Oksana llega hasta la Plaza de la Independencia en Kiev con un ramo de flores amarillo para dejarlo en el memorial para los soldados caídos en la guerra de Rusia contra Ucrania, justo cuando se cumplía un año de la muerte de su esposo, Taras. “Vine a rendirles honores a todos los que combaten en el frente. En realidad no tengo palabras, los soldados de Moscú no tienen el derecho de venir a nuestra tierra y matar a nuestra gente. Todo el mundo necesita ver que es una guerra injusta y tienen que tomar cualquier oportunidad para detenerla. Necesitamos ayuda”, dice emocionada.
El memorial, que comenzó con solo 55 banderas para los defensores de Mariupol, es ahora un campo entero de amarillo y azul. Aunque la instalación no tiene nombre, cientos de nombres están escritos en las propias banderas no solo ucranianas, sino que también de distintos países, cuyos soldados son parte de la legión extranjera. Así, la gente lleva flores, velas y fotos a la plaza central de Kiev como señal de gratitud y respeto.
Si bien la vida en la capital ucraniana parece normal en la superficie, con negocios abiertos, calles llenas de autos, personas yendo a sus trabajos, los jóvenes acudiendo a los colegios y universidades y en la noche los restaurantes y bares llenos, la guerra que ha devastado al país se encuentra en todas partes.
Cuando han pasado más de dos años desde el inicio de la invasión rusa a gran escala, Kiev aún mantiene las cicatrices de los bombardeos rusos, y si bien estos ataques no son tan frecuentes como en febrero y marzo de 2022, debido a que las unidades de defensa aérea ucranianas, reforzadas, se han vuelto expertas en interceptar los drones y misiles rusos disparados contra la capital, no quiere decir que no ocurran. Por ejemplo, en julio pasado un ataque alcanzó el hospital infantil Okhmatdyt y murieron 27 personas, entre ellas cuatro niños y más de 100 quedaron heridos.
Alrededor de algunos monumentos, museos y edificios de oficinas se han apilado sacos de arena para protegerse de posibles ataques. Y en las calles es posible ver avisos publicitarios en los que se llama a alistarse al ejército.
Por la noche las calles están vacías tras la entrada en vigor del toque de queda de medianoche. Y es justamente en la madrugada cuando se incrementa la cantidad de los ataques. Los ucranianos tienen una aplicación que no solo les permite pagar el bus o pagar por el estacionamiento, sino que también estar atentos a las alertas aéreas.
Todas las noches se registra al menos una alarma y, por ejemplo, hasta el cierre de esta edición se habían producido 1.305 alertas de ataques aéreos en Kiev, con un total de 1.432 horas y 50 minutos. “Te has vuelto más fuerte a través de cada sirena y (estamos) más cerca de la victoria”, dice el mensaje de la aplicación.
Las estaciones de metro sirven como refugios, uno de los más conocidos es la estación Puerta Dorada, donde se han hecho recitales. Ucrania había sido bien preparada por las autoridades soviéticas lideradas por Moscú. Durante décadas, los planificadores construyeron refugios profundos bajo los edificios públicos contra posibles ataques de enemigos principalmente occidentales. Muchos de ellos eran refugios contra la radiación de la época de la Guerra Fría, mientras que otros databan de la Segunda Guerra Mundial y de antes.
Normalmente no es el exceso de confianza lo que pone a la gente en peligro, sino el agotamiento. “Yo no voy al refugio cada vez que suena, porque si no tendría que ir todas las noches. Quizás no debería decir esto, pero yo solo voy (al refugio) cuando escucho explosiones”, cuenta Maria.
“Todo el tiempo pensamos que podemos morir en cualquier segundo. Y por la noche no dormimos bien y luego en la mañana debemos ir a estudiar o al trabajo. Pero debemos seguir viviendo, no tenemos otra opción. Nos dan miedo por la noche estas explosiones”, dice Felina Shevchenko, una estudiante de lingüística de 22 años.
“Tenemos que vivir, porque no tenemos otra vida, y tenemos que hacer todo que queramos. Yo desde el comienzo de la guerra decidí que debo hacer todo lo que quiero. Si quiero comer este pastel, me lo como. Estuve hace poco en la boda de unos amigos y fue genial. Y es que tenemos que vivir”, añade la joven cuyo padre murió en el frente a comienzos del año pasado.
Impacto económico
El impacto de la guerra en los diferentes sectores de la economía y los grupos sociales es desigual, pero el empobrecimiento en tiempos de guerra de grandes sectores de la sociedad ucraniana se pone de relieve en los datos procedentes de varias fuentes, señala el sociólogo y rector de la Escuela de Economía de Kiev, Tymofiy Brik, al portal de Radio Free Europe/Radio Liberty. “Pronto, los conflictos socioeconómicos pueden convertirse en un factor político por primera vez en la Ucrania independiente”, añade.
Desde el comienzo de la invasión a gran escala, el Servicio Estatal de Estadística no ha publicado datos sobre el desempleo. La agencia de investigación Info Sapiens elabora sus propias estimaciones sobre esta tasa. Según sus datos, en septiembre de 2024 la tasa de desempleo en Ucrania era del 15,4%. El indicador indirecto de pobreza (el porcentaje de personas encuestadas que tienen que ahorrar para comprar alimentos) aumentó al 24,2% en septiembre de 2024.
El número de ucranianos que viven en la pobreza ha aumentado en 1,8 millones desde 2020, lo que eleva el total a unos 9 millones, o el 29% de la población que vive en el territorio controlado por Kiev, señala el Banco Mundial en un informe publicado en mayo. El aumento de la pobreza se debió principalmente a la pérdida de empleo, ya que más de una quinta parte de los adultos que estaban empleados antes de la guerra ha perdido su trabajo, un problema que es especialmente agudo entre los desplazados internos (IDP). En Ucrania hay 4,6 millones de personas con estatus de desplazados internos, según Iryna Vereshchuk, viceprimera ministra y ministra para la reintegración de los territorios ocupados temporalmente.
Según la ley del presupuesto estatal, en 2024 el costo mínimo de vida aumentará de 2.589 grivnas (US$ 62,79) a 2.920 grivnas (US$ 70,81), lo que supone un aumento del 12,8%, teniendo en cuenta la tasa de inflación prevista del 9,7%. Un panorama complejo si se considera que el sueldo mínimo es de US$ 200. Oleksiy comenta que antes de la guerra a gran escala gastaba al mes entre US$ 100 y US$ 150 mensuales en el supermercado para dos personas, pero ahora subió a US$ 200. “Todo ha subido, el pan pasó de costar 18 grivnas (US$ 0,44) a 29 grivnas (US$ 0,70), y eso que acá producimos trigo. El aceite también subió. Ahora tuvimos un alza de la electricidad del 20% y con la llegada del invierno todo va a ser peor”, comenta.
Los ataques rusos también han hecho que cuando las personas buscan un lugar para vivir opten por el primer o el segundo piso y que tenga un refugio cerca. Lo que se suma al precio de los arriendos, que se estima ha tenido un alza de 30% en un año. “Creo que mucha gente de otras partes de Ucrania se han venido a Kiev escapando de los ataques y de la cercanía del frente”, indica Oleksiy.
En medio de este panorama, las presiones al gobierno ucraniano de parte de Occidente para que acepte una negociación con Rusia y ceda parte de su territorio se cuelan en las distintas conversaciones. “Hemos estado más de 10 años en esta guerra y no sé cuántas personas han muerto. Me parece que cada familia tiene un familiar o un amigo que murió en esta guerra. Cómo podemos darles estos territorios. Es Ucrania. Allí vive nuestra gente, no podemos aceptar eso”, concluye Felina.