Hace años que el cientista político Juan Pablo Luna viene alertando sobre el proceso de desgaste del sistema político y de una grieta con la ciudadanía.
Profesor de la Escuela de Gobierno de la UC, doctor en Ciencia Política de la Universidad de Carolina del Norte, Juan Pablo Luna es uno de los politólogos más prestigiosos del país. Su sello es una mirada crítica y a ratos bastante pesimista del momento que atraviesa Chile.
Luna no es político ni le interesa serlo. Pero influye y es consultado por distintos mundos. Sin ir más lejos, el viernes estuvo en La Moneda para reunirse con algunas autoridades. Lo invitaron -junto a otros analistas políticos- para escuchar su análisis sobre la elección del pasado 7 de mayo, en que el Partido Republicano se convirtió en un actor central de la política chilena y puso en jaque a los partidos tradicionales.
Luna dice que no es tan novedoso lo que pasó. “Es la continuidad de un proceso de crisis que se arrastra hace tiempo. La novedad es que la promesa de cambio no logró torcer ese devenir que muchos ya habíamos anunciado: el giro hacia la ultraderecha”, sostiene.
Hace menos de dos años que la izquierda llegó al gobierno. ¿Qué pasó? ¿Qué explica el ascenso de la derecha dura?
En este tiempo cambiaron las prioridades de la población. Pero, además, está el hecho de que la mejor forma de perder poder es ganar una elección. Te eligen porque vienes de afuera. No necesariamente porque estén de acuerdo con tus ideas. En la medida en que comienzas a gobernar, dejas de encarnar el cambio.
Con este resultado, ¿en qué pie queda el gobierno?
Básicamente, me parece que el gobierno está atrapado en el día a día. Gestionando una agenda que no le es propia y con la cual nunca podrá ganar adhesión.
¿Por qué?
Porque tiene serios problemas de credibilidad. No importa cuántos miles de millones le pongan a Carabineros, este gobierno y el Presidente tienen problemas para connotar credibilidad en ese tema. Y, además, al frente hay un contrincante que promete una vuelta a las seguridades del pasado.
¿Quiere decir que la esperanza de que las cosas cambiarían se diluyó?
La ciudadanía siente que está atrapada en un presente que es mucho peor que su pasado y con un gobierno que no logra estructurar una visión de futuro. Ante la incapacidad de estructurar un proyecto que logre empatizar con esa sensación ciudadana de que ahora están peor, gana quien promete una vuelta al pasado.
¿El problema es la credibilidad del Presidente?
Con excepciones (como los indultos), Boric ha dado señales de moderación y de entender dónde está parado. El problema es que, a pesar de todo, no le creen.
¿Por qué?
Lo que veo es una compulsión por volverse creíble, pero sin poder lograrlo. Y esto tiene que ver con la incapacidad de montar un proyecto alternativo que sea propio. Cuando te compraste una agenda que te impuso la realidad y apoyaste a Carabineros como nunca nadie lo había hecho en las últimas décadas, y la ciudadanía no te cree, entonces, claramente, estás en un problema.
¿Un problema que podría revertir?
Es que el problema no es que la oposición no le crea. Es que la gente no le cree. Y de fondo aquí hay una clave sistémica: la distancia brutal que existe entre todos los actores del sistema con una ciudadanía que está frustrada, desesperanzada y que ya no cree en nada. El mundo político cree que el sector que gana una elección tiene la sartén por el mango. Pero la realidad es que es una sartén que no tiene mango.
¿Pacto de salvataje?
¿Este es un golpe parecido al que sufrió el gobierno el 4 de septiembre pasado? ¿Puede retomar impulso para gobernar?
Dados los resultados que tuvimos el domingo, no creo que el gobierno logre salir hacia adelante o que tenga chance, si no logra abrir juego con el resto de las fuerzas democráticas del país.
¿Con la Democracia Cristiana, por ejemplo?
No creo que la Democracia Cristiana sea relevante, más allá de los votos que tiene en el Congreso. Para que sea un hecho político, el gobierno debe tratar de fraguar un pacto de salvación nacional.
¿Con quién?
Con quien esté disponible del lado de Chile Vamos. El problema es que la UDI se está moviendo hacia los republicanos. Por lo tanto, la capacidad de juego del gobierno va a depender de que haya una centroderecha que entienda que pactar con Kast es ser consumido por él.
Así como lo plantea, ¿el gobierno quedó atado de manos?
No. Tiene la alternativa de empujar un proceso de concertación de salvataje nacional con diversos actores sociales: empresarios, trabajadores, personas con representación territorial. Si te fijas, los pocos éxitos que ha tenido el gobierno en términos legislativos tienen que ver con procesos en los cuales hace una negociación con actores sociales y que luego negocia en el Congreso y con los empresarios.
¿Lo que pasó con el sueldo mínimo o con las 40 horas?
Lo del salario mínimo es un ejemplo muy claro de lo que debe hacer. Primero, cuadrar la negociación con los empresarios y después pasarla por el Congreso. O sea, más que negociar con la derecha política, que tiene incentivos en el corto plazo, el gobierno tiene que negociar con sectores sociales capaces de ponerle presión a esa derecha política. No veo otra solución a la mano.
¿Y por qué razón los empresarios querrían jugar ese rol?
Por una razón muy simple. Porque hay reformas necesarias, y aunque las impulse este gobierno, a ellos les puede dar estabilidad en las reglas del juego. Hay que revertir esta lógica en que los gobiernos duran un año y los tres años siguientes son perdidos. Eso no les garantiza estabilidad. La promesa de un pacto de salvataje es estirar el horizonte temporal. Sacar los temas de la política contingente y negociar políticas de Estado para el largo plazo.
¿Eso pasa por enterrar el programa de gobierno?
Esa no es una decisión que el gobierno pueda tomar. El programa ya está enterrado. Hay muchas cosas que el gobierno puede hacer en gestión de políticas públicas y territorial. No todo tiene que pasar por el Legislativo. Te doy un dato: hace meses que en las entrevistas de investigación que hemos hecho aparece que la gente extraña los bonos que daba Sebastián Piñera. ¡A este gobierno no le puede pasar eso!
¿Qué cosa?
Tener esa situación en los sectores populares.
¿Por ahí va la derrota del oficialismo? ¿Más cultural que política?
El error es no entender al sujeto popular. Es el error de pensar que esto se gobierna desde arriba, subestimando al mundo popular. Muchas de las interpretaciones que ha habido en la izquierda respecto a lo que pasó el domingo, al igual que las interpretaciones que ha habido respecto del voto nulo, ningunean la capacidad de la gente. En democracia no se puede decir que la gente está equivocada. Hay que tratar de entenderla, interpretarla y, si se hace mal, hay que hacer autocrítica.
¿Eso podría explicar, en parte, por qué los republicanos ganaron votos en sectores populares?
Es que el Partido Republicano es la UDI popular con TikTok. Allí hay un trabajo sistemático de construcción de bases sociales, de conocimiento y de relación con los sectores populares.
¿Por qué no llega ahí el mundo de la izquierda? ¿Está encapsulado respecto de sus bases políticas y sociales?
Tiene bases de ambos tipos, pero son mucho más frágiles que las que hoy tiene el Partido Republicano. Ellos han construido un aparato político que podría decirse que es más leninista que la izquierda. La derecha y los sectores conservadores trabajan mejor la relación con los sectores populares que la izquierda, que es más elitista y que siempre lo fue. Eso aplica tanto a la Concertación como al Frente Amplio. Un paralelo interesante es ver cómo opera la Iglesia Católica y la Evangélica.
A ver…
La izquierda se parece mucho a la Iglesia Católica, en el sentido de que opera cupularmente y da sermones. La Iglesia Evangélica es todo territorio. Se parece mucho a lo que pasa con la derecha popular. Los evangélicos votan organizados, ordenaditos.
Ese análisis no incorpora al centro político…
El centro está desfondado. Lo que connota es la vieja política, el privilegio. Es la élite. Y eso a la gente le hace muy poco sentido.
¿Y qué expresan los extremos hoy?
Volvamos un poco hacia atrás. José Antonio Kast emerge electoralmente en el 2017. Rompe con la UDI, se hace de buena parte del voto evangélico, que venía molesto con las reformas de género que había introducido la Presidenta Bachelet, y hace una irrupción fuerte ahí. Desde entonces no ha parado de crecer.
El error
Después del plebiscito dijo que a Boric le había pasado lo mismo que a Piñera con el estallido social. ¿Cómo lo ve ahora?
Empujar tan rápidamente una nueva salida para el proyecto constituyente fue un error. Y es parte de lo que pagó Chile Vamos también. Durante un tiempo tuvimos la idea de que había vuelto la moderación y que los viejos actores del sistema habían venido “a ordenar la casa”. Esos actores fueron barridos electoralmente, tanto en la centroizquierda como en la centroderecha. Ahí hay un error de cálculo no sólo del gobierno, sino que también del sistema político y del Congreso.
Incorporar al Socialismo Democrático ¿no funcionó?
Pensemos en la negociación de la Reforma Tributaria. Se suponía que el Socialismo Democrático traía gestión política y capacidad de gestión estatal. Evidentemente, no funcionó. Se quedaron cortos y ahora se va a complicar aún más con los incentivos que tiene la derecha para operar en el Congreso. En la gestión estatal, tampoco veo que haya lucido mucho. Hay mucho por mejorar. Pero hay que tener claro que este no es un gobierno de reformas. Eso se acabó.
¿Y qué es, entonces?
Este es un gobierno que debe administrar el Estado, tratar de mantener la estantería y ganar tiempo. Ya venía siendo así desde el el 4 de septiembre...
Entonces, ¿la decisión de mantener las reformas es un error?
Lo que no le puede pasar a este gobierno, y le está pasando, es que está gobernando con una agenda que no es la propia. La agenda de seguridad es necesaria, es prioritaria, pero tal vez debe buscar otra forma conectar para responder a las demandas ciudadanas. Y eso es a través de la gestión.
Déme un ejemplo que permita entender qué tipo de cosas deberían gestionar de otro modo…
La agenda de cuidados, por ejemplo. Si el gobierno logra una coordinación exitosa de sus ministerios sectoriales para que a la población no sólo llegue el brazo policial del Estado. También puede llegar con un sistema de cuidados que implique gestionar mejor los recursos que ya hay. La gente lo va a valorar, porque es algo que incide directamente en su día a día. Creo que ahí hay más chances de ponerle un sello propio que competir con la agenda de la derecha.
¿Y no se están coordinando?
Mi impresión es que hay descoordinaciones más sordas y una notoria falta capacidad de gestión al interior del gobierno. Eso la gente lo resiente. ¿De qué modo? Dicen: “Me prometiste cambios”. “Aposté al cambio y no ha pasado nada”. Hay un sentir ciudadano de decepción, abandono y frustración.
Esa falta de aproximación a las demandas de la gente, ¿es un problema del gobierno en su conjunto o sólo de algunos sectores que no lo ven?
Cuando uno escucha las vocerías de los presidentes de partidos del Frente Amplio da la sensación de que falta disciplina y que tienen mucha debilidad organizacional. Uno podría decir que el Presidente ha fallado en términos de convertirse en el líder de la coalición. Ahí hay un déficit. Pero también es cierto que estas estructuras partidarias, incluyendo las del Socialismo Democrático, son mucho más difíciles de liderar que cuando gobernaba Lagos o Bachelet.
En la línea del sentir de la ciudadanía, ¿lo que hay es un enojo con el gobierno?
Lo que hay es descontento, rabia, frustración. Un sentimiento de abandono con el gobierno que pasó a ser parte del establishment. Y que, evidentemente, no tenía las capacidades extraordinarias que algunos pensaron que tenía.
Ante ese panorama, ¿qué le queda a Boric?
Este es un gobierno que tiene que gobernar y lo ha hecho poco. Y eso tiene que ver con anunciar menos, con desgastarse menos en una negociación parlamentaria, y gestionar más.
¿Inaugurar más hospitales, mejorar las escuelas…?
Me parece evidente que por ahí va. Y a la par debiera avanzar en el proceso de concertación social que te decía antes. El sistema político en general, pero el gobierno en particular, deben hacer una apuesta muy fuerte por reconstituir los lazos sociales que están quebrados. Sin eso, no hay política que funcione. No hay clima de inversión ni candidato que logre ponerle mango a esta sartén. Lo que tenemos es un proceso de desacople brutal entre las lógicas del sistema político y las de la sociedad.