El reloj marcaba las 19.15 del domingo 17 cuando los 10 presidentes de partidos que estaban en el segundo piso de la sede del Partido Socialista (PS) entraron a la oficina de la presidenta de esa colectividad, Paulina Vodanovic. A esa hora la izquierda podía respirar tranquila: con un 55% de los votos, había ganado el plebiscito constitucional.
Cuando los timoneles se instalaron en el despacho de Vodanovic, la senadora se sentó en su silla, tomó su computador y, en una lluvia de ideas junto a los otros presidentes de partidos, redactó una declaración pública de toda la alianza de gobierno.
Ese documento quedó lleno de pistas sobre cómo el oficialismo se tomó el triunfo en las urnas. Partieron comentando que no irían por un “revanchismo”, que quedó claro que “Chile rechaza la consolidación del modelo de AFP y de isapres”, que se requiere de “un gran acuerdo que modifique estructuralmente estas dos sentidas demandas” y que lo urgente es “sintonizar la agenda del Chile real” con prioridades como “seguridad, crecimiento económico, empleo, pensiones, salud y educación”. Esa noche -leyeron en el oficialismo- partió una nueva oportunidad.
Pasar a la delantera
La semana partió con caras sonrientes. Tanto así que el lunes, en el comité político ampliado de La Moneda, el Presidente Gabriel Boric sorpresivamente se sumó para compartir una arenga. A menos de 24 horas del plebiscito, en el Frente Amplio (FA) ya se había instalado una sensación que mezclaba entusiasmo y preocupación.
En el bloque consideraron que habían sido muy blandos con la derecha y se comentaba que ellos tuvieron que “aguantar el escarnio público sin piedad” por farrearse el proceso de la Convención y que “no podía ser que ahora la derecha la sacara gratis”. Por eso acordaron ir elevando el tono.
Más aún cuando la reacción de los republicanos y Chile Vamos fue negar sus votos para la reforma previsional y el pacto fiscal del gobierno. Por si el mensaje no fuera claro, la derecha puso el pie en el acelerador e ingresó la tan anunciada acusación constitucional contra el ministro de Vivienda, Carlos Montes (PS).
Conscientes de este escenario, el FA tomó resguardos y transmitió al gobierno que había que actuar con rapidez para aprovechar este “momentum”, porque el vuelo que dejó el plebiscito podría durar muy poco. “Este es el escenario ideal para reponer la agenda política. Queda un espacio bien frágil que tenemos que saber aprovechar con mucha astucia”, afirma el presidente de Comunes, Marco Velarde.
La Moneda no dudó y el mismo lunes pasó a la delantera. La ministra del Trabajo, Jeannette Jara (PC), reflotó la reforma de pensiones que había congelado hasta después del plebiscito y envió una clara señal al anunciar por redes sociales nuevas indicaciones. La audaz jugada tomó por sorpresa a la derecha que, entre incipientes recriminaciones internas, recién procesaba su derrota.
El buen ánimo también llegó al Congreso, pero con un toque de sabor amargo. Los parlamentarios oficialistas votaron el reajuste del sector público. En dicha ley venía un artículo que ayudaba a mitigar el delicado momento financiero de las isapres. Para varios legisladores frenteamplistas el gobierno les estaba pidiendo aprobar un “salvataje” a las isapres, las mismas aseguradoras que, en su programa, habían prometido transformar en un Fondo Universal de Salud para “terminar con el negocio de las isapres”. El proyecto se terminó aprobando con holgura, pero hubo descuelgues de diputados del FA.
La tarde del martes, en la hora de incidentes de la Cámara, el diputado y timonel de Convergencia Social (CS), Diego Ibáñez, pidió la palabra. Aunque la sala estaba casi vacía, emplazó a la derecha. “La política del ‘que se jodan’ perdió. Les pedimos que para que Chile gane, lleguemos a acuerdos. Para que tengamos acuerdos, los chilenos necesitamos que ustedes transformen su odio en trabajo, en diálogo y, por qué no decirlo, en amor”, afirmó en el hemiciclo.
Sus palabras reflejan la actitud que tomaron varios parlamentarios del FA de dejar a la derecha como intransigente. “Hemos mostrado que tenemos mucha voluntad de llegar a acuerdos, de ceder en ciertos puntos, pero creo que ya es suficiente. Es hora de que la derecha deje de trancar la pelota y se siente a conversar en serio”, dice la diputada Emilia Schneider (CS).
Las balas de plata
En la coalición existe la determinación de no volver a cometer errores tácticos, como haber supeditado las reformas estructurales al cambio constitucional de la Convención, y fijar una estrategia clara para lo que queda de gobierno. El tiempo se acaba y por eso en el FA buscan jugar las últimas cartas para “proponerle una ganancia a Chile gracias a nuestra pasada por el gobierno” y, como les gusta decir, “mejorar las condiciones materiales de las personas”.
La misión no se avizora fácil. En el FA consideran que el gobierno ya ha cruzado líneas rojas, como fue la aprobación de la Ley Nain Retamal o la Ley de Usurpaciones. Ambos episodios dejaron heridas en las bancadas de diputados frenteamplistas, quienes resienten y toman distancia de la agenda de seguridad del gobierno.
Pese a esta visión crítica, la coalición sabe que en estos dos años han tenido un duro ajuste de expectativas, sobre todo, por no haber conseguido mayorías parlamentarias, la dura e imborrable derrota del 4-S, el desembarco del Socialismo Democrático en el corazón del gobierno y una serie de errores políticos y de gestión, como los indultos o la crisis de la educación pública con el paro de profesores en Atacama que obligó a pausar la desmunicipalización.
Llegar a La Moneda fue un baño de realidad que rápidamente generó que algunos puntos emblemáticos del bloque quedaran enterrados, al menos por ahora. Así, perdió fuerza el discurso anti TPP11, se frustró firmar una nueva Constitución, atrás quedó “terminar con el sistema de las AFP”, militarizaron La Araucanía a través del estado de emergencia más extenso desde el retorno a la democracia, matizaron su postura sobre el control de la migración irregular, se les vino encima su discurso impugnador contra la corrupción al verse envueltos en el lío de platas y han girado en asuntos más simbólicos, como la valoración que tienen de la figura del expresidente Ricardo Lagos o su relación con el exmandatario Sebastián Piñera.
“Uno no elige el terreno donde se despliegan las ideas del FA”, dice un diputado. Hay conciencia de que los votos para su agenda no están y que eso hay que administrarlo con criterio de realidad. Lo que podría haber sido el germen de una rebelión interna -o una impugnación, como los caracterizó mientras fueron oposición-, se ha ido canalizando en resignación. Un asesor del FA lo explica así: “El poder finalmente termina actuando como una máquina disciplinadora y de contención”.
Por lo mismo, en el FA comentan que si bien ya se cruzaron líneas rojas, hay otras amarillas o incluso naranjas que los alertan, como la ley corta de isapres y el pacto fiscal. Si bien en lo que llevan de gobierno han logrado avances en la agenda frenteamplista -en temas como litio, royalty minero, copago cero, salario mínimo, conciliación entre la vida familiar y la laboral y 40 horas-, aún no consiguen alguna reforma estructural para dejar como legado. Y este es un tema que inquieta y que subterráneamente se ha tomado parte del debate por un nuevo partido único.
Para eso el FA busca “escoger las últimas balas de plata”: todo indica que apostarán a la agenda de cuidados, el fin al CAE, la reforma a pensiones y educación pública. “Tenemos que ser una fuerza con mucha determinación para construir los caminos necesarios para que algunas de las medidas que comprometimos se cumplan. Eso supone flexibilidad táctica para tener pensiones mínimas, terminar con el endeudamiento por estudiar y tener un sistema de cuidados”, reconoce la presidenta de Nodo XXI, Camila Miranda (Comunes).
Esto explica el que el CAE sea una demanda que viene y va cada cierto tiempo. En el FA dicen que es una idea “distintiva e indisoluble del proyecto político” y, por lo tanto, no la soltarán. Saben que el camino más difícil es conseguir la condonación -el propio titular de Hacienda, Mario Marcel, lo ha descartado-, pero están abiertos a cambiar la lógica del financiamiento de la educación superior, que está en crisis, y así poner fin al CAE. En pensiones se lamentan de que han cedido bastante, así que apretarán los dientes para buscar descuelgues en RN y Evópoli, dejando como punto intransable “proteger el componente de solidaridad”.
Tras dos años en La Moneda, parte del FA aprendió a ser pragmático y tiene certeza de que las expectativas se deben ajustar. “Los programas son horizontes a largo plazo, y bajo la actual correlación, requieres lograr avances para que el pueblo viva mejor. Jamás va a ser una derrota lograr un pequeño avance que signifique más plata en los bolsillos de las familias trabajadoras. Eso es parte del arte de llegar a acuerdos”, dice Ibáñez. Para varios dirigentes del FA no solo hay que poner los huevos en la misma canasta del Congreso, sino que también “desparlamentarizar” y mejorar la gestión.
¿Convivencia o aniquilación?
La articulación política del FA en esta última oportunidad que se abre luego del plebiscito está cruzada por un desafío político mayor: reducir los espacios de conflictividad con el Socialismo Democrático. La permanente riña con sus socios de la ex Concertación ha derivado en una pelea por la hegemonía que no ha decantado, que con el tiempo solo ha seguido la inercia del choque y, por lo tanto, escasea una brújula común. Algo propio de dos coaliciones que partieron enfrentadas y que se tuvieron que unir a la fuerza por razones pragmáticas.
La escena más evidente de esto se dio inmediatamente después del triunfo del domingo, cuando el Socialismo Democrático apuntó sus dardos al jefe de asesores del Segundo Piso, Miguel Crispi (RD), debido a su frágil posición luego de los cuestionamientos por el caso Democracia Viva. Ese paso activó una camotera de vuelta por parte de RD.
En el FA reconocen que Boric se ha transformado en “un espacio en disputa”. Más aún cuando el Socialismo Democrático resiente que tengan el control de ministerios políticos clave, pero el Mandatario siga tomando decisiones estratégicas en sus grupos más íntimos.
La música de fondo de esta guerra fría es la “crítica a los 30 años”. De paso, el Socialismo Democrático empieza a agotar su línea de crédito para asumir las esquirlas de las deficiencias de gestión y desprolijidades que el mismo Boric ha ido reconociendo con su ya tradicional política del mea culpa.
El FA está decidido a lograr una convivencia “de igual a igual” entre ambas coaliciones y tienen esperanza de que sus socios de alianza “abandonen la tesis de la aniquilación, el reemplazo o la revancha, que fue la que erróneamente asumimos nosotros en un inicio”. Si antes había poca esperanza, ahora el desafío se ve con optimismo. La razón está en que por primera vez la alianza de gobierno tuvo dos experiencias exitosas “de máxima unidad integral”.
La coalición destaca el ejemplo de los excomisionados del PS, PPD, DC, PC y el FA, y también la sintonía conseguida en el comando del “En contra”. En ambas situaciones el objetivo era más simple que la conducción de un gobierno, pero en el FA las destacan como una lección para enfrentar lo que se viene. “Nos dimos cuenta de que es posible trabajar juntos”, confiesa un dirigente del sector.
A fines de esta semana, en un seminario de Rumbo Colectivo -centro de pensamiento de RD- y Horizonte Ciudadano -fundación de la expresidenta Michelle Bachelet- el timonel de RD, Diego Vela, reiteró la relevancia de este punto: “La unidad no se decreta, se construye. Ahora tenemos una oportunidad que es bien única”.
Mientras el FA resuelve el drama de la convivencia con el Socialismo Democrático, en paralelo tiene que ordenar su casa. La coalición se dio cuenta de que escasea la articulación política y un partido “con densidad” que defienda a Boric. Siguiendo el camino que pidió el Presidente, iniciaron el proceso para unificarse en un solo partido. Los obstáculos abundan, pero esta semana el Servel entregó buenas noticias: podrán hacerlo antes de las municipales. El verano, adelantan en el bloque, será un periodo clave. El primer desafío está en responder a la pregunta sobre qué representa el FA y superar el diagnóstico de que solo son “una franja generacional”.
La prueba de fuego para redefinir las prioridades del gobierno será el 9 de enero. Los ministros del comité político invitaron a los partidos de la alianza a un cónclave en Cerro Castillo para cerrar la nueva hoja de ruta. Así, de a poco, se va fraguando la última oportunidad del FA para sellar su paso por La Moneda.