El cielo se estaba volviendo cada vez más oscuro. Eran cerca de las 19 horas del pasado viernes 2 de febrero y Paula González (20) sintió miedo por primera vez en todo el día. Lo que comenzó temprano y a lo lejos como una pequeña humareda, a esa hora ya se había convertido en un agresivo incendio que, tras viajar más de 15 kilómetros, había alcanzado las quebradas que rodean por ambos costados a la Villa Independencia, en la parte alta de Viña del Mar.

“No va a pasar nada, aquí siempre hay incendios”, era el comentario de algunos de los vecinos de la villa que nació como la Población de Particulares Independientes a finales de los años 50, tras el loteo de parte del fundo Achupallas. Sin ir más lejos, sólo 20 días atrás, un pequeño siniestro había consumido maleza entre las constantes pendientes e intrincadas calles del sector.

Pero esta vez, Paula creía que era distinto. Minutos antes, a las 18.41 horas, una alerta había llegado a su teléfono llamando a evacuar la población vecina El Olivar, unos 500 metros cerro abajo. Pero el ruido y el calor del fuerte viento que venía desde el sur la hicieron pensar que ya era hora de que su papá, Hugo González (80), su mamá y su hermana mayor dejaran su casa en la calle Augusto D’Halmar.

La foto del desaparecido Hugo González ha sido pegada por sus familiares en distintos puntos de la Villa Independencia.

“Nosotros no teníamos cómo movilizarnos entre todo el caos. Así que una señora nos llevó a los cuatro”, recuerda hoy Paula. El escape cerro arriba en auto sólo alcanzó a durar tres cuadras. Cuando llegaron a la intersección con la calle Gabriela Mistral, la vía estaba colapsada de vehículos.

La calle, de sólo 400 metros de longitud, dos pistas y angostas veredas, era la única vía de escape hacia la Ruta 64, también conocida como Camino Internacional. Y allí, a esa hora, una larga fila de autos trataba de entrar para evacuar a familiares, mientras en sentido contrario cientos de personas intentaban huir en sus vehículos con las llamas a sus espaldas.

Al bajarse del auto, Paula vivió lo que sufrieron muchas otras familias en el angustioso escape. “Como mi papá camina lento y mi mamá iba pendiente de él, entre todo el caos mi hermana y yo nos separamos de ellos. Todos se estaban empezando a bajar de los autos, porque no avanzaban y las llamas estaban muy cerca. Los perdimos de vista completamente”, relata la joven.

Instintivamente, Paula y su hermana corrieron cerro arriba por la calle Gabriela Mistral hasta llegar a la casa de una tía, a salvo del fuego. Una hora y media más tarde, llegó solamente su mamá. “Ahí nos contó que con mi papá se subieron a un bus que estaba evacuando gente y que por un instante ella se bajó para darles la pasada a unas chicas. Pero no se alcanzó a subir de nuevo cuando partió el bus. Ahí es cuando perdió el rastro de mi papá”, explica.

Calle Gabriela Mistral, epicentro del desastre en Villa Independencia, todavía tiene apilados en sus costados los más de 30 autos que resultaron calcinados.

El mensaje del Sistema de Alerta de Emergencias (SAE) para evacuar Villa Independencia llegó a las 19.38 horas, 57 minutos más tarde que el aviso para sus vecinos de El Olivar y, según Paula, cuando el fuego ya había llegado al lugar. En la oscuridad, nadie sabe si los pasajeros del bus lograron salir de la villa o si quedaron atrapados en el mortífero taco de calle Gabriela Mistral, donde horas más tarde una fila de más de 30 vehículos calcinados dio cuenta de la brutalidad de la emergencia. Al menos, ninguno de ellos era un bus. Una mezcla mortal de geografía accidentada, caos y falta de información.

Lo único cierto es que Hugo González es hoy una de las 14 personas desaparecidas en los incendios que azotaron la Región de Valparaíso el 2 y 3 de febrero pasado y que dejaron un total de 131 víctimas fatales, la peor calamidad desde el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010. De todas ellas, las autoridades calculan que 60 personas perdieron la vida en la Villa Independencia, convirtiéndola en el epicentro de la tragedia.

Sin espacio para abrir las puertas

Al mediodía del pasado martes, Paula González recorría las calles de la Villa Independencia con una mezcla de sentimientos. Por un lado alivio, porque como un pequeño lunar, el color rojo de su casa, que se salvó del fuego, sobresale entre el paisaje negro y gris de las cenizas de sus vecinos. Por el otro, con la angustia de tener que pegar carteles con la foto de su papá y datos de contacto, por si alguien lo ha visto.

“Hemos buscado en albergues, puntos de acopio, en los Sapu, en clínicas. La verdad es que yo no bajo los brazos aún. Yo tengo fe en que está bien, que alguna familia lo haya acogido, que lo vio desorientado. Sólo eso… Estoy intentando ser positiva”, asegura la hija de Hugo González, a quien se le perdió el rastro en la calle Gabriela Mistral.

Para quienes quedaron atascados en el infierno que se vivió en Villa Independencia, las posibilidades de escapes eran pocas. Al sur, la conexión con la población El Olivar estaba cerrada por las llamas. Al norte, había sólo dos rutas: serpentear por los estrechos caminos de tierra que llevan al Campamento Manuel Bustos o tomar las colapsadas calles Gabriela Mistral y Luis Hurtado López hacia el Camino Internacional.

Calle Gabriela Mistral era la única vía de escape para los habitantes de Villa Independencia el día del incendio. Pero colapsada por los autos que intentaban escapar, se convirtió en una trampa mortal.

Uno de los cientos de personas que trataron de huir por esas arterias fue Nindrod Sandoval (63), presidente de la junta de vecinos de la colindante Villa Roger. “Rescaté a una familia, autos para allá, autos para acá, todo el mundo nervioso, se echaban la espantada, unos hasta sacaron las pistolas”, recuerda Sandoval.

En eso tomó una decisión que le salvó la vida. “Me di la vuelta, miré a la izquierda y un joven me dijo oiga, métase por aquí, para abajo. Abrió una reja de palo y me metí en un camino de tierra haciéndoles el quite a los hoyos, hasta que llegué a la Villa Rukán y por ahí me metí a Concón”, asegura.

Pero otros no tuvieron esa opción. Según el relato de vecinos, el fuego ingresó voraz por una de las quebradas que justo intersecta con Gabriela Mistral y envolvió a quienes estaban en la fila. “Se quemaron muchas personas en esa subida, eran cuatro autos en la misma calle y desde adentro intentaban abrir las puertas. La gente empezó a quebrar vidrios y salían arrancando, pero hay gente que pensaba que afuera era demasiado calor para salir”, comenta Rodrigo Quidel (42), residente y dirigente deportivo de la Villa Independencia.

Las llamas y el calor llegaron a derretir las llantas de aluminio de los autos, metal que alcanza su punto de fusión a una temperatura de 660°C. De manera extraoficial, los residentes narran que sólo en la calle Gabriela Mistral se habrían levantado los cuerpos de 12 víctimas fatales. Se estima que el 90% de las viviendas de la villa fueron destruidas por el fuego.

Para los expertos, las características particulares de urbanizaciones como la de Villa Independencia fueron cruciales para el desastre. “Construir en pendiente complicará siempre el actuar de bomberos y de cualquier institucionalidad, por muy preparada que esté la comunidad”, explica Yasna Contreras, académica del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres (Citrid) de la Universidad de Chile.

Ello, sumado a la presencia de quebradas con abundante vegetación pegada a las casas generaron un escenario ideal para lo que los vecinos llaman una “lluvia de fuego”. Por ello, Contreras propone que “ahora tenemos que planificar y gestionar el riesgo en condiciones extremas. Si no planificamos el riesgo cerro arriba, aumentará el riesgo a toda la comunidad, por ende, necesitamos otros instrumentos de planificación”.

Parte de esa planificación, asegura Uwe Rohwedder, arquitecto urbanista y académico de la Universidad Central, debe necesariamente contemplar rutas de escape seguras y claras, además de zonas de protección en las que poder permanecer en caso de emergencia. “Si no hay posibles vías de evacuación o no hay lugares como una pequeña plaza, que podría servir como un refugio, lo que generamos son lugares encerrados. Es necesario aplicar todas las normas sobre la construcción en zonas de riesgo para defenderse del fuego”, afirma.

Un abuelo y sus dos nietos

Pero la mortífera calle Gabriela Mistral es sólo una cara de la tragedia que se vivió en Villa Independencia. En sus calles, los vecinos cuentan por decenas las historias de adultos mayores que no lograron escapar de las llamas. Pero también, las de personas que subestimaron la emergencia, que decidieron esperar hasta el último minuto para salvar sus casas o que, inexplicablemente, nunca evacuaron el lugar.

En la calle Maullín de la villa, una decena de globos blancos y peluches adornan la reja negra de lo que hasta el viernes 2 de febrero fueron dos casas en las que vivían dos familias. Allí, este martes, barriendo los últimos escombros está Macarena Ahumada (35).

Aquí estaba mi tío cuidando a sus nietos, porque la mamá de los niños estaba trabajando”, narra Macarena Zúñiga sobre los momentos previos a la muerte en el incendio de su tío Luis Ahumada (63) y de sus primos Javiera Zúñiga (8) y Vicente Zúñiga (4).

Luis Ahumada (a la izquierda) y sus nietos Javiera y Vicente Zúñiga murieron atrapados por el fuego en la casa de un vecino. Para sus familiares es un misterio por qué no lograron escapar.

Lo que realmente pasó es un rompecabezas que la familia ha tratado de reconstruir en base a comentarios de vecinos. “Avisaron que había que evacuar y dicen que mi tío, como estaba solo con los niños, arrancó con ellos a la calle. Pero el vecino del lado lo salió a ayudar y lo hizo pasar, pensando que ahí iban a estar bien”, relata Zúñiga.

El sábado 3 de febrero, un día después del incendio, Macarena y su familia revisaron los escombros de la casa de su tío y no encontraron nada. Por ello, iniciaron una campaña de búsqueda por redes sociales.

“Cuando llegamos acá, supimos que el vecino Manuel había fallecido, porque su hijo lo encontró altiro cuando vino a ver la casa. Varios vecinos decían que los vieron, que se subieron a una camioneta. Otros dijeron que estaban en un albergue en Villa Alemana y aquí en Viña del Mar”, asegura Macarena.

En lo que era la casa de Luis Ahumada y sus nietos, hoy sólo queda el piso y unos globos que recuerdan a las vidas perdidas de sus dos nietos.

A la urgencia de la búsqueda también se sumó, en paralelo, la necesidad de despejar rápidamente los escombros para comenzar una incierta reconstrucción. Fue en eso, que la tarde del domingo 4 de febrero los tres cuerpos fueron encontrados en un pasillo al final de la casa de su vecino. “Ellos siempre estuvieron ahí, no pudieron arrancar. El trató de hacer todo lo que pudo y los encontraron a los tres juntos, entonces nunca dejó a los niños”, es parte del consuelo que buscan Macarena y su familia.

Las debilidades del sistema de alerta SAE

Son varios los vecinos de Villa Independencia que reclaman por lo que, según su propia experiencia, fue una tardía orden de evacuación. “Estamos hablando de una alerta que, según los testimonios, llega cuando ya el fuego estaba ahí. Y llega sin información respecto de las vías de evacuación y sin las acciones de operación para guiar esa evacuación”, señala Michel De L’Herb, consultor en gestión de desastres.

El primer mensaje del sistema SAE para evacuar la villa llegó a las 19.38 horas, 57 minutos más tarde que a sus vecinos de El Olivar, ubicados a sólo 500 metros cerro abajo. Luego, un segundo mensaje ordenó nuevamente evacuar la Villa Independencia a las 21.19 horas. Eso, sin contar una serie de otras alertas previas y posteriores que llamaban a abandonar otras poblaciones cercanas, generando confusión.

Vecinos de Villa Independencia reclaman que el mensaje de evacuación llegó cuando las llamas ya se habían apoderado del lugar. De hecho, llegó casi una hora más tarde que a sus vecinos de El Olivar.

Las alertas por mensaje a los teléfonos debutaron en Chile el año 2012 y nacieron como una respuesta a las descoordinaciones y a “la inexistencia de un sistema de comunicación masivo para alertar a la población”. Para De L’Herb, a diferencia de las evacuaciones por tsunamis, que se originan luego de que el SHOA confirma el riesgo y una hora estimada de llegada del oleaje, en los incendios forestales extremadamente agresivos, como los del 2 y 3 de febrero pasado, no hay parámetros conocidos bajo los que Senapred pide evacuar o no un lugar.

“En un tsunami la evacuación es más simple, el mar está ahí y se debe ir a zonas altas. Pero en un incendio forestal la emergencia es más dinámica y las evacuaciones tienen que tener un elemento de anticipación y de asegurar las vías de escape para las personas”, expresa el consultor en gestión de desastres.

En base a su experiencia, asegura que “Conaf informa permanentemente sobre la evolución del incendio. Pero no es muy claro el criterio que utiliza Senapred para gatillar las alertas SAE”, comenta el experto. “Además, suponer que sólo mandar un mensaje a un celular es sinónimo de establecer una operación de evacuación es de una precariedad muy preocupante”, concluye.

Estas falencias ya habían sido puestas de manifiesto en la comisión investigadora de la Cámara de Diputados que indagó los incendios forestales del año 2023. “Los mensajes contenían información de la medida de evacuación, mas no elementos que brindaran información respecto de las vías, tiempos y demás antecedentes de evacuación que permitieran una acción adecuada de las personas”, concluyó la instancia sobre la activación de mensajes de evacuación en esa oportunidad.

Por el momento, el gobierno está realizando gestiones para que un equipo de expertos de la Unión Europea haga un análisis del funcionamiento del sistema de alerta SAE. Mientras que desde el Ministerio Público no descartan indagar una eventual falla en el mecanismo de alerta,si surgen antecedentes de una eventual negligencia en su uso y activación.