“Si salgo de esta, me gustaría jugar un Grand Slam. Aunque sea la qualy”. Eso decía y soñaba Gonzalo Lama (27 de abril de 1993), mientras estaba tendido en la cama de una clínica y los médicos se debatían qué hacer frente a un intestino altamente infectado por culpa del mal de Crohn que padece. “Era una visión demasiado lejana, porque estaba pa’ la cagá, roto y era casi imposible”, recuerda sobre lo que pensaba en esos días.

Del que alguna vez fue 160 del mundo y ganó dos challengers, quedaba poco. La primera misión era salir vivo de la clínica, en tiempos en que se disputaba el US Open de 2019 y sus compañeros se alistaban para las finales de la Copa Davis de Madrid, un proceso donde él mismo fue clave.

A dos años de esa difícil situación, el tenista no solo logró revertirla, sino que vive un renacer. En 2020, llegó a caer hasta el puesto 974 del orbe, pero ahora está a un paso del top 300 y cada vez más cerca de ese deseo que parecía utópico. “El colmillo se me afila todavía más. Quiero jugar las qualys de Grand Slam, ojalá pasarlas, y después de eso quizás qué; quizás el top 100, que es lo que he anhelado toda mi vida”, se ilusiona.

Eso sí, sabe que hay que luchar con varios fantasmas: “Tengo que tener ese equilibrio mental para que esa ansiedad no me coma. Sé que soy capaz y he demostrado que puedo hacerlo. Es una cuestión de constancia y de que esté fuerte mentalmente para lograrlo. Para estar top 100 hay que sacar a uno que esté 99, y ya he tenido triunfos sobre esos jugadores”.

Y precisamente el tema de la salud mental en los tenistas ha cobrado notoriedad a partir del documental de Mardy Fish y de la experiencia de Naomi Osaka. Para el León estas situaciones le son muy familiares. Él mismo lo recordó hace unos días tras avanzar a cuartos de final del Challenger de Santiago 2, escribiendo en Instagram de depresión, angustia y pánico.

“Uno realmente no entiende por qué le están pasando ciertas cosas o por qué está sintiendo lo que está sintiendo. Todo eso lleva a una búsqueda, que es dolorosa, y es un trabajo constante el lograr sobrellevar esos sentimientos. Obviamente, yo los he pasado todos y no es que me sienta una persona que haya superado todos esos temas, sino que los sigo trabajando constantemente. A veces me resulta bien, a veces me resulta mal, pero yo creo que son cosas muy humanas”, sostiene.

Y reflexiona: “Todos en algún momento lo hemos vivido. Quizás hay algunas personas que lo esconden mejor que otras o que lo logran sobrellevar mejor. Yo soy de las personas que hace un tiempo cree que está perfectamente bien abrirse y no tenerle ninguna vergüenza a lo complejo que es hablar sobre la salud mental. Es una muy buena manera de normalizarlo, también”.

Gonzalo Lama y su raqueta. Foto: Mario Téllez.

En esa línea, valora lo hecho por Fish. “Imagínate que antes de entrar a octavos de final del US Open contra Federer, con cancha central llena, él decide que no estaba apto para jugar, ayudado por su señora… Está buenísimo que eso no quede como un acto de cobardía, sino que como un acto de cuidar su salud. Me pareció muy bueno visibilizarlo desde un personaje ultra público como él”, aplaude.

Lama recuerda cómo comenzaron a aparecer algunas señales tras sufrir brotes de Crohn: “A mí me partieron todas estas cuestiones cuando me fui a la cresta en el ranking. Lo único que me daba seguridad era mi persona como tenista, las alabanzas de la gente... Y cuando me di cuenta de que tenía que trabajar más mi área humana que mi área profesional, entendí que debía tener un equilibrio entre el deportista y la persona. Eso es muy importante”.

En su caso, necesitó trabajo y ayuda para entenderlo. “Yo estuve dos años en terapia con mi psiquiatra y un psicólogo. Fue un periodo difícil, lo sigo trabajando día a día. Cada día uno tiene sus propias batallas que esta locura de mundo te plantea”, explica.

Llevado a la cotidianidad nacional, desde su punto de vista, tocar estos asuntos sigue siendo complejo. “No está completamente normalizado, aunque cada vez más. En Chile falta mucho. Veía el debate presidencial y uno de los temas era cómo se podía como país ayudar más a las personas en la salud mental, porque está un poco apartada de los planes de salud básicos. Es algo importantísimo que debería resolverse pronto”, lamenta, sin dejar pasar uno de los incidentes de esa noche: “Encontré terrible que un candidato presidencial (Kast) le esté pidiendo una ficha clínica a otro candidato (Boric), en modo de matón. Casi que te espero afuera de la escuela para pegarte, o desafiándolo de muy mala manera y, sobre todo, apelando a una ficha clínica”.

En la luna o bajo tierra

Si bien Fish, Osaka y el propio Lama han corrido el cerco para hablar de estos temas, que son tabúes para algunos, a juicio del tenista todavía existe mucho silencio en sus colegas. Prima el afán de mostrarse fuerte frente a los rivales, escondiendo las vulnerabilidades. Aunque no todo es individualismo. “Se desarrollan muchas partes buenas que te van a servir para la vida y no me gustaría quedarme solo con que el tenista desarrolla el egoísmo de una manera brutal; también desarrolla constancia, tolerancia al fracaso al estar todas las semanas perdiendo. Hay jugadores que pasan todo el año sin ganar un título y todas las semanas pierden, y eso me parece que es súper difícil. ¿Cómo lo podría definir? Como una persona solitaria y que se desarrolla mucho como una persona egoísta porque es un deporte individual y todos tratan de cuidar lo suyo”, plantea.

Quizás, por lo mismo, en las nuevas generaciones de jugadores, los problemas se empiezan a amplificar a partir de la existencia de las redes sociales. “Yo creo que es violento al final. Es como que en el colegio te hagan bullying: sales de un partido, pierdes y te descueran. A la persona que más le duele perder eres tú, y después va uno, que nunca estuvo en tu carrera ni en tu desarrollo como persona ni como tenista, y te descuera. Yo también lo he vivido y es súper difícil de lidiar, sobre todo con las redes sociales. Hay muchas personas que te dicen ‘no, no hagas caso’. Y es difícil no hacer caso, te afecta. Yo soy súper sensible a esas cosas. Trato de no meterme a ver lo que opinan de mí y a veces peco y me meto. Pero trato de no meterme ni en lo bueno ni en lo malo, porque una te sube a la luna y la otra te entierra cien metros”, sentencia.

El estrés también le ha producido algunos efectos en su cuerpo, como una incipiente calvicie, que él asume, entre risas. “Sí. Estoy pelado gracias al tenis”, responde. Y agrega, jocoso: “Todos me echan más edad de la que tengo”.

Reconstruyendo golpes

Si hay algo que ha cambiado en Gonzalo Lama son sus tiros. Una notable mejoría con su revés y avances con su servicio han sido los puntales de este regreso a las canchas, luego de horas y horas de trabajo. “Eso es mucho mérito, como casi todo lo que he desarrollado en mi juego últimamente, de Cristóbal Saavedra, mi entrenador, que es un tremendo profesional y muy joven. Admiro mucho su trabajo porque me ha dado resultado. El revés, por ejemplo, es un golpe que nunca se me ha dado natural, pero él creyó que podía llegar a ser un arma y la seguimos desarrollando y mejorando, así como los aspectos técnicos. Es un golpe en el que puedo confiar y sé que no me van a hacer el hoyo por ahí. Eso y el saque es algo en lo que hemos trabajado mucho”, destaca.

El grupo también está compuesto por el PF Pablo Polanco y el kinesiólogo Eduardo Sánchez. Y este año los resultados están a la vista: cuatro títulos de M15 y una final de challenger en Quito, éxitos que se han visto acentuados por el circuito de torneos Legión Sudamericana que impulsa Horacio de la Peña. “Lo que ha hecho Horacio con Dove es algo tremendo, ya que no es necesario viajar tres o cuatro meses a Europa para ir a buscar puntos”, agradece.

Con su buena temporada y la posibilidad concreta de subir más en el ranking, surge la interrogante de si Nicolás Massú considerará a Lama para la próxima serie de Copa Davis. “Mis triunfos de este año hablarán por sí solos, pero el capitán es el que decide si eso lo convence o no”, piensa.

Hoy su perspectiva de la vida y del tenis es muy distinta a la que tenía al comienzo de este largo y sinuoso camino. Las metas están intactas y el fuego de siempre se mantiene: “Siento que ahora, con 28 años, entiendo más o menos todo esto, y eso me da mayor libertad para perseguir mis sueños más tranquilo”.

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