“Entré a la política como piñerista, y desde luego seré el último piñerista”. Es lo único que Jaime Mañalich Muxi accede a expresar ante el revoltijo de comentarios fuera y dentro de comillas que se desperdigó esta semana a partir de las dos palabras mágicas que dijo el domingo pasado en Tolerancia Cero. Que haya contestado “se equivoca” cuando le hicieron ver que el Presidente ha dicho que la inmunidad de rebaño se logrará a fines de junio -mientras él cree que eso no pasará “nunca”- puso a lidiar a La Moneda con el lado impredecible e “incontrolable”, leen ahí, de uno de los exministros más cercanos al dueño de casa.
Que tocara directamente a Sebastián Piñera levantó sospechas en su gente; que por qué hacerlo ahora, justo en el peor momento de la crisis. Pero el punto en la frase que abre esta nota es simple: el exministro no acepta que se cuestione su lealtad hacia él. Claro que el Mandatario tampoco suele tolerar que le digan que se equivoca.
En Palacio llevan la cuenta. Ya van dos veces. A fines de marzo Mañalich había precipitado vía sucesivas entrevistas -luego de masticar el tema varios días- el debate que terminó posponiendo las elecciones, que hasta entonces su exjefe se resistía a abrir. También había dicho que era insuficiente filtrar a los viajeros que llegaban al país en residencias sanitarias y que era mejor cerrar las fronteras con algunos países vecinos para tratar de frenar la variante brasileña.
Esa vez, Piñera se molestó y se lo comentó a su gente. Ésta criticó que el exministro se entrometiera en el cometido de su sucesor, Enrique Paris: “¿Acaso Andrés Chadwick aparece hablando de seguridad? No”. Diez meses antes, cuando dejó el Minsal, lo habían despedido como un héroe, en la barra gobiernista lo apodaron ‘big boss’ y le dedicaron una carta firmada por 33 excolegas suyos -28 no se sumaron- que lo tapó a elogios y sin ningún pero a su cometido.
El “se equivoca” vino acompañado el domingo de otras frases que quedaron dando vueltas en el gobierno, como “valoro enormemente mi independencia” y que hablaba porque “le estoy haciendo un beneficio al doctor Paris”, dado que “las vocerías del Ejecutivo las encuentro sinceramente débiles”.
El lunes, Mañalich volvió a ser tema obligado en La Moneda. Había otros, quizá más delicados: el tercer retiro y -confiesan- el asunto de la llamada desde Palacio al dueño de La Red en Miami por la entrevista a Mauricio Hernández Norambuena. Pero esto otro no era irrelevante.
Esa mañana, como a las 9, el doctor dio en Radio ADN más detalles que convencieron a los leales al Mandatario que no eran exabruptos, sin filtro: “Tengo un contacto muy alejado con él (Piñera), hace mucho más de un mes que no converso con él”. Terminada esa segunda entrevista, cuando se cruzaban apuestas que solo iban a encontrar respuesta en una conversación entre los dos, el Presidente -aseguran desde las entrañas de La Moneda- hizo eso. Lo telefoneó.
Versiones que supieron narran que le dijo que no le habían parecido sus declaraciones, que estaba generando ruido.
Después le oyeron comentar a Piñera que la llamada no había resultado mal. Según otros testigos, que entendía por qué Mañalich había hecho lo que hizo. No era personal con él. Pero no dio lo mismo: en la Casa de Gobierno dicen que ahora estarán atentos, porque dan por hecho que esto va a seguir.
Dejar de conversar
La larga y estrecha relación entre los dos siempre ha puesto al exministro a un nivel distinto de otras y otros secretarios de Estado. Mañalich no tiene ni acepta intermediarios para hablar con Piñera. Después de que dejó el Minsal, en junio del año pasado, mantuvo un silencio mediático de tres meses que rompió para defender su gestión cuando la oposición presentó la acusación constitucional que terminó ganando en el Congreso.
En ese lapso cayó una sombra de dudas sobre cuánto continuaba influyendo en el manejo de la crisis desde fuera del gobierno mientras su sucesor, Enrique Paris, lidiaba con ella. Mañalich seguía hablando con el Presidente, a veces hasta todas las semanas, se decía entonces en el Ejecutivo; él mismo les contó una vez a sus ministros que le había consultado su opinión sobre el plan de desconfinamiento del año pasado. Se instaló una figura similar a la que se dibujó en derredor de Andrés Chadwick después de su caída, el 2019.
Hoy, la primera línea piñerista de Palacio describe que el gobernante le sigue teniendo “cariño”, pero precisa que ya no sigue siendo un consejero político (rol que Mañalich ha dicho que no tiene en alguna de sus tantas entrevistas de esta semana) con la misma intensidad. Volvieron a hablar el lunes, pero en los últimos meses no ha habido conversaciones, sino que solo mensajes por WhatsApp.
En esos diálogos -según una versión- el médico le habría hecho ver antes a su exjefe que era urgente tomar al menos dos medidas drásticas: reforzar los tests de antígenos en los puntos de acceso al país y cerrar la frontera con Brasil. Este relato sostiene que en diciembre el exministro veía peligro de una nueva ola de contagios, y que en enero se había sorprendido con las curvas al alza.
Hacia mediados de marzo hubo personas que le oyeron decir que veía cada vez más dudoso que las elecciones se hicieran en abril, pero que en el gobierno no le tomaban el peso a sus palabras, que no abrían el tema ni zanjaban una decisión.
Mañalich ha hecho saber que sus dichos, que en La Moneda saben amargamente a crítica fuera de tono, oportunidad y además innecesaria -que es lo que cuestionan allá- en el fondo no son sorpresa, porque ya ha hecho advertencias en privado. Y que en Twitter ha hecho el punto antes sobre masificar tests, privilegiar antígenos y cerrar fronteras.
Pero los leales a Piñera dentro y fuera de Palacio advierten que sus constantes intervenciones no pueden caer en peor momento. Paris ha pasado semanas rudas, con malas cifras y demandas opositoras de que renuncie, a las que ha respondido en sus vocerías e incluso acusando al Washington Post y al New York Times de ponerse de acuerdo contra el gobierno. Los más críticos del exministro leen que hacerlo ahora torpedea a su sucesor.
De vuelta, Mañalich se ha ocupado de defenderlo en entrevistas -donde ha dicho que habla seguido con él y que le avisa antes qué va a decir- y en sus posteos. Pero en este planeta de médicos también se hace notar que el protagonista de esta nota no compartió que Paris dijera en tercera persona el miércoles que “creo que el Presidente se ha sentido más afectado por sus comentarios que el ministro de Salud”.
Daza y Larroulet
Hay más. Después de enterarse del telefonazo presidencial del lunes, los íntimos de Piñera traducen esta frase de Mañalich en ADN: “La asesoría epidemiológica que necesita el Presidente tiene que ser de un nivel un poquito más elevado del que está recibiendo”. Casi todos los consultados para esta nota afirman que se refería a la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza. Y también al jefe de asesores del Segundo Piso, Cristián Larroulet.
Con la primera es vox populi que tuvo una mala relación. Que él presionaba para que ella aumentara los testeos; que ella demandaba que él no ponía foco en la trazabilidad, que solo se aceleró cuando entró Paris (y hoy sigue bajo cuestionamientos).
Era tanto, que el año pasado hubo ministros que contaban que Mañalich la quería fuera del Minsal, pese a que -según una versión- el 2019 el Presidente le habría dicho que había dos personas que no podía tocar: ella (hija de Pedro Daza, fundador de RN), y el director de Fonasa, Marcelo Mosso.
Daza y Mañalich no hablan hasta hoy.
Con Larroulet arrastran historia desde Piñera I, cuando chocaron de frente -recuerdan tres exministros- por los precios y costos asociados a las isapres. Conocidos de ambos dicen que los separa un abismo de diferencias, aunque otros cuentan que a veces se mandan mensajes. En las últimas semanas de Mañalich en el Minsal, el Segundo Piso envió allá a tres asesores a revisar cómo contaban los casos de contagios, los exámenes de laboratorio y los fallecidos (que le valían durísimas críticas al entonces ministro). Al final cambiaron la metodología y hasta hoy se discute si fue una “intervención” o “un apoyo”.
La gente del doctor niega cobros pendientes ni con Daza ni con Larroulet. Y refuta que haga lo que hace porque busque ser candidato (él lo negó esta semana). En el gobierno y sus partidos creen que “eso explica que ahora diga cosas que no decía cuando ministro”.
Algo hay. En RN le pidieron el año pasado postular a alcalde de Las Condes y dijo que no; en Chile Vamos lo midieron pensando en la senatorial.
Los detractores de Mañalich -algunos firmaron la carta de despedida- hacen ver que él extraña el poder puro y duro, y que eso busca tratando de influir en público.
A él no le importan esas críticas. Y no va a dejar de decir lo que piensa, porque -citando a Ludwig Wittgenstein, autor de su gusto- “todo lo que puede ser expresado en absoluto puede ser expresado claramente”.