Urgencia. En esa palabra resume el economista Eduardo Engel su inquietud ante el avance del Covid-19 en Chile. El director de Espacio Público esta semana hizo noticia luego de que el ministro de Salud, Jaime Mañalich, lo llamara tras un estudio que plantea que hay 712 muertes “en exceso” durante la pandemia del Covid-19, y de que a partir de esa conversación la autoridad se abriera a disponibilizar datos para investigar los motivos tras esta diferencia.
El diagnóstico de quien liderara en 2015 el Consejo Asesor Presidencial Anticorrupción no es optimista. Dice que hay que ser francos y advertir del gravísimo riesgo actual. Acá hace un balance sin anestesia de la gestión del gobierno, pero además pide una mayor apertura de datos y llama a que la sociedad civil tome un rol central para construir una “épica” que ayude a derrotar al virus antes de que sea muy tarde.
Sobre todo, le preocupa ser pedagógico, claro y directo para que todos entiendan lo crítico del escenario. “Hay que darle el mensaje a la gente que esto es superserio, que los brotes no están bajo control, y que tenemos un sistema hospitalario al límite. Más que al límite en algunos hospitales, ésa es la verdad. Y que, por lo tanto, tenemos que ser todos responsables con el otro”, dice. “Cada uno de nosotros que termine por algún motivo hospitalizado le va a quitar la oportunidad a otra persona que lo necesita, y aumenta las chances que esas otras personas se terminen muriendo”.
¿Qué le preocupa hoy?
Lo que más me preocupa es que tenemos un nivel de contagios en la Región Metropolitana muy, muy alto, que se ha traducido en un sistema hospitalario cuasi colapsado, y que no está bajando. Los datos que tenemos es que la gente no está obedeciendo la cuarentena lo suficiente. Aquí ha faltado épica, ha faltado apelar a la solidaridad de la gente, ha faltado una campaña comunicacional potente y ha faltado que a la gente le llegue comida e ingresos para no tener que salir a trabajar. Si se hubiese hecho todo lo que se puede, yo diría OK, pero no se ha hecho, para nada.
¿Qué es lo que no se está haciendo?
Mira los datos de movilidad: obviamente en las comunas más vulnerables la gente se moviliza más, pero aún en el barrio alto, el nivel en que ha caído la movilidad es en promedio 60 por ciento. ¿Y qué motivo hay para que la gente esté movilizándose en Las Condes, Vitacura, Providencia y Lo Barnechea un 40 por ciento de lo habitual si estamos en plena cuarentena y la inmensa mayoría de esos barrios no tiene que salir a trabajar para no pasar hambre?
Pero el gobierno en cada informe diario que hace el ministro Mañalich dice que esto no se está cumpliendo, llama a la ciudadanía a que cumpla. ¿Qué está faltando?
Una campaña comunicacional potente, con vocerías que tengan cercanía y credibilidad con la gente. El mundo de la política tiene poca credibilidad hoy día. ¿Por qué la movilidad en el barrio alto está en un 40 por ciento y no un 10 por ciento? A mí me falta un esfuerzo general. La buena noticia es que la sociedad civil se está moviendo, hay iniciativas que se están preparando. Esto va mucho más allá del gobierno: es una cuestión país.
Otros países, como Estados Unidos, España, Suecia o el Reino Unido, tienen a una figura científica compartiendo roles con la autoridad política. ¿Falta algo así como un “epidemiólogo en jefe” en Chile?
No sé. A mí me gusta el esquema que tienen algunos países, donde los comités asesores científicos son mucho más directos y críticos con el gobierno. Acá, la persona que está asesorando siente que es complicado criticar a la autoridad públicamente, porque hay una concepción de que uno no critica, solo colabora. Pero esa lealtad le hace un flaco servicio a que se tomen las mejores decisiones. Cuando hay una discusión franca, leal, en base a evidencia, no hay que tenerle miedo. Durante abril la autoridad tenía claro lo que quería hacer, y cuando un estudio científico le servía para avalar una decisión que ya estaba tomada lo inflaba al máximo. En caso contrario, no lo consideraba. Debió ser al revés, primero ver lo que dice la evidencia científica y luego usar eso como un insumo en la elección de las estrategias. La impresión que tengo era que se usaba la evidencia simplemente para confirmar lo que ya estaba decidido.
A Espacio Público se le criticó en abril y mayo por sacar reportes de que venían situaciones complejas en momentos en que la pandemia no estaba tan complicada. ¿Le faltó al gobierno ahí recoger las críticas?
Es cierto que en abril el gobierno no estaba dispuesto a escuchar voces disidentes. Es cierto también que el 30 de abril, el primer día en que el número de contagiados da un gran salto, nuestro análisis en Espacio Público, junto a Camila Arroyo, Diego Pardow y Pablo Simonetti, fue dar una alerta roja, porque el salto iba acompañado de un incremento de la positividad, es decir, la fracción de test que estaba dando positivo, que es una muy mala señal. Este fin de semana, contactamos a las autoridades para decirles que era gravísimo. Y nos respondieron lo que también después dirían públicamente, que el motivo era que estaban haciendo más test. El número de contagios siguió subiendo hasta que finalmente el gobierno llamó a una cuarentena. Pero eso fue recién el 15 de mayo. Pudo haber sido antes.
Entonces esta situación no era para que no se viera venir.
Se vio venir. Cuando tú estás muy enamorado de tus ideas y no estás escuchando a quienes piensan distinto, te toma demasiado tiempo darse cuenta cuando te has equivocado. Nos pasa a todos, pero es mucho más grave cuando es la autoridad. Por eso es muy importante tener gente que lealmente te pueda contradecir y cuestionar, y que los escuches. Después tendrás que decidir: evidentemente al final la decisión es de la autoridad. Pero ese proceso de escuchar a personas que piensan distinto es muy importante, y no se dio.
¿Qué sensación le dio su conversación con Mañalich?
Fue una muy buena conversación que él describió en detalle en la conferencia de prensa, y su descripción fue fiel a lo que conversamos. Hablamos de dos temas que son relevantes para la política sanitaria. Los dos factores que explican el exceso de muertes que encontramos en el estudio.
¿Cuáles son estas temáticas?
La primera es que no se está contabilizando a gente que muere de Covid, y eso tiene por consecuencia que no se toman las medidas sanitarias para prevenir que esa persona siga contagiando a personas que están vivas. Y el segundo tema, en que se centró el ministro Mañalich, es lo que se conoce en la literatura como las muertes indirectas. Por ejemplo, alguien que muere porque no fue a tiempo al hospital cuando comenzaron síntomas serios de algo no relacionado con Covid o que dejó de ir a controles por enfermedades crónicas. El desafío sanitario es ver formas de atender estos casos en lugares donde no hay casos Covid, por ejemplo. Es un desafío que otros países han pasado por esto antes y que podemos aprender. Los dos factores son importantes: en Francia, por ejemplo, tres cuartos de las muertes no explicadas se debían a que los criterios utilizados para definir un fallecimiento por Covid eran muy exigentes.
Gobierno y uso de datos: “Ha faltado audacia”
Chile es un país de datos. Hay RUT, tarjeta bip, muchos celulares, y muchas transacciones diarias se hacen desde tarjetas, sobre todo en los lugares más acomodados. ¿Ha faltado audacia para hacer una estrategia de monitoreo y trazabilidad más agresiva como se ha hecho en otros países?
Sí. Ha faltado audacia y ha faltado convicción para sacarlo adelante. Hay problemas burocráticos para que se pase la información. Pero una autoridad convencidísima lo puede sacar adelante. La experiencia de Medellín es muy interesante, lograron montar un sistema de alerta y trazabilidad de contagios que ha funcionado muy bien. Y, al igual que nosotros, no tienen nada de escandinavos.
Eso no está en la conversación hoy.
No, y debiera estar. Ha habido gente trabajando en ese tema desde fines de marzo, que han desarrollado estrategias de testeo y trazabilidad, especialmente para la salida de las cuarentenas, para que los lugares de trabajo sean seguros. Han hecho algunas cosas muy interesantes, pero han topado en otras por la falta de acceso a datos. Y este en un país en el cual gracias al RUT debiera ser más fácil que en otros países. La tecnología está, lo que necesitan es la información. Y para tener esa información se requiere una decisión política de jugarse por vencer las salvaguardias legales que pueden existir.
Hay una instancia que está especialmente dedicada a este tema, que es la Mesa de Datos, con un ministro dedicado a coordinarla. ¿Ha sido insuficiente ese rol?
El problema parece ser que muchos datos claves los maneja o los puede pedir el Ministerio de Salud, y, por varios motivos, ha sido muy reticente a compartir la información que tiene. El primero es más bien histórico: el Minsal, en este gobierno y en gobiernos anteriores, no ha sido un buen gestor. Y cuando uno no gestiona bien en el sector público, tiene mucho miedo de entregar los datos porque van a descubrir los errores que uno está haciendo. A eso se agrega una crisis como ésta, y pasas a ser aún más reticente a entregar la información. Y eso tiene un costo. Porque, claro, la autoridad siempre quiere tener datos e información que no tiene el resto. Le da poder. Y es cierto. Pero es igualmente cierto que el hecho de que no haya otras personas analizando los datos significa que las posibilidades de equivocarse son mucho mayores. Sería muy bueno que Salud fuera mucho más abierto a entregar los datos.
Pensando en lo más relevante, ¿qué datos falta que el Ministerio de Salud disponibilice?
El ideal, y eso sí se puede en Chile, es lo que han hecho México y Colombia: la historia de cada persona que va a hacerse un test, evidentemente innominada, de modo que no hay cómo identificarlo. Es decir, el día en que llegó a hacerse el test, la fecha que indicó para los primeros síntomas, y la evolución que hubo: si terminó hospitalizado, en la UCI, con ventilador mecánico, o la pequeña fracción que fallece, a nivel de comuna. No estamos hablando del sueño del pibe ni algo imposible: lo tienen muchos países. No entiendo por qué Colombia y México, que en otras dimensiones son menos desarrollados que Chile, en este tema han sido más transparentes. Francamente no lo entiendo.
En abril usted dijo que la estrategia del gobierno era riesgosa. En mayo alertó del escenario muy complejo que venía en junio. ¿Qué ve hoy día para julio?
Nos estamos jugando en estos días entre dos escenarios. El escenario que espero que logremos, pero que desgraciadamente no es para nada seguro, es una baja rápida y significativa en el número de contagios: que de acá a una o dos semanas pasemos de 5.000 a 2.000 o a 1.000 casos, y luego a quinientos. Que el sistema hospitalario vuelva a funcionar en niveles cercanos a normales. Y el otro es un escenario en que nos quedamos con miles de contagios diarios por varios meses, con un sistema de salud cuasi colapsado, y por lo tanto un gran número de fallecidos por Covid-19.
¿Y estamos en camino para poder mejorar?
Aun cuando se están haciendo cosas valiosas e importantes, como el sistema de trazabilidad que anunció el gobierno, hay otros temas en que falta. Un ejemplo concreto son las cajas de comida. Ya van tres semanas desde el anuncio y la comida no ha llegado a la inmensa mayoría de los hogares que la van a recibir. No puede ser que se demore dos meses. ¿Cómo le digo a una persona que se quede en la casa si no tiene qué comer? El gobierno debiera reconocer a la brevedad que se equivocó, sin mala intención, pero que hubo un error, y buscar un mecanismo alternativo.
Cuarentenas: “El gobierno no puede repetir en Valparaíso el error que cometió en Santiago”
Espacio Público recomendó que se decrete cuarentena en Valparaíso, porque dicen que el ritmo de aumento es parecido al que se veía en Santiago.
Mirando los datos, y hablando con expertos que nos dicen que los cerros de Valparaíso tienen los mismos problemas de hacinamiento que los sectores de las comunas vulnerables de Santiago, la gráfica muestra una dinámica muy parecida en Valparaíso a la que tuvimos en Santiago a fines de abril, justo antes de que se saliera de control la pandemia. Yo creo que el gobierno no puede repetir en Valparaíso el error que cometió en la RM. Y debiera considerar seriamente una cuarentena, o, en su defecto, explicar a la opinión pública por qué no cree que sea una buena idea.
¿Tienen alguna estimación de si hitos como la “nueva normalidad”, la declaración de la subsecretaria Paula Daza sobre tomarse un café con los amigos o el debate sobre el regreso presencial de los funcionarios públicos puede haber influido en el alza de los contagios?
Estimaciones exactas del efecto de cada uno de esos factores son imposible, porque uno no tiene ningún contrafactual. Sin embargo, me atrevo a decir que, en general, el gran error del gobierno fue haberse apurado en tratar de volver a una “nueva normalidad”. Yo entiendo las motivaciones: estaban preocupados por la economía, pero se volvió a la “nueva normalidad” cuando los números de casos estaban creciendo. En Espacio Público lo fuimos diciendo. Un 10 por ciento de crecimiento una semana, a la semana siguiente un 30 por ciento mientras nos seguían diciendo que estábamos en una meseta. Esto era el comienzo de un fenómeno exponencial. Entonces es muy importante aprender la lección. Y ésa debe ser irse a la segura antes de salir de esta pandemia.
El ministro Mañalich dijo esta semana que veía “luces de esperanza” en algunas zonas de Santiago. ¿Ustedes, a partir de los análisis que hacen, las ven también?
Los datos que nosotros hemos analizado esta semana no permiten todavía ver ninguna luz a la salida del túnel. Por el contrario, y lo hemos dicho en nuestros informes, a tres semanas de decretada la cuarentena, los niveles que tenemos de contagios están en su máximo. Una de las lecciones importantes de lo que estamos viviendo ahora es que las cuarentenas selectivas no fueron exitosas, no funcionaron, y por lo tanto yo espero que evitemos la tentación de volver a tenerlas en la Región Metropolitana. Errores cometen todos en situaciones como ésta. Lo que es imperdonable es cometer el mismo error dos veces.