Han pasado ya dos semanas desde que dos terremotos, de 7,8 y 7,5 grados Richter, azotaron las zonas cercanas a la frontera entre Turquía y Siria: regiones o golpeadas por la guerra civil, o empobrecidas y donde las construcciones se realizaban sin respetar las normativas de seguridad. En ambos casos, los sismos implicaron una catástrofe que ya ha causado más de 42 mil muertos en ambos países.
Entre los escombros de ciudades como las turcas Kahramanmaras, Gaziantep y la siria Alepo, las historias que se han ido conociendo comportan los dos extremos: gente que lo ha perdido todo, incluidas sus familias, y por otro lado, la sobrevivencia después de horas bajo edificios colapsados.
Aya, la bebé milagro
Una de estas historias ocurrió en Jindaris, al noroeste de Siria, donde los rescatistas escucharon, entre los escombros de un edificio colapsado, el llamado de una recién nacida. “Escuchamos una voz y seguimos cavando”, contó el primo de la niña, Khalil al-Suwadi: “Limpiamos el polvo y encontramos a la niña con el cordón umbilical intacto, así que lo cortamos y la llevamos al hospital”.
Aún aferrada al cuerpo sin vida de su madre, la niña fue nombrada “Aya” por los rescatistas, que en árabe quiere decir “milagro”. Había sobrevivido 10 horas bajo los restos del edificio de cinco pisos en el que su familia vivía, y donde también murieron sus padres y cuatro hermanos.
Cuando se dio a conocer esta historia, miles de personas en Turquía y el mundo se ofrecieron para adoptar a Aya, que ya había sido trasladada al hospital de Afrin. El pediatra a cargo de ella, Hani Marouf, comentó al respecto: “Llegó el lunes en un pésimo estado, tenía golpes, heridas, estaba fría y casi no respiraba”. Ahora, sin embargo, está en una situación estable.
El video del rescate de Aya se volvió viral, y a pesar de la voluntad de mucha gente de adoptarla, el director del hospital Khalid Attiah declaró a la prensa: “No voy a permitir que nadie la adopte ahora. Hasta que lleguen miembros de su familia lejana, la trataré como alguien de la mía”. Esta semana se supo que a causa de esta fama, ya se habían registrado tres intentos de secuestro de Aya en el hospital.
El último de ellos lo realizaron hombres armados que asaltaron el Hospital Cihan, en Afrín, agrediendo al personal médico con la intención de llevarse a Aya a la fuerza. Según la organización que denuncia, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, los asaltantes formaban parte de la milicia proturca “Brigada Sultán Murad”, que opera hace tiempo en la zona, y cuyo fin era entregar a la niña a personas vinculadas al gobierno sirio.
Otro de los intentos de llevarse a Aya también vino desde el régimen sirio, y en específico de uno de los oficiales del palacio presidencial. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos indicó que este oficial habría puesto enormes cantidades de dinero para conseguir a la niña, haciéndose pasar por una organización de caridad.
Después de esos incidentes, el doctor Ahmad Hajj Hassan, el director del hospital de Aya, terminó por trasladar a su casa a la niña, a espera de que el tío abuelo que se vaya a hacer cargo de ella se encuentre en buenas condiciones.
La foto del padre y la mano de su hija
Pocas imágenes han logrado capturar la devastación del terremoto como una en particular tomada en Kahramanmaras, el epicentro del terremoto en Turquía. En ella, un hombre con chaleco naranjo reflectante mira a la nada, sentado entre los escombros, con la mano de su hija sin vida agarrada a la suya.
La foto fue tomada en los primeros días luego del devastador terremoto, y el hombre retratado en ella se llama Mesut Hancer. La niña que murió bajo el edificio se llamaba Irmak, y tenía 15 años. Hancer dijo que Irmak falleció instantáneamente, sin muchas oportunidades de escapar del edificio mientras se derrumbaba.
Irmak había estado visitando a su abuela, comentó el fotógrafo, y el padre llevaba tres días tratando de sacar el cuerpo de su hija de entre los escombros. “Fue horrible. En cuanto escuché las noticias, vine corriendo hasta acá. Con mis propias manos, con mis propios medios, con todo el esfuerzo traté de sacar a mi hija. Sin embargo, lamentablemente, no pude salvarla”, comentó a CNN Hancer.
El hombre no solo perdió a su hija en el terremoto, sino a gran parte de su familia. “Mi madre, mis dos hermanos mayores, mi cuñada y su pequeña hija. Eran siete personas incluyendo a mi hija, y estaban todos ahí, bajo los escombros”, señaló.
Un equipo de vóleibol escolar
En un principio eran tres, pero terminaron siendo 35 las personas que murieron en un hotel de Adiyaman, al interior de Turquía. Se trataba de una delegación escolar de jugadores de voleibol –niños, niñas, profesores y entrenadora–, que venían del norte de Chipre, una zona controlada por Ankara. Todos los niños en el lugar tenían entre 10 y 14 años.
Los atletas representaban al Famagusta Turkish Mariif College, y entre ellos alcanzaron a sobrevivir cuatro, que lograron escapar por sí mismos de los escombros del Isias Hotel, de siete pisos. Uno de ellos fue un profesor que señaló que no ha podido dormir desde los terremotos y que su esposa e hija quedaron atrapadas entre los restos del edificio.
Más de 150 personas, la mayoría familiares y rescatistas, viajaron hasta Adiyaman desde Chipre. “No creo que ninguno de nosotros tenga una esperanza, aunque no lo admitamos entre nosotros”, comentó en ese entonces Sedat Kilic, cuya sobrina de 12 años era una de las víctimas más jóvenes del terremoto.
Para Famagusta, una ciudad de 57 mil habitantes, la pérdida de 30 de sus residentes, entre ellos 12 niños, ha sido devastadora. El fin de semana pasado, 35 féretros cubiertos por banderas fueron cargados por las calles de la ciudad antes de ser enterrados. Cientos de residentes salieron a su encuentro para besar y tocar los ataúdes, a medida que estos se acercaban a la mezquita de la ciudad.
Tres rescates tardíos
Ya terminaba esta semana cuando se halló con vida a una mujer de 77 años, entre los escombros de un edificio de siete pisos colapsado en Adiyaman. La mujer, que pasó 212 horas atrapada, se llama Fatma Gungor, y su sobrevivencia fue una increíble sorpresa para los familiares, que esperaban recibir su cadáver luego de estar más de una semana enterrada.
Las imágenes de su rescate muestran cómo la mujer es trasladada a un hospital mientras los familiares se abrazan al personal de emergencias. Como detallaron sus rescatistas a la agencia de noticias turca Anadolu, lo primero que preguntó la mujer al ser encontrada fue:”¿Qué día es?”.
Unas horas después, en la ciudad de Hatay, otro milagro se produjo cuando los rescatistas encontraron a una madre y dos niños en otro edificio colapsado. Esta mujer se identificó como Ela, y sus hijos se llaman Meysam y Ali Bagdet, indicó la misma agencia de noticias.
Mehmet Eryilmaz, un minero que estaba en el rescate, contó cómo se desarrolló: “Un sonido se escuchó durante los trabajos de búsqueda y rescate. Enfocamos nuestro trabajo en ese sonido. La madre se veía feliz de vernos. Le tomé la mano, primero. Hablamos, conversamos, intenté calmarla”. Una de las primeras cosas que Ela les pidió a los rescatistas fue agua, además de preguntarles por el día. Ella y sus hijos habían pasado 228 horas enterrados.
Luego de 248 horas, una joven de 17 años fue rescatada en la provincia de Kahramanmaras. De nombre Aleyna Olmez, uno de sus tíos estaba con los rescatistas, que les agradeció y les dijo “nunca los vamos a olvidar”.
Hacer Atlas, uno de las personas trabajando como rescatista en la zona, comentó a los medios turcos: “Primero la tomamos de la mano, después conseguimos sacarla. Está en muy buena condición. Puede comunicarse. Espero que sigamos recibiendo buenas noticias sobre ella”.
Otro minero, Ali Akdogan, contó que llevaban ya una semana trabajando solo en ese edificio. “Venimos con la esperanza de escuchar algo. Nos alegramos cuando encontramos algo con vida, así sea un gato”, señaló.
Ya en el hospital, el canal de televisión TRT pudo constatar la buena salud de Olmez, e incluso conversar un poco con la niña, que estaba junto a su tía y a su abuela. El doctor que está a cargo de Olmez se mostró sorprendido por la salud con la que llegó al recinto: “No pudo comer ni beber nada en todo este tiempo, pero está en buenas condiciones. Quizás dado que no se podía mover bajo la tierra, podemos decir que su inactividad la habrá protegido un poco, ya que necesitó energía para sobrevivir”.
La muchacha fue llevada a Ankara, la capital turca, en avión, luego de pasar algunos días en el hospital de Kahramanmaras.
Las enfermeras de Gaziantep
Durante los primeros días después del terremoto se hizo viral un video tomado en el hospital de Gaziantep, por las cámaras de seguridad, en el momento exacto en el que la tierra empieza a temblar. Se trataba de la maternidad del hospital, y el registro muestra cómo dos enfermeras corrieron hasta donde estaban las incubadoras para proteger a los recién nacidos sosteniendo las máquinas y evitando que se cayeran. Esto, poniendo en riesgo sus propias vidas.
Otras grabaciones también muestran, en la misma maternidad, a la trabajadora sanitaria Seyma Alakus, a quien la cámara muestra yendo hacia otras habitaciones, saliendo con un niño en brazos y dándole órdenes a sus compañeros para que evacuen a otros.
El Consejo Internacional de Enfermeras destacó “el coraje y dedicación” de las enfermeras y personal de salud, tanto en Turquía como en Siria, y cómo han continuado trabajando después de los devastadores terremotos.
El ministro de Salud de Turquía, el doctor Fahrettin Koca, compartió también el video en sus redes sociales y agradeció la acción de ellas, calificándola de “inolvidable”.
La ciudad que sigue en pie
Un oasis de calma en un desierto de devastación. En la ciudad de Erzin, la vida sigue su camino, a pesar de ubicarse en una de las regiones más afectadas por los terremotos: Hatay. Los edificios siguen en sus lugares, y la gran diferencia es que hay más gente, en específico, refugiados.
“Yo no he autorizado ninguna construcción o actividad de construcción ilegal. A veces me increpaban y me preguntaban burlonamente si quería ser la única persona decente del país. Tengo la conciencia tranquila”, fue lo que ha dicho el alcalde de la ciudad, Okkes Elmasoglu, cuando le preguntaron por qué su ciudad no sufrió los derrumbes de las ciudades que la rodean.
En realidad, es una mezcla de condiciones geológicas favorables, y sí, una buena gestión relativa a las normativas de construcción, que en Turquía se acostumbra a pasar por alto a la hora de hacer edificios.
Un geólogo de la región, Omar Emre, explicó a The New York Times el motivo de la “invulnerabilidad” de la ciudad: “La condición del suelo es la principal razón por la que no hemos sufrido grandes daños”.
Las ciudades de Hatay, normalmente, se han construido sobre capas de arena, barro y arcillas provenientes de un río. Ese suelo, al ser blando, sufre más con los temblores. “Estos sedimentos blandos cargados de agua hacen que las ciudades y los pueblos sean excepcionalmente vulnerables a los terremotos. Cuando uno golpea esta tierra se mueve como una ola”, explicó Emre.
Tal es el caso de dos ciudades vecinas de Erzin: Iskenderun y Antioquía, que hoy se encuentran sumergidas en el caos y devastadas. En cambio, Erzin tuvo la suerte de ubicarse en terrenos muy sólidos, y a causa de eso, no ha caído ni un solo edificio ni se han registrado muertos en esta ciudad de 42 mil habitantes. Otro geógrafo, Tamer Duman, explicó a The New York Times que el suelo duro de la ciudad comprende “lecho de roca y granos más gruesos que la arena”.
Por eso mismo, Erzin se ha vuelto una ciudad refugio para sus vecinos: ahí pueden encontrar refugio temporal, alimentos, agua, atenciones médicas y servicios esenciales. De todos modos, el alcalde señaló que necesitan “tiendas de campaña con urgencia”.
Según el alcalde, nunca hizo vista gorda a la hora de pedir los permisos precisos para construir en su ciudad: “Los constructores se me han acercado durante estos años quejándose de que no podían pagar un permiso de construcción. Les respondía que lo sentía, pero no”.