Gonzalo Blumel fue uno de los colaboradores de Sebastián Piñera que trabajó en los dos gobiernos que él encabezó. Entró al primero como jefe de la división de Relaciones Políticas del Ministerio Secretaría General de la Presidencia, y terminó como jefe de asesores del Segundo Piso. Entonces, se ganó la confianza personal del expresidente y fue pieza clave de Avanza Chile y de la candidatura presidencial que lo llevó por segunda vez a La Moneda.
Así, entró a las grandes ligas. Fue un sorpresivo ministro de la Segpres y -más aún- titular de la cartera de Interior, cargo que asumió de forma inesperada en noviembre de 2019, en medio de los aciagos días del estallido social. Desde ahí, repasa las adversidades que le tocaron a Piñera y a su equipo, y los costos que el ahora fallecido expresidente pagó por tomar decisiones tan complejas como la apertura de un proceso constituyente.
¿En qué etapa de la vida estaba Sebastián Piñera?
En tres cosas. Uno, estaba recuperando mucho tiempo con la familia. Estaba muy contento en eso. También estaba muy empeñado en esta idea que él transmitía de ser un buen expresidente. Me tocó estar entre Piñera I y Piñera II muy cerca de él, en Avanza Chile. Y ahí era distinto, porque quería ser un buen expresidente, pero tenía muy presente la posibilidad de volver a ser candidato. Ahora eso estaba más despejado, aunque obviamente mucha gente no le creía.
Y lo tercero es que estaba reencontrándose con Chile, con los chilenos. Después del 18 de octubre y la pandemia, pero en particular del estallido, se produjo un distanciamiento. Él siempre fue alguien de mucha cercanía, no era de estar encerrado en el Palacio de La Moneda, sino que era de terreno, de parka roja, de estar en contacto con la gente. Había logrado empezar a reencontrarse y a recuperar el cariño de las personas. Creo que para él volver a salir y reencontrarse en distintos lugares con los chilenos de a pie, como se dice, fue algo muy valioso después de todo lo que le tocó vivir.
¿El Presidente había salido muy herido en su amor propio de su segunda presidencia?
El Presidente Piñera tenía una capacidad muy importante de resistir los golpes, los golpes de la vida y especialmente de la política. Y no acumulaba rencores, pero, sin duda, le dolió el juicio tan crítico de algunos sectores de la ciudadanía. En particular, más que de la izquierda, él resintió la poca generosidad del mundo de la centroizquierda, con el cual él en otros momentos tuvo mucha disposición a colaborar y a tender puentes cuando la centroizquierda lo necesitó. Acuérdate tú, cuando fue la recuperación de la democracia, él lideró a la ‘patrulla juvenil’ en la democracia de los acuerdos, que fue muy importante para darle estabilidad y proyección al gobierno del Presidente Patricio Aylwin.
Pero yo diría que le dolió más todavía la incomprensión y la ingratitud de los sectores de centroderecha particularmente y de derecha. Que, especialmente después del estallido social, fueron -aunque no todos- muy críticos de sus decisiones. Que tienen que ver con que el Presidente siempre tuvo una convicción democrática muy profunda y entendió que en la mayor crisis de la historia reciente de nuestra democracia había que buscar una respuesta política y democrática al conflicto más que una respuesta militar. Y le dolió ver la crítica y la hostilidad que en algunos momentos puede haber sido comprensible, pero creo que el tiempo ha ido dando la razón. Y, de hecho, lo que más se ha reconocido en estos días es ese talante democrático que mantuvo en todo momento, incluso en los momentos donde muchos dudaron y él no dudó.
A todos los presidentes, estando en La Moneda, les toca enfrentar adversidades. A él le tocó la reconstrucción tras el terremoto y maremoto de 2010, el rescate de los 33 mineros, el estallido social, la pandemia. ¿Cómo las enfrentaba?
Él tenía una particularidad bien curiosa, de una resiliencia gigantesca. Me tocó estar muy cerca de él en sus dos mandatos, en crisis muy profundas, y nunca lo vi perder el control. Siempre lo vi templado, obviamente con momentos de mucho estrés e intensidad, pero siempre templado y con una necesidad de reunir mucha información para tomar las decisiones más correctas.
¿Templado o mirando con distancia?
No, más que distancia, templado. O sea, por ejemplo, en el estallido social mucha gente le decía al Presidente “abra la billetera y tire la casa por la ventana, esa es la forma de resolver la crisis”. Él nunca estuvo dispuesto a eso, porque sabía que era sacrificar el futuro de Chile. Era darles espacio al populismo, al deterioro de la economía, como ocurrió, por ejemplo, con los retiros del 10%. Él siempre se opuso, porque era pan para hoy, pero hambre para mañana.
¿Buscaba consejos u oía planes que no eran los propios al enfrentar estas crisis?
No, su método de trabajo era consultar a los que realmente sabían las materias para reunir esa información y tomar las mejores decisiones. Así fue, por ejemplo, lo que vi en el caso de la reconstrucción, donde pidió ayuda a distintos gobiernos, a expertos. Además, él entendía que esto no era sólo un tema del Estado o, por el contrario, sólo de los privados. Él creía mucho en la colaboración pública-privada y en la participación de la sociedad civil. No sólo reunía información, sino que preveía escenarios para tomar decisiones e implementar acciones que minimizaran los riesgos de falla.
¿Y qué pasaba con sus ministros en el intertanto? Se dice que se metía en todo.
Se metía mucho, pero también delegaba mucho. En mi experiencia, por ejemplo, sobre todo en Interior, cuando se produjo el estallido y se abrió a buscar una salida constitucional, me dio toda la confianza para llevar adelante las negociaciones políticas que finalmente facilitaron el acuerdo del 15 de noviembre. Él, obviamente, fijaba un marco. Y mientras se desarrollaban esas negociaciones, él daba los vistos buenos en función de lo que creía que era lo correcto. Él era muy Presidente de la República. Era un jefe de Estado y jefe de gobierno en toda propiedad. Pero, por lo menos en mi experiencia, y yo eso siempre se lo agradecí, él confiaba en su equipo al final del día.
La reconstrucción y la pandemia involucraron una fuerte tarea en términos de gestión. ¿Era este tipo de crisis donde él se manejaba mejor?
Yo creo que sí, las crisis eran donde se expresaba la mejor faceta del Presidente Piñera, particularmente la del 27-F y la pandemia, ¿no? Y bueno, ni hablar de los mineros, que fue un hito mundial. Se dice mucho que la pandemia salvó al gobierno de Sebastián Piñera, pero yo creo que también Sebastián Piñera, en buena medida, salvó a Chile de los peores flagelos de la pandemia.
¿El estallido social superó estas habilidades propias del Presidente?
Era una crisis muy distinta. De partida, era una crisis de una profundidad nunca antes vista por ninguno de nosotros. Probablemente la única crisis comparable debe haber sido la del 73, en circunstancias muy diferentes, pero de una tremenda profundidad. La sensación que tenía personalmente era de decir “estamos viviendo una de esas crisis dramáticas que uno conoce de los libros de historia”, como el 73, como el 25, como 1891. Es nuestra gran crisis y si esto no lo hacemos bien, puede terminar muy mal y las consecuencias pueden ser muy dramáticas. El Presidente tenía conciencia de eso, pero obviamente le costó y nos costó comprender lo que estaba pasando, especialmente en los primeros momentos. Porque era difícil. Yo creo que prácticamente todo el mundo se sorprendió. Nadie lo vio venir, ni la profundidad, ni la intensidad, ni sobre todo la violencia que iba a traer aparejada.
¿Por qué hubo una dificultad en la comprensión política, tanto de lo que estaba ocurriendo como de eventuales soluciones al estallido en ese momento?
En buena parte porque siempre a mi propio sector, y en esto hago una autocrítica, nos ha costado, le hemos puesto menos atención a esta materia. Ahora, tampoco caigo en las caricaturas de que la derecha no tiene relato o de que no entiende nada de política, porque no es verdad. Muchos nos hemos dedicado toda la vida a esto. Y hemos buscado genuinamente desarrollar un trabajo político anclado en las ideas y en la comprensión de los problemas de la sociedad. Pero ciertamente en nuestro sector le hemos puesto menos atención a esta materia. Y es algo que tenemos que aprender para que en el futuro no sea un talón de Aquiles. Pero yo diría que lo segundo fue porque para el estallido todos los límites se corrieron. Y la anomia que se desató fue feroz. Los límites formales, institucionales, políticos. Fue un momento donde lo inesperado se hizo la regla general y se instaló la idea de que todo vale. No había fair play.
¿Y esta anomia anulaba las posibilidades de acción de La Moneda a su vez?
Lo hizo mucho más difícil, porque, además, esto nos pilló en un momento de una crisis de confianza muy profunda. Después de una serie sucesiva de escándalos y conflictos que afectaron a distintas instituciones. A las instituciones políticas con la crisis del financiamiento de la política. A las iglesias con una serie de escándalos. Al mundo empresarial con las colusiones.
Las instituciones estaban debilitadas. Los liderazgos prácticamente todos ausentes, atemorizados. Muy poca gente estaba dispuesta a asumir costos y cruzar el charco. Hubo excepciones notables, que reconozco, pero la gran mayoría de los liderazgos prefirieron sucumbir ante, digamos, el griterío y la estridencia del octubrismo.
Eugenio Tironi planteó en una columna esta semana que Piñera “no reaccionó” ante la magnitud de lo que ocurría.
Hay muchos autodeclarados exégetas del expresidente Piñera que no lo conocían tanto ni creo que tengan tanta capacidad para haberlo interpretado. Como te decía, nos costó comprender, pero plantear que no había capacidad de procesar o reaccionar tampoco es verdad. De hecho, el 18 de octubre fue una cosa muy violenta, como un meteorito que nos cayó encima. Pero ya el día siguiente el gobierno estaba empezando a tener sus primeras reacciones: el día 19 el Presidente anuncia que se va a enviar un proyecto para dejar sin efecto el alza del transporte público. Tres días después anuncia una agenda social muy potente, que era la práctica de un nuevo programa de gobierno con cambios previsionales, cambios en materia de salud. Una serie de reglas políticas. Y el Presidente pide perdón.
Pero antes había declarado la guerra...
Hubo altos y bajos. Pero decir que no entendió nada, que no hubo reacción, no es verdad. Porque la historia muestra que no fue así. Tanto así que es el propio Presidente Piñera el que convoca a un acuerdo constitucional el 15 de noviembre, cuando se da cuenta de que prácticamente no quedan más dispositivos democráticos para encauzar la crisis: ya habíamos hecho un cambio de gabinete, habíamos anunciado una agenda social. Y prácticamente nada estaba dando resultados. Y, por lo tanto, eso da cuenta de que estaba consciente de los riesgos que vivíamos y de que se necesitaba un dispositivo democrático institucional para procesar esta entropía que se liberó después del 18 de octubre.
¿Lo vio titubear en esos momentos?
No, titubear no. Obviamente, tuvo dudas, como todos las teníamos, porque la situación era muy compleja. El estallido social fue algo que ninguno de nosotros había vivido antes ni cercanamente y las consecuencias podían ser insospechadas, incluso dramáticas. El gran mérito del Presidente Piñera, que es la gran virtud de los políticos según Aristóteles, fue la prudencia con que enfrentó la mayor crisis social y política internacional, y de violencia que ha vivido Chile en medio siglo. Creo que ese talante democrático y esa prudencia a la hora de tomar decisiones, lo que en un minuto fue muy cuestionado como una falta de decisión para enfrentar los problemas, es lo que permitió que los problemas los fuésemos resolviendo paso a paso, paulatinamente.
Una parte de la derecha le reprocha a Piñera el haber “entregado” la Constitución y tomado una decisión que derivó en dos procesos constituyentes y en años que muchos acusan que son perdidos. ¿Qué costos pagó por haber tomado esa decisión?
Pagó costos con su propio sector, que no todos, pero muchos, criticaron esas decisiones. No solo esas, sino también a lo largo de toda su trayectoria política. Haber estado por el No, haber sido siempre muy crítico de la política, de las violaciones de derechos humanos en la dictadura, el haber estado dispuesto a ser una persona que tendía puentes desde la oposición hacia los gobiernos de la Concertación en la transición democrática, el haber hablado de los cómplices pasivos y haber cerrado el penal Cordillera; siempre mantuvo una línea, fue muy consistente en sus convicciones democráticas.
Eso a muchos los molestó, pero posiblemente es ese uno de sus grandes legados: reencontrar y reconciliar a la centroderecha con las convicciones democráticas más plenas, que él siempre encarnó. Hoy la centroderecha tiene plenas convicciones democráticas, y de hecho son mucho más profundas y están más enraizadas que en algunos sectores de izquierda que en el estallido social mostraron que eran muy débiles.
¿Tiene sentimientos encontrados con el reconocimiento que hay por parte de las fuerzas de izquierda ahora que el Presidente ha fallecido?
No. Yo valoro la forma en que lo ha encarado el gobierno, que ha sido muy republicana y está bien que así sea. Espero que esto, además, permita ir recuperando las formas y las prácticas, y la ritualidad más propia de nuestras tradiciones democráticas. Pero creo que sería bueno explicar el giro, ¿no? Si se cree que hoy el Presidente Piñera fue un demócrata desde la primera hora, con profundas convicciones democráticas, sería bueno explicar el giro más que para pedir perdón o disculpas, para poder entender… que lo que se dice hoy es realmente fruto de una convicción y no del oportunismo.
¿Usted duda de que haya una convicción detrás de las palabras del Presidente Boric?
No dudo, pero creo que el peso de la prueba lo tiene la izquierda.
En estos días sus excolaboradores han realizado un balance positivo de su segundo mandato, recordando estas mismas adversidades que hablamos. Sin embargo, también se puede plantear que como legado queda un gobierno del Frente Amplio.
A mí no me gusta, pero eso se llama alternancia en el poder, y es lo más legítimo que hay desde un punto de vista democrático.
Y no solo un gobierno del Frente Amplio como legado, sino también la emergencia de los republicanos a costa de Chile Vamos.
Creo que hubo varios proyectos políticos que surgieron como contraposición a la figura del Presidente Piñera de su gobierno. Y ahora van a tener que pensar cómo siguen adelante, dado que eso hoy día ya no tiene tanto arrastre como lo tuvo en el pasado, porque el tiempo ha ido reivindicando la figura del Presidente Piñera.
¿En esos proyectos políticos incluye tanto al Frente Amplio como a los republicanos?
A todos los que se constituyeron desde una lógica adversarial.