Había invertido tanto tiempo y recursos en sus redes sociales, que llegar y dejarlas botadas de un día para otro le pareció absurdo. Por eso, cuando Jacqueline van Rysselberghe, la expresidenta de la UDI, representante de una derecha más dura, dejó la política activa, decidió mostrar su otra faceta y convertirse en influencer. Promocionó, en su cuenta de Instagram, cremas, tratamientos de belleza, chocolates y cosas varias hasta volver con todo a su vocación anterior: la psiquiatría.

-Ahora ya nadie me dice senadora, soy la doctora. Tengo la consulta llena para un mes más.

¿Qué le dicen sus pacientes cuando la ven por primera vez?

Me dicen que soy más alta de lo que se veía en la tele. Algunos que son más cancheros me piden fotos, cuando ya están un poquito mejor. Para mí ha sido muy reconfortante el poder ayudar a muchas personas.

Esta semana se cumplió el tercer aniversario del estallido social de 2019, año en que la exparlamentaria fue uno de los rostros protagonistas del entonces acuerdo constitucional. Ahora, mira desde lejos la nueva negociación que lideran los partidos, pero la sigue con atención y advierte que, tras el plebiscito del 4 de septiembre, hay un elemento que su sector no debe olvidar: “Tenemos un respaldo del 62% de la gente que dijo que no quiere cambios profundos”.

¿Sigue creyendo que fue lo mejor firmar el acuerdo de 2019?

No había otra opción. Hay que recordar el contexto en que se dio ese acuerdo. Chile estaba en ese minuto incendiado. Había riesgo de una fuga de capitales masiva, todos los sectores pedían llegar a un acuerdo que permitiera que empezara a primar la cordura, que no siguiera la violencia como una herramienta de reivindicación social. No había mucha opción, sí creo que, en ese momento, debimos ser mucho más específicos en las condiciones que se pedían en el tema de la paz social, que se aprueben proyectos en seguridad. Eso fue muy genérico. Y dos, me hicieron muchos memes y cosas, porque después que firmamos yo no estaba contenta. Lo que yo esperaba es que, al momento de firmar el acuerdo, tanto ellos como nosotros le diéramos realce a este hecho, al diálogo. Sin embargo, cuando empezaron los discursos no hubo espíritu de unidad, sino refundacional.

¿Qué lectura hace del triunfo del Rechazo?

Como ya no estoy metida en contingencia, yo tenía la impresión de que el Rechazo iba a ganar, porque creo que la gente en Chile todavía es conservadora. Le gusta estar súper bien, pero también quiere la oportunidad de poder salir adelante (...). Se empezaron a hablar cosas que no tenían sintonía con el sentido común de la mayoría de las personas. Pensé que iba a ser amplio, pero no por tanto. Eso demuestra que la izquierda hace una lectura súper equivocada de lo que la gente quiere.

¿Cuánto de ese triunfo del Rechazo cree que le corresponde a la derecha?

Es de todos. Nadie se puede apropiar de ese triunfo, es el triunfo de Chile, del sentido común, de que no es verdad que somos todos iguales, no es verdad que el mérito no importa, de que no es verdad que los carabineros no pueden usar la fuerza para reprimir la violencia, no es verdad que la mayoría de la gente piensa eso.

Teniendo en consideración que son contextos distintos, en 2019 fue un acuerdo que se estaba negociando en el marco de un estallido, ¿ve similitudes de ese pacto con el que se conversa ahora?

El escenario es distinto, lo dije tiempo atrás, porque había una intención, y lo dijo Sergio Micco, por parte de la izquierda más radical, de terminar con el gobierno de Piñera, había una intención de desestabilizar la democracia. Por lo tanto, el contexto es distinto, pero los personajes no son tan distintos. Lo que quiere la izquierda es refundar Chile. Por más que lo maticen, lo dicen. Lo dijo incluso el Presidente, que vamos a ir más lento, pero vamos a avanzar hacia donde quieren ir.

En 2019 la derecha negoció a contrapelo, mientras que ahora varios creen que tienen la “sartén por el mango”. ¿Cómo lo ve usted?

Absolutamente. Un triunfo del 62% no se lo esperaba nadie. Ni nosotros ni la gente que votó por el Rechazo. Entonces, lo que te dice es que la gente quiere estar mejor, pero no quiere lo que le ofrecieron, no quiere plurinacionalidad, valoran la propiedad privada, la familia. Me parece que hay que ser cautos, porque la gente dijo claramente que lo que les vendieron no lo quieren comprar.

En ese sentido, ¿se equivocó Chile Vamos en sentarse a negociar tan rápido? Ahora hay una sensación de que están dilatando sellar un acuerdo.

El gobierno como que no asumía que habían perdido: ellos dijeron que esta era la batalla más emblemática, la madre de todas las batallas, y perdieron rotundamente. Jackson dijo que no podrían salir adelante con su programa de gobierno si no se aprobaba la nueva Constitución, pusieron todas las cartas arriba de la mesa. Por lo mismo, pensé que había que esperar un poco. Chile Vamos se sentó a negociar un poquito rápido y la gente dijo que no querían eso y se pusieron altiro a cambiarlo de nuevo. Pero, bueno, después las cosas se pusieron un poco más en pausa. Chile Vamos no tiene que perder de vista que el proyecto que la izquierda quería perdió. Tampoco hay que perder de vista que antes también tenían límites y se los saltaron.

¿Y están perdiendo de vista eso?

Hay cambios que se podrían hacer perfectamente sin la necesidad de una Convención, ni grupo, ni nada. Si los bordes son tan estructurales como dicen, entonces, para qué quieren hacer algo tan profundo. Hay que tener ojo, antes había bordes y se los saltaron porque ellos no creen en esos bordes, no creen en la propiedad privada, en la independencia de los poderes.

¿Pero usted está convencida de que tiene que haber sí o sí una nueva Constitución?

Sí, pero una nueva Constitución que respete lo que dijo el 62% de la gente, que no quieren refundar Chile. Probablemente lo que la mayoría de la gente quiere son más derechos sociales, no creo que sea mucho más que esto.

¿Cómo debería Chile Vamos encauzar esto? ¿Qué sentido de urgencia le entrega a tener una nueva Constitución?

No lo sé, no estoy en las conversaciones, ni tampoco quiero interferir en esas. Pero lo que no podemos olvidar es que acá el 62% de la gente dijo que no quería cambios profundos. Por lo tanto, ese es un mandato que tiene que cumplir Chile Vamos. Lo que no podemos hacer es distorsionar la voluntad de ese 62% generando una democracia que no la representa.

El Partido Republicano decidió restarse de las conversaciones. ¿Hizo bien o daña más a la derecha?

Uno puede decir que haya una nueva Constitución, pero también hay que respetar a la gente que dijo que no quiere cambios profundos. Me parece que es prudente lo que ha hecho Javier Macaya de no salirse de la mesa, porque lo que hay que cuidar es que no usen a la derecha como excusa para utilizar la violencia. Que digan que como no queremos negociar tienen que salir a la calle a protestar.

Pero no ha pasado eso…

Hemos visto al PC, que es quien lleva la batuta en el gobierno, que constantemente amenaza. El problema que tenemos es que nuestros adversarios políticos, particularmente la izquierda radical, no respetan nada.

¿Pero ve un riesgo para la derecha que el Partido Republicano se haya restado del acuerdo?

Mira, las divisiones nunca son buenas (...). Ojalá que los republicanos se sumen, pero me da la impresión de que ellos no quieren, probablemente para consolidar su proyecto político. Me parece prudente lo que están haciendo.

Las mismas bases de los partidos de Chile Vamos se resisten a una nueva Constitución.

Sí, lo que pasa es que cuando uno ve que se empieza a replicar lo que era la Convención, con los mismos escaños, mecanismos, empiezas a practicar el mismo esquema que ya fracasó. Eso pone nerviosa a la gente, porque nos vamos a embarcar en la misma cosa, con la misma receta, y esperamos tener resultados distintos.

Sobre el nuevo órgano, ¿prefiere uno que sea mixto?

Ojalá esto lo redactaran expertos constitucionalistas, con distintas miradas, y que después esto fuera plebiscitado (...). Deberían ser designados por los partidos, a la gente eso le hace sentido. La gente está cada vez menos entusiasmada con una nueva Constitución, cada vez se han ido dando cuenta de que sus problemas cotidianos de seguridad, de ingresos, de empleos, van menos por una Constitución. Sí creo que, dado que este camino empezó, hay terminarlo.

¿Pero se debería plebiscitar el mecanismo?

Bueno, si no hay quién esté dispuesto a asumir la responsabilidad es mejor que la gente elija (...), pero no sé, creo que los tiempos no dan. Si eliges un mecanismo, después elegir a las personas que están en ese mecanismo, después el plebiscito de salida. Me da la impresión que los tiempos no dan.

En el marco de las negociaciones, el presidente de la UDI, Javier Macaya, ha tenido que lidiar con los sectores “más duros”, entre ellos usted, quien es parte de la disidencia. ¿Cómo ha visto su liderazgo?

No estoy formando parte de ningún bando. Yo hablé con Javier Macaya después de las elecciones y le dije que yo había dejado cuatro años de mi vida en la presidencia de la UDI, por lo tanto, podía contar conmigo y que yo no iba a hacer ningún lote o grupo para entorpecer su gestión ni nada que se le pareciera. Creo que no ha sido fácil llevar adelante todo este proceso, ojalá que esto funcione bien. Lo que tienen que hacer es escuchar bien y me parece que, de alguna manera, Javier lo ha hecho. Partió acelerado, pero después puso pausa. Y espero que todo vaya bien y funcione.

¿Le parece bien que continúe dos años más a la cabeza del partido? Hay quienes dicen que usted apoya a Rodrigo Delgado.

(Se ríe). Yo a Rodrigo le tengo mucho cariño, porque viene del mundo municipal igual que yo. Rodrigo da una mirada ejecutiva a la gestión que se hace, eso es bueno. Rodrigo sería un muy buen presidente de la UDI, pero no he hablado con él. No sé si tiene interés.

¿Pero cree que sería bueno renovar la directiva?

La UDI es bastante homogénea, más allá de las diferencias de visión. Nosotros no tenemos grandes peleas públicas. Si hubiese alguien, yo no tengo ningún interés por si acaso, que tuviera interés en competir me parece súper legítimo. Ahí uno tendrá que ver entre las opciones a quién uno apoya.

Los más duros dicen que con Macaya el partido se ha “izquierdizado”. ¿Lo ve así?

No lo sé. Lo que tiene que hacer Javier, si sigue siendo presidente de la UDI, me da la impresión que es muy probable, es escuchar y tratar de representar al 62% que no quiere cambios estructurales y también al partido que representa. Es una ecuación que no siempre es fácil, pero él tiene las habilidades para hacerlo.

¿El cómo maneje el acuerdo constitucional va a ser un test para la interna de la UDI?

No sé, esto se va a dar antes de la interna. Javier va a tratar de representar lo más fielmente al sector. Por ejemplo, cuando dijo que la estabilidad de Chile pasaba porque la Constitución tenga la firma de Boric, yo no estoy de acuerdo. Creo que la estabilidad en Chile pasa porque podamos mantener nuestro Estado de Derecho. Restablecer la seguridad en la Región del Biobío y en La Araucanía, para que la gente, no sé, pueda salir a la calle.

¿Se equivocó?

No sé si se equivocó, puede tener razones para pensar eso.

¿Y cuál es su evaluación del Presidente Boric?

Lo he visto muy mal. Estamos mucho peor. La gran bandera de lucha que tenían, la desigualdad, bueno, hoy día hay más desigualdad, más pobres. Cuando un país no crece, quienes son los más perjudicados son los más vulnerables y, por lo tanto, la desigualdad aumenta. Como, además, no creen en Carabineros, porque no creen en que se puede usar la fuerza legítima para reprimir la violencia ilegítima, claro, la delincuencia anda campeando por todos lados.