A 19.437 kilómetros de Santiago los acontecimientos que comenzaban a desarrollarse a fines de diciembre de 2019 en -hasta ese entonces- una desconocida ciudad china de nombre Wuhan llamaron la atención del ministro de Salud, Jaime Mañalich, y -en la práctica- terminaron dando una nueva oportunidad al segundo gobierno de Sebastián Piñera.

Con un posgrado en epidemiología, el titular de Salud advirtió rápidamente -señalan en el gobierno- que la fuerte gripe que se propagaba desde un mercado de Huanan podría descontrolarse. Así, al menos, eran los rumores de la comunidad científica que se habían intensificado luego de que China notificara a la Organización Mundial de la Salud (OMS) -el 31 de diciembre de 2019- que se estaban multiplicando los casos de un nuevo tipo de neumonía.

A la rutina de Mañalich se sumó, entonces, una nueva costumbre: por las mañanas leía ávidamente los papers publicados sobre brotes epidémicos relativos al nuevo virus. Y cuando la OMS informó en sus redes sociales la existencia de casos de neumonía -sin fallecimientos aún- en Wuhan, el 4 de enero de 2020, el titular de Salud tomó el teléfono y llamó al Presidente Piñera.

-Puede haber problemas en el futuro, comentó.

Ambos acordaron reunirse a la brevedad en La Moneda para conversar sobre el tema.

Sobre esa cita inicial -hasta hoy- hay versiones encontradas. Algunos en el gobierno reconocen el mérito de Mañalich en dar la primera voz de alerta sobre la crisis sanitaria que se desataría a nivel mundial semanas después. Otros -en tanto- señalan que fue el Mandatario a quien le llamó la atención -viendo televisión- los acontecimientos que se reportaban desde la ciudad china y convocó a su ministro para abordar la situación.

Como sea, La Moneda poco más de un mes después -el 8 de febrero de 2020- emitió un temprano decreto de alerta sanitaria que otorgó facultades extraordinarias por “emergencia de salud pública de importancia internacional por brote del nuevo coronavirus” y ya tenía bajo el brazo un plan de acción para enfrentar los futuros contagios.

Mañalich -comentan cercanos al Presidente- siempre fue uno de los ministros más cercanos a Piñera. De hecho, el Mandatario no dudó en volver a convocarlo para su segunda administración -lo acompañó como titular de Salud todo el primer gobierno-, pero situaciones personales hicieron que el doctor recomendara a Emilio Santelices para el cargo. Pero cuando éste fue removido de la cartera -en junio de 2019-, a poco más de un año de haber asumido, Mañalich no pudo reiterar su negativa a Piñera y se sumó al gobierno.

En el verano de 2020 la preparación para enfrentar al coronavirus entusiasmó al Presidente y cambió el rumbo de la agenda del país.

El entonces ministro del Interior, Gonzalo Blumel, también vivió con cierto alivio el avance de la pandemia desde un punto de vista político, ya que -aunque el Acuerdo por la Paz Social y una Nueva Constitución había comenzado a encauzar el estallido social y las fiestas de fin de año y las vacaciones habían bajado la intensidad de las protestas-, marzo se anunciaba belicoso, con una nueva ola de manifestaciones.

-Esto es lo más importante que va a pasar en su gobierno, comentaba Mañalich a Piñera en alusión a la incipiente pandemia.

El Mandatario se volcó con todo al tema. Quienes conocen al Presidente explican que situaciones como ésta sacan a la luz lo mejor de su liderazgo. Lo hizo con el rescate de 33 mineros del yacimiento San José durante su primer mandato, cuando un derrumbe dejó bajo tierra a los trabajadores.

Nadie en La Moneda apostaba inicialmente por un final exitoso - al contrario-, las distintas autoridades pedían a Piñera mantenerse en una segunda línea para no pagar los costos de una eventual tragedia.

Pero el Jefe de Estado no hizo caso. Se involucró directamente en evaluar planes de rescate, solicitó personalmente a todo contacto fuera de Chile maquinarias disponibles, reunió recursos con privados (cerca de US$ 10 millones) y se comunicó con autoridades extranjeras para pedir ayuda.

Los esfuerzos presidenciales dieron su fruto el 22 de agosto de 2010, cuando los mineros fueron encontrados con vida y se redoblaron el 13 de octubre de ese mismo año con el regreso de los trabajadores a la superficie.

Hasta la fecha -comentan con orgullo en La Moneda- es el mayor y más exitoso rescate de la historia de la minería a nivel mundial y el evento de estas características con mayor cobertura mediática: alrededor de 1.300 millones de telespectadores en el mundo pusieron sus ojos en la hazaña chilena.

El manejo de la pandemia también ha sido -a la hora de los balances- un activo para el segundo gobierno de Piñera: Chile muestra una de las mortalidades más bajas entre los países de la región; según Our World in Data es el país del mundo con más dosis de refuerzo de vacunas contra el Covid por cada 100 habitantes; el FMI ha destacado a Chile entre los 15 países del mundo que más aumentaron el gasto para enfrentar la pandemia y -también- lo señala como el segundo país de la Ocde con la mayor proyección de crecimiento, entre varios récords que el Mandatario suele enumerar con orgullo.

Pero la trastienda ha estado plagada de claroscuros que empañan el resultado final y -por estos días- en La Moneda se apuesta más bien a que con el tiempo se terminen reconociendo los aciertos del gobierno en la crisis sanitaria.

El estilo Mañalich

-¡Esto no sirve de nada!

El objeto de la furia del ministro Mañalich -esta vez- era su par de Ciencia, Andrés Couve.

Desde la irrupción de la pandemia en el país -el 3 de marzo de 2020- Piñera instruyó el funcionamiento de la Mesa Covid todos los días a las 8 de la mañana, con el tiempo se dio luz verde a una Mesa Social Covid -con representantes de alcaldes y el Colegio Médico, entre otros- y se creó el comité asesor interministerial para la disponibilidad de una vacuna que sumó a Ciencias, Cancillería, Salud y asesores presidenciales.

En la primera instancia -particularmente- el estilo Mañalich con sus propios pares se hizo sentir con fuerza.

Empoderado en su rol, el titular de Salud manejaba información internacional y estudios que se iban publicando sobre el coronavirus; tomaba las decisiones técnicas y era el vocero de las medidas. En el intertanto -señalan varias fuentes de gobierno- solía contradecir y menoscabar al resto de los ministros y subalternos en las reuniones con el Presidente.

Lo hizo con Couve -que manejaba la red con las universidades chilenas y a quien llegó a pedir su salida de la Mesa Covid-; lo hizo con la entonces vocera, Karla Rubilar -también médico- cuando se discutía la aplicación de las cuarentenas (al punto que -reconocen cercanos a la ministra- hasta hoy la relación entre ambos nunca volvió a ser la misma) y lo hizo con sus subsecretarios.

1 de abril del 2020/SANTIAGO El presidente de la Republica, Sebastián Piñera, junto al ministro de Salud, Jaime Mañalich, se refiere al alza de planes de las Isapres, en un punto de prensa, en el Palacio de La Moneda. FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO

Las arremetidas de Mañalich llegaban a su término con una frase seca del Presidente.

-Ya, basta.

Las víctimas del carácter del titular de Salud no fueron sólo las autoridades de gobierno. Aun los más críticos a Mañalich señalan que el manejo de la pandemia en términos sanitarios le debe parte de su éxito al temperamento -de marcados rasgos autoritarios- del ministro.

-Mañana a primera hora tendrá un interventor en la puerta de su clínica.

La amenaza de Mañalich fue escuchada por directores y dueños de varios establecimientos privados de salud cuando la integración de la red pública y privada se transformó en el primer objetivo del gobierno para el manejo de la pandemia.

El ministro era implacable. En semanas logró el aumento significativo de la disponibilidad de camas para potenciales enfermos críticos.

Pero el desgaste fue también inexorable.

Ya en mayo de 2020 Mañalich entendía que su cuenta corriente estaba a punto de expirar. Ya no se trataba sólo de las discusiones con sus pares, sino que también alcaldes, el Colegio Médico e incluso la opinión pública resentían su estilo. A ello se sumaba un factor muy íntimo: la situación de salud de su esposa, quien llegó a dejar el departamento que ambos compartían debido a las potencialidades de contagio del titular de Salud. Por esos días, Mañalich presentó su renuncia al cargo. Pero Piñera no la aceptó.

Además de sus múltiples desencuentros, el ministro venía acumulando rabia a medida que sus errores generaban traspiés para el gobierno. Sus declaraciones polémicas y -en particular- el manejo de datos que llevó a su intervención por parte del Segundo Piso, encabezado por Cristián Larroulet, horquillaban los aciertos sanitarios de la red de salud y ventiladores, principalmente.

Así, un mes después -a mediados de junio de 2020- la polémica por el número de fallecidos de Covid, en que se acusaba al Minsal de ocultar cifras, aceleró los planes de salida del titular de Salud.

Al momento de su dimisión, el ministro estaba tan alejado de sus colaboradores que -ese 13 de junio- cuando se anuncia su salida del cargo, la subsecretaria Paula Daza estaba por llegar a su casa de regreso de una vocería en Palacio cuando recibió una llamada de La Moneda.

-Paula, tienes que devolverte. Hay cambio de gabinete.

Daza llegó a la sede de gobierno y se sorprendió de ver a Enrique Paris -quien asumiría minutos después el Minsal- en los pasillos.

-Sí, se va Mañalich, le confirmó una asesora presidencial.

“He llegado personalmente al convencimiento de que esta nueva etapa de la lucha contra el coronavirus requiere un nuevo liderazgo”, manifestó en su despedida pública el ya exministro.

A sus pares del gabinete -minutos después- envió un mensaje de WhatsApp: “Agradecido de ustedes, que la fuerza los acompañe”.

En La Moneda suelen recalcar que los aciertos de Mañalich no habrían sido posibles sin la complicidad activa de Piñera.

El Mandatario se involucró personalmente en la estrategia para enfrentar el coronavirus.

-Hay que tener un plan A, un plan B, repetía constantemente exigiendo a sus colaboradores y gabinete al máximo.

Piñera estudiaba papers y apenas se decidía un paso a seguir ya estaba pensando en el siguiente, coinciden varios consultados para esta serie de reportajes.

El Mandatario estaba todo el tiempo llamando, recuerdan quienes estaban con él en esos momentos.

Las primeras crisis y tensiones de la pandemia apuntaban a la escasez de insumos médicos, principalmente mascarillas y luego el dilema de asegurar la compra de ventiladores. El Presidente instruyó la firma de convenios tan diversos como uno suscrito con Asia Pacífico para tener un puente aéreo Beijing- Santiago para poder trasladar insumos médicos.

Después vino todo lo referente a vacunas, donde el subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, Rodrigo Yáñez, sufrió el rigor presidencial.

Piñera no sólo investigó personalmente sobre el mercado de vacunas -llamó varias veces al presidente de Pfizer para Latinoamérica, Carlos Murillo, para instruirse-, sino que -al menos- firmó personalmente una carta de petición a China para envíos de Sinovac.

-No quiero pagar más que el resto, advertía, eso sí, a Yáñez.

Finalmente, señalan fuentes del gobierno, se logró un precio de 11 dólares por dosis, un valor muy bueno en comparación a otros países.

Pero el carácter del Presidente -también- le terminó jugando malas pasadas durante la pandemia. El 3 de abril de 2020, Piñera iba de camino a su casa cuando inesperadamente pidió detener la comitiva frente a Plaza Italia. Allí, el Mandatario caminó por el lugar que permanecía vacío debido a la cuarentena obligatoria que afectaba a algunas comunas de Santiago y se fotografió sentado en el monumento a Baquedano. La imagen -que se entendió como una provocación debido a que ese lugar era el epicentro de las protestas durante el estallido social- desató un vendaval de críticas.

Los mismos cuestionamientos se reeditaron meses después -el 29 de junio-, cuando Piñera fue captado -también en pleno confinamiento- comprando vinos y quesos en la Vinoteca de Vitacura.

Esa actividad generó -según cercanos a Enrique Paris- el único desencuentro entre el nuevo ministro de Salud y el Mandatario.

“A lo mejor el Presidente se va a molestar, pero lo voy a decir: creo que hay que medir la consecuencia de los actos”, señaló públicamente Paris.

01/03/2021 SEBASTIAN PIÑERA JUNTO AL MINISTRO DE SALUD ENRIQUE PARIS Mario Tellez / La Tercera

Poco después se encontró con Piñera en una reunión.

-¿Era necesario que dijera eso?, le enrostró el Mandatario y remató:

-Ya me ha retado toda mi familia...

Piñera -con todo- solía tener gestos hacia su ministro -frecuente blanco de críticas opositoras, pese al evidente buen rumbo sanitario del manejo de la pandemia- y cada vez que coincidían en una pauta, el Presidente le ofrecía a Paris irse juntos en el auto.

Rebelión oficialista

-Aquí se viene el segundo estallido social, advertía el entonces presidente de RN, Mario Desbordes, al comité político que lideraban el ministro del Interior, Gonzalo Blumel, y el titular de Hacienda, Ignacio Briones.

En el corazón de La Moneda las rencillas comenzaban a crecer más y más para establecer ayudas económicas a la población que sufría los rigores de la cuarentena.

Los largos confinamientos y la incertidumbre por el regreso a la normalidad atizaban el descontento social y una parte del oficialismo -particularmente en RN- comenzaba a llevar la batuta.

La caída de ingresos laborales de las familias, que registraban una merma neta anual de 27% -de acuerdo a un informe del Banco Central- presionaban la entrega de transferencias económicas a la población y la propia economía nacional sufría un brusca caída que auguraba un futuro incierto.

Pero el carácter del Presidente -reconocen en la misma Moneda- ralentizó el traspaso de ayudas financieras universales y -a la postre- empañó el recuento positivo del gobierno en el manejo de la pandemia en términos sanitarios.

-Piñera es muy celoso del gasto fiscal, coinciden varios ministros consultados.

El Mandatario se resistía a dar rienda suelta a la billetera fiscal -más preocupado de los balances económicos futuros con los que se mediría a su administración- y optaba por planes acotados. En mayo de 2020 la entrega de 2,5 millones de cajas de alimentos demandó un esfuerzo de logística mayor para el gobierno. En julio, en tanto, se anunció una segunda etapa del plan, con tres millones de cajas adicionales.

La presión de ministros como Blumel y Rubilar se acentuaba para posibilitar transferencias directas de La Moneda a la ciudadanía y en mayo el llamado Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que entregaba $65 mil por cada integrante de una familia para el 60% más pobre del país, no logró aplacar el malestar ciudadano.

Los ministros Sebastián Sichel (Desarrollo Social) e Ignacio Briones (Hacienda). Foto: Dedvi Missene.

La oposición -entonces- encontró un nuevo motivo para unirse en contra del gobierno y cerró filas en el Congreso para obligar a aumentar el monto de las ayudas fiscales.

Briones y Blumel extremaban las gestiones con la oposición para sellar un acuerdo general que permitiera hacer frente a los duros embates económicos que trajo consigo la pandemia y neutralizar la posibilidad de nuevas protestas en contra del gobierno.

Sin embargo, reconocen en La Moneda, Piñera estaba preocupado por el complejo escenario económico que se proyectaba para los años siguientes producto de la pandemia y no cedía pese a las peticiones de sus ministros ni a las presiones que -ya públicamente- hacían dirigentes de Chile Vamos.

La situación se hacía insostenible cuando -tal como lo hizo en el punto álgido del estallido social en 2019- el Mandatario terminó convocando a un acuerdo nacional que derivó en junio en un pacto con la oposición -del que se restó el Frente Amplio y el PC- de US$ 12 mil millones destinados a la protección social y la reactivación económica tras la pandemia. Un plan inédito en Latinoamérica, pero que no contuvo los cuestionamientos al gobierno.

-Nada es suficiente, se quejaban en La Moneda cuando la amenaza de la autorización del retiro de los fondos previsionales se comenzó a tomar la agenda pública.

Piñera tenía ante sí una abierta rebelión de parlamentarios oficialistas y de dirigentes -como el propio alcalde Joaquín Lavín, la figura más popular del oficialismo- que se sumaron a las presiones para aprobar el proyecto.

El golpe de gracia llegó el jueves 23 de julio, a las 14 horas, cuando la Cámara de Diputados aprobó con 116 votos a favor, 28 en contra y cinco abstenciones la iniciativa que permite a los afiliados al sistema de AFP el retiro parcial de sus fondos previsionales.

Hubo varios votos oficialistas de parlamentarios UDI y RN, entre ellos estaba el de Desbordes, líder del principal partido oficialista.

-Ya no puedo seguir en el cargo, sentenció Blumel a Piñera, obligando al Mandatario a nombrar al tercer jefe de gabinete en lo que iba de su segundo mandato.

Durante toda su gestión el ya exministro -que fue reemplazado por Víctor Pérez- estuvo fuertemente cuestionado, principalmente por la UDI.

Los gremialistas nunca le perdonaron siquiera haber asumido el cargo -que consideraban debía estar en manos de un personero de sus filas-, pero el quiebre definitivo fue que Blumel no estuvo dispuesto a convencer a Piñera de vetar la ley que pone límite a la reelección de alcaldes para que esta no afectara los próximos comicios municipales. El proyecto impedía a varias figuras UDI disputar la renovación de sus periodos.

El 28 de julio de 2020, el ya exministro fue despedido entre aplausos de La Moneda.

Junto a Pérez, en la Segpres arribó Cristián Monckeberg, dejando Desarrollo Social en manos de Rubilar, quien, hasta ese momento, se mantenía en la vocería. En su lugar debutó el UDI Jaime Bellolio, quien hoy es considerado el hombre fuerte del gobierno, y en un intento por aplacar la rebelión oficialista, Andrés Allamand llegó a la Cancillería y Mario Desbordes a Defensa.

Pero los retiros previsionales siguieron transformándose en una bomba de racimo incontrolable para el gobierno y ya suman tres los proyectos aprobados.

Aunque en Chile la iniciativa para el uso de recursos fiscales la detenta el Ejecutivo, la oposición había encontrado un resquicio para su impulso: vía reformas transitorias a la Constitución se abría un camino para saltarse la voluntad de La Moneda y -de paso- la institucionalidad vigente.

Las estrategias para enfrentar la embestida terminaron quebrando al debutante comité político, que ya contaba con un cuarto líder, el exalcalde Rodrigo Delgado, luego de que Pérez cayera tras la presentación de una acusación constitucional en su contra.

La batalla con la oposición sumaba nuevos y nuevos capítulos. Sin embargo, en el intertanto había nacido una nueva estrella: el exministro Sebastián Sichel -ya instalado en BancoEstado- sumó simpatías ciudadanas copando matinales durante la pandemia y explicando las ayudas del gobierno.

Pese a todos los sinsabores, Piñera -señalan sus colaboradores- comenzó a entusiasmarse con la idea de instalar en La Moneda a un sucesor proveniente de su gobierno.