba tratando de bajarla. Pero en realidad él se la jugó, porque no optó por un enfrentamiento con ellos, sino que por un diálogo. Defendía que se bajara la toma, pero porque estaba dejando de ser representativa del alumnado”, relata Ramírez.

Ese mismo mes hubo otro episodio importante que desató críticas, sobre todo desde el mundo de Camila Vallejo y las Juventudes Comunistas: lo acusaban de ser errático y de no poder aclarar al país cuáles eran exactamente sus ideas. El hecho en sí se dio cuando, durante una manifestación que terminó con tres buses del Transantiago quemados, Gabriel Boric acusó que eso había sido un montaje por parte de Carabineros. Pero tras revelarse más antecedentes, el presidente de la Fech cambió de opinión y tuvo que pedir disculpas: “Hablar del montaje fue desafortunado. Creo que es un valor reconocer cuando uno se equivoca, y eso en política se ve muy poco”, decía en una entrevista con La Tercera el 23 de agosto de 2012.

Al año siguiente, Gabriel Boric ya entraba a las grandes ligas de la política. Postuló como diputado independiente -aunque miembro de la Izquierda Autónoma (IA)- por la Región de Magallanes y el 17 de noviembre salió electo con el 26,6% de los votos, convirtiéndose en la primera mayoría regional. Una frase de febrero de 2014 refleja la postura con la que llegó a la Cámara: “No represento al Club de la Unión”, decía. Y planteaba que en la Nueva Mayoría “había contradicciones difíciles de salvar”.

Para 2016 su relación con su tronco de izquierda se quebró. Ya asentado en su rol de parlamentario, Boric tenía un visión distinta de hacia dónde llevar el movimiento. Se le cuestionó por querer avanzar más rápido en la instalación, por ampliar el abanico a costa de la densidad intelectual de la IA. Así lo decía entonces Andrés Fielbaum, otro dirigente de la IA, que incluso planteaba el riesgo de caer en “caudillismo con Boric”. El magallánico se fue y con otros tantos fundaron el Movimiento Autonomista, que luego derivaría en el partido político Convergencia Social.

Quienes conocieron a Gabriel Boric en sus inicios reconocen que ha cambiado. Un exdecano de la Facultad de Derecho dice que se sorprendió cuando firmó a título personal el acuerdo del 15 de noviembre. “Se nota que es una persona ya más dentro de las normas del juego. Hay una continuidad en su actitud política, rupturista, pero más conforme a las actuaciones de los políticos tradicionales”.

Felipe Ramírez, en cambio, piensa algo distinto: que Gabriel Boric conserva eso de la dirigencia estudiantil. “Mantiene un respeto hacia los movimientos de base y las organizaciones de masas. Independiente que él haya hecho su experiencia política desde la institucionalidad, siempre tiene un ojo hacia allá y esa es una impronta que le queda de la época como dirigente”, dice.

Eso, para Alfredo Jocelyn Holt en su libro, representa una nueva manera de hacer política que se inició con la toma de la Escuela de Derecho. En el párrafo seguido del relato de la casa de Nahum, escribió: “Son nuestros típicos estudiantes, probablemente nuestros eventuales políticos típicos, quienes típicamente dirigirán algún día los destinos del país”.