El asalto al Capitolio de Estados Unidos, aquel histórico 6 de enero de 2021, no solo marcó para siempre el historial democrático del poderoso país norteamericano. También modificó la forma en que políticos, académicos y usuarios se relacionan con las redes sociales, canal por el que decenas de mentiras -luego probadas como tales- fueron esparcidas para alentar una inédita invasión al ícono del poder político estadounidense.
Ahora, a poco más de siete meses de las elecciones presidenciales en que muy posiblemente se enfrenten el Presidente Joe Biden y el expresidente Donald Trump, los mismos protagonistas de aquel hito, analistas advierten de que la lucha del actual mandatario demócrata contra las fake news de algunos trumpistas estaría siendo vana, ganándole la guerra de la desinformación, según The New York Times.
El propio Biden, académicos y legisladores demócratas -pero también algunos republicanos- impulsaron una batería de medidas para intentar limitar y vigilar las publicaciones falsas y forzar a las empresas controladoras de redes sociales a pagar cuentas por ello. Esto llevó a que Trump y algunos de sus aliados fueran bloqueados en plataformas como Facebook, Twitter y YouTube, pero, al mismo tiempo, a que el sector MAGA (Make America Great Again) y el exmandatario republicano desataran su contraataque acusando un intento por censurar a las voces conservadoras.
“El cartel de la censura debe ser desmantelado y destruido, y debe ocurrir de inmediato”, dijo Trump en el inicio de su campaña presidencial de cara a noviembre de 2024. De momento, va ganando esa pugna.
Si bien para John Pitney, analista político estadounidense y académico del Claremont McKenna College, ni Trump ni Biden “están libres de culpa en cuanto a la falta de honradez, aunque Trump es único por el volumen de mentiras que dice. Peor aún, ha conseguido que millones de republicanos crean sus acusaciones falsas sobre las elecciones de 2020, y estas mentiras condujeron a la violencia y la muerte el 6 de enero de 2021″, declaró a La Tercera.
Haciendo un matiz, William B. Allen, politólogo y profesor emérito de la Michigan State University, añadió que “hemos entrado de lleno en la era en la que las redes sociales y la información falsa están inseparablemente unidas. Pero hay que tener en cuenta, por favor, que las denuncias falsas han sido un problema humano perenne”.
Algunas encuestas confirman el rol de la desinformación en los votantes, especialmente en los cercanos al Partido Republicano. Un sondeo publicado por el medio The Conversation señaló que la mayoría de esa base electoral considera a Trump como el presidente legítimo. Dos tercios de los votantes republicanos, y casi tres de cada 10 estadounidenses en general, sigue creyendo que le robaron la elección de 2020, pese a que hay investigaciones que desecharon el supuesto fraude, así como la corroboración de políticos de ambos bandos. Es más, la misma encuesta reveló que este “negacionismo electoral” fue una de las principales diferencias entre los votantes de Trump y de su rival en las primarias republicanas, Nikki Haley.
“El conocimiento es la mejor defensa contra la desinformación. Las encuestas muestran sorprendentes lagunas en la comprensión de los estadounidenses sobre las cuestiones políticas. Las escuelas norteamericanas deben mejorar mucho su educación cívica”, complementó Pitney.
En el presente, la batalla contra las fake news, tanto a nivel gubernamental como en redes sociales, parece perdida. Lo que alguna vez fueron proyectos bipartidistas para combatir las noticias falsas, incluido uno que inició su tramitación en la era Trump, ahora son calificados por el mismo entorno del exmandatario como conspiraciones del “deep state” para amañar las elecciones y como un intento del gobierno de Joe Biden por socavar la voz conservadora.
Contraofensiva trumpista
La situación se ha desarrollado en distintos frentes. En primer lugar, está el retroceso en las políticas frente a las fake news adoptadas previamente por las redes sociales. Emblemático es el caso de Twitter, que tras ser vendido a Elon Musk en 2022, decidió convertirlo en un foro sin restricción alguna, permitiendo el regreso tanto de reconocidos usuarios que alimentaban la desinformación, como el del propio Trump, cuya cuenta había sido bloqueada de forma indefinida.
Esta última decisión fue calificada por Musk como una “moralmente incorrecta”, y dijo estar decidido a demostrar que la anterior administración de la red social había cooperado de forma demasiado voluntaria con funcionarios del gobierno.
Por otro lado, está el ascenso de la inteligencia artificial y su uso malicioso en la red. No por nada, miles de personas en el mundo cayeron cuando se viralizó una supuesta foto del Papa Francisco usando un abrigo blanco. Otra imagen, más atingente a la política estadounidense, mostraba a Musk abrazado con la representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, con quien ha tenido fuertes encontrones en el pasado. Ambas eran falsas.
Haciendo un nexo con la bullada intervención rusa en las elecciones norteamericanas de 2020 -y con el condimento especial de que el Kremlin ve con buenos ojos el retorno de Trump-, Clyde Wilcox, profesor de Gobierno en la Universidad de Georgetown, señaló a este medio que “Rusia seguramente intervendrá con todo lo que pueda reunir a favor de Trump. Los actores partidistas utilizarán la nueva tecnología deep fake siempre que puedan, pero es muy difícil medir el impacto”.
En último lugar, pero quizá la más importante de todas las ofensivas, se ha dado a nivel político-institucional. Apenas los republicanos se hicieron con el control de la Cámara Baja en enero 2023, se creó el subcomité sobre la Armonización del Gobierno Federal. Su fin era investigar presuntos abusos de la autoridad federal, incluida la connivencia entre organismos federales y entidades del sector privado, para suprimir puntos de vista conservadores. La instancia tiene permiso para citar a una gran gama de personas, incluidos civiles e investigadores dedicados al estudio de las elecciones y la desinformación.
El organismo es presidido por el representante Jim Jordan, un legislador republicano que ayudó en el intento trumpista por bloquear la victoria de Biden en 2020 y que desde entonces trabaja en estrecha colaboración con America First Legal, consignó The New York Time. La organización sin ánimos de lucro asegura en su declaración de objetivos que busca enfrentar “una alianza impía de intereses especiales corruptos, grandes titanes tecnológicos, medios de comunicación falsos y políticos liberales de Washington”.
Otra rama similar corría por la vía judicial. El 4 de julio de 2023, el juez Terry A. Doughty, quien fue designado por Trump y que se hizo de una reputación por bloquear las políticas de la administración Biden, emitió un mandato judicial de gran alcance que obligó al gobierno a no llegar a plataformas o trabajar con grupos externos que supervisen contenido de redes sociales para enfrentar la desinformación, salvo excepciones. Entre ellas, destaca el tomar medidas para detener la interferencia electoral extranjera, o mensajes que indujeran a error sobre los requisitos de votación, detalló el medio neoyorquino.
El fantasma de 2020
En noviembre de 2020, cuando se enfrentó el entonces Presidente Trump contra el exvicepresidente Joe Biden, tanto previo como durante, pero especialmente posterior a la votación, una serie de denuncias de un supuesto fraude electoral a gran escala se tomó las redes sociales. Allí, Trump jugó un rol clave al alentarlas. Al ver que en los recuentos de votos lentamente perdía su ventaja en estados claves frente a Biden, el entonces mandatario exigió que se detuviera el conteo.
“Un grupo muy triste de personas está tratando de privar del derecho al voto (a la gente que votó por él) y no lo vamos a tolerar”, salió a decir a sus partidarios en la Casa Blanca durante la madrugada. Lo siguiente fue calificado por la justicia, demócratas y algunos republicanos como simple y llanamente falso. “Esto es un fraude al público estadounidense. Esto es una vergüenza para nuestro país. Nos estábamos preparando para ganar estas elecciones. Francamente, ganamos estas elecciones”, aseguró.
Luego, vendría una espiral de afirmaciones no probadas que tuvieron como desenlace el asalto al Capitolio, donde fallecieron cinco civiles e invadieron uno de los edificios más simbólicos del poder político estadounidense, justo cuando se realizaba una sesión conjunta del Congreso para contar los votos del Colegio Electoral y formalizar la victoria del electo Presidente Joe Biden.
“Creo que proteger la democracia es primordial. El problema es que los estadounidenses están tan profundamente divididos que falta un consenso sobre la verdad. Un número considerable de republicanos cree que Trump ganó las últimas elecciones de forma aplastante”, dijo Clyde Wilcox.
La “batalla interpretativa” ha estado desde el principio de la campaña en el corazón de la estrategia trumpista, como se pudo saber gracias a mensajes encontrados en los archivos de la investigación de la Cámara de Representantes sobre el ataque del 6 de enero. En un memorándum destinado al principal abogado de Trump, Rudolph W. Giuliani, se leía: “Tenemos que usar TikTok”. En la interna sabían que las publicaciones del mandatario republicano habían sido claves para su éxito político, y lo serían de nuevo en esta elección. “¡¡¡¡¡El contenido se hace VIRAL aquí como en ninguna otra plataforma!!!!! ¡Y hay MILLONES de partidarios de Trump!”, proseguía.
Vincent Haley, uno de los principales asesores del expresidente, señaló en uno de los mensajes que tras los eventos violentos del 6 de enero, el grupo de asistentes empezó a planificar cómo “ganar la batalla interpretativa de la historia de Trump”. Eso, en su opinión, iba a ser crucial “para el éxito en 2022 y 2024″.
Claire Wardle, codirectora del Information Futures Lab de la Universidad Brown, que estudia la desinformación y las elecciones, señaló a NBC News que los próximos meses “deberían parecerse a enero de 2020″. Sin embargo, “después de una pandemia, una insurrección y un endurecimiento de la creencia de que las elecciones fueron robadas, así como las investigaciones del Congreso sobre los que trabajamos en este campo, se siente completamente diferente”.
Para William B. Allen, “la caracterización de los seguidores de Trump como proveedores de noticias falsas se deriva principalmente de las afirmaciones generalizadas de fraude electoral”, sin embargo, recordó que “la negación de las elecciones fue frecuente entre los demócratas con motivo de las elecciones de 2016 (cuando ganó Trump), sin producir una respuesta similar”.
Más crítico fue Wilcox, quien argumentó a La Tercera que “Biden miente tanto como cualquier político normal”, pero “Trump miente constantemente, y sus mentiras son masivas. Nunca ha habido un político tan deshonesto como Trump, y espero que no vuelva a haberlo”.