Ver especial


“La primera vez que salí a marchar fue el 25 de octubre, para la manifestación más grande en Plaza ‘Dignidad’. Fui con toda mi familia a ese día histórico. Para mí fue una felicidad enorme, era algo que mucha gente y yo esperábamos: el día en que abriéramos los ojos. Íbamos a exigir que cambiaran las cosas en este país”.

“A la gente le gustó el disfraz. Es bonito, amable y simpático. Ese día mi cuñado me decía: ‘te has sacado como mil fotos en tres cuadras'. Caminé tres cuadras desde Parque Bustamante a Plaza ‘Dignidad’ y me demoré como tres horas. Los niños me decían que les daba ánimos para seguir ahí. En la noche se viralizó mi caída por redes sociales. Estábamos en la casa cuando mi hija me subió a Instagram diciendo que yo era la ‘Tía Pikachu’”.

“Hoy no me llegan tantos mensajes, a lo más 30 al día. Cuando todo empezó teníamos que estar cinco personas respondiéndole a la gente”.

“No me había dado cuenta que esto fue un fenómeno generacional. A los jóvenes siempre les ha gustado el animé y ven en Pikachu a un amigo. Ellos agradecían. Me decían ‘gracias por tener ese espíritu, por demostrar que nos podemos manifestar de otra forma y entregar cariño’. Fue el lado amable del estallido. Bailando también se lucha”.

“Con mi marido estábamos viendo la posibilidad de vender nuestra casa en Lo Hermida para irnos a vivir a Uruguay. Habíamos viajado tres veces en vehículo y vimos que era un país más amable. Aquí siempre tuvimos problemas con lo caras que son la educación y la salud. Queríamos irnos para empezar en un lugar mejor. Pero me llegaban mensajes de gente que me decía, ‘tía, no nos abandone, siga luchando’. Otros decían que los vídeos de la tía Pikachu les servían como terapia. Eso nos hizo seguir yendo a las marchas”.

“Me han pasado cosas increíbles. Para el verano pasado íbamos a ir a Los Esteros, en la Región de Los Lagos, a la casa de unos familiares. Mi hija mayor me dijo que pusiera en Instagram que haríamos un viaje autogestionado. Íbamos por un par de días por que no nos alcanzaba la plata, pero terminamos recorriendo Chile. Pasamos por Concepción, Valdivia y Chiloé gracias a las invitaciones de distintas organizaciones sociales. Fui con el traje en la maleta y lo ocupé cuando había marchas”.

Como muchos, el estallido social nos significó perdidas económicas. Muchos padres sacaron a sus hijos del furgón escolar que conducía. Tenían miedo a las agresiones. Además, en Lo Hermida varios colegios entraron en toma. Perdimos un 50% de lo que ganábamos antes y tuvimos que pedir un crédito al banco.

“Ahora quedamos sin trabajo por el Covid-19. La segunda semana de marzo guardamos el furgón. Hasta principios de abril estuvimos pensando en qué hacer, cómo reivindicar nuestras vidas. Nos seguimos endeudando. El banco nos dio una prórroga. Compramos miel y ajo chilote para vender a domicilio. Vamos por todo Santiago, dependiendo el día, entregando pedidos. Recibimos el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y saqué mi 10%. Esa plata no la toco, está guardada por cualquier cosa”.

“En todo caso, desde que empezó la cuarentena no he estado mucho en mi casa. Hemos apoyado ollas comunes en distintas poblaciones y campamentos. Con amigas y conocidos, juntamos lo que podemos para aportar. Ahora tengo más redes para hacerlo. La última vez fue para el 19 de septiembre, hicimos 150 empanadas y terremotos para repartir a la gente en situación de calle”.

“En resumen, el estallido social cambió mi vida totalmente. No me gustaba salir. Era de compartir únicamente con mi familia y amigos del barrio. Ahora siento que comparto con personas que son simples y que pensamos en un bien común. Mucha gente me decía, ‘¿por qué vas a marchar si ya tienes tu casa y tu vehículo?’. Respondía que no iba por necesidad, sino por otras personas. Les decía que fueran a darse una vuelta a la feria para ver la realidad”.

“Yo misma empecé viviendo en la casa de mis suegros. Era una bodega con un piso de tierra que fuimos acomodando poco a poco hasta comprar mi primer furgón. Hay personas que no tienen esa posibilidad y hay que apoyarlos”.

“Pienso que el estallido social era necesario, era la única forma de hacerse escuchar. Significó la unión de Chile, el despertar de todos. Éramos zombies, pero despertamos para decir basta de abusos, basta de que unos cuantos se queden con todo y que muchos no reciban nada”.

“Hay algo que he pensado en todo este tiempo: me voy a postular a constituyente. Al principio no estaba convencida, porque no me gusta la política, pero alguien me dijo: ‘quien más que usted, que salió del estallido social, que representa a los jóvenes, que ha vivido toda la vida en Lo Hermida y que sabe la realidad’. Esas son las cosas que necesitamos. Me costó harto, pero si puedo aportar en algo, voy a hacerlo. Bailando también se lucha”.