La noche del martes 11 de junio, el exdiputado Luis Pardo llegó hasta la casa del senador Rodrigo Galilea -presidente de Renovación Nacional- en Valparaíso.
Mientras compartían una pizza, Galilea le explicó que la negociación con la UDI para las elecciones de octubre estaba estancada, que Valparaíso -por donde Pardo era precandidato a gobernador- era el nudo principal y que él no podía seguir dilatando esa situación. Era una luz roja.
“¿Por qué nosotros tenemos que entregar el buque insignia?”, le respondió Pardo con molestia.
Galilea sabía por qué.
La Quinta Región se había convertido en uno de los nudos más complejos de los cuatro meses de negociaciones. Las conversaciones habían llegado a un punto muerto. Y, lo peor, la no cesión de esa zona -hasta ese minuto en manos de RN- amenazaba con derrumbar todo el acuerdo.
De nada servían a esas alturas las reuniones semanales que hasta entonces habían llevado adelante los secretarios generales. Las resoluciones estaban más arriba. Y estas se lograron este viernes.
De las 345 comunas, Chile Vamos se omitió en 61 -para las negociaciones que vienen con Republicanos, Amarillos y Demócratas- y concordó una planilla de 284 candidatos, de los cuales 24 se resolverán vía encuestas. Y, a nivel de gobernadores, lograron despejar 10 de las 16 postulaciones (las 6 restantes también se resolverán vía sondeos).
Pero, para llegar al acuerdo, en las últimas dos semanas la tensión llegó a su máximo nivel entre los dos partidos más poderosos del pacto.
La UDI -a través de su presidente, el senador Javier Macaya- había sentenciado a su par de RN que no estaban dispuestos a avanzar ni un milímetro si no se zanjaba Valparaíso. Ya habían cedido -el 14 de junio- la Gobernación de la Región Metropolitana con la bajada de Isabel Plá. Ahora esperaban reciprocidad.
Galilea -quien había logrado para su partido una gran parte de las cabeceras regionales- estaba consciente de que sus socios necesitaban mostrar que se quedaban con una gobernación importante en la negociación. Y que él no tenía otro lugar con qué compensar.
El estancamiento en las tratativas había -además- revuelto las aguas en la oposición. Molestos con la demora, Republicanos intensificó la presión para un acuerdo, advirtiendo que empezaría a proclamar candidatos. De hecho, a los nombres levantados en Maipú, Peñalolén, Recoleta, Valparaíso y Viña del Mar, sumaron esta semana a Arica y Antofagasta. De los 60 candidatos solicitados al inicio, habían pasado a 70. Mientras, Demócratas y Amarillos también se quejaron.
Como contrapartida, el oficialismo tomó la delantera anunciando un pronto acuerdo en las 345 comunas, en medio de un alza en la aprobación al Presidente Gabriel Boric (36%) por ocho semanas consecutivas, según Cadem.
Tratando de hacer un control de daños, en RN afirman que Evelyn Matthei -quien ha tratado de mantenerse al margen y actuar solo en algunos casos puntuales- intentó mediar solicitándole a Macaya, anunciar el resto del pacto y dejar en suspenso Valparaíso.
Pero las tratativas ya habían tomado una dinámica irreversible, bajo una presión adicional. El 27 de julio vence el plazo fatal para presentar candidaturas ante el Servel y los tiempos para llegar a acuerdo con Republicanos, Amarillos y Demócratas no podían seguir estrechándose.
RN tenía que tomar una definición. Y ésta se abordó la noche del domingo 23 en la casa de Galilea, en una dura reunión de directiva. El senador explicó que el pacto con la UDI estaba tambaleando por el cupo de la Quinta; que Pardo -además- estaba por debajo de la exdiputada María José Hoffmann (UDI), en 7 encuestas internas, y que no tenían alternativa. Tenían que entregar esa zona.
No hubo acuerdo.
La mayoría exigió dilatar la decisión. No solo por los costos para la mesa, en una región donde RN tiene una relevante base electoral -con 3 diputados y 2 senadores-. También, porque si Galilea hacía caer a Pardo -uno de sus más cercanos- qué podía esperar el resto de los candidatos.
“Si no cerramos esto, no podemos avanzar en las negociaciones con los republicanos”, intervino la secretaria general, Andrea Balladares.
A las 23 horas, cuando se levantó la reunión, todos quedaron con un gusto amargo.
El lunes 24, los presidentes de partido de RN, Evópoli y la UDI se reunieron en la sede del gremialismo en Suecia 286, bajo la convicción de que en esa jornada debían sí o sí cerrar el asunto de Valparaíso. Galilea pidió más tiempo. Incluso planteó dilatar el tema por 15 días a la espera de un nuevo sondeo. Pero la negativa de la UDI fue rotunda. Incluso, se recordó el gesto de Plá.
Uno de los asistentes confidencia que Galilea -quien se caracteriza por mantener siempre un tono calmo-, esta vez alzó la voz.
Al final, RN cedió.
A las 15 horas, Galilea tomó su celular y marcó el número de Pardo. “Te tengo que dar una noticia que no hubiese querido darte -le dijo-. Para mí es terrible, pero no puedo permitir que se siga desangrando el pacto por esta situación. Así es que tomé la decisión de entregar Valparaíso”.
Su interlocutor rechazó la medida, la que calificó como un error. Pero el senador no dio mayores márgenes y en RN se desató una avalancha. Mientras Pardo, vía Whatsapp, planteó que en otras circunstancias habría dado, sin dudas, un paso al costado, durante la comisión política de ese lunes el vicepresidente Ruggero Cozzi le presentó la renuncia a Galilea por “diferencias insalvables”, y Katherine Martorell, presidenta del tribunal supremo, pidió a los asistentes que pusieran sus celulares sobre la mesa, ante las sospechas de que alguien estaba filtrando el contenido a la prensa.
“Cuando las decisiones se toman por candidaturas que sorpresivamente aparecen y que tratan de imponer sus condiciones, con el pretexto de paralizar la negociación, inevitablemente terminan mal, porque no solo debilitan a nuestro partido, sino que a la coalición”, sostiene Andrés Longton, diputado RN.
Las críticas
Hacía unas seis semanas que Chile Vamos había iniciado las negociaciones de fondo, con candidatos con nombre y apellido. El monitoreo lo hacían los presidentes de los partidos, pero el detalle estaba a cargo de los secretarios generales y de los equipos electorales, que se reunían una vez a la semana o más si las circunstancias así lo requerían en las distintas sedes.
Antes, se habían dedicado a una complicada búsqueda de candidatos y al chequeo de antecedentes, para prevenir cuestionamientos. Pero, iniciada la fase más compleja, las riendas fueron tomadas por los presidentes de los partidos en frecuentes reuniones en el Congreso, en sus sedes y hasta en sus casas, más los contactos por celular y WhatsApp.
A nivel interno abundaban, sin embargo, las críticas sobre cómo se estaba llevando adelante la negociación. Especialmente por la falta de una vocería oficial en ese espacio y de una metodología que diera garantías a todos, a los que estaban en la mesa y fuera de ella. Todo, en medio de cuestionamientos a algunos de los negociadores, como Hoffmann, a quien acusaban de ser juez y parte, por ser secretaria general de la UDI -cargo que al final dejó- y su postulación por Valparaíso.
El constante cambio en los interlocutores retrasó, además, las tratativas. En la UDI estuvo Hoffmann, Felipe Salaberry y Felipe Coloma. En Evópoli, el secretario general, Juan Carlos González, y, luego, el quinto vicepresidente, Juan Ignacio Moreno. Lo mismo ocurrió en Amarillos y Demócratas.
A esto adjudican los roces públicos que se produjeron con Republicanos, Demócratas y Amarillos, quienes no tenían certezas de que sus demandas estaban siendo realmente consideradas. Pues, dependiendo del interlocutor, el escenario se hacía más o menos líquido. La información, en definitiva, salía a cuentagotas. O que se hicieran anuncios que al final no se podían cumplir, como el haber dicho que a principios de la semana el acuerdo iba a estar listo, cuando restaba tiempo para ello.
Por otro lado, las primeras definiciones fueron tomadas, muchas veces, en medio de críticas internas. Fue el nombramiento de Desbordes en Santiago y de Sichel en Ñuñoa, donde Matthei tomó cartas en el asunto pero dejó heridos en el camino.
Un hombre del piñerismo
Las cosas empezaron a tomar otro ritmo a inicios de esta semana. El mismo lunes por la tarde -en medio del conflicto-, Balladares contactó por celular al exsubsecretario Rodrigo Ubilla, una de las figuras clave del piñerismo.
En esa llamada, le pidió formalmente integrarse a la mesa de negociaciones. Necesitaban refuerzos.
Para Chile Vamos era el hombre indicado. No solo por ser un experto en geografía electoral, sino por su capacidad para destrabar conflictos y su transversalidad. Es cercano a Evelyn Matthei, al presidente de los Republicanos, Arturo Squella, y a las dirigencias de Amarillos y Demócratas.
A principios de junio, el exsubsecretario había levantado luces de alerta con el llamado “Informe Ubilla”. En este documento, basado en los resultados de las últimas cuatro elecciones, se calculaba que si las oposiciones van unidas tienen posibilidades de ganar 6 de 16 regiones en primera vuelta (40%). Y que, si por el contrario, van separadas, no ganan en ninguna región en primera vuelta y quedan frente a balotajes de resultado inciertos.
“¿Quién es el mandante?”, le respondió el exsubsecretario a Balladares.
“Los tres presidentes y los secretarios generales de Chile Vamos”, fue la respuesta.
El martes, a las 10 de la mañana, Ubilla -quien actualmente es director del área de política y sociedad civil de Libertad y Desarrollo y director del Centro de Educación Ciudadana de la USS- estaba sentado en la mesa de negociaciones.
Una fuente relata que partió solicitando la lista con los cupos que pedían Republicanos, Demócratas y Amarillos -la de Republicanos se la enviaron por WhatsApp-. Y que exigió un método de trabajo: empezar a resolver la plantilla municipal por región, de norte a sur, y no pasar a la siguiente si no había acuerdo en la anterior. Terminada esa fase, el turno seguía con la de gobernadores.
También advirtió que iba a cumplir un rol. “Voy a tratar de ser embajador de Amarillos, de Demócratas y de Republicanos, porque ustedes -como es lógico- van a defender los intereses de sus partidos y aquí, lo que todos queremos, es la unidad de todos”.
El mecanismo funcionó. Aunque hubo momentos “jodidos” -sostienen- cuando se debía ceder un cupo. Ahí, se daba espacios a los presidentes de partido y a sus secretarios generales para que hablaran con los representantes de su región, quienes se iban a conversar el tema a espacios colindantes. Como contrapartida, en aquellos lugares, donde había más de dos candidatos competitivos la decisión fue zanjarlas vía encuestas.
“Debe haber un compromiso tácito en orden a que el partido que pierda debe respetar el resultado de la encuesta”, planteó en un momento Ubilla, para dejar en claro que las directivas debían rechazar cualquier candidatura que, molesta por la decisión, optara ir por fuera. Punto que quedó como un acuerdo no escrito.
Así, después de cuatro días -y poco antes de las 16 horas del viernes- la planilla estaba cerrada. Y se iniciaba el proceso más doloroso para cada partido: comunicar la decisión a los candidatos que quedaron en el camino.
Era el término de una primera fase y la apertura de otra, quizás más compleja. Los puntos de choque con Republicanos, Demócratas y Amarillos que debieran iniciarse esta semana, en medio de un escenario nuevamente contrarreloj y de mutuas recriminaciones.