Por más de 10 años, el periodista español Juan Pablo Cardenal fue corresponsal en China, donde se especializó en la expansión internacional del gigante asiático. Producto de su investigación sobre este tema ha escrito varios libros, en coautoría con el periodista Heriberto Araújo, entre ellos La silenciosa conquista china (2011) y La imparable conquista china (2015), que han sido traducidos a 12 idiomas.
Desde 2016 ha dirigido proyectos de investigación para entender el poder blando chino y la estrategia de Beijing para conseguir influencia política en América Latina, lo que resultó en la publicación de varios informes. En esta entrevista con La Tercera, Cardenal analiza la particular relación china con la región.
“Con el cisma sino-soviético y la consiguiente escisión en el comunismo mundial, la mayoría de esos mismos partidos latinos se alinearon sin reservas con los soviéticos y rompieron con el Partido Comunista Chino (PCCh). En el contexto del deshielo político y diplomático que siguió a la visita del Presidente Nixon a China en 1972 se abrió la veda para que los partidos no comunistas establecieran también vínculos con el PCCh”, indica Cardenal.
De acuerdo a su investigación, ¿cómo ha influido el PCCh en otros partidos de esta misma corriente?
En general hay una tendencia de los partidos que cuanto más a la izquierda, más se ven representados en el Partido Comunista Chino. De hecho, ponen a China y al Partido Comunista como el ejemplo de que el modelo es válido. Entonces, durante esa escisión que hubo con el comunismo soviético, se alinearon mayormente con los soviéticos. Pero cuando China, de la mano de esa modernización de las cuatro últimas décadas, empieza a ser percibido como un modelo de éxito, entonces todos esos partidos comunistas se alinean con ese comunismo chino, aunque, de los que conozco, tienen muy poca representatividad. Hay una relación muy estrecha, de hecho, entre el Partido Comunista chino, que de alguna manera, digamos, pastorea a los demás partidos comunistas, es como el hermano mayor.
¿Cómo el Partido Comunista chino ha intentado consolidar su influencia en América Latina?
En base a su poderío económico. Ese es el tema principal. China llega aquí con la munición de su capitalismo de Estado. Llega hace 20 años y coincide con el atentado a las Torres Gemelas, la guerra contra el fundamentalismo islámico y luego la crisis de 2008. De hecho, ocurre que Estados Unidos y, en menor medida Europa, se encontraban en retirada de la región en el momento en el que China entra, porque tiene una necesidad estratégica que es garantizar su suministro futuro de materias primas, de recursos naturales. Porque dos de los motores de la economía china son la fábrica del mundo y la urbanización de China, es decir, cientos de millones de personas yendo del campo a las ciudades. Y en ese pacto tácito entre la población china y el Partido Comunista, por el cual unos no discuten el monopolio del poder, a cambio de que los otros pongan las condiciones de prosperidad, entonces tienen que crecer a las cifras que lleva creciendo, y durante 35 años ha crecido a una media del 9%. Esa es la razón estratégica de por qué viene a América Latina y a otras regiones. Forma parte de un proceso de internacionalización. Entonces llega aquí con la munición de su capitalismo de Estado, con dinero para inversiones, normalmente inversiones en proyectos extractivos para sacar los recursos naturales y con una carta ganadora que es el financiamiento de infraestructuras. Luego, obviamente, esas exportaciones de los recursos naturales provocan, primero, regalías fiscales, después llegan tratados de libre comercio con Chile, con Costa Rica, con Perú. Explota el turismo y América Latina ha estado 15 años creciendo a niveles altos gracias a la demanda china.
¿Cómo se lleva a cabo en la práctica ese predominio?
La diplomacia del Partido Comunista con los otros partidos tiene distintos niveles. Uno son las visitas que ellos hacen a la región o, por ejemplo, los seminarios o las conferencias que organizan y que invitan a muchos partidos de muchísimos países del mundo. Hubo una visita, una conferencia en diciembre de 2017 en Beijing, quizá la más importante de las que se han hecho hasta la fecha y quizá la primera importante, a la que fueron 300 representantes políticos de 120 países del mundo. Entonces eso es una vía. Otra fórmula es que hacen invitaciones a China de legisladores y no solo a ellos, porque eso forma parte de lo que se llama el programa de captación de las élites locales, y es un programa que lo tienen en prácticamente todos los países del mundo. Entonces, dentro de ese programa de captación, invitan a representantes de partidos políticos y legisladores activos. Pero no solo eso, porque eso forma parte de un programa más grande en el que también invitan a periodistas, académicos, altos funcionarios, etcétera. Digamos que esto no es una consecuencia de la diplomacia, sino que forma parte del modus operandi.
¿Cuáles son las consecuencias de esto?
Una vez que entablan la relación, estos legisladores o estos representantes políticos van a China y son expuestos a la propaganda. Pensemos, por ejemplo, en el típico representante político latinoamericano que no ha estado nunca en China, que tiene poco conocimiento. Lo llevan a China con gastos pagados, lo pasean enseñándole los monumentos, las infraestructuras, las sedes de las grandes empresas, los rascacielos. Y luego, además, todo eso aderezado con el relato de la transición, desde el maoísmo hasta nuestros días, de cómo China pasa a ser uno de los países más pobres del mundo a la segunda economía del mundo. Entonces todo eso obviamente es siempre en positivo y no incluye nada de lo que es la otra cara de China. Entonces muchos de esos huéspedes latinoamericanos vuelven a sus países perfectamente convencidos, hipnotizados. Vuelven y se convierten en aliados de China o se convierten en embajadores de facto de la causa China o de lo que sea. Entonces, ese es precisamente el propósito, que personas influyentes, sobre todo en el ámbito político, vuelvan a sus países y en sus distintas tribunas, ya sean trabajos académicos, mociones legislativas o declaraciones públicas o privadas, conferencias, de alguna manera difundan el punto de vista que el partido les ha trasladado durante esos viajes. De alguna manera, lo que hacen es difundir la visión que el Partido Comunista tiene de la propia China y del resto del mundo.
¿Existe algún ejemplo de lo que está contando?
En Chile, por ejemplo, el diputado Jaime Naranjo, que es del Partido Socialista, abiertamente crítico con China, yo lo entrevisté para un informe. Él habla de que algunos de los legisladores chilenos que habían ido a China o que formaban parte del grupo de amistad de Chile con China, cuando se propuso una moción de condena contra China, creo recordar que era a propósito del tema de los uigures o del tema de Hong Kong, no me acuerdo cuál de las dos, pues muchos de ellos se ausentaron y otros directamente votaron en contra. Lo que hacen es tratar de maniobrar para que estos legisladores no solo en sus tribunas hablen bien de China. Ellos creen que exponiéndolos a la propaganda lo van a hacer, pero luego, en su quehacer dentro de las asambleas legislativas, como tienen contacto con ellos, pues se ven en la fuerza de pedirles, por ejemplo, que voten en contra de esas mociones o que voten o se adhieran a manifiestos de apoyo a China. Por ejemplo, en abril de 2020 hubo un memorándum redactado por el Partido Comunista chino en el que eludía su responsabilidad con respecto al Covid y ese manifiesto lo firmaron y se adhirieron -si no recuerdo mal- creo que unos 240 partidos o algo así. Esto es lo que dijeron los chinos, pero nunca dijeron qué partidos de todo el mundo eran. Luego tenemos los que se fueron a ese viaje que te explicaba antes de 2017. Muchos de esos partidos, en el fin de esa cumbre, firmaron un manifiesto también redactado por el Partido Comunista, en el que quedaba plasmada la visión que el partido tiene del mundo. Entonces adhieren a esa retórica. Y luego otras cosas que me consta que han hecho, pero que no puedo identificar a las personas que me lo han dicho, y es que en varios países de América Latina están especialmente agresivos en las asambleas que tienen grupos de amistad con Taiwán, o legisladores o congresistas o diputados que, por ejemplo, en el contexto de la pandemia, pues tuvieron relación con los taiwaneses, porque los taiwaneses se dedicaron a hacer donaciones. Entonces inmediatamente lo que hacen los chinos es ponerse en contacto con ese diputado y leerle la cartilla, pero, además, de forma bastante agresiva.
¿Existe algún tipo de financiamiento a esos partidos?
No he visto ninguna evidencia ni he leído de financiamiento directo. Lo único que vi en un par de países de América Latina fueron donaciones de equipos informáticos o cosas así. Y luego, obviamente, en el contexto de la pandemia, ahí sí que hubo bastantes donaciones de mascarillas y otras cosas en material sanitario. Financiamiento puro y duro no me consta, pero eso no significa que no exista.
Esta influencia china llega en momentos en que los partidos políticos en América Latina se encuentran en medio de una crisis...
Has dado con un punto clave. Todo esto ocurre en un contexto en el que hay una percepción de que las democracias no están dando respuesta a los desafíos actuales. Hay una crisis de los partidos políticos, hay una crisis institucional. Por ejemplo, ocurre en muchos países, donde las inversiones chinas tienen muchas problemáticas, porque son sobre todo en industrias extractivas y hay impacto medioambiental, social, hay malas condiciones laborales y esos países no consiguen que esos proyectos chinos se hagan de acuerdo con la ley. Estoy pensando, por ejemplo, en Perú. Australia y Canadá, por el contrario, son dos países donde China está súper invertida y allí cumplen la ley. ¿Cuál es la diferencia? Es que en Australia y Canadá hay un principio de legalidad, hay instituciones fuertes, hay una sociedad civil que somete a escrutinio esos proyectos. China está invirtiendo en nuestros países con el mismo modelo de desarrollo que utilizaron durante 40 años y que ya fue problemático, y como no los someten a escrutinio, eso alimenta los excesos y los abusos. La otra parte es que esas élites que he mencionado tienen un poco la tentación de creer que China es el ejemplo de que el desarrollo sin democracia es posible. No digo que quieran adoptar el sistema, porque yo no creo que ninguno de ellos quisiera renunciar a su libertad. Pero en ese contexto que te decía de déficit de conocimiento, de ver a China como una oportunidad, y obviamente en medio de la debilidad o la crisis de lo que representan las democracias liberales, pues China aprovecha eso.