El coronavirus ha alterado las rutinas de Cathy Barriga. Dice que trabaja presencialmente sólo con una fracción de los funcionarios de la Municipalidad de Maipú, donde es alcaldesa desde 2016; que se ve obligada a salir más a terreno, incluso un 70% de su día, asegura, y, además, que ha tenido que cambiar sus zapatos.

—No he usado tacos estos días —dice Barriga—. He andado de zapatilla y bototos. Eso es un cambio importante también.

Lo que no ha cambiado es el mundo que presenta por sus redes sociales. El lunes 25 de mayo, por ejemplo, subió una videollamada con dirigentes vecinales de la Villa San Luis para decirles que mañana les llegarían las cajas estatales con alimentos, compartió una foto del cumpleaños de su marido, el diputado Joaquín Lavín León, e informó de la muerte de un nuevo vecino de su comuna por Covid-19. Ese impulso informativo fue justamente el que hace dos meses le trajo problemas con el ministro de Salud, Jaime Mañalich.

Fue así: el 23 de marzo, la alcaldesa comunicó la muerte del primer fallecido por coronavirus en Maipú, una mujer de 78 años, antes de que lo hiciera el propio Mañalich. Y eso, dijo el ministro, desobedecía los protocolos establecidos por el gobierno y vulneraba los derechos del paciente.

—Dije el nombre de la primera vecina fallecida y todos me atacaron de una manera increíble —cuenta Barriga. Y es lo que tendrían que haber hecho desde un primer momento. La información es muy valiosa.

Seis días después, a través de sus redes sociales, Barriga nuevamente informó de la muerte de otro vecino antes de la confirmación de las autoridades de Salud. En un punto de prensa en La Moneda, el ministro dijo que la alcaldesa mentía. Más allá de que el certificado de defunción del fallecido decía que la muerte había sido por una insuficiencia respiratoria aguda a causa de una neumonía y Covid-19 y que el posterior certificado del examen PCR dio negativo, la disputa marcó dos miradas sobre cómo liderar durante la pandemia.

—Aquí nosotros somos todos autoridades y creo que las disculpas eran más que necesarias.

La alcaldesa también critica el intento de desconfinamiento del gobierno de Sebastián Piñera:

“Yo comparo el mensaje de la “nueva normalidad” con el tsunami de 2010, cuando les dijeron a las personas que podían volver a sus hogares y llegó la ola. Esto es lo mismo”.

Martes

Pareciera que llegó una celebridad a la multicancha de la Villa San Luis.

—¡Lo logramos, lo logramos. Ahí viene!

Un funcionario municipal lo grita y al fondo se la ve a ella: Cathy Barriga, 47 años, escoltada por cinco personas de su equipo, siempre vestidos con parkas amarillas, saludando a la PDI, a carabineros y entrando a la cancha donde la espera el intendente de Santiago, Felipe Guevara, y las cámaras de todos los matinales. Mientras camina, dos de sus chaquetas amarillas registran todo con sus teléfonos para después subirlo a Instagram y eso, gritan los camarógrafos, arruina su imagen.

A pesar de que con el escudo facial y la mascarilla es poco lo que se puede ver de su cara, Cathy Barriga va maquillada, con los ojos delineados. Dice que no lo hace por vanidad, sino que por una cosa de respeto hacia el resto. Que es algo que aprendió de niña, mirando a su madre que tenía una peluquería.

Con las cámaras grabando, la alcaldesa le dice al intendente que necesita más cajas de alimentos. Que las dos mil que entregarán hoy se van a acabar en dos semanas. Mientras eso sucede, un productor de Canal 13 se posa al lado de la jefa de prensa de Barriga para solicitarle una entrevista y, paralelamente, el intendente Guevara pide distancia social a la comunidad.

La jefa de prensa sólo le pregunta una cosa: ¿Pero va a salir en vivo?

Otra parka amarilla municipal rocía con sanitizador constantemente las manos de la alcaldesa, después de cada contacto que ella tenga. Mientras habla para un matinal, al lado de Guevara, le pregunta si la próxima entrega puede ser de más cajas que la de hoy. Barriga sabe que lo está exponiendo y se ríe.

—Lo puse en aprietos al intendente.

Guevara, que también fue alcalde, conoce el juego. Responde que van a llegar más de dos mil.

—¿Pueden ser tres mil?, pregunta Barriga.

Los camarógrafos y los reporteros ríen.

—Vamos a ver, responde Guevara.

A pesar del manejo escénico que tiene por sus años en televisión como animadora, bailarina y concursante, Cathy Barriga diría más tarde que no piensa mucho sobre cómo le gustaría que la gente la viera.

—No te lo podría decir, porque yo no soy política. Los políticos construyen imágenes y personalidades para que los vean o juzguen de alguna manera. Por eso no bailan mucho. Yo hago lo que siento. Soy yo.

Poco después, la alcaldesa y el intendente salen a entregar cajas a los vecinos beneficiados. La primera es una mujer que vive detrás de la multicancha. Barriga se acerca, le pregunta con quién vive y los disparadores de las cámaras suenan en ráfaga. La secuencia se repite al menos unas 20 veces durante la mañana. Detrás de cada puerta en esas casas enrejadas de ladrillo aparecen adultos mayores, mujeres solas, madres migrantes con sus hijos pequeños y la complejidad logística de que varias familias comparten un mismo hogar. Cathy Barriga se lo explica a una periodista incluso de manera pedagógica.

Le dice: “Esta es una casa, pero viven tres familias dentro”.

FOTO: JUAN FARIAS . LATERCERA

Tres días después, recordando ese momento, Barriga se acuerda de Mañalich:

—A mí me impresionó mucho que el ministro no conocía el nivel de pobreza que había. No puedo creer que las personas que lideran y que toman las decisiones no conozcan la realidad que vivimos. Porque este hacinamiento no viene de ahora.

Durante todo el recorrido, Cathy Barriga se presenta como una especie de gran mamá de sus vecinos. Se refleja en su lenguaje. Les pregunta: ¿Tiene mascarilla?, ¿están sanitos? Aunque de repente, algo la interrumpe.

—Caaaathy, te amo desde Mekano.

Un tipo de menos de 30 años, sin mascarilla, le grita desde una reja.

—Tengo todos tus pósters en mi pieza.

Las cámaras lo enfocan.

—Hagamos un Tik-Tok.

Las cámaras lo siguen y la alcaldesa va hacia él. Le dice que se llama Juan y que está enamorado de ella. Cathy Barriga se ríe. Le regala una mascarilla y le dice que le baile. Pero Juan, ahora expuesto, no quiere bailar, así que, en vez, le pide una foto.

Cathy Barriga entró a la mayoría de los hogares chilenos cuando fue parte, desde 2000 hasta 2004, del programa bailable Mekano que, además de imponer el axé como la música de moda, se convirtió uno de los más vistos en la televisión chilena.

—La gente se me acerca de manera espontánea, porque sienten una confianza que la tienen en su memoria emotiva —dice Barriga—. Porque saben que la Cathy bailaba, que la Cathy es simpática. Y no tienen miedo. Obviamente después dicen ‘ay, perdón, alcaldesa’. En mi vida jamás me he arrepentido de nada y si tengo que bailar, como lo hacen los vecinos espontáneamente conmigo, no tengo por qué no hacerlo.

FOTO: JUAN FARIAS . LATERCERA

Miércoles

Aún no son las 10 de la mañana, pero en el barrio de la Aguada Sur suenan rancheras.

—¿Se escucha?, ¿se escucha?

Cathy Barriga, frente a los tres camarógrafos que todavía no la graban, quiere explicarlo.

—Es que están de fiesta, son los vecinos que se vienen a vivir para acá.

Hoy, dice la alcaldesa, y luego de 10 años, 104 familias del campamento vecino se cambian a las viviendas definitivas que entrega el gobierno.

—Nos llena de orgullo cambiar la vida de las personas con lo que es justo —dice ella, con su mascarilla corrida, en una pauta de prensa organizada por el Ministerio de Vivienda, pero donde el ministro Cristián Monckeberg pareciera ser un personaje secundario. De hecho, mientras dice su discurso, un perro ladra interrumpiendo sus palabras. El mismo perro que, minutos después, se posaría frente a Barriga mientras ella lo acariciaba y su equipo de prensa fotografiaba ese momento para Instagram.

FOTO: JUAN FARIAS . LATERCERA

Antes de pasarles las llaves a los vecinos, que vienen en un llavero con una figura de Renacín, la mascota municipal, Barriga las desinfecta y también les pasa un macetero con una flor y una lámina con una foto de la Virgen del Carmen. Luego corta la cinta y les entrega pedazos del listón a unas vecinas que miraban desde la reja que separaba al campamento de la construcción. Una de ellas le dice: “Queremos trabajo, estamos todos sin pega”. Barriga se devuelve. Le vuelven a hablar.

—Somos jefas de hogar y no tenemos nada, no tenemos trabajo. El apoyo de ustedes nomás.

La alcaldesa dice que les van a tomar los datos, después las felicita. Dice: mujeres de lucha. La mayoría de ustedes son mujeres, ¿cierto?

Le responden que sí. Que la mayoría son jefas de hogar.

—Bueno —dice Barriga—, una nueva historia para ustedes.

FOTO: JUAN FARIAS . LATERCERA

De ahí vienen las fotos. La primera propietaria abriendo la puerta de su nuevo departamento, la imagen de todos levantando sus llaves en forma de triunfo y las selfies. Un trabajador de la construcción, de hecho, le pide un saludo para su familia. La alcaldesa lo graba y le regala una mascarilla.

—Le voy a decir a mi hija, que la adora —le agradece el trabajador.

La actividad ya termina y se fueron todas las cámaras. Su jefa de prensa le muestra los videos que grabó. Se escuchan una y otra vez los aplausos de la inauguración. En eso estaban cuando desde la reja que separaba del campamento volvió a escucharse algo.

—Alcaldesa Caaaaaathy.

Son las mismas vecinas de antes. Hablan contra Jaime Mañalich. Le preguntan a Barriga que por qué miente el ministro de Salud. Que en verdad sólo se preocupa de los ricos con estas cuarentenas que quitan la posibilidad de trabajar. Ella les responde que el gobierno tiene una mirada más desde arriba, global, del problema. Una dice que lo que Mañalich de verdad debería hacer es ir a los campamentos para ver cómo vive la gente pobre. Esa vez la alcaldesa no dijo nada. Pero dos días después, durante esta entrevista, sí lo haría:

—Yo creo que en esto a veces hay equivocaciones en hacer tanta teoría, trabajar con tanto científico y no llegar a las conclusiones de lo que realmente le pasa a la gente, porque desconocen la realidad de lo que pasa al interior de un hogar.

Y luego sigue:

—No estoy diciendo que hayan tenido que ir a un campamento. Pero para tomar decisiones hay que involucrarse con esa realidad. No bastan solo los libros, no bastan los magísteres. Eso se logra conociendo la realidad de un país y en la calle.

Jueves

El perfil de Instagram de Cathy Barriga amanece con un nuevo video. Anoche, a las 21.00, junto a personal municipal y bomberos fue a homenajear a los trabajadores del Hospital El Carmen. Las imágenes muestran las balizas y las sirenas sonando, muchas parkas amarillas y a dos personas cantando Resistiré con micrófono, mientras la alcaldesa los mira.

La publicación tiene 511 comentarios. Los primeros dos son negativos. Un usuario le pide que madure, que ya no está en Mekano. El otro le recrimina que la gente enferma necesita descanso y no ruido.

—Sus críticos dicen que estas acciones farandulizan la política.

—¿Y qué farándula cree que hay ahora en televisión? La de los políticos. Esa es la nueva farándula. Yo no piso un set de televisión desde que asumí como alcaldesa. Yo mientras hago todo, salgo a terreno y vuelvo, veo a las mismas personas en la tele. Yo no tengo el tiempo para ir a sentarme a un set para hablar de la realidad de otras comunas, para opinar de otras situaciones. Entonces, cuando me hablan de farándula, perdón. Pero aquí a los que más les gusta la farándula es a los políticos. Porque buscan ser reconocidos y conocidos. Yo no lo necesito. A mí la gente ya me conoce.

Luego dice que no sabe a quién podría molestarle que su alcaldesa se saque la mugre y que les haga un homenaje a los trabajadores del hospital. Pero que no le importa, porque lo adverso la hace más fuerte.

Esa noche Barriga fue a dejarle un regalo a su madre, que estaba de cumpleaños. Hay un video musicalizado de eso en sus redes sociales con la siguiente letra: “Sí, sé fuerte como un rey. Y piensa que la vida es bella igual que esa estrella que brilla para ti”.

Viernes

Cathy Barriga regresa a la Villa San Luis, para entregarles cajas de alimentos estatales a los sectores 4 y 5. Una vecina le trae calzones rotos. Dice que se llama Valeska y que sale a vender porque su esposo quedó sin trabajo y ya no tienen dinero. Y que nadie la ha ayudado. Ni siquiera con 10 pesos.

Mientras su equipo de comunicaciones lo registra, la alcaldesa le dice a Valeska que va a recibir un apoyo mensual de 85 mil pesos. La mujer se emociona.

—No me abrace —dice Barriga—, porque no me puede abrazar.

—No, no puedo abrazarla —responde afectada.

Y las parkas amarillas aplauden.

Según la encuesta Cadem, la aprobación de Cathy Barriga era de un 52% en abril. En la medición del 17 de mayo, esos números bajaron siete puntos porcentuales a meses de que la alcaldesa cumpla su período en el municipio.

—Yo no tengo espaldas políticas en ese sentido. Si bien mi marido es diputado y tiene un papá que es histórico en política, yo asumí en esto con la fuerza de una mujer que no sabía nada de política.

También que jamás militaría en un partido. Que ella es social, que no es como los políticos.

—¿Va a repostular entonces?

—No sé, no me hable ahora de esas cosas.

Después Cathy Barriga se ríe.