Durante seis años, Jorge Ríos (77) deambuló por consultas médicas de Chile y Estados Unidos tratando de encontrar la explicación para los dolores que sentía en la espalda. Recién en 2019, incluso después de haber probado con acupuntura, psiquiatras, brujos y medicina mapuche, el padre de Marcelo Ríos dio con una respuesta, yendo al kinesiólogo. Tres de sus vértebras no se movían y su pelvis tampoco funcionaba de forma simétrica. Se puso a hacer su recuperación con un especialista llamado Carlos Ortiz, y en un par de sesiones el dolor se había ido.

–Antes, estar sentado me mataba, viajar, todas las cosas que uno trata de hacer, y trabajar tampoco –dice en la terraza de su casa en Vitacura–. Entonces hoy día digo que soy un revenant. ¿Sabes lo que significa revenant?

Un renacido.

Un renacido. Ese es el título que elegí para esta entrevista. Soy un revenant.

¿Le recomendó ese especialista a su hijo?

Un par de años atrás pensé que Marcelo tenía algo parecido, porque las cuestiones congénitas son importantes. Y él se ha quejado mucho de que los problemas que tiene son debido a mí, por mi culpa. Olvidándose de las cosas que a lo mejor le heredé bien, claro. Lo lógico es criticar. De que ‘pucha, me duele la espalda, es culpa tuya’.

¿Que eran dolores hereditarios?

Sí, seguramente debe haberlo pensado o me lo decía en broma. Pero parte de eso debe ser cierto. La herencia, para bien o para mal, funciona. Aunque también se dice que el entorno y la vida que toma una persona influyen. No sé qué es lo que habrá de eso, pero afortunadamente estamos mejor. Bueno, la cosa es que le pedí a Carlos que le hiciera una evaluación y, efectivamente, encontró que tenía causas parecidas de los dolores a lo que yo tenía.

¿Qué respondió Marcelo?

Le entró por un oído y le salió por el otro. Entonces yo, como soy insistente, a fines del año pasado, cuando estábamos invitados a pasar la Navidad y el Año Nuevo a su casa en Estados Unidos, lo llamé y le dije: ‘Marcelo, te tengo un regalo de Pascua y además de cumpleaños, porque es el 26 de diciembre. Me dijo ‘¿de qué se trata?’ Le dije ‘te voy a mandar a mi personal trainer para que trabaje contigo tres semanas y veas si acaso te puede ayudar como a mí’.

¿Le interesó?

Su primera reacción fue: ‘bah, ¿vas a seguir con eso?’ Pero luego cedió y Carlos partió para allá. Trabajó con él tres semanas y quedó bastante bien. Encontró que se paraba mal, caminaba mal y que tenía exceso de peso.

¿Cómo fue el reencuentro con su hijo?

Carlos se fue antes de que yo llegara. Hablaron diferentes cosas y le contó que a mí me tenía fuerte. Entonces Marcelo no halló nada mejor que cuando nos fue a buscar al aeropuerto, tirarse encima mío para que yo lo recibiera. Y logré recibirlo. No me quebró la espalda: lo aguanté, y después supe que estaba con 100 kg de peso. Entonces 100 kg de peso, para una persona como él, que era rápido, se movía bien y que no era muy alto, era demasiado. Pero eso le gusta, y no sé, la recomendación es que baje de peso. Parece que lo está haciendo.

¿Cómo está la relación con su hijo? En una entrevista con Martín Cárcamo, en 2021, daba a entender que estaban distanciados.

¿Fue una que dio allá en su casa? Debe haber estado distanciado por la distancia. No vi esa entrevista.

El bono de la discordia

A propósito de dolores, ¿tiene alguna tesis de por qué Marcelo se lesionó tanto después de conseguir el número uno?

Yo creo que se vio sometido a un exceso de carga, más de lo que su físico le permitía. Sería muy fácil echarle la culpa a Manolo (Astorga), porque era su preparador físico. Que no sabía hacer su pega, que lo perjudicó y por eso Marcelo tuvo tantas lesiones. Porque indudablemente las lesiones que tuvo a partir de que quedó número 1 -problemas en el codo a la semana siguiente, problema de pubalgia, de la espalda- fueron las que echaron a perder su carrera y se retiró tempranamente. Entonces, repito, sería muy cómodo decir que Manolo es culpable. No creo que sea así.

Hace algunas semanas se conocieron comentarios bastante fuertes de Manuel Astorga sobre su hijo. Dijo que el peor error de su vida había sido trabajar con Marcelo Ríos.

Yo creo que es inexplicable que después de 24 años que han pasado del incidente de Puerto Velero (en que Ríos lo atropelló por accidente), ese pobre hombre siga destilando odio contra Marcelo en la forma que lo hace. Marcelo es una persona que sabe manejarse y en ciertas oportunidades le ha respondido, con lo cual se ha acrecentado el problema entre ellos. Y si ahora él no ha hecho declaraciones, y no quiere hacerlo, yo creo que no es un problema mío.

También se refirió a usted. Dijo que el término de la relación profesional con Larry Stefanki fue por un bono de 500 mil dólares que no le pagó cuando Marcelo quedó como 1 del mundo.

Esa es una vulgar mentira. Lo del bono de 500 mil dólares nunca existió. ¿Cómo se puede comprobar esa mentira? Simplemente, preguntándole a Jeff Schwartz (el representante de Marcelo Ríos). Él llevaba las relaciones contractuales con Larry. Por supuesto que nos preguntaban a nosotros, principalmente a Marcelo, si quería seguir, si le gustaba o no. Yo también tuve que intervenir. Pero si se paga esto, o se paga esto otro, y si está en el contrato, no dependía de mi voluntad de ninguna manera.

Entonces ¿cuál fue el motivo del quiebre con Stefanki?

No me acuerdo. Yo tengo una teoría; que la memoria de los seres humanos es mala. Y lo peor es que es acomodaticia. Uno recuerda hechos pasados de manera tal que el que los cuenta salga beneficiado. Yo no me acuerdo. Fue un ciclo que hubo que enfrentar. ¿Qué pasó con Larry? No me acuerdo. No sé. Son preguntas para él.

¿Cuándo partió la mala relación entre usted y Manuel Astorga?

En la época del atropello (enero de 2000) yo tuve que salir a mediar en el conflicto y en esa época declaré públicamente que Manolo estaba enfermo. Dije que era bipolar, porque tenía reacciones totalmente encontradas. Era una persona muy creyente en Cristo y que lo daba todo por su prójimo y, de repente, era un enajenado. La única explicación que encuentro es que hubo problemas en que Marcelo no se pudo seguir entendiendo con él. Solo ello puede explicar que después de 10 años de una gran amistad, Manolo lo haya demandado por incumplimiento del pago de imposiciones de su contrato.

También se querelló criminalmente contra Marcelo.

Eso fue lo grave. Es inexplicable que una persona que se dijo amigo, consejero, durante 10 años, lo demandara laboral y criminalmente. Fue una presión, un chantaje. Porque eso implicaba que a Marcelo no lo iban a dejar salir del país. Le iban a pedir arraigo para que enfrentara los problemas de una denuncia criminal. Y ante eso tuvo que aceptar y decir ‘no, esto no puede ser. ¿Qué es lo que quieren ustedes? ¿Sacar plata?’ ‘Sí, eso es lo que queremos: plata’. ‘Bueno, arreglemos en plata’, y se arregló con plata. Y se cerró, pero no sin antes dejar constancia en el Juzgado del Crimen de Coquimbo de que había sido un hecho fortuito. De hecho, inicialmente Manolo contó que lo había atropellado una moto de arena.

Para proteger a Marcelo, dijo.

Sí. Cuando ocurrió el incidente, lo atendieron en La Serena de urgencia. No lo dejaron en la clínica. Y al día siguiente él viajó a Santiago para tener alguna opinión más de gente que él conocía. Y estuvo en Santiago, le hicieron resonancias magnéticas, le hicieron un diagnóstico, y volvió a Puerto Velero a seguir entrenando con Marcelo. Usaba una protección en la rodilla, que fue la parte más afectada. Siguió trabajando durante dos semanas sin decir nada. Como el tema escaló a nivel de los periodistas, fui a conversar con él y él estaba totalmente tranquilo. Yo necesitaba juntarme con él, también, porque estaban conversando la renovación del contrato que anual, entre la empresa de Marcelo y la de Manolo. El incidente ocurrió el 14 de enero de 2000. El contrato terminaba el 31 de enero. Bueno, fui a hablar con él el 28 de enero y me encontré con un Manolo totalmente tranquilo.

“Dije que Manolo Astorga era bipolar, porque tenía reacciones totalmente encontradas. Era una persona muy creyente en Cristo y que lo daba todo por su prójimo y, de repente, era un enajenado”

¿Qué pasó después?

Sorprendentemente, el 1 de febrero, creo, o el mismo 31 de enero, llegó al aeropuerto de Tobalaba en avioneta, con muletas, con periodistas que estaban ahí avisados, y llorando. Dijo que Marcelo lo había atropellado. eso fue una traición. El damnificado con todo este asunto fue Marcelo. Ese año fue terrible para él. Muchas lesiones, muy mal desempeño. Pero el verdadero damnificado fue él y su familia. Y yo personalmente, porque vivimos una traición de una persona que había sido muy fiel y, de repente, por razones que atribuyo a problemas mentales, cambió la cosa y se convirtió en este lío judicial.

¿Qué pensaba el resto del equipo que trabajaba con Marcelo?

Cuando ocurrieron estos hechos, y se trataba de renovar el contrato con él, hicimos una reunión en Puerto Velero con la gente que trabajaba con Marcelo. Se analizó este problema y la opinión de la gente que lo ayudaba- como su entrenador, que era Luis Lobo, sus kinesiólogos y su masajista-, era que Manolo estaba desequilibrado mental y emocionalmente, y no convenía seguir trabajando con él.

¿Compartía esa apreciación?

Para mí fue una cosa fuerte. Les pregunté si estaban diciendo esto de forma responsable. Cuando me contestaron que sí, dije: voy a levantar un acta de esta reunión. Y tengo un documento, que todavía conservo, en el cual todas estas personas, Marcelo y yo firmamos el acta de esa reunión, declarando que Manolo no podía seguir por esa razón. Por lo tanto, en la reunión que yo tuve con Manolo, allá en Puerto Velero, yo no le dije cuáles eran las razones. Le dije, simplemente, que el contrato no se renovaba y él me dijo ‘lo entiendo perfectamente’. Eso fue con él en cama, con su pierna doliente, y yo, visitándolo en las mejores condiciones. Al día siguiente, o a los dos días, aparece en avioneta, con muleta, dejando la tendalada. Esa es mi explicación y ese es el cuento, y ya creo que no hay que darle más vueltas al tema.

25.01.2023 Santiago Entrevista a Jorge Rios, padre del tenista Marcelo Chino Rios , ex numero 1 del mundo Foto: Juan Farias / La Tercera

El punto de quiebre

A meses de cumplirse 25 años desde que su hijo se instalara como el mejor tenista del planeta, hay un momento que aún le pesa a Jorge Ríos.

“Yo diría que él perdió un partido, para mi gusto, clave. Que lo debiera haber ganado. Y que podría haber dado un vuelco en su carrera”.

¿Los cuartos de final contra Carlos Moyá en Roland Garros 98?

Exactamente. Ahí tuvo problemas. Él había jugado contra Moyá varias veces, le había ganado con cierta facilidad. Y resulta que ese día no jugó bien -Ríos perdió en cuatro sets- y tuvo problemas con el árbitro. A pesar de lo que la gente cree, que yo siempre lo acompañé, yo casi nunca acompañé a Marcelo. Pero en ese evento, en ese Roland Garros repleto, estaba presente. Y para mí fue muy terrible. A él lo tiene que haber afectado. El no haber ganado su primer Grand Slam, que no ganó nunca, es el único fallo que tuvo en su carrera. Él logró todo como junior, todo como profesional y todo como senior. Pero no ganó un Grand Slam.

¿Le habló alguna vez de ese partido?

Nunca. Eso a mí me ha dado vueltas y, a propósito de lo que me preguntas, buscando razones, creo que ese fue un punto de quiebre. Y fue justamente a pocos meses de haber quedado número 1, en el apogeo de su carrera. Ese 1998 fue tremendamente fructífero y el punto negro fue ese partido.

¿Cómo cree que habría cambiado la vida de Marcelo si hubiese ganado ese Roland Garros?

La vida no le habría cambiado mayormente. Sólo habría adquirido más confianza para tener más triunfos en torneos importantes. De hecho, nunca volvió a estar tan cerca de ganar un Grand Slam como ese año en Australia.

Una sicóloga que lo trató durante su infancia, Laura Traverso, ha comentado que Marcelo decía que si llegaba a ser número 1, se retiraría para que nadie más pudiese molestarlo o decirle qué hacer. ¿Le hace sentido?

Creo haberlo escuchado. No se lo escuché a Laura Traverso, no se lo escuché decir a Marcelo, sino que lo leí en algún medio. Y, en el caso de Marcelo, habría sido genial. Haber quedado número 1 y retirarse sin explicación, y no haber tenido que vivir lo que vivió después, porque la verdad es que vivió cosas bastante complicadas en su carrera. Lesiones y muchas otras cosas que a lo mejor le hicieron pensar ‘¿qué estoy haciendo aquí, viajando y sin poder mantenerme en esta posición que logré?’.

¿Cree que a Marcelo lo hacía feliz la vida de tenista?

Inicialmente, por supuesto. Si él dejó todo botado, dejó a su familia, dejó sus estudios, lo único que quería era jugar tenis, y lo hacía bien. Y los resultados le fueron tan favorables que fueron incentivando que siguiera y siguiera. Yo creo que sí, pero en algún momento creo que dejó de ser feliz con lo que estaba haciendo.

Usted le exigió a su hijo que luego de tres años en el circuito terminara 100 del mundo para seguir apoyándolo. Él pulverizó esa meta. Cuando diseñó ese plan en una servilleta, ¿pensaba que él iba a lograrlo?

Por supuesto que las probabilidades que había eran muy escasas. Yo tengo una formación de ingeniero, matemática, entonces para mí son muy importantes las probabilidades, y yo no tenía esperanzas de que se cumplieran. Y menos que las superara.

¿No pensaba que iba a lograrlo?

Si lo cumplía, fantástico. Pero que lo reventara, como dices tú, y lo cumplió con creces, que nunca lo pensé.

¿Cree que Marcelo jugaba tenis para impresionarlo?

No.

25.01.2023 Santiago Entrevista a Jorge Rios, padre del tenista Marcelo Chino Rios , ex numero 1 del mundo Foto: Juan Farias / La Tercera

Durante la carrera de Marcelo, ¿cuál fue el susto más grande que pasó?

Puede ser cuando me llamó a las cuatro de la mañana, desde Roma, para contarme que lo habían detenido y lo llevaban en una cuca. Y que le habían pegado. Y que lo llevaban detenido por el incidente que protagonizó (golpear a dos policías italianos en mayo de 2001). Fue desagradable que te despertaran a esa hora y que te digan ‘papá, estoy en este problema’. Eso significó tener que contratar abogado, tuve que viajar a Roma después para poder arreglar las cosas, pagar las multas necesarias. Ese fue un incidente bochornoso, indeseable, que recuerdo con pesar.

¿Siente que la ATP apoyó a su hijo?

Yo nunca entendí que la ATP tenía que ayudar en la carrera de Marcelo. Siempre entendí, y creo no equivocarme, que esto era un negocio. Y que los directivos de la ATP estaban a cargo de una organización cuya misión era ganar dinero. Entonces, ¿qué son los jugadores? Un insumo más. Son activos a los que hay que sacarles el jugo y que tienen que rendir. Por supuesto que no hay que ir contra ellos. Pero no, nunca pensé ‘pucha, la ATP no está ayudando a Marcelo’.

Marcelo ha dicho que sentía que estaban en contra suya.

¿Qué es lo que pasó? Marcelo, dentro de su conocido carácter, se enemistó con algunos directivos de la ATP. Entonces, para él, no para mí, la ATP pasó a ser un rival más. Primero los periodistas, después los que se querían aprovechar de él, los dirigentes del tenis chileno de esa época y, al final, también la ATP pasó a ser un enemigo más.

¿Usted no lo veía así?

No. Nunca lo consideré así. D