Mientras la mayoría de Chile debe estar en pijama o en buzo, el ministro Ignacio Briones está impecable. Los calcetines le combinan con la corbata y hasta colleras sujetan los puños de su camisa. Para Briones, el mundo no se ha detenido. El suyo propio, de hecho, no ha parado desde ese 28 de octubre en que el Presidente Piñera lo llamó para asumir la jefatura de la Hacienda pública. Sabía entonces el economista, académico de políticas públicas, que el panorama estaba complejo: el país había estallado socialmente 10 días antes. Pero igual había algo, una épica de cambio que hacía una ilusión a una parte de la derecha en la que Briones está inserto. Pero llegó la peste. Y el camino dibujado hubo que guardarlo en el cajón de los pendientes para hacerse cargo de un país cuyo shock económico es “el peor de la historia”. Pero Ignacio Briones tiene un “optimismo realista”: cree que el acuerdo económico que logró cerrar con la oposición -”lo más valioso que me ha tocado liderar”- será la primera estación de una nueva hoja de ruta para el futuro.
-Primero estallido, luego coronavirus. ¿Qué ha sido peor?
-Ambas son bien difíciles y muy distintas. Pero el coronavirus ha sido de una magnitud mucho más grande, de una severidad de cosas impresionante. Ahora, no quiero minimizar los eventos del 18 de octubre, porque reflejan un debate del cual va a haber que hacerse cargo en adelante, sin duda. No es renunciable tener esa discusión y pensar en una hoja de ruta más larga. Tratar de imaginar el país que queremos ser a 20 o 30 años más, y cómo lo construimos. Pero la emergencia de la pandemia y su impacto es muy difícil. Además, toda la gente anda nerviosa, hay angustia, mucho dolor, y eso lo hace más complejo. Y, además, uno navega con información incompleta que lleva siempre a cometer errores. Pero hay que moverse. Hay que tomar decisiones. Lo único que uno no puede hacer es quedarse parado, apanicado. Hay que avanzar.
-¿A qué se refiere con información incompleta?
-Todo. Si hay una marca de esta pandemia es la incertidumbre que engendra. Todos los escenarios van cambiando muy rápidamente. Las proyecciones económicas de los más respetados organismos internacionales cambian a cada reporte. Las de los bancos de inversión, las de los países. Eso te obliga a decidir con información incompleta. Recuerda que al principio el escenario era un periodo mucho más corto y, por lo tanto, la reapertura o la recuperación iba a ser en menos tiempo. Pero nos dimos cuenta de que esto se alargó.
-Y ahí metimos la pata, al suponer que iba a ser menos.
-Acá es súper fácil juzgar con espejo retrovisor. Pero uno responsablemente tiene que tomar las mejores decisiones con la información disponible, que es limitada e incompleta. Va a haber siempre cosas que se puedan haber hecho mejor.
-Claro, pero también se pudo haber contado con más información. Se criticó al gobierno de no querer escuchar. No sé si eso obedece a la incertidumbre del virus.
-Si algo que uno aprende en esto es la falibilidad de nuestro modelo, nuestras proyecciones. No porque estén malos, sino porque tenemos muy poca información. Lo importante es tener la autocrítica para ir mejorando en el camino. Pero creo que, en términos generales, la orientación de las medidas que hemos tomado en lo económico y social, que es el tema que a mí me compete, han ido en la dirección correcta. Y debo decir que el Congreso ha respondido. Claro, ha habido disputas, pero hemos tenido un Congreso que ha respondido a los proyectos del Ejecutivo, que han sido múltiples.
-Usted asumió con el estallido, pero había una cierta ilusión de construir un país más igualitario. Ahora el país que le toca gestionar va a retroceder 10 años en su crecimiento económico, va aumentar la pobreza y disminuir la clase media. Eso le provoca una frustración, ¿no?
-No sé si una frustración. Pero genera un sentido de realismo que es fundamental, porque vamos a ser un país más pobre producto de esta pandemia, y eso hace que el equilibrio de la discusión política y socioeconómica se vea por completo modificado. Hace que la prioridad sea cómo volver a levantarse. Hay cientos de miles de personas cuyos ingresos dependen de que seamos capaces de ponernos de acuerdo, de navegar para adelante y así seguir la hoja de ruta que habíamos fijado. Nos pusieron una estación que no teníamos contemplada, pero no la podemos saltar.
Pretender volver al debate post 18 de octubre, como si nada hubiera pasado, es desconocer la realidad y el tamaño del impacto de esta crisis.
-¿Y están las condiciones para un debate constituyente que tiene un plebiscito en octubre? Hay quienes sostienen que parece una discusión de élite puesta frente a los efectos de la pandemia.
-No, la postura del gobierno ha sido clara: hay una ruta constitucional que debiese ser respetada, naturalmente en función de qué pasa con la pandemia. Pero creo que los debates constitucionales, si bien son percibidos como más de élite y hoy tenemos urgencias inmediatas, también nuestra institucionalidad está llamada a jugar un rol fundamental. Más allá del tema de la Constitución, hablemos de la capacidad de reacción de nuestro país: con el último acuerdo tenemos un paquete de 30 mil millones de dólares. Y lo podemos hacer no porque seamos más choros o más osados, sino porque estamos cosechando esa institucionalidad que fue construida durante décadas por gobiernos de distinto signo y estuvo en entredicho en un debate posestallido, por momentos bastante simplificado, con mucho eslogan, donde parecía que no se había hecho nada, que todo era un desastre. Hoy, eso que se había hecho, que por cierto es perfectible, prueba su enorme valor. Acá hay un aprendizaje muy potente del valor de nuestras instituciones, del valor de las reglas y del respeto de estas reglas. Esa es una gran lección y la única forma de salir adelante con robustez y enfocar de buena manera esta hoja de ruta más larga, luego de haber atendido a esta emergencia socioeconómica. En la vía institucional son las reglas las que nos permiten poder aspirar a esa hoja de ruta. Fuera de esa vía, es un tren que sólo puede descarrilar. En ese eje, me parece que en el debate constitucional, que puede parece más de élite, ha habido una reflexión política importante. Hay un proceso con fecha, que el gobierno va a respetar. Será la ciudadanía la que se pronuncie al respecto de si vamos a ir o no por una nueva Constitución y por qué mecanismos se va a hacer.
-En esta revalorización de lo que teníamos que usted plantea, y que permite disponer de 30 mil millones, ¿sigue siendo necesario cambiar las reglas del juego?
-Uno siempre tiene que estar abierto a revisar las reglas , pero siempre en un ánimo de reforzarlas, no debilitarlas. Cuando los países entran en la vía de debilitarlas, no respetándolas, el resultado es desastroso. Por eso el llamado a respetar esa vía institucional, porque hoy, con la pandemia, se avivan tentaciones de saltarse las reglas en aras de alguna popularidad efímera, de algún reconocimiento de corto plazo. Por supuesto que las reglas son sujeto de perfeccionamiento; es lo que hacemos todo el día en el Congreso. Pero eso debe hacerse con un ánimo de robustecerlas y no debilitarlas al saltárselas.
-¿A quién le está hablando, ministro?
-Hablo en general, porque vemos muchas veces una tentación de los atajos, del camino rápido. Las reglas son las que nos permiten fortalecer nuestra democracia, limar nuestras diferencias de una manera civilizada. Cuando uno respeta las reglas, los cambios son graduales y eso es lo que la experiencia nos muestra con mucha claridad. Ahí se juega el futuro de Chile: en un compromiso claro y siempre por la vía institucional. Intentar ir siempre por la vía del respeto a las reglas y no por la vía del populismo, que abunda en varios países de la región y bien sabemos sus resultados.
-En las todas las coaliciones políticas se acusan gérmenes populistas. ¿Le preocupan los intentos populistas y demagógicos en Chile Vamos?
-Me preocupa en general ese germen. Lo vemos en Chile, pero también en todo el mundo.
Me preocupa profundamente que se vaya incrementando la posibilidad de avanzar hacia una senda populista, en que una de sus marcas es la de los atajos, de la promesa fácil, la ganancia a corto plazo. Eso, sin perjuicio del discurso populista, tan simplón pero atractivo, de esta idea de los buenos y malos, la élite o los poderosos versus el resto. Esas distinciones binarias, maniqueas, son una simplificación grotesca de la realidad que hace mucho daño a la democracia.
-¿En qué situaciones ha visto esto últimamente?
-Hay varios ejemplos de propuestas en el Congreso que, a sabiendas que son inconstitucionales, avanzan. Muchos, incluso, se jactan de aquello, haciendo ver que esto les parece justo y con muy buenas intenciones. Pero acá cabría recordar que la legitimidad de los fines y las intenciones nunca puede ser un sinónimo de la legitimidad de los medios. Y si todos empiezan a reivindicar su derecho so pretexto de su legítima reivindicación, iríamos a una destrucción. Por eso que es tan importante la vía institucional. No es un capricho, es un reclamo fuerte en favor de la protección de la democracia.
-Una de las personas que han complicado bastante al gobierno es Mario Desbordes, presidente de RN. Él tiene un discurso parecido al que usted plantea, señalando que él representa mejor a la derecha social.
-En todos los sectores hay legítimas diferencias y estilos. Yo lo que veo, en general, es mucho desorden y mucho individualismo en el actuar de un área que debiera ser esencialmente colectiva. En Chile Vamos tenemos diferencias y es bueno que existan. Pero tenemos un activo que es valioso: hablamos las cosas con mucha franqueza, tenemos un diálogo permanente. Yo hago ver mis puntos de vista y no tengo ningún problema en repetirlos cuando estoy en desacuerdo con ciertas ideas que me parece que son malas. Lo importante es conversar estas diferencias y ordenarnos. Creo que en este momento, así como nos hemos ordenado detrás de la conducción sanitaria, es importante también que nos ordenemos en la esfera política. Porque acá vamos a necesitar mucha unidad y mucho orden para abordar una crisis de un calibre que realmente es histórico y que no vamos a poder sortear si es que no hay un mínimo común denominador en esa materia.
-Los ánimos en la derecha están bastante caldeados. La UDI y RN tienen sus cuitas históricas, pero apareció Evópoli y da la impresión de que encontraron un frente común. ¿Lo siente usted, militante de ese partido?
-No. Yo soy parte de un gobierno, y en un momento en que el calibre de esta crisis es tan dramático para tantas familias, entrar en esa lógica de si siento o no siento, ya me da lo mismo. Honestamente, lo único que me motiva es ir para adelante, impulsar la agenda del gobierno. No sé si seré impermeable a esa crítica, pero me afecta poco. La pelea política no es lo mío.
-Aunque sea pelea chica, hoy están enfrentados por el asunto del veto al límite de la reelección. La crítica que hacían es que usted y Blumel jugaban para Evópoli.
-Eso es mirar estas discusiones desde el prisma de que cada cosa que uno hace está pensada en el beneficio del partido. La verdad es que nada más alejado de mí. A lo mejor soy un muy mal político, pero no lo veo por ese lado. Creo que, como dijo el Presidente hoy, ese proyecto hay que mirarlo a largo plazo y contribuye a un perfeccionamiento de la democracia.
-Pero les duele que el ministro de Hacienda y el de Interior sean militantes de Evópoli, que además es el partido más joven y más pequeño en representación parlamentaria de Chile Vamos.
-Yo estoy en este cargo no por ser Evópoli, sino porque el Presidente me eligió porque consideró que soy la persona idónea. Eso me hace esforzarme todos los días, sobre todo teniendo a la vista lo que nos ha tocado vivir estos nueve meses. En ningún momento imaginé que yo estaba en este cargo por ser Evópoli. Siempre estuve ligado a las ideas, no soy así como un militante con cargo, siempre he tenido una ligazón con las políticas públicas. Ese ha sido mi mundo. Ahora, la lógica de los políticos profesionales es súper interesante, para mí ha sido un conocimiento. No digo que sea buena ni mala, es distinta y para mí eso ha sido un tremendo aprendizaje, porque yo no vengo de este mundo tan político, soy más técnico.
-¿Y cómo es el político profesional?
-Bueno, profesional pues. Sabe pasearse en el Congreso, encontrar los momentos para plantear sus cosas, tiene formas de hablar, de negociar. Es un arte y es interesante aprender esos códigos, que son muchos. Uno nota el oficio, lo huele.
-¿Y es bueno que ganen menos plata?
-La reforma que se planteó de rebaja de las dietas me parece que está en la dirección correcta. Lo que había que cuidar acá, y se logró, es que la alta administración pública no se viera mermada por un discurso de que hay que bajar las altas rentas. Al final del día, uno quiere tener los profesionales más capaces y si voluntaristamente bajas los sueldos, no los vas a tener. Los sueldos del sector público debieran ser lo más parecido a los sueldos de mercado. Eso, sólo sí los procesos de selección y las carreras están abiertos al mérito. En esto hemos avanzado, pero nos queda mucho.
-Dice que no llegó a Hacienda por ser Evópoli. ¿Cuáles son las virtudes que vio Sebastián Piñera en usted para comandar un período tan complejo en su gobierno?
-No tengo idea, hay que preguntárselo a él. No lo sé, honestamente.
-¿Cómo es su relación con el Presidente?
-Buena, siempre ha sido muy buena, franca, directa.
-Hay un mito que dice que Briones entró como “rayando la cancha”. Que a muy poco andar, Piñera le dio una instrucción a alguien bajo suyo y usted saltó y lo llamó para decirle que eso no le gustaba.
-Hay muchos mitos que se tejen, pero si hay algo que me caracteriza, es dar una opinión con claridad y argumentos. Él es muy receptivo con los argumentos cuando son bien fundados y a veces, por supuesto, generan cambios. Es muy desafiante trabajar con él, porque es una persona muy informada y eso lo hace muy motivante.
-¿Lo deja ser ministro de Hacienda?
-Sí, me deja. Yo me siento bien empoderado por el Presidente y siento que tengo su confianza, y por lo tanto, eso me permite tomar todas las decisiones que estamos tomando.
-¿Cuándo entorpecen sus negociaciones las salidas del Presidente que caen mal? La foto en la Plaza Italia, la visita a la Vinoteca, crispan los ánimos políticos.
-Nunca he sentido eso. Aquí se construyen muchas historias. Quizás un buen ejemplo es el acuerdo con la oposición. Es algo que veníamos conversando con el Presidente, habíamos tenido conversaciones con economistas, y él toma una decisión, dice cuáles son sus ejes y nos empodera para sacarlo adelante. Pero en esas dos semanas quienes crean que el Presidente estuvo metido en el día a día, se equivocan. Y eso es una señal de confianza que valoro mucho, porque sabía que estábamos delante de algo extremadamente importante. Me dio mucha libertad para poder hacer esta negociación.
-Cuando usted llegó tuvo una luna de miel bastante larga con su propia coalición. Ahora ha perdido conquistas.
-Quiere decir que estoy haciendo bien mi trabajo. No estoy acá para ser popular ni nada. Y estoy una cartera súper expuesta, donde generalmente uno es el malo de la película, el dueño de la billetera, pero esa es mi pega. Yo tengo que velar porque se tomen decisiones responsables, no ganar un concurso de popularidad. Hoy, mi rol es recuperar nuestra economía y siento una responsabilidad enorme en buscar los acuerdos para que eso ocurra. Me cuesta ver que no sea prioritario; es parte del drama que tenemos. Esto debe unirnos a todos. La verdad es que con eso en mente me concentro y voy para adelante. No ando buscando los aplausos, no me interesan.
-¿Ve muy tentados a los políticos de su sector de buscar esos aplausos, ser queridos en las redes, en la televisión?
-Esa es parte de la política de siempre. Pero en tiempos de crisis como éste, el ordenarse detrás de un cierto objetivo común, el tener una unidad de propósito, entrega más valor. Hay, a veces, demasiada búsqueda de flashes, de liderazgos por Twitter. Creo que los grandes liderazgos que se prueban en estas crisis son los que logran conducir, generar cohesión en sus bases. Y por momentos vemos la tentación del individualismo.
-¿Y por qué el Presidente, que es jefe de la coalición, no logra concitar ese liderazgo que ordena a su sector?
-Estoy en desacuerdo con eso. El Presidente tiene un tremendo liderazgo que se expresa por de pronto en la forma de ejercer poder. Naturalmente, la coalición nuestra ha tenido momentos de desavenencias, pero sabe el valor enorme que tiene la unidad . La experiencia indica que cuando las unidad se pierde, también se pierden las elecciones. Eso se ha visto en todas partes. Hoy la gente lo que pide es dejar de lado la pelea chica, independiente de si uno es de derechas o de izquierdas.
-¿Cuánto le ha gustado la política, ministro?
-Me ha gustado, lo he pasado bien, aunque parezca contradictorio. Ha sido muy desgastante en lo familiar, con muchas horas de trabajo, sin parar. Pero es especial lo que me pasa: me levanto todos los días súper motivado y lleno de energía, a sabiendas de lo que tenemos por delante, y eso no me abruma. Lo importante es mantener la cabeza fría, poner el foco donde tenemos que llegar y no perder de vista el objetivo. Eso me hace sentirme pleno en este cargo, me siento muy realizado.
-¿Le gustaría seguir en la política?
-Siempre voy a seguir vinculado desde el lado de las ideas, las políticas públicas, que es el área en que me siento más cómodo. Los códigos de la política profesional me parecen súper interesantes, pero ajenos a lo que yo soy.
-¿No le gustaría ser candidato?
-No, no, no, no, no, no. No está en mis planes, ni intereses. Me siento muy realizado como ministro de Hacienda.
-Hay gente que lo levanta como presidenciable.
-Sí, pero yo no estoy en esa. La gente vive levantando candidatos.
-Cuando llegó al gobierno, planteó que quería encaminar este país hacia Nueva Zelanda. ¿Sigue siendo el foco, después de la economía?
-Sigo mirando Nueva Zelanda. Acá nosotros tenemos la hoja de ruta, cuyo concepto se mantiene plenamente vivo y lo reivindico. Nos cambió la primera estación y hay que volver a levantar al país con unidad. Pero superado ese trance, hay que retomar esa sueño que Nueva Zelanda interpreta bien. Es un país que hace 20 años tenía el mismo per capita que nosotros hoy. Se puede. Es un Estado ultramoderno, meritocrático, con una economía de mercado potente, uno de los mejores climas para hacer negocios. Un país que no reniega de su recurso natural y al contrario, le agrega valor. Una sociedad integrada, que se respira. Para mi reúne muchas de las cuestiones que me interpelan pensando en Chile al 2040: una sociedad más abierta, más meritocrática, una elite más abierta, más diversa, más social, más oportunidades y, al mismo tiempo, con un mercado potente y con un Estado muy ágil, muy moderno.
-¿Y cuándo vamos a poder pasar la primera estación y volver a hablar del futuro?
-Yo estoy confiado, creo que vamos a salir bien de esto. Y son realistamente optimista porque no desconozco los desafíos que tenemos. Pero tenemos que reinstalar en los chilenos la capacidad de proyectarse nuevamente y hacer planes, darle señales de luz. Hoy tenemos la suerte de que tenemos un plan a 24 meses. Y que además tiene el valor de nacer de un acuerdo que mostró una mirada republicana, en que todos estábamos concientes de que estabamos poniendo a Chile por delante. Y eso da esperanza en el futuro.