Gonzalo Winter (34) jamás imaginó la respuesta que le dio su padre cuando le preguntó por quién votaría para presidente, semanas antes de la primera vuelta del 21 de noviembre. Si bien sabía que históricamente él había sido de centroderecha, y que en las últimas elecciones había votado siempre por Sebastián Piñera, Winter cuenta que a su padre nunca le había interesado mucho la política. Esas preferencias electorales eran, en general, más por lo económico que por lo político. Por eso, el diputado reelecto por Convergencia Social dice: “Tenía la esperanza de que al menos votaría por Sebastián Sichel”.
No fue así. La tarde de mediados de octubre en que lo visitó en su casa ubicada en Colina, Jaime Winter (68), un economista que trabaja en el rubro inmobiliario, le dijo que había decidido votar por José Antonio Kast.
Fue entonces que Winter hijo, por primera vez, decidió abordar la situación de manera distinta a como siempre lo habían hecho.
Tensiones familiares
Las dos opciones presidenciales que van a la segunda vuelta de hoy han despertado tensiones políticas que han ido mucho más allá del terreno partidista y de aquellos que permanentemente han estado inmersos en este ambiente. El escenario hoy es distinto. Por primera vez desde el retorno a la democracia, el domicilio político de ninguna de las candidaturas que van al balotaje está en el centro. Eso, a ojos de los expertos, ha calado hondo en las discusiones de los círculos más íntimos de los ciudadanos. Para Paula Luengo, psicóloga y académica de la Facultad de Psicología de la UC, “hay un contexto en que el escenario político marca un punto de inflexión bastante importante en términos de radicalización de las opciones. Eso es una polarización que se percibe en la cotidianeidad y de la que todos están hablando”.
Los Winter ya estaban acostumbrados a hablarlo, la política siempre fue un tema recurrente en la mesa. Sobre todo, porque, de los cinco hijos que tiene el economista, tres son abogados de izquierda y, en los últimos meses, habían estado trabajando para la campaña de Gabriel Boric. Jaime Winter se ríe cuando piensa en qué minuto sus hijos tomaron caminos y pensamientos tan distintos a los de él, pero lo resume así: “Nunca fui de esos papás que les decían a los hijos que tenían que ser y pensar de una cierta manera. Siempre fui abierto y siempre les traspasé a ellos el tema social”.
Aunque reconoce que sintió decepción la primera vez que su hijo Gonzalo le dijo que se había inscrito en un partido de izquierda cuando entró a estudiar Derecho en la UCH. “Yo ya sabía que era un poco de izquierda, pero cuando me dijo, me dio pena. Sobre todo porque soy cristiano y creo que la forma de solucionar los problemas son otras”, dice Jaime Winter.
Desde entonces, el economista añade que vive en una eterna contradicción: por un lado, se alegra cuando su hijo ha salido electo diputado. Pero, por otro, piensa que la línea que trabaja para mejorar el país no es la correcta. Pese a eso, ambos reconocen que han sabido manejarlo. Ninguno recuerda haber tenido una discusión que los haya distanciado por este tema. Más bien, cuentan ellos, con los años han aprendido a discutir bajo un marco ideológico del que no se puede salir. “El que pretenda cambiar ese marco en el que uno es de izquierda y el otro de derecha es un latero que está echando a perder la conversación”, dice el diputado.
Con el estallido social de octubre de 2019, salir de ese marco se volvió más común. Especialmente porque Gonzalo Winter comenzó a sentir que su padre, que para él siempre había tenido una mirada más liberal dentro de la derecha, comenzaba a tener una visión más dura de la situación política del país. “Con el estallido se agudizaron tanto las pasiones de derecha como de izquierda y eso fue tenso en mi familia paterna”, cuenta Winter hijo.
Eso, sumado a la carrera presidencial, hizo que el día en que su padre le dijo que votaría Kast, Gonzalo Winter tomara una decisión: “Esta vez no había conversación al respecto. Decidí tirar la toalla, cambiar el tema y preguntarle por su salud”.
Tensiones de rutina
Fuera del mundo político, algo similar le ocurrió a Ana María Hernández (66), una comerciante que tiene un vivero en Maipú. Ella y su hijo mayor (44), quien trabaja como empresario de camiones, siempre han discutido de política, cuenta. “Cada vez que me ve, me saluda y dice: ‘Hola, poh vieja comunista’”.
Las diferencias políticas venían de siempre, pero este año la situación de los camioneros en La Araucanía y la última polémica en cuanto a los programas de gobierno terminaron por intensificar la posición política de su hijo. Hace dos semanas, un sábado durante un almuerzo familiar, Hernández cuenta que la situación no aguantó: “Fue fuerte. Me dijo: ‘Tiene que cortarla con la cuestión de izquierda. Hay que votar por el mejor’. Y le respondí: ¿Quién sería el mejor? Kast, respondió. Ahí le dije que estaba loco, que a mí no me iba a vender la pomada. Cree que porque estamos viejos puede guiarnos la votación, pero en mi casa mando yo”.
En la mesa estaban las hijas de Hernández, que también participaron de la discusión. “Nosotras votamos por Boric. Una de mis niñas, que es médica, lo trató de ignorante. Lo mandó a estudiar y le dijo: ‘Agarra un libro’. Hasta que se paró muy enojado y se fue”.
Después de la pelea, Hernández pasó 15 días sin hablar con su hijo. Pero Ana María no quiso ese final tan abrupto. Ayer fue el cumpleaños de su nieta y había que juntarse a celebrar. “Quedamos en no hablar de política. Está muy sensible el tema y no me gusta que esto separe familias”, dice.
Pero las discrepancias no solo ocurren en los círculos más cercanos. Por ejemplo, Javiera (33), una abogada de Providencia que trabaja en el sector público, decidió cambiar de ginecólogo luego de que en un examen el médico empezara a realizarle preguntas de política. “Él sabía de antes que apenas naciera nuestro hijo, con mi marido nos iríamos fuera de Chile por una beca. Esa vez, después de terminar una ecografía nos dijo que asumía que a nosotros no nos daba miedo que saliera Gabriel Boric si, total, no estaríamos en Chile”. Tanto Javiera como su marido comenzaron a discutir y la conversación escaló a tal punto que ambos decidieron cambiarse de médico tratante.
Hay un ingrediente adicional que ha hecho que este tipo de conversaciones se agudicen: las redes sociales. Así lo explica Nicole Etchegaray, académica del centro de investigación Ciclos UDP: “Hay una creciente preocupación respecto de cómo las redes sociales construyen estas cámaras de eco que contribuyen a la polarización política, permitiendo que las personas se aíslen cada vez más de conocer puntos de vista opuestos y dando un impulso a que las opiniones se vayan polarizando más”.
Prueba de ello han sido los eternos hilos (publicaciones que constan de varios tuits) en Twitter y una que otra pelea que se ha vuelto viral. La más reciente: la foto que uno de los dueños del restaurante El Toro, Chris Portugal, publicó en sus redes junto a José Antonio Kast. La publicación de inmediato desató una serie de críticas de algunos usuarios, quienes reprochaban que no era posible que personas de la diversidad sexual apoyaran a dicho candidato. Dentro de los primeros en reaccionar a la foto estuvo el escritor y fundador de Iguales, Pablo Simonetti. En respuesta a eso, Portugal difundió un video relatando lo que le había pasado, culpando a este último de su difusión.
Ha habido también otras publicaciones menos compartidas, como la de una usuaria en Twitter que escribió que había terminado con su pareja porque votaba por José Antonio Kast u otro que se bajó a medio camino del taxi porque no votaba igual que él.
Carola Ugalde (41), técnica en trabajo social de La Pintana, también ha sufrido en las redes sociales. Cuenta que desde que empezó la campaña algunos familiares, como tíos y primos, la provocan constantemente: “Subo algo y me dicen facha pobre, que porque nací acá no puedo pensar diferente. Me atacan por votar por Kast. Hasta me han eliminado de sus redes sociales”.
Pero las discusiones políticas de la familia de Ugalde no sólo se traspasan a las redes. También se han trasladado a lugares impensados. Poco antes de la primera vuelta se reunieron porque se cumplió un año de la muerte de un pariente. En esa cita una de las tías de Carola Ugalde la empezó a criticar: “Me dijo: ‘¿Cómo puedes creer en eso? Tu papá no era así, pareciera que no transmitió sus valores. Me dijo que prácticamente les doy vergüenza. Y todo por no ser de izquierda”.
La técnica en trabajo social agrega que ha tenido problemas laborales por su opinión política. Según cuenta, en febrero renunció por las burlas y malos comentarios de sus compañeros. Dice: “Esa agresividad que se ha dado me entristece, porque antes no era así. Antes nos llevábamos súper bien con mi familia y compañeros. Antes tolerábamos mejor las diferencias”.
Jóvenes vs. mayores
La tensión política ha llegado a rincones de Santiago donde sus vecinos nunca pensaron que el ambiente podría crisparse. En el sector de Bajos de Mena, en Puente Alto, Edith Torres (58) cuenta que en los 25 años que lleva viviendo ahí nunca había visto las cosas tan complicadas. Dice que esa zona nunca ha sido muy politizada, precisamente porque la sensación entre los vecinos siempre ha sido la misma: “Aquí nosotros somos un botín político de todos los partidos. Desde siempre que vienen los candidatos a pasearse, pero nada ha cambiado en 25 años”.
Según Torres, ese interés por conquistar el voto de sus vecinos tensionó el ambiente. Un ejemplo de eso ocurrió el fin de semana pasado. Estaba en la feria cuando pasó una caravana de Gabriel Boric tocando las bocinas, enarbolando banderas y gritando consignas por megáfono. Lo que ocurrió después lo cuenta así: “Un hombre de unos 40 años que iba en la caravana se puso a discutir con una señora mayor que desde la calle le gritó “¡perros comunistas!”. De pronto se empezó a armar tráfico y a juntar gente y me di cuenta de que esta persona se había bajado del auto y comenzó a faltarle el respeto a la señora. Todos los feriantes reaccionaron a defender a esta señora, yéndose contra el votante de Boric, y se armó una pelea con gritos y garabatos”.
La pelea duró aproximadamente unos 15 minutos hasta que los mismos vecinos terminaron por echar a toda la caravana del lugar. Edith Torres recuerda que esos minutos se le hicieron eternos, se le apretó el estómago y se puso nerviosa, porque, reconoce: “Esa pelea es lo más grave, pero aquí se escucha mucho a los vecinos discutir por uno u otro candidato”.
Situación similar a lo ocurrido en Plaza Italia el domingo pasado, cuando adherentes de José Antonio Kast fueron increpados por ciclistas que apoyan a Gabriel Boric. En el enfrentamiento, que fue criticado por ambos candidatos, dos personas terminaron con lesiones leves.
Para el psicólogo e investigador asociado del Coes Héctor Carvacho, hay otro elemento novedoso que tensiona: si bien en las últimas décadas la gente seguía adscribiendo a ideas de izquierda y derecha, la identidad política había tendido a atenuarse, llegando incluso a aparecer un gran grupo que no se identificaba con ningún sector. Con la elección, ahora eso cambió. “Se están poniendo en juego identidades sociales a las que todas las personas adscribimos con un nivel de intensidad que se escapa un poco a lo que había sido la tónica de las elecciones pasadas. Probablemente sólo puede ser comprobable con las primeras elecciones de vuelta a la democracia”.
Pero hay algo más: las diferencias políticas de los Winter, de Hernández con su hijo y Ugalde no son fortuitas. De acuerdo a un análisis de la plataforma DecideChile de la empresa de Data Science Unholster, Gabriel Boric arrasó entre la población menor a 30 años, mientras que José Antonio Kast mantuvo una votación pareja en todos los rangos etarios, pero con una mayor diferencia en personas sobre los 70 años.
Paula Luengo, en sus estudios, ya había visto esto de antes: en términos de preferencias políticas, los rangos etarios estaban marcando una tendencia. “Tiene que ver, justamente, con los momentos del ciclo de la vida. Las personas tienden a predisponerse con mucha más apertura en edades más jóvenes y, por otro lado, con mucha más necesidad de tradición y conservar los valores que han llevado a lo largo de su vida en edades más avanzadas”, explica.
La pregunta que queda ahora es qué va a pasar con esa polarización a partir de mañana. Para Carvacho, el panorama no es muy alentador. Con un Congreso dividido, es probable que la dinámica de a quién echarle la culpa por malas reformas haga que el clima siga crispado. “No importa quién gane, el debate político se mantendrá en esta narrativa más bien conflictiva y eso es receta para polarizarse”.