El 29 de abril, Norma González (89 años) conmemoró el primer aniversario de la muerte de su esposo, Hernán Matte, en soledad, confinada en su casa, sin poder recibir visitas debido a la pandemia. Habían vivido juntos por más de 50 años. No tuvieron hijos y ya no les quedaban familiares cercanos con vida. Apenas mantenía contacto con un par de sobrinos, amigos y sus ahijados. Eran sus vecinos, en Estación Central, quienes le llevaban lo básico: pan, leche y abarrotes. “Ella me decía ‘nosotros somos familia’. Tuvimos una vida juntos”, cuenta su amiga Margarita Panes.
Siendo una dueña de casa sin hijos, la mujer dedicaba su tiempo a distintas actividades manuales. Comenzó a tejer desde joven y asistió a numerosos cursos de bordado y de pintura. También era una católica muy activa y participaba junto a su marido en las actividades de su parroquia.
En algún momento, Norma pensó en adoptar, pero Hernán fue categórico. “Si Dios no nos mando hijos, por algo será”, le decía. Fue entonces que terminaron apadrinando a los niños de sus amigos. Así ocurrió con Ariel Ortega, hijo de Margarita. “Mi comadre era muy guaguatera. Mi hijo pasaba metido allá. De chiquitito lo regalonearon mucho, andaba en todo con ellos, le compraban zapatos, lo vestían, se portaron como padres”, recuerda.
Margarita Panes se enteró el jueves 28 de mayo que su amiga estaba con problemas para respirar y que había sido trasladada a la Posta Central. No había podido visitarla, pues estaba en su propia batalla contra el Covid-19: dos de sus hermanos se habían contagiado y solo uno sobrevivió.
Norma murió el martes 2 de junio. Tenía coronavirus. Fue Ariel Ortega, hijo de Margarita, quien se encargó de todos los trámites para enterrarla. Era el único miembro de la familia que estaba en condiciones para salir de la casa. En la posta se encontró con más gente retirando a sus muertos y con una serie de inconvenientes que no esperaba.
“No extendieron bien el certificado de defunción. Le faltaba un número para completar la dirección. En la funeraria llamaron al Registro Civil y nos dijeron que era complicado (...). Lo que puedo decir es que es medio lento el tema. Las dos veces que fui, primero el trámite y luego para pagar, vi a harta gente que se aglomeró”, cuenta el ahijado.
Otro problema fueron los permisos para salir de la casa en medio de la cuarentena. En la Comisaría Virtual no está la opción de descargar estos permisos ingresando con el Rut y solo se pueden hacer con Clave Única. “Yo no la tenía y tuve que sacar un permiso para ir al supermercado. Si me hubiera parado un carabinero tendría que haber explicado muchas cosas”, comenta Ariel Ortega.
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En las últimas tres semanas la cifra de fallecidos por Covid-19 en Chile ha crecido de manera alarmante. El reporte que el Ministerio de Salud entregó el 5 de junio reveló la cifra de 1.541 muertos por la pandemia. En medio, varias críticas y dudas han obligado al gobierno a cambiar el método para contabilizar los decesos
.Quienes trabajan con la muerte sabían que sería un invierno largo. Las noticias que llegaban desde Europa ayudaron a que algunos pudieran prepararse para un trabajo que sería ingrato. Vieron la cantidad de contagios y los problemas que estaban acarreando en países como Italia o España. Se concentraron en aumentar las medidas de protección. Hasta ahora, dicen, no se han visto colapsados, pero reconocen que la carga laboral ha crecido de manera notoria.
“Hoy, el flujo de entrada y salidas de carrozas es más frecuente. Aproximadamente cada 30 minutos; ese es nuestro programa de respuesta inmediata. Nosotros tenemos una rotación, tanto de colaboradores como de carrozas, para asumir la situación de la pandemia mundial. No nos hemos visto superados”, dice Christian García, jefe de operarios de la Funeraria del Hogar de Cristo.
En otros lugares no son optimistas.
“Yo creo que ninguna funeraria pudo prever esta situación. Nunca nos hemos enfrentado a algo así. En un comienzo se veía como un horizonte en que esto no iba a ser tan drástico como en Europa. Pero lo que estamos viendo ahora es totalmente distinto. Hoy, viernes, hubo 92 fallecidos. Ni en los peores pronósticos imaginamos eso”, comenta Olaf Lindhorst, gerente general de la Funeraria María Ayuda.
Si se registra una muerte por causas respiratorias se activan los protocolos. Los trabajadores de las funerarias deben vestirse de pies a cabeza con trajes aislantes de color azul o blanco. Se cubren hasta los zapatos. Ninguna parte del cuerpo debe quedar expuesta al virus. Los cadáveres son trasladados lo más rápido posible entre no más de dos personas. Del lugar de fallecimiento hasta los cementerios. Hasta ahora, tanto de la funeraria del Hogar de Cristo como de María Ayuda y de la Asociación Gremial de Dueños de Funerarias indican que no se han reportado contagios de funcionarios.
En el Hogar de Cristo los servicios de mayo aumentaron en un 25% respecto del año pasado, mientras que en la Fundación María Ayuda los funerales por Covid-19 llegan al 30%.
El rubro ha cambiado drásticamente y algunos lo empiezan a resentir física y emocionalmente. Los trabajadores entienden que están demasiado cerca del virus, exponiendo su salud y la de sus cercanos. Estaban acostumbrados a trabajar con la muerte, pero no en estas circunstancias.
“Nuestras familias están más preocupadas que de costumbre. Saben que salimos todos los días y que nos podemos enfermar”, dice Igor Woldarsky, presidente de la Asociación Gremial de Dueños de Funerarias.
Las instituciones más grandes -como el Hogar de Cristo y María Ayuda- se han apoyado en psicólogos para quien lo requiera y aumentaron las vías de comunicación. La idea es hablar de los nuevos problemas y temores entre trabajadores.
Aunque nadie reconoce un colapso, sí hay señales que ha dejado la alta cantidad de muertos en la Región Metropolitana. Afuera de hospitales del sector poniente de Santiago ya se han visto varios tacos de carrozas fúnebres a la entrada de los recintos. También se habla de morgues donde el promedio de espera hasta la entrega de los cuerpos se ha duplicado respecto de los tiempos previos a la pandemia. Que los cementerios funcionen en horarios limitados -de 9.00 a 16.00- podría llegar a ser un problema si es que la situación sigue siendo crítica.
“Esto pasa todos los días. Me llama mucho la atención que el gobierno no haya establecido que el cementerio tiene que estar abierto siempre. O que haya personas para recibir fallecidos a cualquier hora. El protocolo dice que una vez que la funeraria recibe el cuerpo, tiene 90 minutos para llevarlo al cementerio. Si aumentan las cifras diarias de fallecidos, eso no se va a poder cumplir”, señala Olaf Lindhorst.
“Estamos monitoreando los distintos escenarios que van apareciendo y las proyecciones de nuestros servicios, y si bien hay un aumento en las ceremonias que hemos realizado, como decía antes, hasta el momento aún nos encontramos dentro de los parámetros esperados y no estamos enfrentando ninguna situación de colapso”, dice Paulina Jaramillo, gerenta de Asuntos Corporativos del Parque del Recuerdo.
Los horarios del Registro Civil también son acotados. Atienden desde las 9 hasta las 14 horas, por lo que cualquier muerte posterior a esa hora debe ser inscrita al día siguiente. Los fines de semana son peores, ya que, hasta esta semana, solo funcionaba una oficina en Quinta Normal para todo Santiago. Los últimos días se han llenado de personas. El sabado 6, abririrá una nueva oficina del Registro Civil, ubicada en calle Huerfanos, para realizar este tipo de tramites.
El fin de semana tuvimos una reunión con el director del Registro Civil y nos dijo que estaban estudiando la posibilidad de abrir una nueva oficina para agilizar la situación”, asegura Igor Woldarsky.
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Todos los días, el Ministerio de Salud reporta nuevas cifras de fallecidos en cadena nacional y no parece que las cifras vayan a bajar en el corto plazo. También llegan los informes de países en peor situación, como Brasil o Estados Unidos. La muerte se vuelve algo recurrente.
“Ahora tenemos otra cultura que está siendo afectada, porque la gente no puede dar una despedida. Esto nos va a abrir el pensamiento, porque lo último de lo que hablamos en nuestra casa es sobre la muerte. Ahora se habla sobre la cremación o sepultación. Se logra hablar de algo que está entre nosotros y que tenemos que aceptar, aunque duela”, dice Igor Woldarsky.
Los nuevos tiempos corren para todos y el negocio se ha adaptado para dar respuesta a funerales con poca gente, sin flores y más tristes.
“El duelo, como lo conocíamos tradicionalmente, ya no es posible con el distanciamiento social y con las medidas del protocolo del Minsal. Nuestro rol ha sido adelantarnos al máximo a esos protocolos y seguirlos al pie de la letra, con mucha dedicación. Pero también de entender el dolor de la gente, que el rito ha sido modificado y nos toca hacer un trabajo de contención”, comenta Alfredo Urbina, de la Funeraria del Hogar de Cristo.
En la página institucional se pueden ver los obituarios de personas que han muerto en medio de la pandemia. Con fondos de color calipso, los homenajes pueden incluir la foto del difunto, un mural para dejar condolencias, velas prendidas y flores entregadas a la distancia. También se realizan misas online.
“No hay palabras adecuadas para consolar el gran dolor que están pasando. Solo les digo lo tanto que los quiero a todos y rezo que Dios los tenga a todos en sus brazos, y que les llene el vacío que les deja la querida tía, con todas las bellas memorias y amor que ella les tenía a cada uno de ustedes. Y saber que un día la volveremos a ver. Que Dios los llene con paz y tranquilidad. Tengo pena de estar tan lejos de ustedes. Les mando a cada uno toda mi fuerza, todo mi amor y mis rezos”, escribe Verónica sobre el memorial digital de Nancy Haydée Castañeda, quien murió en Las Condes durante esta semana.
“No sé cómo decirlo, ahora todo es más inhumano. Al final, uno hace los trámites, lo buscas en el hospital en que estés, te metes a la carroza y directo al cementerio. De ahí a la bóveda o el nicho. No hay tiempo ni la posibilidad de hacer una ceremonia (...). La última imagen que me queda de mi madrina es su cajón a la vista…, sin nada… Si tú pasaras por ahí verías el nicho abierto y el cajón de mi madrina”, dice Ariel Ortega sobre Norma González. Sus vecinos y amigos en Cerrillos esperan que la situación mejore para ir a visitarla y llevarle las flores que no tuvo al ser sepultada en el Cementerio General.
*Este texto fue actualizdo el domingo 7 a las 10:00 hrs.