Juan Carlos Reinao conoció la violencia hace tiempo. La primera vez fue a los 13 años, cuando sus compañeros del Liceo B-55 de Los Álamos, en la provincia de Arauco, le dieron una paliza en el camarín por ser mapuche y venir de una comunidad. Todo eso lo empujó a acercarse a otros estudiantes indígenas de la provincia y a instruirse en la historia en la que, le enseñaron ellos, el Estado de Chile despojó a los mapuches de sus tierras. No mucho después participó de los orígenes de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) y comenzó a ser un integrante activo de los intentos de recuperación de predios de manos de las forestales. Ahí, recuerda, los golpes volvieron. En diciembre de 1997, a los 22 años, carabineros lo detuvo junto a 11 personas. Lo individualizaron como el autor intelectual de la quema de tres camiones en Lumaco y lo mantuvieron incomunicado durante una semana en una comisaría, mientras el gobierno de Eduardo Frei aplicaba la Ley de Seguridad Interior del Estado en esa causa.

–Ahí me partieron la cabeza –cuenta. –Es una herida que todavía tengo.

Él, aseguraba en los interrogatorios, no había sido parte de ese atentado.

Luego lo trasladaron a la cárcel de Temuco y un mes después le concedieron la libertad bajo fianza. Fue ahí que conoció a Héctor Llaitul. Cuando salió, dirigentes cercanos le dijeron que tenía que irse. Partió a La Habana a estudiar en la Escuela Latinoamericana de Medicina. Reinao, explica, no alcanzó a despedirse de sus padres. Y, estando en Cuba, tampoco podía escribirles: ninguno de ellos sabía leer o escribir.

–Pensaban que había muerto –recuerda.

Seis años después, regresó a Chile. Trabajó como doctor en postas de Lebu, Cañete, Los Álamos y Negrete. En esos espacios estrechó amistad con Manuel Monsalve, a quien conocía como médico, pero que en ese entonces era diputado por la zona. En 2012 se le ocurrió competir como alcalde de Renaico, una comuna de Malleco de 10 mil habitantes, y ganó no solo esa elección, como independiente, sino que también la siguiente. Desde ahí se ha posicionado como un mediador en los conflictos de la zona, aglutinando a los ediles de la Asociación de Municipalidades con Alcaldes Mapuches, que preside, pero también conversando con ejecutivos de la CMPC y actores del nuevo gobierno.

En los últimos 10 años han muerto 21 personas por violencia rural en la Región del Biobío. ¿Qué explicación le da usted a esta violencia?

Es una pregunta fácil y una respuesta difícil. Creo que los distintos gobiernos nunca asumieron de que ahí existía violencia verbal, que había discriminación, que había desigualdad, que había empobrecimiento y que había que hacer algo. Ese resentimiento se fue apoderando de las distintas familias. Hoy hay una sensación de rechazo de unas personas hacia otras y eso es complejo.

Antes los ataques se enfocaban en las forestales. Hoy los blancos también están siendo personas.

Insisto en que creo que ha faltado voluntad política y ha habido una falta de respuesta de parte del Estado. La brecha de odio ha aumentado de forma considerable en los últimos años y eso ha llevado a que haya víctimas. Y creo que esto va a seguir, pero nosotros no podemos normalizar esa situación. Hoy día el Estado ha normalizado la pérdida de vidas humanas en manos de otras personas. Creo que los gobiernos de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera han hecho muchas promesas, pero ninguna se ha cumplido. Y eso también le ha hecho mucho daño a la provincia de Arauco y a la de Malleco, porque han sembrado una falsa expectativa.

¿Diría que el narcotráfico que ha permeado en la Macrozona sur también ayuda a explicar el aumento de la violencia?

Sí. Yo creo que el narcotráfico en Chile ha aumentado considerablemente y nosotros, el pueblo mapuche, no estamos ajenos a aquello. El narcotráfico sí existe y hoy día no hay ninguna política clara que se vea para salir de aquello.

¿Hay narcotráfico en las comunidades?

Sí. Hay consumo y hay de todo.

¿Cómo penetra el narcotráfico en las comunidades?

Yo no he estudiado mucho eso. Pero hoy día el nivel de las necesidades que hay al interior las comunidades, además de obtener dinero más fácil, creo que son factores importantes a considerar. También hay muchas personas que han llegado de afuera.

¿Extranjeros?

No, de Santiago, de las grandes urbes, han llegado a las comunidades a colaborar. Obviamente eso se empezó a expandir de un momento a otro y nadie se dio cuenta.

¿Tiene más antecedentes de quiénes operan ahí?

Prefiero no profundizar.

Si uno conversa con habitantes de Tirúa hasta Cañete, dicen que viven con miedo. ¿Cómo explica eso?

Hoy día no hay Estado en esa zona y se vive con miedo. El miedo te lleva a tomar un camino distinto para poder superarlo. Entonces yo he escuchado a muchas personas que se están armando también para defenderse del miedo. Si llenamos la zona de armamento sin tener las habilidades para usarlo, si no tenemos ningún mecanismo de control y hay ausencia del Estado, que más encima normaliza algunas cosas que son dañinas para crear sociedad, el escenario es muy grave.

Los alcaldes de esa misma zona nunca hablan porque dicen estar amenazados. ¿Eso no le pasa a usted?

Sí. He tenido tres amenazas bastante graves.

¿De muerte?

Sí. El año pasado mi auto recibió 17 impactos de bala. Fue fuera de mi casa. Unos desconocidos estuvieron disparando durante más de 30 minutos. Sin embargo, creo que tengo que seguir avanzando. He sido amenazado con panfletos. Si usted me pregunta si siento miedo, le diría que sí. Pero tengo que hacer algo para cambiar esto.

¿Por qué lo atacaron?

Porque hablé sobre el narcotráfico. No soy partidario de generar desarrollo contra la afectación de la salud de las personas y no estoy de acuerdo con el narcotráfico en ninguna de sus expresiones.

¿Usted diría que el narcotráfico hoy día es la principal traba para poder conseguir paz en las provincias de Arauco y Malleco?

Sí. El miedo al narco se ha ido apoderando de todo. En comunidades y en pueblos pequeños del sur esa sensación se ha ido instalando, de forma progresiva, a medida que ocurren una serie de situaciones violentas. Y donde también se ha mostrado armamento de grueso calibre.

¿Qué falta para que más personas de comunidades mapuches puedan rechazar el narcotráfico como lo hace usted?

No lo sé, pero es muy complejo vencer el miedo. Y creo que, por esta situación, el miedo ha vencido a muchas personas. Por eso estamos viviendo lo que estamos viviendo. Nosotros, los que vivimos allá, no somos malas personas. Allá hay un lugar bonito para vivir, personas maravillosas, pero el miedo se ha ido apoderando de todo. Hoy día es el Estado el que tiene que jugar un rol de protección para poder salir de esa situación que estamos viviendo.

¿Quiénes son los responsables de la inseguridad que se vive en las provincias de Arauco y Malleco?

Hoy día el Estado es el primer responsable, pero también podemos decir que nosotros mismos. Porque nosotros mismos debemos ponerle freno a esto, a lo que está ocurriendo, entre todos en conjunto. Porque tampoco nos podemos ausentar de un problema del que somos parte.

Sentarse con la CAM

En agosto de 2020, Juan Carlos Reinao fue invitado a Icare. Ahí recordó su historia, los giros que dio su vida y diagnosticó la falta de diálogo como uno de las principales falencias del Estado a la hora de enfrentar el conflicto con el pueblo mapuche.

Considerando eso, ¿por qué cree que pasó lo que pasó cuando la ministra Siches fue a visitar Temucuicui?

Hoy día no se puede resolver estas situaciones de conflicto con declaraciones o con buenas intenciones. Creo que el equipo de asesores de la ministra no tenía conocimiento del funcionamiento territorial de esa comunidad. Para empezar un diálogo, uno tiene que saber qué es lo que hay al otro lado del puente cuando uno quiere cruzar un río. Y ellos no sabían.

¿Le sorprendió que le recibieran con balazos?

No. De lo que sí que estoy convencido, es que esas situaciones no deben ocurrir.

¿Qué falta poner sobre la mesa para que pueda haber un diálogo entre el Estado chileno y el pueblo mapuche?

Se ha perdido algo esencial, que tiene que ver con la confianza. También se han perdido los rostros. ¿Con quién conversamos? ¿Quiénes, por parte del Estado, debiesen estar del otro lado? No hay un rostro visible con el que podamos conversar.

¿Con quiénes del pueblo mapuche tiene que sentarse a hablar el Estado?

Yo creo que con todos aquellos que quieran conversar.

¿Con la CAM y la Resistencia Lafkenche también?

Con todos aquellos que quieran, buscar esos espacios y esa privacidad para conversar. Porque muchos problemas deben resolverse dentro de los marcos de la privacidad.

¿Quién debiese llevar las conversaciones por parte del gobierno?

La situación de conflictividad del sur de Chile es un problema de Estado. Por tanto, el gobierno del Presidente de turno tiene que dar ese mensaje. Y para eso tiene que poner a sus mejores personas. Debe ser alguien que tenga un alto nivel de decisión al interior del gobierno.

¿Quién debiese ser esa persona?

El Presidente. Gabriel Boric representa a Chile y debe resolver este gran problema que tiene el sur de Chile.

Un futuro oscuro

El regreso a Chile desde Cuba estuvo lleno de simbolismos para Juan Carlos Reinao. El más evidente fue volver a la cárcel de Temuco en mayo de 2006, ahora como doctor, a atender a comuneros. Juan y Jaime Marileo, además de Juan Carlos Huenulao y Patricia Troncoso, conocida como “La Chepa”, habían dejado de competir para exigir la nulidad del juicio que los había condenado a 10 años por incendio terrorista.

–Me pasaron muchas cosas por la cabeza –asegura.

¿Cree que hoy día hay presos políticos mapuches?

Yo creo que esa cosa de los presos políticos hay que analizarlo. No estoy seguro si hay o no hay.

¿Qué se puede hacer para aislar a los que eligen la vía violenta?

Yo no estoy convencido de que una vía o la otra sea la receta. Yo creo que no existe receta para este conflicto.

¿Entonces el diálogo no es la receta para solucionar esto?

No, yo creo que el diálogo sí es la receta. Pero creo que debemos nosotros mirar la diversidad de opiniones que hay, a través del diálogo o de espacios de conversación, y dentro de eso recoger todos los pensamientos, todas las expresiones, ponerlos sobre la mesa y empezar a reconstruir lo que hemos destruido.

La CAM, la Resistencia Lafkenche, la Resistencia Malleco, ¿son parte del problema?

Creo que quienes son parte del problema, no es el problema. Me explico: la CAM y los otros grupos han visualizado problemas existentes. Si no hubieran existido los distintos organismos de resistencia, no estaríamos haciendo esta entrevista.

¿Cuál es su posición sobre mantener el Estado de Excepción en la zona?

Creo que el gobierno anterior no tuvo ninguna opción más que decretar el Estado de Excepción, para generar la sensación de tranquilidad. Pero, al mismo tiempo, creo que nunca debimos haber llegado a eso. O sea, algo dejamos de hacer para tener que ocupar esa herramienta. Creo que los Estados de Excepción nunca son buenos, es una mala señal o una muestra debilidad de las políticas existentes de un Estado. No es la solución. Las policías no son las soluciones para este conflicto que tenemos en el sur de Chile

¿El gobierno entrante debiese renovarlo?

Creo que, si el Estado hoy día llega con políticas claras de seguridad, no lo debiese renovar.

¿Por qué?

Le pongo un ejemplo: ¿cuántos vehículos policiales en buena condición hay allá? Le digo ahora. El 53% de los vehículos policiales hoy día no están en funcionamiento en el sur de Chile. Entonces no es posible brindar seguridad, cuando no tienes las herramientas suficientes. Hoy día tenemos familias que han sido descuidadas por parte del Estado y no han sido mitigadas. Me refiero a las familias a las que les han destruido sus medios, su comunidad y el Estado no ha asumido su rol de protección.

Si no se logra establecer un diálogo en este gobierno, ¿qué tanto peor se puede poner este conflicto?

Si no se logra avanzar, nos espera un futuro muy oscuro. Puede que, en un corto tiempo, no queden más personas que puedas entrevistar sobre esto.