“Van a tener en Venezuela el derecho a rumbear otra vez. Un derecho fundamental que debería constitucionalizarse. Porque, ¿quiénes somos nosotros si no rumbeamos jueves, viernes, sábado y domingo? ¡No somos nada!”, dijo el pasado 16 de enero el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ante el aplauso cerrado de unos fieles asistentes a su mensaje anual a la nación.
Sus palabras se dieron en medio de un discurso de más de tres horas, en el que habló de los “logros y victorias de 2024”, pero donde también invitó a los venezolanos que están bajo la amenaza de ser deportados desde Estados Unidos por las nuevas políticas migratorias de Donald Trump a volver a su país para recobrar su derecho a hacer fiesta cuatro días seguidos a la semana.
En Chile, donde se estima que la diáspora venezolana ha traído cerca 800 mil ciudadanos de ese país, muchos han ejercido en pleno ese “derecho”, mientras que otros han encontrado allí una oportunidad de negocio.
Y a la hora de definir cuál es el lugar predilecto para “rumbear”, uno salta a la vista: el bohemio barrio Bellavista. Principalmente el área correspondiente a la comuna de Recoleta, en el cuadrante que conforman las calles Pío Nono por el este, Santa Filomena por el norte, Purísima por el oeste y Dardignac por el sur. Tan sólo en esas cuatro manzanas hoy existen al menos 10 locales nocturnos enfocados en público venezolano.
“Entre tener un local vacío y tenerlo con un público que hoy día sí es entusiasta, que sí sale, que es de un nivel de consumo alto, yo creo que es un tremendo potencial de negocio el invertir en ofrecer al público caribeño, venezolano, colombiano o de cualquier nacionalidad una oferta atractiva”, explica Fernando Bórquez, presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Turismo y Espectáculos (Anetur).
Por eso es que, a partir de 2018, varios locatarios chilenos convirtieron sus negocios para pasar de vender botellas de cerveza de un litro a estudiantes universitarios, a realizar fiestas con salsa, merengue y afrohouse, trayendo a DJ’s y cantantes de ese país. Y también a vender bebidas alcohólicas traídas directamente desde el estado de Aragua, en Venezuela, y que pueden llegar a costar $ 75 mil por unidad.
El fenómeno, además de ser un buen negocio, trajo una consecuencia. Desde hace al menos dos años, relatan locatarios y vecinos del sector, varios de los dueños de locales y sus administradores, principalmente extranjeros, están siendo extorsionados por sujetos que dicen ser miembros del temido Tren de Aragua.
“Me pedían pagar $ 1 millón mensual. Por cualquier otro evento grande que hiciera, tenía que pagar una cuota extra. Si yo traía un artista y hacía una superproducción, era más plata”, relata a LT Domingo uno de los pocos empresarios nocturnos que se atreven a hablar y que optó, como varios están haciendo hoy, por cerrar, vender o arrendar sus locales, o por desaparecer del barrio y dejar todo en manos de administradores.
“Nosotros hablamos con los locatarios y sabemos que cerca de un 80% prefieren pagar la famosa ‘vacuna’ para poder trabajar. Pero nuestro mayor miedo es que el crimen organizado termine comprando o haciéndose cargo en las sombras de los locales nocturnos. Y creemos que eso ya está pasando”, relata una vecina que conoce en profundidad la realidad del sector.
Botellas a $ 75 mil
Enyervet Álvarez lleva nueve años en Chile y es un ciudadano venezolano que ha visto cómo Bellavista se ha convertido en un polo de la rumba de ese país. Más conocido como “Enyer DJ”, dice que todo partió por allá por el año 2016, cuando una vez al mes se hacía un evento enfocado en público venezolano en la discoteca “Las Urracas”, de Vitacura.
Luego, en 2019, se unió como trabajador al primer club que vio en el público caribeño una oportunidad de negocio: “Caracas Club”, ubicado en calle Antonia López de Bello. “Yo fui el DJ de ellos en sus inicios durante dos años. Era la parte de arriba del bar Oxford, ellos tuvieron esa visión”, relata Álvarez en mención a un histórico local de venta de cerveza para público joven y universitario, que luego fue reemplazado completamente por Caracas Club.
En sus abundantes videos en redes sociales, la discotheque -con banderas de Venezuela en su interior- es conocida en verano por sus fiestas de espuma y poleras mojadas, por no cobrar entrada y dar barra libre a mujeres, y porque, como varios otros locales del sector, terminan el fin de semana de fiesta a las 4.00 de la madrugada del lunes.
“El chileno, cuando sale a carretear, toma por tragos. Van a la barra y piden un ‘copete’. El venezolano mayormente pide un servicio, que es una botella entera con su Red Bull, con su bebida, sus vasos. Hay garzonas que están trabajando, van a tu mesa, te atienden”, cuenta Álvarez.
De hecho, los sábados, el día más caro, en Caracas Club una botella de whisky Johnnie Walker negro cuesta $ 75 mil, una botella de pisco Alto del Carmen vale $ 45 mil y una botella de ron “Santa Teresa”, producido e importado desde el estado de Aragua en Venezuela, tiene un costo de $ 55 mil.
Pero Enyer DJ dice que Bellavista ya no es lo fue hace un tiempo. Sobre todo luego de la pandemia, donde muchos se volcaron a salir de fiesta tras las cuarentenas por el Covid-19. “Ha bajado mucho el público, porque para nadie es un secreto que la inseguridad ha hecho lo suyo, el barrio ha tenido un poquito de mala fama”, reconoce.
A la abundante venta de droga y fenómenos como las “jaurías” de asaltantes que roban con violencia a personas que salen de los locales en la madrugada, dicen los vecinos, hay que sumar las balaceras que se han producido en los últimos meses. Por ejemplo, el 11 de febrero pasado, en Antonia López de Bello con Purísima, Recoleta, Carabineros se enfrentó a tiros con un sujeto chileno que hirió a cuatro personas con sus disparos.
Y la madrugada del viernes pasado, a cuatro cuadras, en Pío Nono con Bellavista, también en Recoleta, un hombre chileno fue asesinado con ocho disparos percutados por dos hombres que se movían en una motocicleta.
También, dicen los vecinos, está lo que ocurre dentro de los locales y que nadie ve. Como lo que pasó el 12 de abril de 2022 en Caracas Club: cuando uno de los garzones trató de evitar que cuatro sujetos extranjeros les robaran a dos clientes del local, a cambio recibió una puñalada en el abdomen que por poco le quita la vida. Luego, el 30 de octubre del mismo año, otro sujeto trató de apuñalar a otro cliente, provocándole múltiples heridas en el cuerpo.
La extorsión del Tren de Aragua
De acuerdo al relato de los vecinos y locatarios del sector que se atreven a hablar, entre los locales nocturnos para público extranjero en el barrio Bellavista, en su mayoría venezolano, además de Caracas Club, se suman otros como The Rum, Rumba Multiespacio, Dallas, Mística, Waoo 2.0, Ibiza y Verzach. En este último, desde su inauguración hace unos siete meses, Enyervet Álvarez se convirtió en el DJ oficial.
“Este local tenía otro nombre: ‘Mr. Gyvens’. Yo trabajaba aquí, pero de Dj, y también trabajaba en Hawaii, que estaba aquí al lado, también era para venezolanos”, dice Álvarez sobre dos locales de calle Pío Nono que hasta hace poco pertenecían a Gyvens Laguerre, cantante de reggaetón, quien el pasado miércoles fue detenido a bordo de un vehículo clonado y con un revólver con cinco municiones, por lo que fue formalizado y quedó con arresto domiciliario total.
En Waoo 2.0, también en Pío Nono, su operador, el dominicano Beato Manzueta, dice tomar todos los resguardos que están a su alcance para evitar delitos, como, por ejemplo, contar con un detector de metales al ingreso a su local. “Los locatarios hemos trabajado en rescatar y volver a que esta imagen de Bellavista cambie. A todos nos ha afectado la mala imagen, acá hay delincuencia y la responsabilidad muchas veces se la echan a los locatarios”, relata.
Pero hay un tema del que casi todos se rehúsan a hablar. “En la medida en que este lugar se empezó a llenar de público extranjero, que está dispuesto a gastar, y a que algunos dueños o administradores son extranjeros, el Tren de Aragua vio una oportunidad para entrar”, cuenta un chileno dueño de locales, quien pide reserva de su identidad.
Otro exlocatario extranjero, quien se vio obligado a dejar sus negocios por la extorsión que dijo haber vivido, explica que, para él, todo partió a mediados del año pasado, con un mensaje de texto. “Me declararon enemigo del Tren, pero yo no pesqué. Después llegaron directamente a mi local”, recuerda.
“Ellos tienen infiltrados dentro de la gente que trabaja con uno. A mí me vendió un trabajador. Les dio mis horarios, los autos que yo tenía, las ventas que yo hacía, toda la información de mi negocio”, afirma.
Pero esta persona dice haberse negado a pagar. En cambio, ha sido uno de los pocos que denunciaron los hechos a la Brigada de Investigación Criminal (Bicrim) Independencia de la Policía de Investigaciones, la que en noviembre ejecutó un operativo en el que detuvo in fraganti a dos ciudadanos venezolanos en el momento en que andaban recolectando el dinero de las extorsiones, o “vacunas”, en un camión de reparto. Una investigación que hoy sigue en curso.
Fuentes policiales aseguran que aún no hay certeza de si los extorsionadores que operan en Bellavista realmente pertenecen al Tren de Aragua o si sólo usan la marca para intimidar, pero ya ha habido represalias en contra de los que se han resistido a pagar. “Hemos visto varios casos de disparos injustificados y el intento de incendio de un local nocturno, que afortunadamente pudo ser controlado”, comentan las mismas fuentes.
“Hay varios que optan por pagar, cada cual con su tema. Pero si les pagas, ellos después ocupan tu local para hacer sus negocios, para vender droga, llegan armados a tu local”, confiesa uno de los locatarios extorsionados que agrega un ejemplo: “Si, por ejemplo, viene el fin de semana y tú decides traer un DJ a un evento, ellos te llaman y te dicen que no puedes hacerlo, porque ellos tienen un evento en otro local y tú no les puedes competir. Te conviertes en un esclavo”.
Productoras y pistola
Pese a que es conocido por sus bares y locales nocturnos, el barrio Bellavista es también el hogar de muchas familias. Los vecinos dicen estar desesperados. “Este barrio nunca ha sido de los más seguros, pero el nivel de violencia que vemos hoy es muy grande. No es normal que nuestros niños salgan a la calle en la mañana y se encuentren con pozas de sangre en las veredas”, detalla una vecina.
Han sido también los vecinos quienes han recibido denuncias de trabajadores de algunos de los locales nocturnos. Estas han sido canalizadas por medio de la Municipalidad de Recoleta a la Fiscalía Centro Norte. Una de ellas, aseguran, fue el relato de un mesero que dijo haber visto cómo en uno de los locales las zonas VIP son usadas por bandas que a vista de todos dejan sus armas de fuego en las mesas y consumen drogas y alcohol.
Desde el municipio afirman que han identificado hechos delictivos e incivilidades en los alrededores y áreas de influencia de los locales de “rumba” venezolana. “Hemos presentado un total de cinco denuncias ante la Fiscalía, todas ellas respaldadas con la firma del alcalde. Asimismo, hemos solicitado en siete ocasiones rondas preventivas a Carabineros de Chile con el objetivo de reforzar la seguridad en el sector”, explicaron brevemente.
Los vecinos, cuya voz es consultada, pero no vinculante al momento de renovar las patentes de alcoholes de los locales nocturnos, ven también un nuevo fenómeno que les preocupa: la aparición de una serie de productoras de fiestas para público extranjero que arriendan a largo plazo algunas de las discotecas.
“Las patentes de alcoholes son escasas y acá se están vendiendo por alrededor de $ 200 millones. Pero las productoras se saltan ese proceso, porque cualquiera puede arrendar y hacer sus fiestas, amparado en el permiso que tiene el dueño del local”, explican con temor.
Como ejemplo, ponen un hecho ocurrido el fin de semana pasado. La Municipalidad de Recoleta fiscalizó y clausuró un local nocturno porque en su interior estaba operando y entregando boletas otra empresa, cuyo local había sido clausurado en calle San Pablo, de la comuna de Lo Prado, tras el asesinato de una mujer colombiana en agosto pasado. Una especie de “fachada”.
Otro punto que inquieta a los vecinos es la escasa inversión pública en la zona. “Esto quedó chico para una municipalidad. Acá se debe hacer una intervención desde el Estado, como están pensando en otros lugares, como el barrio Meiggs o como en La Chimba”, dicen. En el sector hoy se ejecuta el programa Barrios Comerciales Protegidos, de la Subsecretaría de Prevención del Delito, que ha invertido, por ejemplo, $ 44 millones en instalar segregadores para evitar que vehículos se estacionen en las veredas.
El gobierno regional de Santiago, por su parte, incluyó en 2022 el barrio Bellavista en su proyecto de “Reactivación Económica de la Zona Cero”. Mientras que desde la Delegación Presidencial, a propósito del homicidio ocurrido el viernes pasado, aseguraron que “este es un sector donde en el marco de una mesa jurídico-policial que hemos tenido, tanto con Providencia como con Recoleta en conjunto, hemos hecho una intervención muy importante desde el punto de vista policial y desde el punto de vista situacional con los municipios, y vamos a persistir en ese esfuerzo”.