Ilver Rojas -pidió alterar su nombre-, un ciudadano peruano de 36 años, se masajea la cara. Lo hace dentro de su restorán en la comuna de Independencia, cerca de calle Maruri. Acá, mientras hace ese gesto entre su parrilla, sartenes y salsas, dice que años atrás, en su natal Trujillo, una ciudad costera al norte de Perú, ya había escuchado hablar de Los Pulpos: una banda criminal que extorsionaba locales comerciales.
-Es una banda que hace generaciones que extorsiona, incluso manda sicarios. Uno allá les tenía miedo, por las noticias que iban llegando. Decían que secuestraban gente. Que le cobraban cupos a los choferes de los buses interprovinciales -cuenta.
Hace once años, Rojas tenía un minimarket en Virú: un distrito a una hora en auto de su natal Trujillo. Dice que un día una amiga lo invitó a conocer Chile. Llegó el 8 de agosto de 2012. Desde ese día las ganas de vivir acá fueron tantas, que decidió quedarse. Luego de conversar con su esposa, decidieron establecerse en una casa en Independencia.
Ese nuevo comienzo fue difícil. Rojas trabajó en la construcción mientras sacaba sus papeles para la residencia definitiva. En ese rubro hacía de todo: fue albañil, pintor, carpintero. Trabajó haciendo casas y edificios en otras ciudades también, como Huasco, Talca y Concepción.
-Me estaba yendo bien. Incluso trabajé para el MOP, haciendo viviendas sociales. Pero con la pandemia, las obras pararon y quedé cesante. Y como con mi señora nos gusta cocinar, pusimos un carrito acá afuera. Vendíamos pollo asado y papas fritas.
Al tiempo, Rojas pudo repuntar económicamente. Ahí fue que decidió arrendar un local comercial. Dice que sacó sus ahorros, retiró los 10% de su AFP y arrendó un pequeño local en la misma cuadra donde antes vendía pollos en su carrito.
Abrió ese negocio en agosto de 2022.
-Al principio nos costó un poco, pero teníamos clientela. Ahora, por ejemplo, estamos vendiendo unos 20 pollos asados al día.
Esa estabilidad se rompió en marzo de este año.
-Me acuerdo que un día me llamó una vecina que tiene ese minimarket. Y me dijo que estaba muy asustada. Que le habían rociado bencina en la puerta del local y que le habían prendido fuego.
La explicación que le dio esa mujer era que estaba siendo extorsionada. Estaba recibiendo mensajes en su celular donde le pedían dinero. A otro local también le llegó un papel, uno de esos días. “Llama a este número, solo Whatsapp. Atte: Los Chotas Nueva Generación”.
Tanto para Rojas como para sus vecinos peruanos, esos eran nombres conocidos: correspondían a bandas extorsivas que operaban en Perú. Lo peor, sin embargo, se desató cinco meses después. Rojas lo recuerda. Fue en agosto de este año.
-Justo yo estaba cerrando y guardando. Eran como las 2 a.m., y entraron de sorpresa. Me apuntaron con una pistola y se llevaron unos documentos y plata. Les dijimos que no teníamos plata, porque no éramos los dueños.
Que les hubieran robado sus documentos sería clave para lo que les pasaría después. A fines de ese mismo mes, Rojas estaba con su señora atendiendo a su clientela. Faltaban diez minutos para las 22.00 cuando, al frente de su local, se estacionó una moto con dos ocupantes.
Uno de ellos se bajó, sin sacarse el casco. Caminó decidido, con un papel en la mano, hasta quedar al frente de una comensal. A ella le dejó el papel en su bolsillo. Segundos más tarde, ya se había vuelto a subir a la moto y emprendido su huida.
La mujer leyó el papel. Luego se lo pasó a Rojas:
-Decía: “llama a este número, o si no, a la próxima te vamos a meter bala”.
El negocio del miedo
Los primeros reportes de una banda llamada Los Pulpos aparecieron en el radar del Ministerio Público peruano a principios de los 2000. Así lo dice un fiscal de Trujillo, que pide reservar su identidad. Explica que, por haber denunciado sus delitos durante años, lo tienen amenazado de muerte.
-Ellos son de Trujillo, de un barrio llamado El Porvenir. Es de los más peligrosos acá: mueren unas dos personas diarias.
Los primeros delitos que cometían Los Pulpos, bajo la dirección de su líder, John Cruz Arce, eran robos simples. Luego comenzaron a extorsionar negocios. Así lo explica el mismo fiscal peruano.
-Se acercan, dejan un mensaje y dicen que, si no pagan una vacuna, o sea, el cupo, un monto de dinero, van a meter bala al negocio. Y lo hacen: van y le disparan a los locales, o a la casa del jefe de la obra, o a la casa del dueño del local.
Esta banda, dice el fiscal, no tiene límites para extorsionar.
-Hemos visto que han puesto cartuchos de dinamita incluso en locales -dice el persecutor-. Eso lo hacen primero para amedrentar. Pero después, si los dueños no pagan, el disparo es a matar.
El abogado asegura que la razón por la que este delito se expandió tanto es por su facilidad y rentabilidad: solo necesitan un número de celular para hacerlo. Y las ganancias son cuantiosas. “A una empresa de transportes le pueden cobrar 15 mil soles al mes: unos 3 mil dólares”, asegura.
Lo que sí, explica el fiscal, es que Los Pulpos no trafican droga. Es una banda que, después de las extorsiones, mutaron hacia otros negocios: los secuestros extorsivos, la usurpación de terrenos para una posterior venta y el sicariato.
Este último delito, de hecho, es dirigido hacia aquellas víctimas que no quieran pagar. O, bien, a miembros de bandas rivales.
No mucho después Los Pulpos comenzaron a mirar más allá de sus fronteras. Lo explica el fiscal peruano.
-Cuando la policía empezó a intervenir acá en Trujillo, fueron encontrando nuevos destinos, como Bolivia, o Buenos Aires. Pero cuando en Argentina empezó a pasar este problema de la inflación, se movieron a Santiago de Chile. Tengo entendido que ya hay cabecillas de la banda operando allá.
Desde la Fiscalía de Análisis Criminal y Focos Investigativos de la Centro Norte (SACFI), en Santiago, detallan este fenómeno. Desde esa división explican que las primeras denuncias de extorsiones a locales comerciales de una banda llamada Los Pulpos fueron registradas en 2021:
-Nos dimos cuenta que elegían locales grandes, como panaderías, restaurantes o minimarket. Partían enviando un whatsapp. En él van diciendo ‘hola, ¿cómo estás? Te ha ido bien en tu negocio. ¿Cómo está tu hijo que va en Tercero Medio? ¿Y a tu hija que está yendo a natación? Sabemos que te va bien y queremos que nos cooperes’.
Las amenazas no terminan ahí.
-En ese caso, ya que no cooperaron, les enviaron un sobre con una bala de arma corta. Y luego, si los comerciantes aún así no cooperan, empiezan a disparar a las fachadas. Incluso hemos registrado veces en que rocían acelerante afuera de los locales y les prenden fuego al exterior. No para que se quemen, sino para intimidarlos.
Lo que encontraron en la SACFI es que no sólo Los Pulpos trabajan en esto, sino que hay otras bandas peruanas que hacen lo mismo. Entre ellas: Los destructores de Lima, La Jauría y La Nueva Generación. En estas extorsiones, explican los fiscales, piden pagos mensuales de entre $ 300 mil y $ 2 millones de pesos.
-Hay casos en los que incluso estos pagos se piden semanales. El acoso se realiza a través de llamadas telefónicas insistentes, mostrando armas afuera de los locales de las víctimas. Hubo incluso visitas a un local en el que les advertían de las consecuencias a todas las personas que estuvieran adentro. Es una situación estresante. Una de las víctimas era un ciudadano peruano que vivía en Recoleta hace unos 15 años, pero que ya se fue del país. No saben cuándo volverán.
Todo eso, dice el fiscal peruano, son cosas que ellos ya vieron. No sólo en Trujillo, sino también en Lima, Arequipa y Piura. El negocio de la extorsión en Perú se volvió tan rentable, que ya hay unas 40 bandas dedicadas a eso, cobrando a quienes construyen desde una casa, hasta un colegio o carretera:
-También los homicidios se dispararon. Ha habido 125 en los últimos dos años en el marco de los negocios de Los Pulpos. Las bandas contratan sicarios por 100 dólares, 30 dólares. Incluso conocí la historia de alguien que mató por una caja de cervezas.
Peruanos bajo amenaza
Ilver Rojas lamenta algo que en la SACFI también tienen claro: las extorsiones de Los Pulpos y de las bandas de peruanos se están enfocando en otros peruanos. Así lo va comentando mientras enumera los casos que han sucedido en su barrio, entre las calles Borgoño y Colón. Ahí, la población migrante de su país es mayoría.
-Los que hacen las extorsiones son compatriotas míos. Y eso es lo que nosotros no llegamos a entender. Por ejemplo, la botillería de al lado es chilena. Y a ellos no les hacen nada. Siempre vienen a los peruanos. Hasta hoy me pregunto por qué.
Por eso, una de las cosas que le recomendaron sus vecinos a Rojas fue sacar el número de teléfono de su fachada. También retirar el letrero del local. Dice que así evita llamadas extorsivas. Varios locales del sector hicieron lo mismo.
Lo otro que le recomendaron a Rojas fue que, pasara lo que pasara, nunca respondiera al número que estaba escrito en los papeles que le dejaron. Si lo hacía, dice, no lo iban a soltar más.
Los fiscales de la SACFI dicen que hay dos grandes razones por las cuales aún no tienen medida la verdadera magnitud del fenómeno de las extorsiones. Por un lado, los ciudadanos peruanos sienten desconfianza en las instituciones. Rojas reafirma esto.
-Allá en Trujillo la gente no denuncia, porque tiene temor. Y, además, discúlpame, pero hasta la policía está corrupta. Era en vano ir, porque sabías que no iban a hacer nada.
Matías Garretón, urbanista del COES y experto en criminalidad, ha estudiado a Los Pulpos. De toda la situación, hay algo que le parece alarmante.
-Las principales víctimas del crimen organizado transnacional en Chile son los propios inmigrantes. De hecho, la probabilidad de que un inmigrante sea asesinado en Chile es el triple que la de un chileno cualquiera, porque son más vulnerables: no tienen redes de apoyo, no tienen seguridad social, ni se atreven a denunciar por temor a ser discriminados. Si eres un comerciante ilegal y estás informal en el país, y te extorsionan, ¿a quién le pides ayuda?
Pero la otra razón -aunque en menor medida, dicen los fiscales- es que hay víctimas que se dedican a actividades de base que no son legales, como fiestas clandestinas.
-La cifra negra es grande porque ellos identifican los lugares que se dedican a la actividad delictual y los intentan controlar. Por eso se da mucho en lugares alrededor de La Vega, en calles como Fariña o Juárez Larga. Ahí se reducen teléfonos y se vende droga. A esa gente los extorsionan para recibir parte de esos ingresos.
Todo esto afecta a los barrios no solo en cuanto a la seguridad: también en lo económico. Según la última encuesta de victimización de la Cámara Nacional de Comercio (CNC), durante la primera mitad del 2023, un 61,8% de los locales han sido víctima de algún delito. Manuel Melero, presidente del Observatorio del Comercio Ilícito y Seguridad de la CNC, dice que las extorsiones es una preocupación que va al alza.
-Si antes a los comerciantes le preocupaban los robos y luego le preocupaban los saqueos, ahora le preocupan que los extorsionen. Estamos considerando incluirlo en la encuesta, porque cada vez a más comerciantes esto les preocupa.
Los negocios de Los Pulpos en Chile se han extendido a los mismos rubros que comentaba el fiscal peruano. Según las investigaciones de la Fiscalía, en el barrio Yungay se han tomado de forma violenta algunos cités. El objetivo es subarrendar habitaciones para tener una fuente de ingresos, dicen en la SACFI. Buena parte de los homicidios cometidos ahí se explicarían por estas guerras entre bandas.
-Por ejemplo: a una casa tomada por venezolanos, peruanos, o colombianos, puede llegar otra banda a intentar quitarles esa casa. Y cuando la quitan, les dicen a los arrendatarios que ahora les tienen que pagar a ellos. A veces quedan pistoleros a cargo de las casas tomadas, para que no venga otra banda y se la vuelva a tomar. Y ese mismo pistolero a veces vende droga.
Pero hay avances que celebran en el Ministerio Público.
-Hasta hace poco no existía el delito de extorsión. Tenía penas muy bajas y no permitía medidas intrusivas. Pero gracias a la agenda legislativa que impulsó la ministra del Interior, Carolina Tohá, se fijó que las penas para el delito de extorsión tengan las mismas que para el robo. Por ende, si el robo con intimidación tiene una pena de cinco años y un día, si la extorsión es con intimidación, la penalidad será tan alta como esa.
Lo otro que dicen es que ya hay arrestos. Los fiscales constatan que son siete los miembros de Los Pulpos que han sido detenidos por homicidios. Algunos de ellos son líderes en su organización. Lo que quieren los fiscales con todo esto es que más gente se anime a denunciar.
Así lo hizo Rojas: se acercó a un cuartel de la PDI y entregó toda la información que tenía. Aun así, ya no se siente seguro. Mira para afuera de su local cada vez que siente una moto y ya no trae a su hija al trabajo: le da miedo que la secuestren.
-Yo quiero abrir un segundo local, pero acá no puedo. Me arriesgaría a que me extorsionen en dos locales. Estoy construyendo una casa en Quillón, cerca de Concepción. He pensado en poner un minimarket allá.
Esa es la ironía de todo esto. A pesar de haber escapado de Trujillo hace once años, Ilver Rojas, incluso en otro país, debe seguir arrancando de Los Pulpos.