“Buenos días. ¿Te sumarás a la reunión?”. Eran las 10 am del viernes y Tomás (29, ingeniero) olvidó la cita laboral que tenía junto a su equipo de trabajo. Revisó el celular 30 minutos tarde y el mensaje que lo despertó era de su jefe. “Menos mal la aplicación tiene una cámara que te muestra antes de ingresar”, dice el joven, quien se sorprendió al ver su reflejo en la pantalla: tenía el ojo morado.

Tomás no es su nombre, pero no quiere decirlo para no perjudicar más su reputación laboral. Junto a varios amigos asistió el jueves a la fiesta Terrazas Bosque Luz, en Ciudad Empresarial, que tuvo un aforo de 900 personas. Uno de los eventos más masivos que tuvo la primera noche sin toque de queda después de 560 días. “Desperté con sangré en mis dedos, pero con una gran sonrisa en mi cara. La gente se desató por el fin del toque de queda. Estuvo muy entretenido, a pesar de lo que pasó”, celebra el ingeniero, quien asegura que las heridas fueron producto de un desconocido que lo golpeó por una “confusión”.

“Estuvo muy buena, se notaba que la gente andaba feliz, todos se abrazaban. Había ambiente festivalero, como si fuera año nuevo”, detalla Pablo (23, estudiante universitario), quien, a su vez, fue testigo de algunas peleas en el lugar. “Estaba lleno, bailabas pegado a la gente, había poco espacio, no alcanzaba para hacer ningún movimiento. ¿Mascarillas? No vi ninguna, ni siquiera en la fila y menos en la pista de baile”, dice José (27, abogado), uno de los asistentes. Pese a la emoción y las expectativas por el fin del toque de queda, un extraño fenómeno ocurrió cuando llegaron las 0 am. “Muchas personas se empezaron a ir. La fiesta empezó temprano, había cansancio y la gente está acostumbrada a los nuevos horarios”, explica José.

La intensidad en Manuel Montt

En Mito Urbano, discotheque en Av. Manuel Montt, pasó algo parecido. “A las 0 am disminuyó la cantidad de gente en el local”, comentaba una de las garzonas, mientras atendía a los más de 100 asistentes.

Pero durante toda la noche hubo fila en la entrada. Había que entrar con mascarilla, carnet de identidad y Pase de Movilidad. Pero al igual que en la fiesta en Huechuraba, los tapabocas no se usaban ni siquiera para ir al baño, pese a la insistencia de los organizadores.

La fila a las afueras de Mito Urbano, en Manuel Montt.

“¡Señorita, su mascarilla!”, gritó el guardia del local. “Ya”, le respondió la mujer de forma arrogante, sin obedecer la instrucción del jefe de seguridad. Otro fue más provocador: “Pa’ qué me la voy a poner, si me la saco dos metros más adelante”. Y tuvo razón, porque del centenar de personas que bailaban en el local ninguna estaba con la mascarilla puesta.

La última persona en entrar al bar lo hizo a las 3.20 am. Estuvo dispuesto a pagar los $10 mil pesos de la entrada, a pesar de que la fiesta terminaba 20 minutos más tarde. No fue el único que intentó hacerlo, pero a muchos les rechazaron el ingreso. “No dejamos entrar a personas en evidente estado de ebriedad y hoy fueron más los casos así. La gente está más descontrolada”, explicaba uno de los guardias, paciente ante las provocaciones de uno de los rezagados.

Pero la fiesta seguía afuera. Algo asustados por las cámaras de los canales de televisión que buscaban captar los mejores momentos de la primera noche sin toque de queda, los fiesteros no querían que la celebración terminara. “Me saco after”, pasó diciendo un hombre vestido de azul. “Tú lleva las minas y yo pongo la casa, es que este carrete no cumplió con las expectativas. Pensé que iba a ser más intenso el fin del toque”, alegaba.

“Hoy es noche libre. Todo se da más fácil”, comentaba otro. Era un ingeniero de 40 años, quien buscaba fórmulas para que alguna mujer le prestara atención ahí, afuera del local. Pero nadie lo hizo. Es más, les dijo a todos que se iba a ir a otra fiesta con el fin de invitar a alguien a su casa, pero 15 minutos después regresó con un completo en su mano. “Algo que tenga bueno esta noche, al fin puedo bajonear”, festejaba el hombre. Y ya con el estómago repuesto, no se rindió: “Voy a ir a Plaza Ñuñoa, siempre sale algo ahí. Me gasto 80, 100 o 200 lucas en una noche así. Hay que celebrar”. Otro grupo de hombres partió de Mito Urbano a Passapoga, local que festejó su reapertura nocturna con globos en su entrada.

En Av. Manuel Montt varios grupos cambiaban de bar para buscar nuevos rumbos en su travesía nocturna. Uno de ellos festejaba a viva voz que pudo entrar a uno de los bares sin estar vacunado: “No te voy a decir a cuál entré, pero mostré el pase de un amigo y no se fijaron que no coincidía con mi carnet”. El tipo, de unos 40 años, no quiso explicar por qué no se vacunó.

A pocos metros de ahí, un hombre sentado en el lugar del copiloto de un auto esperaba a sus amigos escuchando a Adele. Vaso en mano y ventanas abiertas, el tipo comenzó a quedarse dormido con el motor del auto encendido. Tuvo que pasar un transeúnte a advertirle que era conveniente que apagara el auto. Lo hizo. Después de un rato, llegaron sus amigos y siguieron en ruta buscando la noche.

“La gente anda desatada. Vi muchos autos volcados y accidentes”, cuenta Germán, conductor de una aplicación de automóviles.

La decepción en Bellavista

“¡Con esta canción nos despedimos, recuerden que cerramos temprano!”, gritó el DJ del Zona 3, masivo local de la calle Pío Nono, en Bellavista. La gente no entendió, porque recién eran las 23.15. De inmediato el animador aclaró que era una broma y se vino la ovación en el local, que tiene aforo para 350 personas. “¡Por fin!”, gritó un grupo de estudiantes, que minutos más tarde terminó bailando en el local. Al igual que en las demás fiestas, ninguno con mascarilla.

“¡Por fin!”, también gritaron en el bar Contramanos. “La gente estaba feliz, estaba celebrando no tener más restricciones en sus horarios. Somos un bar de temática gay y siempre hay transformistas. Entonces, a las 0 am se subieron todas las anfitrionas al escenario e hicieron un gran aplauso porque por fin se acabó el toque de queda. En ese minuto la gente estaba eufórica y se puso a bailar en sus mesas, fue muy emotivo, porque también ese aplauso fue para nosotros, los trabajadores que estuvimos limitadísimos sin nuestras horas normales de trabajo”, detalla Ellans de Santis, garzón del local en el que entraron cerca de 80 personas. De todas formas, cree que la noche del jueves no cumplió las expectativas: “La gente estaba extrañada de salir tan tarde. Estuvo bastante tranquila para ser la primera noche en que nos devolvieron las horas normales a nuestras vidas”.

La gente afuera del bar Harvard en Bellavista.

Unas cuadras al oriente de Contramanos, una promotora invitaba a un karaoke. “No se lo pierdan. Increíble karaoke bailable hasta las 5 am, tenemos mesas, pero después va a estar lleno”, les decía a los transeúntes que salían del Patio Bellavista a las 0 am. A la 1.30 am la anfitriona insistía en la invitación. Eso sí, por dentro, el local no tenía nada que ver con el discurso de la entrada, porque eran menos de 10 personas las que escuchaban a una señora cantar. “La conclusión es que la gente se confundió con la fecha, nadie entendió que el fin del toque de queda era el jueves”, admitía avergonzada la promotora.

“Hasta con toque había más ambiente en estos locales. De hecho, hace dos semanas en uno de esos bares el jefe apagó la música, cerró las puertas y nos dijo: ‘Se pueden quedar, pero se portan bien’”, cuenta Daniel (27, periodista), cliente frecuente de los bares de Bellavista. Para muchos, apunta, la fiesta es continua desde hace rato.

Son las 0.30 am y Fraternidad Campus Central, una de las fiestas masivas de Bellavista, cierra sus rejas. “¿No hay fiesta acá?”, preguntó Matías (25, diseñador). “La fiesta es mañana”, le respondió uno de los organizadores, mientras la última gente salía del local. “Estaba lleno, pero siempre pensamos en que la fiesta de regreso a la normalidad sería el viernes”, explicaba el administrador.

Matías y su grupo de amigos terminaron en el Zona 3, bar que cerró a la 1.30 am. “Fui al Jardín Mallinkrodt primero y después íbamos a Campus Central, porque se suponía que había fiesta hasta tarde, pero no pasó nada”, cuenta el diseñador. “Tengo la teoría de que la mayoría de la gente no entendió que la libertad era el jueves en la noche, sino el viernes. Por eso no estaban tan llenas las calles, me defraudó un poco la noche”, dice Matías. Pero igual no lo pasó tan mal, sobre todo cuando pasó a comer unas sopaipillas en el puente de Pío Nono: “Agradecemos caleta poder vivir la noche con tranquilidad, comer algo, extrañaba poder volver en micro, tener libertad de caminar piola, poder moverme sin tensión”.

Jornada tranquila en Club 57, en Bellavista.

Álvaro Jadue, director general del Patio Bellavista, quedó con la misma impresión. “Fue un jueves bastante normal. Yo creo que esto es porque la gente entendió que el fin del toque fue el viernes, el súper viernes. Hubo una confusión tanto del público como de los mismos locales. Nosotros teníamos claro el horario en todo caso, pero la confusión estaba dando vuelta en los clientes y también en otros locales del sector”, explica. El jueves el Patio cerró sus puertas a la 0 am y la última gente que abandonó el lugar se fue a las 2 am.

“Hay un tema operacional, no es tan fácil de conseguir el recurso humano para abrir tantas horas y no es fácil encontrar personal. Además, paulatinamente vamos a tener que ir tomando la temperatura al público, metafórica y literalmente (ríe) para ir entendiendo los modelos de comportamiento y poder adaptarnos a eso”, explica Jadue, quien puso todas las fichas en la jornada del viernes. El súper viernes.

El balance de la Seremi de Salud de la Región Metropolitana fue positivo. “En la primera noche sin toque de queda pudimos constatar que la mayoría de los ciudadanos se encontraba cumpliendo con los aforos y medidas dispuestas, por lo que los instamos a mantener un comportamiento responsable. Vamos a fortalecer la fiscalización, pero también el llamado es a fortalecer el autocuidado, no podemos estar en todos los lugares”, dijo la seremi Helga Balich el viernes, día en que se informó que en la noche del jueves se realizaron seis sumarios sanitarios.

Viernes repite

El viernes a las 18 horas Tomás seguía con el ojo morado. El ingeniero se reunió con sus amigos en un bar de Vitacura a repasar los mejores recuerdos de la noche anterior. ¿Qué pasó con el golpe? “Se consiguió mi número y me llamó para pedirme perdón. Fueron celos”, aclaró Tomás, mientras planeaba qué hacer en una nueva noche de fiesta.