La metáfora es suya: si esta etapa de su vida fuese un viaje de mil kilómetros, le quedan solo 20 por llegar al destino.
-Los 20 kilómetros más difíciles, o dolorosos, pero la última fase para cerrar esta etapa- dice Jaime Orpis (65 años, casado, cuatro hijos).
Esta sentado en el patio de su casa, entre rododendros, azaleas y rosas que plantó su esposa, Ana Luisa Jouanne, y que él cuida a diario. Hay una mesa bajo un árbol antiguo que da sombra. Ahí, Orpis fuma y toma café. Y vuelve a fumar. La voz la tiene entrecortada, algo tiritona, y a cada tanto se le asoma una lágrima.
Después de siete años de juicio, el jueves se conoció la sentencia final que lo condena a cinco años por el delito de fraude al Fisco y 600 días por cohecho. Jaime Orpis -abogado, luego alcalde, diputado y senador de la UDI- sabe que en los próximos días se va a la cárcel. Es el único político que quedará en prisión tras las investigaciones de los casos de financiamiento irregular de campañas que estallaron en cadena: Penta, SQM, Corpesca. El último es el suyo.
-Este es el final de una etapa y el comienzo de otra, la reconstrucción. Es un caso tan fuerte, que amerita una reflexión muy profunda de reconstruirte como ser humano. Es decir, yo creo que uno entra a las profundidades más intensas. Es cuestionarte tu vida. Y a partir de ese cuestionamiento, decir “he fallado en esto. Tengo que mejorar en esto, quiero hacer mi vida de esta manera”. Yo he sido, creo, el juez más severo conmigo mismo.
En ese juicio que se hace, ¿en qué siente que falló?
En que uno en la vorágine se pierde. La vorágine de la política era tan intensa durante tantos años, que el ser humano, para tomar buenas decisiones, tiene que salir de esa vorágine. Muchas veces uno actúa de manera muy irreflexiva. Creo que el cuestionamiento más severo que me hago es en momentos importantes, no haber parado el camino.
Dice que ha reflexionado mucho estos años. ¿Cómo ha sido ese proceso?
Con mucha lectura, pero sin salirse de la contingencia, porque el ser humano al final se mueve entre la contingencia y la trascendencia. Divido mis días entre esos dos polos.
En la contingencia, me puse a estudiar la Convención Constitucional desde el primer día y tengo un documento de más de 200 páginas en que fui analizando en profundidad cada una de las cosas que han ocurrido hasta ahora.
¿Y en la trascendencia?
La verdad es que eso ha sido bastante largo y creo que fue lo que me dio más frutos. Yo tenía un proceso de fe pendiente, porque tengo ganas de convertirme.
¿Convertirse a qué?
Yo soy católico, tengo todos los sacramentos, pero la religión no es una cuestión de los ritos, y la verdad es que Jesús me quedaba grande. Entonces traté de acercarme a partir de personajes mundanos que llegaron a ser grandes santos de la Iglesia. Profundicé en San Agustín, en San Francisco, y ahora estoy en San Pablo. Ellos tuvieron conversiones super violentas.
Entonces ahí me pregunté “bueno, ¿y qué vas a hacer tú?”. Y tomé una decisión muy, muy radical de avanzar en el desarrollo de esa espiritualidad. Yo no quiero ser ningún santo, pero sí intentar esa conversión.
¿Y lo logró?
Cristo todavía me queda muy grande. Creo que las etapas de conversión son más largas, y a lo mejor uno nunca las termina. Pero es un camino que hay que emprender, porque vale la pena. Cuando terminé a San Francisco y a San Agustín, dije “bueno, ¿qué va a ser de tu vida?”. Y definí lo que iba a ser mi vida.
¿Y cuál va a ser su vida?
La caridad.
¿Y eso es seguir con la Corporación La esperanza, que fundó para adictos a las drogas?
No, en la corporación no voy a seguir. Fue el dolor más grande que tuve, porque la verdad es que yo había planificado toda mi vida en torno al tema de la corporación, quería dedicarme en cuerpo y alma. Pero hay un elemento muy esencial en las instituciones de beneficencia, que es la confianza. Y creo que no puede existir dentro de una institución una persona que ha reconocido que cometió un delito.
Una institución tiene que estar completamente al margen de toda duda, y el hecho de que yo esté ahí evidentemente contribuye a que esa duda exista. Pero bueno, hay otras maneras de hacer la caridad. Hay personas con las que me comunico todos los días, que están luchando por su vida, por una enfermedad, y la caridad consiste en llevarles un mensaje todas las mañanas, conversar con ellos. La caridad está mucho más cerca de lo que uno piensa.
Usted admite que cometió un delito. Cuando reflexiona sobre esa época, ¿qué piensa?, ¿le tomaba el peso a lo que estaba haciendo?
No. Lo que ocurre es que cuando son prácticas generalizadas, uno las asume como lícitas, no se las cuestiona. Entonces esa es la severidad con que he abordado el tema. En términos de asumir que no toda costumbre, por generalizada que sea, es lícita. Entonces, cuando tú estás en algo que es generalizado, tú dices: si lo está haciendo el resto, al final, entre comillas, es lícita, y no lo es.
Y si era una costumbre, ¿por qué cree que solo usted paga?
Es que así fue. Porque este fue un juicio a la clase política. Fue un juicio político en la clase política. Necesitaban a alguien por una conducta que era generalizada para que terminara en la cárcel. Y bueno, escogieron el fusible.
¿Por qué cree que lo escogieron a usted?
Primero, porque lo había realizado. Y segundo, porque confesé, de lo cual no me arrepiento en absoluto, porque he vuelto a ser libre. Pero ahí está la discriminación: entre una cosa que era generalizada, escoger a uno.
Y bueno, la diferencia es que yo hoy día he reconocido y puedo tener la cara limpia ante los demás. Pedí perdón. Me arrepentí.
Reintegré los dineros que no me correspondían y eso para mí era una condición esencial para enfrentar el futuro. Lo enfrenté con la verdad.
¿Siente que el resto lo dejó solo?
Yo no pedí ninguna defensa corporativa y no la habría aceptado. Independiente de que hayan sido prácticas generalizadas, al final las conductas son individuales.
Pero en el plano personal, ¿lo dejaron solo?
Hay de todo; personas que tu esperarías y no están, y otras, que son las más inesperadas, que están. Por ejemplo, cuando estuve en la cárcel, la primera visita que recibí fue del jefe de gabinete de Isabel Allende. Con ella yo tenía una relación cercana, porque conocí mucho a su hijo.
He recibido mucho cariño y al final uno tiene que mirar la parte del vaso lleno, no solamente el vaso vacío.
Pero es un trabajo difícil en estas circunstancias.
Pero yo creo que lo mejor en la vida es no esperar nada, porque al final lo poco te llena.
Si siente que está pagando por algo que era generalizado, imagino que le debe dar bastante rabia ver que otros siguieron adelante como si nada.
Yo no habría podido reiniciar un camino a partir de la rabia, sino que a partir de la sanación. Esa es la primera condición que me puse. Más va por el lado del perdón.
¿Y pudo perdonar?
A veces cuesta, pero hay que perdonar. Pero yo creo que ni el ser humano ni la sociedad se pueden construir a partir del odio, de la venganza, sino que con mucho, con mucho perdón.
Y lo que más me costó es perdonarme a mí. Eso fue una cosa que a lo mejor todavía no he superado.
Pero usted mismo ha dicho que ha sido víctima de un linchamiento, de un juicio injusto, político. No es llegar y perdonar.
Lo superé.
¿Cómo?
Lo superé con una reflexión que apunta a que yo no puedo mirar la paja en el ojo ajeno si no miro la viga en el mío. Y cuando uno intenta superar esa barrera, es aceptar, que como yo los tengo, el resto también tiene defectos y que muchas veces esa vorágine de la vida te lleva al extremo, como me llevó a mí. Pero si yo acepto que cometí errores, tengo que asumir que el resto también.
La justicia
Ha dicho también que la fiscalía de alguna manera se ensañó. Que nunca quiso tomar las pruebas que presentaba, ni hacer las diligencias que pedía.
Efectivamente, a mí se me negaron derechos fundamentales, pero si yo me quisiera quedar en el hoyo, me llenaría de rabia ese tema. Hoy trato de mirarlo desde arriba y decirlo para que mejoren las condiciones. No puede ser que una persona que está siendo investigada al final no tenga ni derecho a reclamar una diligencia cuando su caso lo lleva un fiscal regional, porque el superior de este es el fiscal nacional, como me ocurrió a mí. También he dicho que la investigación fue súper sesgada y que no se respetó el principio de objetividad. Es bueno que el sistema se perfeccione en términos de garantizar ese principio, y que al final no sea solo una aspiración programática.
Usted dice que hubo un juicio político. ¿Eso tiene que ver con la elección de Jorge Abbott como fiscal nacional?
Bueno, cuando él sale elegido estaba muy agudo todo el tema de las platas políticas. Y había un juicio en la sociedad en contra de los políticos. Y claro, se da en ese contexto. El punto es la discriminación.
¿Que lo eligieron a usted?
Exacto. Y una discriminación arbitraria. Y que en el caso del fiscal nacional, fue en el momento de la elección, y posteriormente, en 2018, cuando hace su cuenta pública dice “mire, aquí no hay que alterar las mayorías, la voluntad popular”. En el fondo, les dice a los fiscales: “Sean cuidadosos, porque tienen que cautelar la voluntad popular”.
Usted lo lee como que no había que ir sobre todos los políticos.
Claro, pero después de todo este barullo que existió, la fiscalía no se podía quedar con las manos cruzadas y no terminar con nadie. Y ahí estuve.
Cuando él sale electo fiscal nacional, usted estaba en el Senado.
Sí, claro.
¿Hubo una negociación política para elegirlo a él?
Mira, yo sé que se conversó con muchas personas... Y ahí me escogieron para ser el fusible.
¿Quiénes lo escogieron?
No sé. Pero claramente había que buscar a alguien.
¿Lo escogieron entre la fiscalía y algunos de sus pares?
No tengo idea, no creo. Lo que realmente me preocupa a mí, que es el tema más de fondo, es que hay una conducta constante de discriminación arbitraria, y que para mí termina con el tema de la no presentación de las causas, que no tiene justificación.
Cuando la fiscalía decide no perseverar en la investigación de 34 personas, en el caso SQM, dice usted.
Sí, porque el argumento del Ministerio Público es que el Servicio de Impuestos Internos no había presentado querella en esos casos. Pero resulta que en mi caso, a Marta Isasi le presentaron la acusación por delitos tributarios sin que existiera querella del SII. Entonces, ¿por qué no hicieron respecto del resto lo mismo que hicieron con Marta Isasi? Que sean los tribunales los que determinen si tenían o no facultades, pero eso te inhibe la facultad de investigación. Entonces, hay una constante discriminación.
Usted se quejó también porque hubo una jueza que no se inhabilitó de su caso, siendo que su esposo trabaja en la fiscalía.
Tengo el mayor respeto por los jueces y los tribunales, pero sí tengo un reparo en ella, porque cuando tú tienes tu marido contratado por el Ministerio Público, tienes que inhabilitarte de oficio. No es sano. Es como si el día de mañana el marido de una de las juezas estuviera contratado por mí. Y por eso mi objeción, porque en el caso del cohecho su voto fue decisivo.
¿Está convencido de que nunca cometió cohecho?
Sí, por varias razones. Primero, en la vida pública, que en mi caso fueron muchos años, tú recibes muchas presiones a lo largo del tiempo. Y nunca nadie me ha comprado. Y esta no fue la excepción. Y en el caso concreto de esto, me acusaron por 81 delitos, me castigaron en dos: la Ley de Pesca, que fue un acuerdo político en que nunca participé en absolutamente nada y voté igual que el resto. Y el otro fue una crisis pesquera que afectó a todo el norte, y todos -grandes, medianos y chicos- tenían posturas similares. Yo siempre establecí una barrera. Entonces voy a tener que cargar con un tema que para mí siempre fue súper importante, por el resto de mi vida, y que no cometí.
¿Y en el financiamiento de la política, a través de boletas de prestaciones falsas, puede asegurar que ni un peso fue a sus bolsillos?
Yo no me enriquecí y eso está absolutamente acreditado. Y eso lo tenía claro la fiscalía. Pero a partir de cuestiones puntuales, inventaron que poco menos que tenía un yate, que tenía un resort, no sé qué cantidad de cosas que inventaron para lincharme. Y todo el mundo cree que yo tengo eso. Y no, yo siempre dije la verdad en este tema.
No quería ir a la reelección, hasta que me convencieron al final. En esa etapa existían las precampañas. Yo tenía gastos personales, y los tuve que financiar con mi dieta y restituí los gastos. Jamás me enriquecí, al contrario, pasé toda mi vida endeudado por los créditos para pagar campañas. Y me revisaron entero, y se acreditó que no me enriquecí.
La cárcel
¿Cuánto tiempo alcanzó a estar en la cárcel?
Cuarenta días.
¿Qué recuerda de eso?
La verdad es que uno trata de olvidar un poco, ¿ah? Pero es tu hogar. Y va a ser mi hogar. Por lo menos los próximos años. Y cuando uno tiene un hogar, tiene que tratar de hacerlo lo más grato posible. Tener rutinas, relacionarte bien con el resto de los que están ahí... como es cualquier hogar. Y ahí surgieron amistades, también, importantes. En medio del dolor. Pero va a ser mi hogar.
¿Tiene miedo?
No sé qué miedo puedo tener. No es, a lo mejor, un hogar grato si uno lo compara con lo que es un hogar normal. Porque te encierran, porque tienes horas de salida... Pero si tú no construyes todo desde la positividad, desde tratar de crecer en eso, la vida se hace insoportable. Es una incógnita lo que vaya o no a ocurrir, pero sí, la cárcel va a ser mi casa, pero el camino a mi libertad. Y estoy en paz.
Diría que si voy en una carretera, en estos siete años he recorrido mil kilómetros y me faltan los 20 últimos para llegar a mi libertad. Entonces, no es la cárcel. Es el camino hacia mi libertad.
¿Qué le angustia de lo que viene? ¿Su familia?
Es mucho dolor eso. Mucho, mucho dolor.
Cuando te decía que tengo que mirar parte del vaso lleno... Bueno, cuando estaba en la política no los veía. Aquí pude ver a mis hijas crecer, estar con ellas en medio del dolor. Pude ser papá, cuestión que no había sido nunca.