Algunos le atribuyen el concepto a Jorge Lanata, uno de los periodistas más conocidos, amados y odiados de Argentina. Lo habría acuñado el 5 de agosto de 2013, en la ceremonia en que recibió cuatro Martín Fierro, el premio de radio y televisión más importante del país. Como era de esperarse, en uno de los discursos que pronunció esa jornada en el Teatro Colón de Buenos Aires, Lanata disparó contra el gobierno de la entonces Presidenta Cristina Fernández. De la misma forma en que solía hacerlo en su programa Periodismo para todos, que en esa premiación ganó como Mejor Programa Periodístico de Televisión.
Ovacionado, ignorado e incluso objeto de algunos silbidos, en su tercera subida al escenario para recibir una estatuilla, el periodista en lugar de mostrarse irónico realizó una reflexión sobre el país después de hacer notar el trato que recibía de un tiempo a esa parte de los artistas. “Antes había más gente que yo (que) saludaba acá, ahora hay menos, y antes había más gente que me saludaba”, dijo antes de iniciar su desahogo.
“Hay como una división irreconciliable en la Argentina, a esa división yo la llamo la grieta y es lo peor que nos pasa. Y va a trascender al actual gobierno, que se irá. La grieta igual va a permanecer, porque ya no es política, es cultural en sentido extenso, tiene que ver con cómo vemos el mundo. Ha separado amigos, hermanos, parejas, compañeros de laburo. Esta historia de que quien está en contra es un traidor a la patria. La última vez que pasó fue en los 50 y duró 50 años. Creo que todos somos la patria, creo que todos somos el país, creo que nadie tiene el copyright de la patria, la Argentina no es una marca registrada de nadie, de ningún partido, de ningún movimiento, de ningún gobierno, sea el que sea, y nadie tiene el copyright de la verdad. Y ojalá alguna vez podamos superar esta grieta, porque dos medias Argentinas no suman una Argentina; dos medias Argentinas son dos medias Argentinas, no suman una Argentina entera”, sentenció Lanata ante las miradas cómplices de los principales comunicadores del país.
Tal como dijo Lanata en esa oportunidad, la “grieta” ha trascendido, ha permanecido. Ello, pese a que el actual Presidente, Alberto Fernández, en su primer discurso como mandatario frente a la Asamblea Legislativa minutos después de jurar como jefe de Estado, el 10 de diciembre de 2019, enunció como propósito de su gestión “terminar con la grieta”. “Vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina”, prometió, antes de advertir de las consecuencias de seguir con esa división: “Tenemos que suturar demasiadas heridas abiertas en nuestra patria. Apostar a la fractura y a la grieta significa apostar a que esas heridas sigan sangrando. Actuar de ese modo sería lo mismo que empujarnos al abismo”.
Orlando D’Adamo, politólogo y director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, aclara que esta grieta “es la revitalización de la vieja dicotomía peronismo-antiperonismo que tiñe la política argentina desde hace 75 años”. Un análisis que comparte Julio Burdman, doctor en Ciencia Política y profesor de Geopolítica de la Universidad de Buenos Aires. “Tradicionalmente, la grieta en Argentina se refería al clivaje peronismo-antiperonismo. Esto se había diluido un poco durante la democracia, sobre todo en las dos primeras décadas, en que se había aplacado bastante el clivaje. Pero se reactivó a partir del año 2008-2009, en el marco del segundo gobierno de Cristina Kirchner, esta vez en términos de kirchnerismo-antikirchnerismo”, explica el politólogo argentino a La Tercera.
A juicio de José Ángel Di Mauro, director de la revista Parlamentario y autor del libro Cristina K, la Dama Rebelde, para encontrar el origen de la palabra “grieta” en la política argentina hay que remontarse a 2008 y lo que se conoció como “la guerra con el campo”. “Esa pulseada entre el gobierno de Cristina Kirchner (llevaba apenas tres meses en el poder) que se extendió varios meses, y las entidades representantes del campo, por la ampliación de las retenciones a las exportaciones de soya. Esa ‘guerra’ terminó con una derrota del gobierno en el Senado, con una votación empatada que terminó desempatando el vicepresidente radical Julio Cobos. Fue el final de la ‘transversalidad’, un experimento de Néstor Kirchner y su entonces jefe de gabinete, el hoy Presidente Alberto Fernández, que buscaba absorber a parte de la oposición. Ese enfrentamiento terminó no solo alejando a esos sectores radicales que se habían sumado al gobierno kirchnerista, sino también dividiendo al peronismo y cimentando la derrota del gobierno en las elecciones legislativas del año siguiente”, dice Di Mauro a La Tercera.
Consumada la derrota y con varios meses por delante hasta que se produjera el recambio legislativo que dejaría al Frente para la Victoria en inferioridad en ambas cámaras, “el gobierno se adelantó a aprobar las leyes que necesitaba, entre ellas una nueva Ley de Medios, que marcó su ruptura definitiva con el grupo Clarín, al que culpaba en particular -como al resto del periodismo crítico- por la derrota electoral”, detalla el periodista y escritor transandino. “Así terminó de edificar una grieta que, a pesar de que dos años después el gobierno de Cristina se repondría y ganaría la reelección, no hizo más que profundizarse con el tiempo. Con el kirchnerismo y su épica de un lado, y los críticos, acompañados según el léxico K ‘por los poderes hegemónicos’, del otro”, agrega.
Las elecciones de 2015 que ganó Mauricio Macri, asegura Di Mauro, “terminaron dividiendo al país en dos”. Eso sí, aclara, “la grieta no involucra a ambas mitades, sino a un 30% de cada sector. El gobierno de Cambiemos hizo poco por deshacer la grieta, más bien hizo usufructo de la misma, y eso le rindió, hasta que perdió las elecciones y el poder en 2019”, destaca.
Al respecto, D’Adamo dice a La Tercera que “tanto Cristina Fernández de Kirchner en su momento como Presidenta y Mauricio Macri durante la campaña 2019 usaron (la grieta) para lograr apoyos electorales”, al tiempo que recuerda que “el resultado electoral del año pasado 48% a 41% muestra una sociedad claramente dividida en dos proyectos muy diferentes”.
Según D’Adamo, “parecía que Alberto Fernández iba a buscar una línea diferente, pero no es lo que está sucediendo”. En ese sentido, Burdman asegura que cuando comienza el actual gobierno “se había aminorado el poder de la grieta kirchnerismo-antikirchnerismo”. “La figura que centralizaba Fernández se veía bastante más consensual. De hecho, llegó a tener 60 y tanto por ciento de imagen positiva, lo cual implicaba que había un cuarto de los votantes de Macri que tenían buena imagen de él. Ahora esto se está diluyendo nuevamente, porque se está repolarizando la política argentina en torno a los dos ejes principales, que son kirchnerismo-antikirchnerismo y macrismo-antimacrismo”.
“En campaña, Fernández atrajo a ciertos sectores desilusionados con Macri con un discurso moderado, que ha ido perdiendo vigencia al adoptar una postura más cercana a Cristina Kirchner en muchas de sus intervenciones públicas”, sostiene D’Adamo, quien detalla: “Muchas de las medidas que ha propuesto y apoya, como la Reforma Judicial, sus reiteradas atribuciones de responsabilidad al gobierno anterior de todo lo malo que sucede, el hostigamiento al jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta (importante figura de la oposición y potencial presidenciable en 2023), su ambivalente discurso sobre Venezuela, la seguridad interna y hasta alguna idea luego abortada de expropiar alguna empresa no han hecho más que atizar la polarización”, apunta el politólogo.
Fernández tuvo un momento de tregua al comienzo de la cuarentena, cuando la mayoría de la población se alineó con él. “Al principio, cuando los números de la expansión del virus eran muy buenos, tanto como su letalidad, hubo una cierta ‘primavera’ en la cual el Presidente rozó el 80% de aprobación. Hoy esos porcentajes, al calor de la crisis económica, el cansancio de la gente, el desgaste emocional y los magros resultados obtenidos en lo sanitario han hecho que se hayan desbarrancado notablemente, quedando su aprobación en su momento más bajo desde que fuera electo”, asegura D’Adamo.
Pero Di Mauro cree que “más que la pandemia, lo que ha acrecentado la grieta ha sido la crisis”. “Y la falta de respuestas por parte del gobierno de Alberto Fernández, pero sobre todo la sensación de que el poder real radica en la vicepresidenta, y es utilizado en función de sus intereses puntuales, consistentes en solucionar los problemas judiciales de Cristina Kirchner y acumular poder para perpetuar a ese espacio en el futuro, más allá de la suerte que vaya a tener Alberto Fernández”.
Y en este escenario, el aumento de la polarización ya se percibe en las calles, según comenta a La Tercera el analista político Rosendo Fraga. “El 20 de junio comenzó a escalar (la grieta) con la primera de cinco protestas en las calles de la oposición llamadas ‘banderazos’, y se agudizó más a partir de agosto, cuando el gobierno restó fondos a la ciudad de Buenos Aires gobernada por la oposición”, grafica.
A juicio de Fraga, las figuras que más representan la brecha hoy son Cristina Kirchner y Mauricio Macri, porque “son los más rechazados en el sector antagónico, hagan lo que hagan”. Por su parte, Di Mauro asegura que “hay un sector que está convencido de que esa grieta no se cerrará ahora, pero hay que hacerlo y eso sucederá en el próximo período. En Juntos por el Cambio está a la cabeza de ese pensamiento el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien es objeto de una fuerte presión de parte del gobierno nacional, pero así y todo evita entrar en confrontación directa. De ese lado se encuentran el senador radical Martín Lousteau y el ala de Emilio Monzó y Rogelio Frigerio, criticados por Macri en su reaparición mediática”.
Di Mauro se refiere a una reciente entrevista televisiva donde Macri lamentó haber “delegado” en Monzó y Frigerio el diálogo con la oposición peronista durante su gobierno. La tensión entre el expresidente y el sector encabezado por el extitular de la Cámara de Diputados y el exministro del Interior comenzó a recalentarse cuando Monzó propuso, el mes pasado, “jubilar” a Macri y a Cristina Kirchner, y sostuvo la necesidad de “un camino por el centro” para Juntos por el Cambio.
“Por el oficialismo siempre se pensó que Alberto Fernández sería quien buscaría reducir la grieta, pero por imperio de las circunstancias, no fue así. La racionalidad y ese deseo habría que buscarlos en el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, muy enemistado con Macri, pero así y todo partidario de terminar con la grieta. Y en ese mismo sentido habría que buscar a los gobernadores peronistas más alejados del kirchnerismo, como el de Córdoba, Juan Schiaretti, o el santafesino Omar Perotti”, concluye Di Mauro.