Eran las 11.10 horas del 14 de octubre pasado. En el Colegio Miguel de Cervantes, un establecimiento dependiente de la Dirección de Educación Municipal de Santiago, ubicado en el barrio Yungay, un grupo de personas se mueve rápidamente. Van a asistir a un niño que, con claras muestras de dolor, está sentado, pero con un fierro atravesándole el recto.
El niño de 10 años, de inicial Á, fue asistido en el establecimiento. Cursa quinto básico y padece de Trastorno del Espectro Autista (TEA). En el momento del accidente jugaba con una pelota con otros dos niños con el mismo diagnóstico, en su hora de recreo, según indicaron en el colegio.
Fue derivado al Hospital San Borja. Allí, en ese centro asistencial, recibieron el primer reporte que emanó el colegio, al que tuvo acceso La Tercera: “Durante el recreo, compañero lo empuja y provoca corte en glúteo derecho”, explica el documento.
El hecho remeció al colegio y se conversó en círculos de profesores de la comuna. De lo que más se hablaba fue de la gravedad del accidente. El menor tuvo que ser operado para reconstruir parte de su vejiga, que también fue perforada por el fierro.
El caso quedó como un accidente hasta ese momento. Pero luego pasó algo que cambió todo para la comunidad del Cervantes.
La primera mención pública del caso apareció el martes 3 de diciembre, a las 21 horas, en la cuenta de X llamada Santiago Se Levanta.
La presidenta de esa asociación es Giselle Dussaubaut, conocida por ser dirigente vecinal en el barrio Parque San Borja.
Contactada, Dussaubaut indica que conocía a la madre de Á, ya que son vecinas. Ella, indica Dussaubaut, fue quien le pidió publicar en X lo que le contaron que pasó.
“Niño chileno de 10 años empalado por dos compañeros venezolanos de 16 años en colegio de Santiago. Han encubierto tanto alcaldía como colegio desde que ocurrió el 14 de octubre. No lo dejaremos solo. Los carniceros siguen ahí solo con una sanción” (sic), rezaba el tuiteo. Tuvo cuatro mil reposteos. Además, adjuntaba una foto -hasta ese momento desconocida- del fierro donde sucedió el accidente.
Esa cuenta de X de la asociación suele republicar contenido de prensa o posteos donde se critica la migración extranjera a Chile y, en especial, a la comuna de Santiago.
Entre el contenido que replican, destacan las críticas a la utilización del espacio público por parte de migrantes, a los crímenes vinculados a bandas extranjeras y a la “urgencia” de expulsar a los extranjeros del país.
En esa misma línea, los tuiteos que republicó la cuenta hacían mención a los perfiles en la red social del alcalde electo Mario Desbordes, a José Antonio Kast, al municipio de Santiago y a diputados del Partido Republicano.
Uno de ellos decía: “¿Cómo es posible que suceda esto en un colegio de Santiago? Hasta cuándo los chilenos pagamos el pato por el buenismo con los incivilizados?”.
Otro criticaba: “Los delincuentes que empalaron a un niño de 10 años ¡¡¡deben irse presos!!! ¿Qué hará, señor alcalde? Pasó en un colegio del centro. ¡¡¡Exigimos respuestas!!!”.
Luego de eso, los medios de comunicación se volcaron a cubrir la noticia.
Al día siguiente, el miércoles 4 de diciembre, la madre del menor, Macarena Undurraga, declaró al medio digital BioBioChile: “Lo molestaban por usar lentes, por la condición TEA, le hacían bullying en los recreos, también de otros cursos más grandes. Obviamente, fue por bullying”, dijo en ese medio Undurraga.
El mismo medio expuso la primera declaración del colegio frente al hecho. Contradecía la versión de Undurraga. “Se encontraban unos estudiantes jugando a la pelota y uno de ellos toma a su compañero y lo empuja buscando dominar el balón, provocando con este movimiento que se caiga sobre el parante de voleibol, cayendo sobre un trozo de fierro”, rezaba el escrito, según recogió el citado medio.
Undurraga dijo algo más en ese medio. Fue lo que encendió la chispa. “Uno le hizo esto a mi hijo y el otro se reía mientras se desangraba. Ambos son venezolanos”, añadió.
El drama
El Colegio Miguel de Cervantes es reconocido por tener un alto porcentaje de niños migrantes. Fuentes dentro del colegio afirman que ocho de cada 10 niños son extranjeros o hijos de extranjeros.
Un reportaje de La Tercera del año 2019, de hecho, lo caracterizó como “el colegio con más niños migrantes de Santiago”. En el establecimiento sostienen que entre su alumnado hay menores haitianos, colombianos, venezolanos, dominicanos y mexicanos.
Personal que trabaja en el colegio afirma que los niños que estudian allí han tenido vivencias muy difíciles, con precariedad y largos viajes desde el extranjero por tierra para entrar al país. Algunos, incluso, tuvieron que atravesar la frontera del norte de Chile siendo muy chicos.
Por eso, tras las acusaciones de que los agresores eran venezolanos, una ola xenofóbica se desató contra el colegio.
Lo primero que empezaron a recibir fueron ataques virtuales: mensajes en los correos electrónicos y redes sociales de los docentes del colegio. Eran amenazas e insultos. Los docentes que las recibieron califican a los remitentes como “grupos patriotas”. Algunas de estas cuentas desde las que enviaban las amenazas eran cuentas nuevas, con menos de 30 seguidores. La foto del director del establecimiento, Juan Barrios, fue difundida, acusándolo de ser encubridor del ataque.
También explican que hay dos colegios llamados Miguel de Cervantes: uno, que contiene el ciclo parvulario y básico, y otro, con otro cuerpo directivo y otra sede, que tiene el ciclo de educación media. Este último, a pesar de no ser donde ocurrió el accidente, también sufrió consecuencias: a los profesores de ese establecimiento también les llegaron mensajes amenazantes e insultos, ya que sus datos y nombres aparecen en internet, dada la igualdad de nombres entre ambos liceos, comentan en reserva desde el Cervantes que imparte clases a enseñanza media.
En redes sociales el caso seguía levantando esquirlas. La cuenta Santiago Se Levanta siguió replicando mensajes condenando el hecho. “Cualquier sistema migratorio medianamente razonable se cuestionaría las consecuencias de hiperpoblar las escuelas públicas con niños provenientes de países donde hay canibalismo, guerrilla o crimen como habitualidad. Aquí eso no le mueve un pelo a nadie: suena a xenofobia”, decía uno de ellos.
El 5 de diciembre, un usuario de X publicó: “Mañana, a las 11 am, todos a la Plaza de Armas rumbo a la municipalidad para pedir justicia por el niño autista abusado por venezolanos”.
Ese mismo día se difundió el video de un hombre gritando afuera del Cervantes con un megáfono. Exigía justicia “para ese pobre niño”. El video sumó 100 mil reproducciones.
Ese sábado 7 de diciembre las cosas fueron más allá. Una marcha, con lienzos alusivos al movimiento patriota, se organizó bajo la consigna “Justicia para Á” (el nombre del menor fue expuesto públicamente por ese grupo). Juntaron, según los registros, unas 200 personas en la Plaza de Armas.
Pronto, el colegio sufrió los primeros ataques. El 10 de diciembre se viralizó el primer registro de ello: un hombre lanzando huevos podridos en la entrada principal del colegio.
Luego, empezaron los rayados. “Venecos asesinos, encubridores”. “Justicia, no más venecos” y “Fuera venecos”, dicen tres de los grafitis que han aparecido en los muros y suelo del establecimiento.
El problema de todo esto, y lo que no entienden en el colegio, es que ninguno de los niños involucrados, reiteran, es extranjero. Aun así, Dussaubaut pone en duda esa información y defiende su posteo en X.
-Tienes que hablar de eso con los abogados de la familia. Estoy siendo solamente un puente de comunicación. Estoy viendo otros temas ahora.
Ver lo que se quiere ver
Una noticia falsa no genera un efecto por sí sola. Necesita un contexto que la valide.
Eso dice el director de Posgrado de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, Claudio Salinas.
-En Chile estamos en un contexto muy xenofóbico. Y se da una profecía autocumplida: estamos en un mundo donde, según ese imaginario, los venezolanos son los malos. Y cada información donde aparezcan delitos, los culpables son los mismos. Así, terminan siendo un chivo expiatorio de los males de la sociedad.
El crecimiento del sentimiento contra los delincuentes extranjeros no es casual: según cifras de la Fiscalía ECOH del 2023, el 48% de los imputados extranjeros conocidos por homicidios son venezolanos.
La Defensoría de la Niñez intervino en el colegio para asesorar a la familia en el proceso. Desde esa institución indican que, según la información que ellos recolectaron, los niños involucrados son chilenos.
“Ante las consultas que hicimos a la Dirección de Educación Municipal, mediante contacto telefónico, nos informaron que se trata de NNA chilenos y de edades similares -indicaron desde la Defensoría a La Tercera-. Estamos asesorando y en contacto con la madre permanentemente, y una vez que tomamos conocimiento de los hechos oficiamos a la Dirección de Educación y al colegio. No hemos tenido respuesta hasta ahora”.
La misma información fue entregada por el colegio, cuando se autodenunciaron a la Superintendencia de Educación para determinar eventuales responsabilidades.
“Los estudiantes involucrados tienen edades similares y no hay estudiantes extranjeros entre ellos”, dijeron. Agregaron: “Entendemos que la difusión de información errónea o distorsionada en redes sociales ha generado incertidumbre y preocupación en nuestra comunidad. Sin embargo, queremos asegurarles que, mucho antes de la viralización de este caso, distintas instituciones y profesionales ya estaban trabajando activamente para apoyar al estudiante y su proceso educativo”.
Personas vinculadas al cuerpo educativo del Colegio Cervantes sostienen con dureza que esto fue un accidente.
Lo explican así: todos los niños involucrados tienen Trastorno del Espectro Autista. Estaban jugando en el patio del colegio. Uno de ellos solo observaba. Por mala suerte, dicen, y por circunstancias que aún se están investigando, Á no logró afirmarse, perdió el equilibrio y cayó sentado sobre un fierro de la estructura de una malla de vóleibol. Ese objeto le atravesó el pantalón y el recto.
Personal que conoce el caso comenta que los dos niños involucrados en el tema son niños que difícilmente podrían haber hecho algo con mala intención. Lo grafican así: si a uno de ellos se le arrojara una pelota, no la podría agarrar, porque carecen de la motricidad necesaria. Son de contextura ancha, también. Por ende, tienen poco control de sus movimientos.
Además, sostienen que es clara la razón por la cual la glosa decía “corte en el glúteo”: era imposible constatar la herida del niño en el establecimiento. El personal que lo asistió no tenía la potestad de desvestir al menor para inspeccionar la herida en esa zona íntima. Lo que veían es que había un agujero en su pantalón desde donde brotaba sangre. Por eso se registró así. Luego, el niño fue trasladado al Hospital San Borja, donde fue asistido.
La investigación sobre el hecho en su arista penal también cayó en la PDI y en la Fiscalía Centro Norte. Pero a los pocos días, este último organismo se declaró incompetente y derivó el caso a los Juzgados de Familia de Santiago.
La Superintendencia de Educación entregó una respuesta escrita para este reportaje. Indicaron que la denuncia fue catalogada “de alta complejidad” y presentaron cuatro cargos: que el personal no haya actuado frente un caso de abuso escolar o de bullying; que el colegio tenga elementos que representen un peligro para la seguridad de los estudiantes -como el fierro-; que el colegio y el personal no velen por la prevención y protección de sus alumnos, y que el sostenedor “no cumple con su obligación de mantener vigentes los contratos de trabajo del personal asistente de la educación del establecimiento educacional”. El proceso está abierto, y dentro de enero se sabrá la resolución, luego de recibir los descargos del colegio. Ahí se determinará si el alumno sufría o no bullying, y si fue agredido o fue un accidente.
Muchos profesores y miembros de la comunidad educativa del Cervantes fueron contactados para este reportaje y decidieron -como asamblea- no dar declaraciones. Prefieren dar vuelta la página y que el hecho quede atrás. Por la escalada de violencia, asimismo, debieron asesorarse por un abogado.
El menor de edad, indican desde la Dirección de Educación Municipal de Santiago (DEM), se “mantiene con reposo médico en su domicilio y a la espera de procedimientos quirúrgicos posteriores en el Hospital San Borja Arriarán”.
Camila Ramírez, periodista del medio especializado en chequeo de datos Mala Espina, dice que, en resumen, creemos lo que queremos creer.
-Si esto que veo en redes sociales coincide con lo que yo creo que es cierto, y con lo que tengo internalizado, soy menos propenso a chequear esa información antes de compartirla. Es la teoría de la cámara de eco: voy a tender a consumir medios que confirmen y refuercen las ideas en las que yo creo.
Desde la comunidad también indican que si bien las clases ya terminaron en el colegio, el año está cerrado y los niños están atendiendo a actividades recreativas, la mayoría de los padres no están enviando sus hijos al colegio.
La duda que queda entre la comunidad del colegio es cómo la madre obtuvo la información de que los supuestos agresores eran venezolanos.
Macarena Undurraga, hasta hoy, mantiene esa versión.
La madre de Á fue requerida por La Tercera. Si bien negó una entrevista, contestó algunas preguntas. Una de ellas: cómo se enteró de la nacionalidad de los niños que, según ella, empujaron a su hijo.
Undurraga se limitó a responder sobre eso que “la nacionalidad no es importante”.
Lo otro que dijo fue esto:
“Mi hijo tiene TEA. Y los niños TEA nunca mienten”.