“¡Pero no tienes por qué irte!”, porfió una vez más el Presidente Gabriel Boric.

El Mandatario intentó por última vez convencer al ministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson (RD), de permanecer en su puesto.

Pero Jackson estaba decidido a renunciar.

“No te van a aprobar ningún proyecto, nada, mientras yo siga aquí”, explicó el aún secretario de Estado.

Boric se dio por vencido. En los días previos, ambos habían conversado el tema en más de una oportunidad ante la creciente ofensiva de la oposición por el lío de platas que golpeaba al oficialismo.

“Habitar el cargo”: los cambios de Boric a dos años de su desembarco en La Moneda.

El contrarreloj se había activado luego de que el presidente de la UDI, Javier Macaya, notificara que congelaba las relaciones con La Moneda “mientras Jackson permaneciera en el gobierno” y el Partido Republicano amenazaba con presentar una acusación constitucional en su contra.

Esta vez, el Presidente se había tenido que devolver a su oficina de improviso para reunirse de urgencia con el líder de Revolución Democrática (RD).

El encuentro duró 45 minutos y estuvieron a solas. Era el 11 de agosto de 2023.

—Ya, te vas, pero ¿qué quieres?

—Nada.

Quienes conocieron la conversación sostienen que ambos sellaron el fin de la estadía de Jackson en La Moneda con un largo abrazo.

Hoy nadie duda en el oficialismo que ese ha sido el peor momento de Boric desde que asumió el poder, en marzo de 2022.

Como pocos episodios desde su desembarco en el Palacio de Gobierno, la salida de Jackson hizo colapsar el espacio en el que se cruzan los mundos privado y político del Mandatario.

La dupla había transitado junta el meteórico camino que llevó a Boric a La Moneda el 11 de marzo de 2022.

Con 36 años, el exlíder estudiantil se convirtió en el gobernante más joven en la historia de Chile, y su coalición -el Frente Amplio (FA)-, en la que en el menor tiempo desde su irrupción en el escenario político llegó al poder.

A dos años de esa hazaña, Boric no es el mismo que cruzó la puerta de La Moneda.

Quienes lo conocen bien sostienen que su estilo de gobernar ha sufrido cambios fundamentales en este periodo, en particular sobre los análisis blanco y negro que caracterizaron su debut en Palacio y donde ahora asoman los matices.

Y cuando le hacen ver este cambio, Boric suele señalar que “estar sentado en el sillón de O’Higgins” lo ha hecho comprender mejor a sus antecesores. Tanto así que los exmandatarios Michelle Bachelet y Ricardo Lagos -e incluso aunque en temas más puntuales el recién fallecido Presidente Sebastián Piñera- se han convertido en interlocutores claves en sus momentos más complejos.

Esa misma convicción hace que hoy por hoy el Mandatario no dude en mencionar a la Concertación como un ejemplo de coalición en sus conversaciones más privadas y ha reiterado que una de sus metas íntimas es que el oficialismo confluya en una sola alianza cuando termine su mandato.

Por lo mismo, el sociólogo Eugenio Tironi se ha convertido en uno de sus orejeros predilectos, desplazando -por ejemplo- al cientista político Juan Pablo Luna, cuyos consejos fueron claves en los inicios del gobierno.

La metamorfosis

Fue el primer cónclave del año -el 12 de enero- en que el Presidente se reunió con el comité político junto a los presidentes de partidos oficialistas en Cerro Castillo.

Tras la reunión de trabajo, Boric pidió a los timoneles que se quedaran a un asado para tener un espacio más distendido de encuentro. El momento fue una excepción a la tónica de la relación que el Mandatario ha construido con sus partidos en estos dos años, sobre todo con el Socialismo Democrático. Boric cocinó y sirvió la carne. Todos compartieron hasta casi la medianoche.

El tránsito a jefe de coaliciones no ha sido fácil en los 700 días que lleva en La Moneda, y si bien su liderazgo se da de manera natural en el Frente Amplio, con los partidos del Socialismo Democrático y el PC ha sido un trabajo paulatino.

El contacto más fluido se da con su partido, Convergencia Social. Boric habla constantemente con el timonel de CS, el diputado Diego Ibáñez, y también con otros dirigentes con los que, además, comparte una estrecha amistad, como el también diputado Gonzalo Winter (CS).

Aunque el Presidente impulsa la idea de fusionar al Frente Amplio en una sola colectividad -de hecho este fin de semana se vota esa opción entre sus militantes-, Boric se ha propuesto no perder la relación con su partido de origen. Tanto así que suele sumarse y participar de las actividades y jornadas de trabajo que realiza la directiva nacional de CS.

En el Socialismo Democrático la mayor vinculación es con el PS. La timonel socialista, Paulina Vodanovic, tiene diálogo directo con el Mandatario. La relación es franca, muy en el estilo de la senadora. Vodanovic ha tomado el teléfono para solicitar su intervención en negociaciones complejas, como en el Acuerdo por Chile, o también para manifestar su molestia por acciones del Mandatario, como cuando lo llamó para expresar su enojo por haber cambiado a la ministra de Defensa, Maya Fernández (PS), como enlace tras los incendios de Viña del Mar y cederle ese encargo a la vocera Camila Vallejo (PC).

En La Moneda señalan que no resulta extraño que las conversaciones entre ambos sean intensas y en más de una oportunidad hayan terminado de manera abrupta.

“Habitar el cargo”: los cambios de Boric a dos años de su desembarco en La Moneda.

Con el resto de los jefes de partidos, el Mandatario suele ocupar de enlace a su jefe de gabinete, Carlos Durán (CS), aunque tampoco es extraño que Boric quiera resolver un tema o manifestar una inquietud de manera rápida y les escriba directamente a sus cuentas de mensajería en Signal.

Con el PC- en tanto- los nexos han mutado tras la muerte del extimonel Guillermo Teillier. Con Lautaro Carmona como mandamás de los comunistas la relación se ha vuelto más formal y distante. Ahí el puente es la ministra vocera, Camila Vallejo.

En los últimos meses el Mandatario también ha tomado cierta distancia de sus contactos con líderes de la oposición. En su primer año de gobierno, Boric mantuvo contacto fluido con Macaya y, en menor medida, con el entonces secretario general de RN, Diego Schalper. Pero el recelo por mantener en privado esos contactos y las sospechas de filtraciones lo llevaron a tomar distancia. En las últimas semanas, no obstante, le han aconsejado acercarse al timonel de RN, Rodrigo Galilea, a quien identifican como un posible aliado para llegar a acuerdos.

La influencia del Presidente con los ministros también ha tenido diversos acomodos durante el avance del gobierno. El hito más significativo de ello -tras la renuncia de Jackson- fue la derrota del plebiscito el 4 de septiembre de 2022.

No es un misterio que el Mandatario tomó el riesgo de jugársela por un triunfo del texto de la Convención y que se involucró demasiado, pese a las advertencias, porque creía que iban a tener éxito. La magnitud del fracaso electoral lo obligó a dar un fuerte golpe de timón, rectificar el rumbo de su gobierno y aceptar el desembarco del Socialismo Democrático en ministerios claves de su comité político. Ese, dicen el oficialismo, fue su primer “gran balde de realidad”, un verdadero punto de inflexión que lo obligó a alejarse aún más de su estilo taxativo, que venía muy impregnado en su ADN mientras fue diputado y encarnaba el relato de una izquierda impugnadora.

“Habitar el cargo”: los cambios de Boric a dos años de su desembarco en La Moneda.

El hecho también determinó el desembarco de Carolina Tohá (PPD) en el Ministerio del Interior, cuyo ascendiente en el Mandatario sólo lo disputa la vocera Vallejo.

Ambas -señalan en La Moneda- han reemplazado la esfera de influencia que llenaba Jackson hasta su salida. Tohá en análisis político y Vallejo en la tecla más de complicidad y contención personal.

Desde un inicio el Mandatario no cultiva relaciones particularmente cercanas con sus ministros y más bien “los deja hacer”. Tampoco se asemeja a los estilos de Lagos -en términos de autoridad- o Piñera, que rivalizaba con los miembros de su gabinete a la hora de intercambiar información sobre sus carteras.

Las reuniones que Boric encabeza con sus ministros se han hecho cada vez más cortas y se le ve pidiendo acciones más que reflexionando.

Fuera del comité político conversa mucho con el ministro de Vivienda, Carlos Montes (PS), o el de Justicia, Luis Cordero. Una relación menos conocida es la que mantiene con el titular de Agricultura, Esteban Valenzuela, con quien suele abordar temas de historia.

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Una costumbre que mantienen los ministros del Frente Amplio hasta hoy es llamar al Mandatario en privado por su nombre, “Gabriel”, aunque algunos de los dirigentes de partidos del FA se han preocupado de transformar su relación de amistad en un vínculo más institucional y republicano: se refieren a él como Presidente y lo han eliminado de sus mejores amigos de Instagram.

Lo que no cambia

La rutina diaria del Mandatario es la que quizás menos transformaciones ha tenido desde su desembarco en Palacio.

A diferencia de sus antecesores -que llegaban a La Moneda cerca de las siete u ocho de la mañana, Boric acostumbra llegar a eso de las nueve y media.

Aunque en los primeros meses de gobierno solía quedarse hasta entrada la noche en su oficina, en los últimos meses, incluso, hace teletrabajo. El jueves de esta semana estuvo toda la mañana en su casa y llegó a La Moneda a la hora de almuerzo.

El Presidente también mantiene con celo el hábito de reservar los almuerzos para leer libros (en ocasiones puede estar leyendo cinco libros a la vez); en sus giras Boric pide a su equipo que reserve dos mesas para almorzar, una para sus colaboradores y otra para él. Restaurantes como Squella, en Yungay, o el conocido como Los chinos gay, en Monjitas, son parte de sus favoritos. En los días de sus recientes vacaciones apareció en el Blue Jar, a pasos de La Moneda, a tomar desayuno. Cuando debe ir a Valparaíso, su local favorito es El Quillay, en la Ruta 68.

La extensión de su anterior rutina también alcanza a su oficina, donde tiene un tocadiscos -que suena cuando necesita concentrarse- y una colección de vinilos, entre ellos varios de Bob Dylan.

“Lindo color de chaqueta”, le comentó el fallecido Piñera en la última oportunidad en que coincidieron en persona. Fue el 20 de diciembre del año pasado, durante la celebración de la Navidad en el Estadio Palestino. Antes de iniciarse la ceremonia -a la que también llegó Bachelet-, los tres entraron a una sala donde se les hizo regalos y fue cuando Piñera le hizo el comentario.

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El manejo de su imagen fue una de las decisiones que más le ha costado delegar a Boric desde que asumió el cargo. Pese a que en un principio se resistía a recibir comentarios sobre su apariencia y tener un sastre, actualmente sí cuenta con uno que le confecciona su vestuario. Eso sí, el Presidente puso algunos límites: no usar corbata, mantener los lentes de sol (dice que es sensible a la luz solar), no usar cinturón, tampoco cordones (suele usar zapatos con hebilla) y elegir los colores de sus trajes (celeste, azulino y beige son sus favoritos). También tiene un barbero e incluso se ha dado el gusto de visitar a un estilista en algunas de sus giras, como cuando asistió a la sede de Naciones Unidas, en Nueva York.

En el último tiempo su outfit incorporó un elemento: una llamativa pelota amarilla antiestrés que suele apretar cuando está en su oficina. Durante esta semana, la pelota escapó de sus manos y el Mandatario no tuvo problemas en bajar las escaleras que dan a uno de los patios de La Moneda para recogerla.

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El celo por su vida privada ha ido creciendo en su estadía en La Moneda. Boric acepta de buena gana fotografías, pero se molesta si lo graban en la vía pública. Tampoco entiende mucho el despliegue de seguridad que debe activarse cuando decide asistir a un partido de fútbol o salir a andar en bicicleta.

Ni hablar del intento de control que su equipo pretende imponer en sus redes sociales. El Mandatario suele esquivar a sus asesores escribiendo mensajes directos en Instagram y X, o replicar y entregar opiniones sin realizar consultas previas mientras está a solas en espacios privados.

La contención más personal de Boric viene de su familia, con quienes mantiene un vínculo muy cercano. Su hermano Tomás acude los viernes a La Moneda y su otro hermano, Simón, ha ido a visitarlo y aprovecha de llevar a su hijo León, el primer sobrino del Presidente, que se ha hecho presente en su Instagram y también en actividades públicas, como los Juegos Panamericanos. Echa tanto de menos Punta Arenas que viaja más de lo que se sabe. En su tierra natal tienen una tradición: la primera mañana van a desayunar todos juntos al Kiosko Roca, local al que también pide delivery desde La Moneda en Santiago.

A sus amigos magallánicos también los extraña. El 8 de enero, por ejemplo, tuvo el matrimonio de su excompañero de colegio Rodolfo Arecheta. Entusiasmado para que la fiesta no terminara, el Mandatario invitó a sus más cercanos a seguir la fiesta en su casa en el barrio Yungay.

Un asadito

Los asados en la casa del Presidente son comentario obligado en el oficialismo.

Boric recibe amigos constantemente en su residencia en Santiago, donde se prende la parrilla, se conversa de política, se escucha música y se lee poesía hasta la madrugada.

El principal recelo de esos encuentros es que durante ellos el Mandatario suele recibir consejos y tomar decisiones en una instancia extraoficial.

Los participantes recurrentes -el círculo ha cambiado poco desde que Boric asumió- son el asesor de Interior, Emiliano Salvo (CS); el asesor del Segundo Piso, Mario Sillard (CS); el subsecretario de Medio Ambiente, Maximiliano Proaño (CS); el subsecretario de Defensa, Ricardo Montero (PS); la subsecretaria de Deportes, Antonia Illanes (CS); el diputado Winter, el periodista Felipe Valenzuela (CS) y el cantante Nano Stern, quien lo acompañó en sus últimas vacaciones en Puyehue, que fueron la antesala de una corta estadía en Tunquén con su actual pareja, la basquetbolista Paula Carrasco.

Valenzuela es su mejor amigo y asesor del Segundo Piso y pasa largos periodos en la residencia presidencial tras el quiebre del Mandatario con Irina Karamanos (CS), acontecimiento que hizo público en noviembre del año pasado en un sentido mensaje a través de su cuenta de Instagram.

La periodicidad de los asados presidenciales ha encendido las alarmas en los ministros, particularmente del Socialismo Democrático, quienes -algunos con pesar- se han tenido que sumar a esta dinámica. Fue el caso de Ana Lya Uriarte (PS) y lo es hasta ahora el de Tohá.

En el último tiempo -en todo caso- se ha formado un grupo paralelo que se reúne con Boric en la casa del escritor Patricio Fernández, encuentros a los que suelen asistir los ministros Cordero, Tohá y el socialista Ricardo Solari y que se realizan casi todos los meses

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La casi única constante de este tipo de reuniones es que Boric es el parrillero principal. No sólo desempeña este rol cuando es el anfitrión: en el Acuerdo de Unión Civil de Jackson con Camila Gutiérrez estuvo a cargo de la parrilla y sirvió la carne.

La práctica tuvo un invitado especial esta semana, en una inédita cita en la casa presidencial de Yungay: el presidente de España, Pedro Sánchez, quien alabó sus dotes de cocinero. Al asado concurrieron los ministros Tohá, Elizalde, Cordero, el canciller Alberto van Klaveren (PPD) y la senadora Isabel Allende (PS). El viernes, Boric reveló el menú: entraña y malaya de entrada; de fondo, punta de ganso y asado de tira.

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Un gesto similar había tenido el Mandatario en agosto pasado con la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, a quien pretendió agasajar con un asado en la casa de uno de sus amigos durante su visita a Chile. Pero esa vez no todo salió bien, ya que a Ocasio-Cortez y a su equipo les incomodó la informalidad de la invitación.