Las hijas de Tran To Nga preferirían que se mudara con una de ellas: una vive en Vietnam y la otra en Australia. Pero la mudanza, lejos de Francia, no es una opción para esta periodista y activista franco-vietnamita, además de exguerrillera del Viet Cong comunista, que en abril celebró su 79 cumpleaños. Debe quedarse allí para librar lo que ella llama su última batalla.
Desde 2014, esta mujer -nacida en 1942 en la Indochina francesa- lidera una batalla legal contra más de una decena de empresas químicas por haber fabricado un herbicida altamente tóxico durante la guerra de Vietnam: el “agente naranja”, llamado así por las etiquetas de ese color de los barriles. El Ejército estadounidense roció más de 40 millones de galones de este veneno sobre Laos y Vietnam entre 1962 y 1971. Para destruir los cultivos y, sobre todo, para impedir que el enemigo se escondiera en la densa selva. Una táctica de guerra que cambió la vida de Nga.
Trabajando como periodista y profesora a mediados de los años 60, la franco-vietnamita se unió, con poco más de 20 años de edad, al movimiento independentista de Vietnam del Norte, que luchaba contra la invasión de Estados Unidos, al tiempo que cubría la guerra (1955-1975). Un día, escuchó un avión que sobrevolaba el escondite de su grupo y ahí se desató su tragedia.
En 1966, Nga fue rociada con el “agente naranja”. “Fue durante mis misiones periodísticas desde 1966 hasta 1971”, comenta la exguerrillera a La Tercera. “Vi pasar el avión y detrás de él había como una nube y luego tenía todo el cuerpo cubierto de una especie de polvo muy pegajoso”, recuerda más de cinco décadas después.
Unos indicios que coinciden con la versión que ha confesado el científico retirado de la Fuerza Aérea de EE.UU. James Clary. “Allí pulverizamos 80 millones de litros de ese material, sus cuencas hidrográficas, sus arrozales, sus pozos están contaminados”. Es más, el historiador del Instituto Americano de Física, David Zierler, asegura que “era un arma de destrucción masiva”.
Ella se duchó inmediatamente y, aunque sabía que el contacto con esa sustancia no era un buen augurio, no se imaginó la gravedad de lo ocurrido. Eso, hasta que unos dos años después su primera hija, Viet Hai, (“Mar de Vietnam”), nació con un grave defecto cardíaco. “Me dejó cuando sólo tenía 17 meses”, relató la mujer a la cadena alemana Deutsche Welle. “Siempre me culpé de ser una mala madre por no haber podido proteger a mi hija”, agregó.
Pero ese era solo el comienzo. “Mis dos hijas vivas también nacieron con defectos físicos y también son portadoras de enfermedades genéticas que yo les transmití”, relata Nga a La Tercera. “Puedo decirte que las consecuencias morales siguen siendo muy pesadas y me perseguirán hasta el final de mi vida. En mi caso, tengo diabetes tipo 2 con una anomalía que me produce alergia a la insulina, he contraído tuberculosis y por un defecto tengo resistencia al (antibiótico) Rimifon, tengo un cáncer de mama que amenaza con la remisión y padezco una anomalía en la sangre llamada alfa talasemia, y la lista sigue y sigue”, se lamenta.
Un laboratorio alemán confirmó que la causa probable eran los elevados niveles de dioxina en la sangre. El efecto del “agente naranja” se basó en la dioxina, afirma Rodion Ebbighausen, editor de Deutsche Welle.
Así, apoyada por varias ONG, Nga demandó a 14 empresas químicas ante un tribunal de Évry, un suburbio de París donde vive desde hace varios años. Todas ellas, incluidos el gigante estadounidense Dow Chemical y Monsanto, desde hace pocos años perteneciente al grupo alemán Bayer, fabricaron el “agente naranja” durante la guerra de Vietnam.
El histórico juicio se celebró en Francia a finales de enero pasado. Y la esperada sentencia se conoció el lunes pasado. Y fue adversa para Nga. El tribunal de Évry declaró inadmisibles las reclamaciones de la activista franco-vietnamita. La corte falló a favor de las empresas, al considerar que habían “actuado a las órdenes y en nombre del Estado norteamericano” y que podían reclamar “inmunidad de jurisdicción”. Este principio del derecho internacional establece que ningún Estado soberano puede someter a otro a su jurisdicción.
El abogado de Monsanto, Jean-Daniel Bretzner, había argumentado que un tribunal francés no era competente para juzgar las acciones de un Estado extranjero soberano en el contexto de una “política de defensa” en tiempos de guerra.
Pero Nga piensa lo contrario. “En la audiencia de alegatos del 25 de enero, el abogado William Bourdon demostró claramente que las empresas respondieron a las licitaciones y no a las órdenes del gobierno de EE.UU. Produjeron estos herbicidas con pleno conocimiento de un nivel muy alto de dioxinas en el producto, según han demostrado los archivos”, explica a este medio.
Por eso considera que el fallo del tribunal de Évry es “injusto e inaceptable”. “Afortunadamente, esta es solo la decisión del tribunal de Évry y no de toda la justicia francesa, en la que sigo confiando”, señala.
Pese al revés, Nga dice que seguirá su batalla judicial. “Inmediatamente después del anuncio de la conclusión del tribunal de Évry, con mis abogados decidimos recurrir al Tribunal de Apelación y estamos en el proceso de construir un caso aún más sólido, con todas las experiencias de estos seis largos años de procedimiento y de esta audiencia oral, así como de esta conclusión. Necesitamos una ley como la francesa para entablar una demanda multinacional”, afirma. Incluso, se muestra dispuesta a seguir su demanda en tribunales internacionales. “Sí, estoy lista si existe la posibilidad”, asegura.
“Si bien comencé la lucha casi sola en 2014, hoy estoy rodeada de millones de amigos enamorados de la ‘justicia’ en todo el mundo”, apunta Nga, quien agradece el apoyo internacional a su causa. “Desde el inicio del proceso, este juicio se ha calificado de único, histórico y político. Todos los artículos de los periódicos de todos los países interesados en este caso lo han titulado de ‘histórico’ y les agradezco mucho por ello”. “La razón que me motiva es la lucha por la justicia para millones de víctimas en Vietnam y en varios países”, concluye.