Fue a inicios de este mes cuando, en un programa televisivo, la periodista Sarah Ferguson le preguntó directamente a la primera ministra de Nueva Zelandia cómo se sentía ser “más popular en el extranjero que en casa”. La respuesta de Jacinda Ardern (42) fue una salida política de la situación. “Mi enfoque total está en casa. Eso es lo que me importa”.

Sus recientes viajes a distintos países del mundo demuestran su popularidad. En su paso por Estados Unidos pronunció el discurso de la ceremonia de graduación de la Universidad de Harvard, sostuvo una reunión en la Oficina Oval con el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y fue la invitada de The Late Show With Stephen Colbert, con quien bromeó en el popular programa televisivo.

En Europa, Ardern llegó a la cumbre de la OTAN en Madrid, convirtiéndose en la primera gobernante neozelandesa en ser invitada a participar en una cita de líderes de la Alianza Atlántica, además de reunirse con el premier británico Boris Johnson antes del anuncio de su renuncia.

Jacinda Ardern durante una entrevista realizada por la alianza Covering Climate Now. Foto: AFP

La franqueza con que Ferguson formuló la pregunta escondía un hecho innegable: la popularidad de la otrora imbatible Jacinda Ardern ha decaído dentro de la isla, y así lo grafican numerosas encuestas electorales realizadas en los últimos meses.

Su labor al inicio de la pandemia, cerrando de forma estricta las fronteras, le valió el apoyo de gran parte del país, así como una holgada victoria para ella y el Partido Laborista en las elecciones de 2020. Incluso, el apoyo que ostentaba era tal que aquella ocasión fue la primera vez que un partido lograba una mayoría propia desde que el país inició el sistema electoral actual, en 1993.

Pero esa unidad se esfumó por numerosos factores. A los viejos problemas del país oceánico, como su histórica inaccesibilidad a la vivienda por su elevado precio, ahora se suman la inflación, el alza de una inédita violencia de pandillas y una estrategia contra el Covid-19 que parece obsoleta tras la llegada de las nuevas variantes las que, a diferencia de la primera ola, generaron miles de contagios.

El descenso en las encuestas

Cuando en octubre de 2020 los laboristas lograron el 50,01% de los votos, logrando una aplastante victoria frente al Partido Nacional, la mayoría de los politólogos coincidían en que el apoyo era a todas luces irrestricto. Entre julio y octubre de 2021, todas las encuestas electorales demostraban que, si las votaciones fueran en esa fecha, Ardern y su partido obtendrían entre el 36% y el 45% de las preferencias, versus el 20% a 25% de la oposición.

Pero no pasarían muchos meses más para que se registrara un cambio abrupto. En enero de 2022, las autoridades volvieron a activar la alerta roja frente al Covid-19. Ya lo habían hecho en agosto del año anterior, pero esta vez tuvo consecuencias políticas. En las mediciones de febrero, por primera vez en años, había tres empresas encuestadoras que daban como ganador al Partido Nacional en unas eventuales elecciones, contra tres que aún posicionaban al oficialismo en la delantera.

Jacinda Ardern recibe su primera dosis de la vacuna contra el Covid-19 en un centro de salud en Auckland, el 18 de junio de 2021. Foto: Reuters

Entre abril y junio se han realizado 10 sondeos importantes. En solo dos aparece el colectivo de Jacinda Ardern liderando.

Mientras en mayo el voto laborista se desplomaba 6,1 puntos porcentuales, llegando por primera vez -desde que Ardern asumiera en 2017- al rango de los 30 puntos, marcando 38,2% de adhesión, el Partido Nacional también batía marcas, pero positivas. Había superado los 40 puntos, dando un salto de 9,2% en comparación al registro anterior de la encuesta Newshub-Reid Research.

Mirando hacia los próximos comicios, los que se realizarán probablemente entre septiembre y noviembre de 2023, Stephen Levine, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Victoria de Wellington, dijo a La Tercera que aún “pueden pasar muchas cosas de aquí a entonces, lo que incluye, por supuesto, una campaña electoral con debates televisados entre la primera ministra y la principal carta de la oposición, Christopher Luxon, que solo es líder desde noviembre de 2021″.

Si bien Levine opina que “es de esperar que los laboristas pierdan apoyos respecto a su nivel de 2020, cuando ganaron la mayoría de los escaños parlamentarios”, y que el Partido Nacional aumente su representación en el Parlamento, el politólogo agrega a la ecuación la necesidad de un pacto en la centroderecha para poder vencer a Ardern. “No podrán obtener una mayoría ni en solitario ni en asociación con el Partido ACT, de centroderecha”.

Las razones de la caída

Hasta inicios de este año, Nueva Zelandia era aplaudida internacionalmente por los líderes mundiales debido a la baja cantidad de fallecidos por el Covid. A mediados de febrero, el país acumulaba 20.000 casos y 63 muertes durante toda la pandemia. Su política fue considerada en muchos momentos como dura, donde se registraron casos de residentes neozelandeses que no podían volver a su país por el cierre de las fronteras. Sin embargo, había cierta unidad política que sostenía a Ardern y su estrategia.

Jacinda Ardern reacciona durante la ceremonia de juramento para nombrar al nuevo ejecutivo en la Casa de Gobierno de Wellington, el 6 de noviembre de 2020. Foto: AP

La situación cambió durante el invierno de 2021, cuando se empezaron a dar muestras del desgaste en la población al decretarse un cierre total únicamente en la ciudad de Auckland, la urbe más grande del país. Esto fue entendido por la ciudadanía como que “ya no existe una ‘unidad’ en la lucha contra Covid-19″, explicó Levine. La llegada de la variante ómicron barrió con “la principal razón del éxito electoral de los laboristas en 2020″, agregó.

“La ‘gratitud’ por sus políticas en 2020 ya no está presente. La continua admiración por la primera ministra a nivel internacional, evidente en sus viajes al extranjero, supera los sentimientos públicos dentro de Nueva Zelandia. La ‘Jacindamanía’, que la llevó a la victoria en 2017 y continuó después, se considera ahora como algo del pasado”, sostiene Stephen Levine.

Por otro lado, problemas mundiales como el aumento de la inflación, en reacción a las políticas establecidas contra el Covid-19 y el conflicto entre Ucrania y Rusia, entre otras razones, han aumentado el valor de los alimentos y el combustible. Según cifras oficiales, durante julio la inflación llegó al 7,3%, cifra mayor a la proyectada por el Banco Central del país, que sorprendió a las autoridades al ser la más alta desde hace tres décadas.

Jacinda Ardern sostiene un mapa de Nueva Zelandia durante una conferencia de prensa sobre el Covid-19 en Wellington, el 23 de agosto de 2021. Foto: AP

A esto se suma el histórico problema de la dificultad para comprar viviendas en Nueva Zelandia, el que el gobierno de Ardern parece no poder solucionar. El director de Políticas Públicas del Instituto Adam Smith, Matthew Lesh, aseguró en el diario británico The Daily Telegraph que la primera ministra ha prometido demasiado y no ha cumplido. “En 2017, la principal promesa de Ardern fue construir 100.000 viviendas asequibles en 10 años; solo se han construido 1.366″, dijo Lesh.

Otro de los problemas que la joven política calificó como crucial era la pobreza infantil. Covid de por medio, la meta de reducir hasta el 10,5% este índice estuvo lejos de lograrse. Si bien en 2018 alcanzaba un 16,5%, según estadísticas oficiales del gobierno, para 2021 la cifra había llegado a la mitad de lo prometido, con un 13,6% en el índice de pobreza infantil.

Según Levine, “la posición política de la primera ministra en Nueva Zelandia sigue siendo segura. El Partido Laborista sigue unido en torno a su liderazgo; en el partido no tiene rival”. Pero la evidencia muestra que su claro dominio en la política del país oceánico ya no es tan evidente como antes.