El abogado Juan José Ossa (RN) pasó de ser ministro Segpres, de ser la contraparte del gobierno con la fracasada Convención Constitucional, a uno de los 24 expertos que forman parte de la Comisión Experta.

Es el presidente de la subcomisión de sistema político, la instancia que está diseñando la nueva sala de máquinas de la Constitución. Hace solo algunas horas atrás de esta entrevista -en la madrugada del viernes- Ossa se quedó junto a los otros cinco comisionados afinando los últimos detalles de las primeras normas que ingresaron los expertos. Se fue del Congreso pasadas la una de la mañana, pero lo hizo conforme. Los artículos que ingresó junto a sus pares -que son todos de consenso- marcan el rumbo de qué tan profundos son los cambios que proponen.

¿Qué lo motivó a ser experto y ser parte de esta primera parte del proceso constitucional?

La verdad no es algo que hubiera pensado, menos todavía cuando dejé de ser ministro. Cuando en mi partido me preguntaron si podía evaluar la posibilidad de integrar esta comisión, aún cuando estaba alejado de los temas políticos, me pareció un gran desafío. Lo he disfrutado mucho, sobre todo porque tiene muchas diferencias con trabajar en un gobierno, pero hay una a la que le he tomado mucho el peso: uno aquí tiene derecho a voto y eso es una experiencia bien bonita.

¿Qué se siente estar en esta otra vereda, ya no como contraparte del gobierno con el órgano constituyente?

Siento bastante orgullo de poder contribuir a escribir una nueva Constitución. Estas semanas hemos demostrado que la experiencia política también es una experticia. Con el paso de los días me he ido dando cuenta de que la experiencia ganada, que la experiencia del pasado, ayudó mucho.

¿Qué diferencia esta primera parte del proceso constitucional de lo que fue la Convención?

No quiero caer en el facilismo de compararse con la Convención que fracasó, pero obviamente de ahí se sacaron lecciones de lo que se puede y debe esperar de un proceso de redacción de una nueva Carta Fundamental. Quiero desmitificar que aquí estamos todos de acuerdo, pero los disensos los hemos canalizado de buena manera.

¿Qué significa eso?

Esta primera etapa supone un gran mérito que es que todas las subcomisiones presentaron sus textos en acuerdo. Vamos a trabajar sobre un solo texto que probablemente va a ser aprobado en general por la unanimidad. Eso fue un gran trabajo de mínimos comunes constitucionales. Ahora vienen momentos de enmiendas donde va a haber disensos, donde vamos a tener diferencias. Aquí ha habido concesiones, pero eso no quiere decir que haya ciertos principios o agendas que hayan sido totalmente renunciados.

¿Cómo ha visto a su sector? Un parte de la oposición no quería acordar un segundo proceso.

Yo respeto y entiendo a quienes les gusta la actual Constitución y consideraban que luego del triunfo abrumador del Rechazo pudiese no ser evidente comenzar un nuevo proceso de nueva Constitución. Lo entiendo, lo respeto, pero no estoy de acuerdo. Uno puede tener una Constitución cuyo texto te gusta, pero ese texto no sirve realmente si el sistema político, particularmente el Ejecutivo y el Congreso, no funcionan adecuadamente. Por más que a alguien muy razonablemente le pueda gustar el texto actual de la Constitución del 2005, no es posible, no está siendo posible, y así ha quedado demostrado en los últimos años, de regir realmente. ¿Cuántas reglas de la Constitución actual, que a muchos les gustan, se han transformado en letra muerta? Una de las principales razones para apoyar que existiera un nuevo proceso y embarcarme personalmente en él, dice relación con que más allá de si nos gusta o no la Constitución actual, lo cierto es que sin los cambios al sistema político, esa Constitución se ha transformado en una Constitución de papel, en letra muerta.

¿Con qué sensación se queda luego de finalizar esta primera etapa de presentación de normas?

Me quedo con una buena sensación de esta primera etapa. En menos de tres semanas fuimos capaces de plantear cambios muy relevantes al sistema político. El ambiente fue muy bueno. Entre los seis miembros de la subcomisión siempre entendimos que estos son mínimos comunes y que nadie está renunciando totalmente a otras aspiraciones.

¿Por qué fue fácil llegar a esos mínimos?

Porque nos encontramos con un diagnóstico que era común: que se ha hecho muy difícil gobernar. Esa idea parece muy obvia, pero tal vez hace dos años atrás no parecía tan obvia. Encontramos mucho consenso en las razones por las cuales está pasando eso desde la perspectiva del sistema político, es decir, por la excesiva fragmentación en el Congreso. En consecuencia hemos dicho que hay que fortalecer los partidos, que se requieren umbrales a nivel nacional para tener representación parlamentaria y que se requiere disciplina parlamentaria.

¿Por qué no tocaron el sistema presidencial?

Se ha dicho que en Chile existe un hiper presidencialismo. ¿En los hechos estamos viviendo un hiper presidencialismo? Yo creo que no. Los presidentes desde hace varios años atrás han enfrentado escollos de facto muy grandes para poder ejercer las atribuciones constitucionales que tienen. Es cierto que no nos estamos apartando del presidencialismo en el sentido de que los chilenos han elegido siempre, y queremos que sigan eligiendo, en una papeleta el nombre del presidente de la República. Nosotros creemos que es contracultural, que sería un cambio cuyos efectos se desconocen.

Incluyeron una barrera electoral de 5% para participar de la repartición de escaños. En la última parlamentaria solo seis partidos la cumplieron. ¿No cree que es una medida talibana a favor de los grandes partidos políticos?

Nos parece que es una muy buena medida contra la fragmentación de la política en el Congreso. Esta fragmentación es la que ha permitido que las reformas se tengan que negociar uno a uno, que un determinado parlamentario o parlamentaria pide para sí y no para su ideología. Es decir, no se está pudiendo negociar bien. Creemos que va a ser una regla sana. Es apurado sacar conclusiones en esta etapa sobre cuántos partidos sobrevivirán y cuántos no. Yo sí acepto de todas maneras, y me enorgullece, que no vayan a ser los 21 partidos políticos que hoy en día están en el Congreso. Aún falta ver el sistema electoral que obviamente también ha influido en esta fragmentación, en el pirquineo, en el discolaje, en lo que se llama el transfuguismo político. Queremos herramientas para evitar el discolaje por el discolaje y los intereses personales.

¿Es una norma que podría echar por tierra el multipartidismo chileno?

Es cierto que Chile se ha caracterizado por el multipartidismo y eso es algo que no queremos cambiar con estas reglas. No estamos, al menos en este momento, poniendo incentivos para que haya menos partidos. Lo que estamos haciendo es decirle a esos partidos en formación, a esos partidos que todavía no tienen el umbral del 5% nacional, que sean lo más nacionales posibles para poder acceder a esos escaños. Lo que no podemos tener son partidos hechos a medida.

¿Qué recepción va a tener que el parlamentario pierda el escaño si renuncia al partido que declaró su candidatura?

Quien se inscribe para ser parlamentario de un partido y a los dos meses renuncia a ese partido, naturalmente que es dable pensar que no tenía una identificación partidaria y que lo usó como trampolín para llegar al Parlamento. ¿Qué significa eso? Significa que los partidos empiezan a ser utilizados para propósitos distintos a aquellos para los cuales fueron concebidos. Lo que estamos haciendo es que la contracara de esa moneda es que los partidos van a tener que hacer un esfuerzo por explicar con toda claridad cuál es su ideario, qué es lo que buscan, qué es lo que los diferencia de los partidos del frente y del lado. Cuando la ciudadanía tiene claridad de que un partido político tiene estos deslindes, cuando ese diputado pierde el escaño por renunciar ya no se traiciona a la ciudadanía porque tienes un partido que fijó clarito sus deslindes.

Mientras los partidos reciben el rechazo y la fuerte desaprobación de la ciudadanía, ustedes les dan mayor poder y control. ¿Qué señal se le da a las personas?

La desaprobación que existe es en buena medida por la fragmentación que hay en el Congreso. El discolaje, el transfuguismo político, es algo que hoy la gente no valora. Más bien, lo que quiere es que los proyectos de ley avancen. Sabemos que hay un tremendo desafío para que la ciudadanía entienda que lo que estamos haciendo, lejos de volver a la lógica de los partidos de siempre, lo que busca es fortalecerlos para remover un poco el espectro político. Además justamente por el desprestigio de los partidos políticos es que estamos estableciendo estas innovadoras reglas para nuestro país de iniciativa popular y derogatoria de normas, que permiten que aquellos que razonablemente están desencantados de los partidos políticos puedan tener una válvula de influencia directa y formal en la formación de las leyes.

Incorporaron una norma que restringe a dos ocasiones la cantidad de veces que una persona puede ser Presidente. ¿Fue un artículo con nombre y apellido?

Para nada. Alguien podría decir que está pensada también para que el presidente Boric no sea presidente muchas veces. No veo cómo podría ser con nombre y apellido si tanto el Presidente Piñera como la Presidenta Bachelet han dicho que no quieren volver a ser presidentes. A mí me parece razonable que el Presidente Boric tenga solo una oportunidad más de ser presidente de Chile y no muchas más.

Dejaron el corazón de esta sala de máquinas, el sistema electoral, para después. ¿No hubo acuerdo?

Hubo acuerdo en tanto el diagnóstico de los efectos negativos que genera el actual sistema, pero no tenemos un acuerdo en relación a cuál es ese nuevo sistema electoral. En eso tenemos un desafío en los próximos días y ya veremos cuál es el grado de profundidad con lo que se pueda acordar en una Constitución. Existe un amplio margen para que ocurra esa conversación.

¿A favor de listas cerradas?

Yo en esto tengo una opinión personal, pero no es esa la que importa. Primero la que importa es la que podamos consensuar entre quienes nos acompañamos con mayores afinidades ideológicas y, por cierto, también con aquellos con los que menos.

Su subcomisión no dijo nada sobre democracia paritaria. ¿Estaría dispuesto a avanzar en ese principio?

Sabemos que es una materia que tenemos que discutir en los próximos días en las enmiendas. Es parte de una conversación política amplia como sector y más amplia con quienes no son de nuestro sector. En esta primera etapa se estimó que sea una materia que quede reservada a las enmiendas.

No hay mención sobre escaños reservados para pueblos indígenas. ¿La respuesta es la misma que la paridad?

La respuesta es la misma, pero en el caso de los escaños reservados la pregunta que algunos nos hacemos es si es la mejor forma para canalizar las aspiraciones de los pueblos indígenas o no. Yo creo que ese es un examen que no está cerrado, porque hubo una experiencia en donde no necesariamente los pueblos indígenas se sintieron representados. Uno de los grandes errores del diseño de los escaños reservados de la Convención anterior fue la distorsión que se produce en el voto. Para el sector que yo adscribo es muy importante el valor del voto de la persona.

¿Le preocupa que el Consejo agarre la goma y empiece a borrarlo todo?

Si nosotros hacemos bien nuestro trabajo eso es muy difícil que ocurra.

Algunos los critican de gatopardismo, de hacer solo cambios en los detalles para que nada cambie. ¿Cómo responde a ese reproche?

Si uno lee estas propuestas ve que no hay gatopardismo. Uno ve cambios, uno ve cosas que debiesen producir efectos. Hay que entender que detrás de esa crítica de gatopardismo hay un desconocimiento de para qué son las constituciones. Si seguimos pensando que las constituciones son programas de gobierno, si seguimos pensando que las constituciones cambian la vida de las personas de un día para otro, por supuesto que cualquier borrador debe parecer gatopardista. Las constituciones no son para eso. Estamos incluyendo cosas fácilmente identificables que permiten pensar que no estamos detrás de un camino gatopardista.